Los Católicos creemos que la santidad de los derechos individuales depende de un Dios quien garantiza esos derechos y a quien el estado es subordinado y responsable. Y esta visión no es una opinión. Es un hecho histórico.
Benedicto XVI exhorta al episcopado a fomentar una cultura de la vida y a suprimir las graves desigualdades sociales y muestra su preocupación ante gobiernos autoritarios o sujetos a ciertas ideologías que se creían superadas.
En este artículo que es una síntesis del libro de Charles Chaput, Arzobispo de Denver: "Render unto Caesar" y de varios documentos eclesiales vamos a describir cosas muy básicas, cosas muy elementales. Tengo que asumir que creemos lo que la Iglesia cree. Yo creo, lo que nosotros creemos, siendo el nosotros; todos los santos del cielo, todas las almas del purgatorio en su camino al cielo y todos los de la tierra en unión con todos los antes mencionados, en virtud de la misma fe y de la misma vida de Gracia.
El arzobispo Joseph Rummel sirvió al pueblo Católico de New Orleans, desde 1935 hasta su muerte en 1964. En torno a los años 1950 enfrentó un problema crecientemente desagradable. La Arquidiócesis de New Orleans tenía la población Católica más numerosa en el Sur Profundo y muchos miles de Católicos de raza negra. También tenía escuelas que practicaban la segregación racial. Rummel y anteriores obispos habían asegurado siempre que los estudiantes de raza negra tenían acceso a la educación católica. Sin embargo, las escuelas parroquiales segregacionistas tenían la misma escasez de dinero y la pobre calidad que tenían también las escuelas públicas segregacionistas.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Rummel comenzó a dejar de lado la segregación en la Iglesia local. En 1948, su seminario dio la bienvenida a dos estudiantes de raza negra. En 1951, Rummel retiró de las parroquias católicas los carteles con la leyenda "blanco" y "de color". En 1953, un año antes que la Corte Suprema de Estados Unidos derogara la segregación en las escuelas públicas, emitió la primera de dos cartas pastorales enérgicas: "Blessed Are the Peacemakers [Bienaventurados los constructores de la paz]." Los párrocos la leyeron a sus feligreses un día domingo en cada Misa. En ella, Rummel condenaba la segregación. Esto provocó una respuesta rápida. Algunos feligreses se resintieron amargamente al escuchar desde el púlpito que "no hay más discriminación o segregación racial en los bancos de la Iglesia, en la balaustrada de la Comunión, en el confesionario y en los encuentros parroquiales, así como no habrá segregación racial en el reino de los cielos."
En 1956, Rummel dijo que su intención era eliminar la segregación racial en las escuelas católicas. La cólera aumentó. La mayoría de las juntas de las escuelas parroquiales votó contra la eliminación de la segregación racial, pero Rummel no se inmutó. Un año antes, él había cerrado una parroquia cuando sus feligreses objetaron a un nuevo párroco de raza negra que él les había asignado. Pero para complicar los problemas del obispo, muchos padres mudaron a sus hijos desde las escuelas públicas a las escuelas católicas, con la esperanza de evitar la eliminación de la segregación. Los miembros de la legislatura de Louisiana amenazaron con retener los fondos públicos entonces disponibles para las escuelas católicas si Rummel seguía adelante con sus planes.
A comienzos del año 1962, Rummel dijo que al año siguiente las escuelas católicas estarían integradas. Varios políticos católicos organizaron protestas públicas y campañas de envío de cartas, y amenazaron con boicotear a las escuelas católicas. El 16 de abril de 1962, Rummel excomulgó a tres Católicos prominentes – a un juez, a un escritor político y a un líder comunitario – por haber desafiado públicamente la enseñanza de su Iglesia.
Los acontecimientos de New Orleans se convirtieron en noticia nacional, cubierta por la revista "Time" y por el diario "New York Times." La junta editorial de "Times" afirmó que "los hombres de todas las creencias deben admirar la valentía resuelta [de Rummel]", porque él ha "dado un ejemplo basado en principios religiosos y en sintonía con la conciencia social de nuestra época."
En 2004, otro arzobispo, Raymond Burke de St. Louis, ocupó los titulares nacionales. En sus semanas finales como obispo de La Crosse, en Wisconsin, pidió a tres figuras públicas católicas que se abstuvieran de presentarse a recibir la Eucaristía. Luego pidió a sus sacerdotes que se negaran a conceder la Comunión a los funcionarios públicos católicos que respaldan el pretendido derecho al aborto. Los tres políticos ofendidos afirmaron que ellos eran simplemente "pro-choice". Pero según la perspectiva de Burke, sus acciones mostraban un respaldo material a favor del aborto y un desprecio tenaz de su propia fe. Los tres habían votado a favor o habían respaldado la decisión de obligar a los hospitales católicos a brindar servicios de aborto. En efecto, ellos habían tratado públicamente de forzar a la Iglesia para que violara su enseñanza en el serio tema de la santidad de la vida.
La acción de Burke, si bien más dúctil que la de Rummel, le granjeó bastantes enemigos, inclusive entre personas que se consideraban católicos. A diferencia de Rummel, Burke no recibió ningún elogio encendido por parte del "New York Times". También recibió un tratamiento muy diferente por parte de los medios de comunicación. Pero de nuevo y al igual que Rummel, él no había verificado con "Times" para obtener su aprobación. No le importaba lo que pensara "Times", sí lo que cree la Iglesia.
En el Ecuador el Exc. Sr. Arzobispo de Guayaquil, Mons. Arregui, presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana también se ha granjeado bastantes enemigos incluso dentro del círculo Católico por su posición en defensa de la vida y de la verdad.
La enseñanza moral de nuestro relato es ésta. Primero, cuando los Católicos toman en serio a su Iglesia y actúan en el mundo basados en su enseñanza, eso no le gustará a algunos, con frecuencia a algunos que son poderosos. Segundo, en recientes políticas ecuatorianas, americanas y me atrevería a decir a escala mundial, la línea que divide el "testimonio profético" de la "violación de la separación de Iglesia y Estado" depende por lo general de quién traza la línea, de quien se siente ofendido y de cuál es el tema en cuestión. La línea se extravía según sean las conveniencias. Pero los católicos, al buscar vivir su fe, no pueden seguir lo que les conviene.
En este esfuerzo por conocer el mensaje de Cristo y hacerlo guía de la propia vida, hay que recordar que la evangelización ha ido unida siempre a la promoción humana y a la auténtica liberación cristiana. "Amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios" (Deus caritas est, 15). Por lo mismo, será también necesaria una catequesis social y una adecuada formación en la doctrina social de la Iglesia, y su aplicación siendo muy útil para ello el Compendio de la doctrina social de la Iglesia y el estudio del Crédito Social. La vida cristiana no se expresa solamente en las virtudes personales, sino también en las virtudes sociales y políticas.
"Para estos pueblos, sus Pastores han de fomentar una cultura de la vida que les invite a todos a suprimir las graves desigualdades sociales y las enormes diferencias en el acceso a los bienes."
"Por otro lado, las estructuras justas han de buscarse y elaborarse a la luz de los valores fundamentales, con todo el empeño de la razón política, económica y social. Son una cuestión de la recta razón y no provienen de ideologías ni de sus promesas.
"… Formar las conciencias, ser abogada de la justicia y de la verdad, educar en las virtudes individuales y políticas es la vocación fundamental de la Iglesia en este sector. Y los laicos católicos deben ser conscientes de su responsabilidad en la vida pública; deben estar presentes en la formación de los consensos necesarios y en la oposición contra las injusticias.
Por tratarse de un Continente de bautizados, conviene colmar la notable ausencia, en el ámbito político, comunicativo y universitario, de voces e iniciativas de líderes católicos de fuerte personalidad y de vocación abnegada, que sean coherentes con sus convicciones éticas y religiosas."
"Render Unto Caesar. Es justo dar al César lo que él espera. Pero se sirve a la nación viviendo la propia fe católica en la vida política.
Los Católicos saben ya que la política existe para servir al bien común. ¿Pero que es el bien común?
No existe comunidad que entienda esto mejor que la Iglesia Católica, de sus siglos de experiencias buenas y malas. El genio del Papa Juan Pablo II en su encíclica de 1995, Evangelium Vitae, (El Evangelio de la Vida) no nos da una opinión sectaria para construir una sociedad moral. No lo hace. En vez, nos ofrece una arquitectura común para un pensamiento político y los límites de la acción de los gobiernos que no pueden ser traspasados sin brutalizar la dignidad humana.
Durante la década pasada ha aumentado cada vez más mi cansancio de escuchar que se diga a la Iglesia y a su gente que se mantengan quietos en cuestiones públicas que nos conciernen urgentemente. Y lo que es peor aún, los mismos Católicos muy repetidamente se mantienen callados con un sentido mal dirigido de buenas maneras.
La discreción y la diplomacia son habilidades esenciales –pero no si nos llevan a un hábito de "auto censura". La "auto censura" es inclusive un error más grande que el permitirnos que otras personas con poca simpatía por nuestras creencias, nos enseñen lo que debemos hacer.
Yo creo que la vida pública de nuestra nación, tal como el mismo Cristianismo, es para todos y todos tenemos el deber de contribuir. El experimento en nuestros países que se llevará a cabo dependerá de la participación activa de todos sus ciudadanos, no solamente de los cabilderos (lobbyists) de los expertos, de los grandes pensadores y de los medios de comunicación. Para los Católicos, la Política –la búsqueda de la justicia y del bien común- es parte de nuestra historia de salvación. Nadie es un actor pequeño en este drama. Cada persona es importante.
Creo también que todos los que nos llamamos Católicos necesitamos recuperar el significado real de lo que significa ser "Católico." Necesitamos también encontrar nuevamente el coraje de ser primero Católicos Cristianos –no en oposición a nuestro país sino para servir sus más grandes ideales.
La cruda intolerancia anti-Católica del siglo XIX y del inicio del siglo XX –se ha transformado en algo diferente. En nuestra era envuelve un desprecio elitista por la religión en general, pero del Cristianismo en particular.
El historiador Christopher Lasch escribió que hoy en día "son las clases de lideres –aquellos que controlan el flujo internacional del dinero y de la información, quienes presiden fundaciones e instituciones de alto aprendizaje, que administran los instrumentos de la producción y así generan el debate público- quienes han perdido la fe en los valores." En su auto dependencia y sobre confianza en sí mismos "nuestra clase pensante se ha separado no sólo del mundo común en el cuál están si no también de la misma realidad.
Yo recuerdo estas palabras de Lasch y de otros historiadores cada vez que alguien me dice que los Católicos no debemos "imponer nuestras creencias" en la sociedad. Yo recuerdo estas palabras también cuando algún columnista o presentador de noticias o cualquier otro individuo nos urgen a los Católicos el respetar –reverenciar sería el término más apropiado- la separación de la Iglesia y del Estado.
De hecho, los Católicos apoyamos fuertemente una saludable separación de las dimensiones civiles y religiosas en nuestra vida nacional. La historia es un gran maestro y una de sus lecciones es de que cuando la religión y el estado se mezclan muy íntimamente, malas cosas pueden sucederles a ambos. Pero por supuesto todo depende de lo que la gente quiere decir con una separación apropiada y saludable. Muy a menudo encuentro que dos de estos slogans –"no impongan sus creencias en la sociedad" y "la separación de la Iglesia y del Estado" –tienen muy poco que ver con la realidad. Son usados únicamente como herramientas para el debate; un tipo de vudú verbal. La gente que lo usa lo hace para acallar serios pensamientos. Nadie en la vida pública quiere forzar una Teocracia. Nadie en la vida pública quiere forzar únicamente doctrinas Católicas en las leyes del Estado. Entonces debemos mirar a estos slogans por lo que realmente son: tontos y algunas veces argumentos deshonestos que confunden nuestra memoria nacional e identidad.