El verdadero Amor

En el amor siempre está comprendido un encanto de la persona amada

La verdadera Amistad

Quien encuentra a un verdadero amigo desea la más profunda comunión con él

El Amor es el tema central de nuestras vidas: la famosa Oda  a la alegría, poema de Friedrich von Schiller y puesto en melodía  de Ludwig van Beethoven, en la culminación de su novena sinfonía, dice por ejemplo:         Si uno consulta el artículo sobre el amor en un diccionario, muchas veces queda insatisfecho. De igual forma ocurre con las descripciones psicológicas que no acaban por convencernos totalmente de esta realidad básica de la vida del ser humano. 

Una alienación del hombre con respecto a sí mismo se demuestra con claridad, cuando ya no se sabe sobre ¡lo que más concierne!

De hecho, es sorprendente que nuestro pensar sobre un asunto central, como lo es el amor, resulta tan inseguro, prueba de ello es la propagación y aceptación obtenida por la absurda idea del psicoanalista Siegmund Freud, que quiso reducir el amor únicamente a una secuela del instinto sexual. Esto es un hecho deplorable e incluso pernicioso, pero que revela también algo interesante: el hombre, para quien este Dios que "Es Amor", se ha convertido en un ser inaccesible, confunde la más sublime realidad humana con su mera expresión instintiva. 

Así el ser humano, originalmente constituido a imagen y semejanza del Dios que es amor, aparece más bien como imagen y semejanza de la bestia, el arquetipo del instinto.

Pero nosotros, iluminados por la luz de la fe, ¿cómo pensamos? 

En la teología existe desde antiquísimos tiempos un acercamiento a la realidad del Espíritu Santo, que dice: no es fácil describir a la tercera Persona Divina en sí, sin embargo, experimentamos su existencia en su actuación. El Espíritu Santo se da a conocer a través de sus frutos, de sus actuaciones. En la Escritura, Él no se presenta desde afuera, de forma visible, como la segunda persona, sino por medio de los efectos de su presencia, como lo son en Pentecostés los signos del viento impetuoso y de las lenguas de fuego o en la experiencia de la vida cristiana, los frutos del amor, de la comprensión, la paz, la alegría, etc. (cf. Gal 5) 

De manera análoga se puede hablar sobre el amor: el amor del ser humano, aunque algo difícil de definir, se da a conocer a través de sus manifestaciones. 

En las siguientes consideraciones nos apoyaremos sobre todo en la reflexión filosófica de Dietrich von Hildebrand. Su obra: "La esencia del amor", publicada en 1971 la primera edición en alemán, tiene casi 500 páginas. La obra es sumamente valiosa e iluminadora, incontables finas distinciones se hacen, para librar la imagen del amor de todo lo que podría ofuscarla.

Al describir el amor, Hildebrand lo denomina como una respuesta afectiva desde el corazón al valor de la persona amada. 

Es importante aclarar que el amor no es resultado del aprecio a las virtudes o valores de una persona. Si fuera así, existiría una rígida lógica por la cual se amaría siempre la persona más virtuosa. Pero la realidad nos dice otra cosa. El amante no puede explicar su amor y tampoco lo fundamenta con razones inteligibles. De hecho, aprecia mucho todas las cualidades de la persona amada, porque el amor agudiza el sentido y hace que la descubra con una mirada clarividente en todos sus aspectos valiosos. 

Pero el amor no es exactamente lo debido a un mérito. Al contrario, es más bien la experiencia del amor sin reservas, la que anima a ser mejor, para corresponder a la expectativa positiva, que pone toda la confianza en uno y cree en lo mejor del otro. Así, el amor no aparece como la respuesta a la apreciación del valor moral de una persona, sino que el valor moral aumenta en la experiencia del amor. 

Sin embargo, aunque el amor no sea la justa respuesta al mérito moral de una persona, se afirma que alguien puede ser merecedor del amor que se le tiene, en la misma medida que puede no serlo. 

En el amor siempre está comprendido un encanto de la persona amada. Este encanto en la terminología de Hildebrand corresponde a lo que tradicionalmente se llamaba el "amor de la complacencia", la calidad del amor de alegrarse por todos los bienes o valores que se notan en el amado.

Leemos en La Esencia del Amor: "El amor no se identifica con la actitud de aquel tipo que mira a la mujer no como a un ser noble, bueno, sino que únicamente es atractiva por su belleza corporal y su gracia; la totalidad de la persona no está en el juego. El amante verdadero en cambio comprende estas cualidades como valores que elevan a la persona, la vuelven preciosa en ella misma, y él eleva su mirada hacia este ser agraciado. Pero estas cualidades para él no son algo aislado, sino la expresión de una hermosura en general, una nobleza de todo el individuo. La respuesta del verdadero amante es la de una sincera entrega, de arriesgarse para la amada, de la profunda solidaridad con ella y un ansia por una duradera unión con ella, por la fusión de las miradas que se penetran mutuamente en el amor.

Así, es de fundamental importancia conocer de manera intuitiva y directa la hermosura integral de una persona, y que ésta nos conmueva, nos toque en el corazón.

Lo que el filósofo denomina "hermosura integral" de una persona, corresponde al misterio de la persona, en su resplandor como imagen del Creador. 

Junto a la componente de la complacencia, los pensadores y maestros de la tradición filosófica y espiritual solían distinguir – en expresión latina - la "intentio unionis", es decir, la característica del amor de aspirar a la unión total con la persona amada;  y la "intentio benevolentiae", lo que significa que el amor hace nacer  el deseo de ver a la persona amada colmada con toda clase de bienes. 

En cuanto a la "intentio unionis", podemos observar que el amante desea estar lo más cercano posible al amado, y unido con él por el amor mutuo. Se desea que nada y nadie pueda separarlos. "Quiero estar contigo para siempre", es la expresión de alguien que está seguro de haber encontrado a un ser sumamente valioso, y que la comunión con este ser es algo que merece subsistir para siempre. 

El hecho de que tantas personas contemporáneas no pueden decidirse a contraer matrimonio, sino que se limitan a la llamada "unión libre", es muy revelador a la luz de esta verdad. 

Porque si el verdadero amor es el que quiere perpetuarse y que se siente insatisfecho e infeliz de no poder vivir esta plena unión con la persona amada; al suceder lo contrario, nos encontrarnos en una profunda crisis, no solamente de la institución del matrimonio como a veces se cree, sino en un crisis del mismo amor. 

San Francisco fue hallado llorando  y confesó que lloró, "porque el amor no es amado". Sí, la belleza del verdadero amor es despreciada por muchos. Ellos no se arriesgan, abandonando a padre y madre, y toda su propia planificación de vida, sus preferencias, su horizonte anterior. Cuando la idea es únicamente un pacto, un acuerdo que permite mantenerse independiente y disfrutar de la autodeterminación de su voluntad, jamás se dará una plena fusión de dos almas y cuerpos. Quien prefiere la realización de sus ideas propias a la plena entrega de si mismo, buscando que las dos voluntades aspiren un solo fin, quedará encerrado en su pequeño mundo y privado de la experiencia de felicidad que se da en una unión duradera de corazones.  

Sería necesario derramar muchas lágrimas sobre esta pobreza de los corazones, la cual ha sido causa de indecibles sufrimientos para millones de niños, cuando la unión que no se había dado jamás plenamente entre sus padres, termina por quebrarse.

Hildebrand anota, que no solo el amor nupcial tiene la característica de aspirar a la unión más íntima con la persona amada, sino también otras formas de amor. Esto se manifiesta especialmente en el amor entre verdaderos  amigos. Quien encuentra a un verdadero amigo desea la más profunda comunión con él y que ésta se convierta en un lazo que no termine jamás. 

El amor es "Virtus unitiva", la fuerza que crea la unión, entonces el amor crea un espacio, donde uno se abre también en su parte íntima y personalísima. Así, el amor hace vulnerable. Incluso se puede decir, que el amor inflige una herida: La amada en el Cantar de los Cantares dice: "Estoy enferma por amor". El que ama  desea que su amor sea respondido, y ningún dolor es tan grave como el del amor traicionado, ninguna pena más grande que la pena de amor.

Donde no se han confiado todos los secretos de la vida, todos los deseos, todo el pasado, todas las esperanzas al otro, allí no se ha podido realizar una plena unión entre los dos. Por esto, es tan importante durante el noviazgo que los dos se confiesen todas sus vidas en un momento idóneo. 

El amor mutuo da la seguridad necesaria para poder abrir el corazón a la otra persona. Si esto no ha pasado durante el noviazgo, es posible que jamás suceda en la vida de la pareja y difícilmente podrán cumplir a cabalidad la frase: "Yo me confío totalmente a ti".