Page 31 - San Miguel 2024 enero
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el amor...! Sí, he encontrado mi puesto en la Igle-
                                                             sia, y ese puesto, Dios mío, eres tú quien me lo ha
                                                             dado… En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré
                                                             el amor... Así lo seré todo... ¡¡¡Así mi sueño se verá
                                                             hecho realidad… !!!». (…) “Yo seré el amor”, esta es
                                                             la opción radical de Teresita, su síntesis definitiva, su
                                                             identidad espiritual más personal.
                                                                              Lluvia de rosas
                                                                 La transformación que se produjo en ella le per-
                                                             mitió pasar de un fervoroso deseo del cielo a una
                                                             constante y ardiente deseo del bien de todos, culmi-
                                                             nando en el sueño de continuar en el cielo su misión
                                                             de amar a Jesús y hacerlo amar. En este sentido, en
                                                             una de sus últimas cartas escribió: « Tengo la con-
                                                             fianza de que no voy a estar inactiva en el cielo. Mi
                                                             deseo es seguir trabajando por la Iglesia y por las al-
                                                             mas  ».  Y  en  esos  mismos  días  dijo,  de  modo  más
                                                             directo: « Pasaré mi cielo en la tierra hasta el fin del
                                                             mundo. Sí, yo quiero pasar mi cielo haciendo el bien
                                                             en la tierra ».
                                                                 Así Teresita expresaba su respuesta más conven-
                                                             cida al don único que el Señor le estaba regalando,
                                                             a esa luz sorprendente que Dios estaba derramando
                                                             sobre ella. De este modo llegaba a la última sínte-
                                                             sis personal del Evangelio, que partía de la confianza
                                                             plena hasta culminar en el abandono total por los de-
                                                             más. Ella no dudaba de la fecundidad de esa entrega:
                                                             « Pienso en todo el bien que podré hacer después de
                                                             la muerte ». « Dios no me daría este deseo de hacer el
                                                             bien en la tierra después de mi muerte, si no quisiera
                                                             hacerlo realidad ». « Será como una lluvia de rosas ».
                                                                 Se cierra el círculo. « C’est la confiance ». Es la
                                                             confianza la que nos lleva al Amor y así nos libera
                                                             del temor, es la confianza la que nos ayuda a quitar
                                                             la mirada de nosotros mismos, es la confianza la que
                                                             nos permite poner en las manos de Dios lo que sólo
                                                             Él puede hacer. Esto nos deja un inmenso caudal de
                                                             amor y de energías disponibles para buscar el bien
                                                             de los hermanos. Y así, en medio del sufrimiento de
                                                             sus últimos días, Teresita podía decir: « Sólo cuen-
                                                             to ya con el amor ». Al final sólo cuenta el amor. La
               «Sí, quiero pasar mi Cielo                    confianza hace brotar las rosas y las derrama como
           haciendo el bien en la tierra...                  un desbordamiento de la sobreabundancia del amor
           Será como una lluvia de rosas».                   divino. Pidámosla como don gratuito, como regalo
                                                             precioso de la gracia, para que se abran en nuestra
                      — Santa Teresa de Lisieux              vida los caminos del Evangelio.
                                                                 El centro de la moral cristiana es la caridad, que
         gaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el   es la respuesta al amor incondicional de la Trinidad,
         Evangelio y los mártires se negarían a derramar su   por lo cual « las obras de amor al prójimo son la ma-
         sangre…                                             nifestación externa más perfecta de la gracia interior
            «Comprendí que el amor encerraba en sí todas     del Espíritu ».
         las vocaciones, que el amor lo era todo, que el amor              Sólo cuenta el amor
         abarcaba todos los tiempos y lugares... En una pa-      Al final, sólo cuenta el  amor. Precisamente, el
         labra, ¡que el amor es eterno...! Entonces, al borde   aporte específico que nos regala Teresita como santa
         de mi alegría delirante, exclamé: ¡Jesús, amor mío...,   y como doctora de la Iglesia no es analítico, como po-
         al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es   dría ser, por ejemplo, el de santo Tomás de Aquino.  u


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