"Economía y Moral deben ir de la mano"
Cuando se oscurece en los responsables de las finanzas la conciencia de la naturaleza y el significado de las mismas, éstas dejan de ser lo que son, dejan de lado la ética y la moral; y se auto-condenan al fracaso a mediano y largo plazo.
Sólo abriendo nuestro corazón a la verdad seremos capaces de entender la realidad, incluida la crisis presente, y así buscar soluciones reales. "La Iglesia no tiene modelos que proponer", pero "mucho por decir". Las encíclicas sociales toman muy en serio el asunto del poder utilizando también expresiones fuertes y ponen siempre en evidencia la centralidad concreta y humilde del ser humano y su dignidad inalienable.
La finalidad de esta encíclica aparece en el número 15: "Por ello, hemos considerado oportuno, venerables hermanos y amados hijos, puesto que todos por doquiera, y especialmente los obreros católicos, que desde todas partes se reúnen en esta ciudad santa de Roma, conmemoran con tanto fervor de alma y tanta solemnidad el cuadragésimo aniversario de la encíclica « Rerum novarum », aprovechar esta ocasión para recordar los grandes bienes que de ella se han seguido, tanto para la Iglesia católica como para toda la sociedad humana; defender de ciertas dudas la doctrina de un tan gran maestro en materia social y económica, desarrollando más algunos puntos de la misma, y, finalmente, tras un cuidadoso examen de la economía contemporánea y del socialismo, descubrir la raíz del presente desorden social y mostrar al mismo tiempo el único camino de restauración salvadora, es decir, la reforma cristiana de las costumbres. Todo esto que nos proponemos tratar comprenderá tres capítulos, cuyo desarrollo ocupará por entero la presente encíclica".
Con el siguiente artículo escrito por Louis Even queremos resaltar la actualidad, ante la crisis financiera global, del enorme valor de la encíclica de Pío XI Quadragesimo Anno, escrita en 1931 tras el crack de 1929 y a 40 años de la Rerum Novarum de León XIII, y recordar datos históricos que nos ayudarán a no seguir cometiendo los mismos errores del pasado.
Después del lanzamiento de la Rerum Novarum en 1891, los cuarenta años siguientes fueron testigos de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), seguida de un auge en la economía, y luego la depresión de los años treinta. Esta crisis económica no puede ser lógicamente explicada, ya que existía una capacidad de producción no utilizada frente a necesidades que quedaron insatisfechas.
La crisis no fue ocasionada, ni por catástrofe natural alguna, ni por la desaparición de las habilidades, ni por el rechazo de la gente a trabajar: ¡había millones de personas desempleadas que buscaban un trabajo! Todo el mundo repetía lo mismo: "No hay dinero" Los consumidores y productores carecían de dinero. Nada más faltaba: la capacidad de producción y la mano de obra aún estaban allí.
Por supuesto, que existió algún tipo de intervención en el sector financiero de la economía, lo que hizo que toda la vida económica sufra. Ya no era una cuestión de la opresión de los trabajadores por parte de sus empleadores, ya que ambos eran ahora las víctimas de la falta de dinero.
Pero durante los cuarenta años que habían pasado desde la Rerum Novarum, mentes inquisitivas habían dirigido su atención hacia este misterioso sector de la economía del dinero y del crédito. Se han hecho descubrimientos y han sido publicados. Estos descubrimientos no eran conocidos o admitidos en todas partes, sin embargo, tampoco eran completamente ignorados, ya que tenían muchas pruebas para apoyarlos.
El más distinguido de los descubridores fue una mente superior, que no se contentó con anotar los hechos, sino también establecer sus causas, y presentó propuestas para hacer del sistema financiero un servidor de la persona humana en lugar de un dictador. Este hombre fue el ingeniero escocés Clifford Hugh Douglas, autor de las propuestas financieras del Crédito Social.
El nombre del juego es Poder
El Papa señaló primeramente que desde la época de León XIII, las condiciones económicas habían cambiado mucho. Ciertamente! El escribió:
« Salta a los ojos de todos, en primer lugar, que en nuestros tiempos no sólo se acumulan riquezas, sino que también se acumula una descomunal y tiránica potencia económica en manos de unos pocos, que la mayor parte de las veces no son dueños, sino sólo custodios y administradores de una riqueza en depósito, que ellos manejan a su voluntad y arbitrio. (RN. 105)
Este poder se vuelve particularmente irresistible cuando es ejercido por aquellos que, debido a que poseen y controlan el dinero, son capaces también de gobernar el crédito y determinar su asignación, y por esta razón administran, diríase, la sangre de que vive toda la economía y tienen en sus manos así como el alma misma de la producción, de tal modo que nadie puede ni aun respirar contra su voluntad. » (RN. 106)
¡Estas son palabras fuertes! Douglas sabía cómo diferenciar entre la posesión de la riqueza y el poder de controlar la vida de otros. No se trata tanto de las ganancias — incluso las grandes ganancias — de personas naturales o jurídicas que vician el orden económico las que eran las culpables, sino el control del crédito, el control de la sangre de todo el cuerpo económico. En una época de abundancia, no es tanto la gran proporción recibida por algunos la que es perjudicial, como la no distribución de la parte enorme que se desperdicia en los almacenes, o que son destruidas, o no producidas debido a la falta de poder adquisitivo de las familias que necesitarían estos productos.
La existencia de tal control sobre la economía, que puede lanzar a todo el mundo a partir de un ataque de fiebre a una crisis de anemia, trae consigo un montón de males inmerecidos. Pío XI tenía razón al decir, en la misma encíclica: "Toda la vida económica se ha hecho horrendamente dura, cruel, atroz." (RN 109)
Ante tal situación, ¿qué pueden hacer los que sufren, cuando los propios gobiernos obedecen a los dictados de los poderes del dinero? Y el Papa dijo entonces:
« A esto se añaden los daños gravísimos que han surgido de la deplorable mezcla y confusión entre las atribuciones y cargas del Estado y las de la economía, entre los cuales daños, uno de los más graves, se halla una cierta caída del prestigio del Estado, que, libre de todo interés de partes y atento exclusivamente al bien común a la justicia debería ocupar el elevado puesto de rector y supremo árbitro de las cosas; se hace, por el contrario, esclavo, entregado y vendido a la pasión y a las ambiciones humanas. » (RN. 109)
La declaración de guerra en 1939, que puso un final repentino a los diez años de escasez de dinero, claramente mostró que la escasez de dinero no era un fenómeno natural, sino algo impuesto por los controladores que podían poner fin al mismo en una noche si así lo querrían. Gobiernos que, durante diez años, no tenían dinero para ayudar a los desempleados, encontraron miles de millones durante la noche para financiar una guerra de seis años.
No había entonces ninguna duda de que se trataba de una dictadura diabólica. Uno podría haber esperado que una vez que la guerra terminase, y el mundo se hubiese liberado de la necesidad de producir para la guerra, las autoridades ya no tolerarían este sistema financiero loco. Y sin embargo, el mismo monopolio del crédito todavía existe hoy.
Desconocimiento del Crédito Social
En su encíclica, Pío XI no habló únicamente sobre el control del crédito. Dio muchos consejos que, si se hubieran seguido, habrían mejorado el orden social y económico. Consejos de naturaleza evangélica, por supuesto: la práctica de la justicia y de la caridad, la renovación moral; y también consejos sobre la distribución de los bienes materiales de forma que, sin menoscabo de la propiedad privada legítima de los medios de producción, cada ser humano puede disfrutar de un nivel adecuado de vida. Además, éste es precisamente el objetivo de un sistema económico que está verdaderamente al servicio de la persona humana, como escribió el Papa Pío XI:
« Ya que la economía social logrará un verdadero equilibrio y alcanzará sus fines sólo cuando a todos y a cada uno les fueren dados todos los bienes que las riquezas y los medios naturales, la técnica y la organización pueden aportar a la economía social; bienes que deben bastar no sólo para cubrir las necesidades y un honesto bienestar, sino también para llevar a los hombres a una feliz condición de vida, que, con tal de que se lleven prudentemente las cosas, no sólo no se opone a la virtud, sino que la favorece notablemente. » (RN 75)
El uso racional de los bienes es responsabilidad de la persona humana. Pero la distribución adecuada de los bienes — de la que la cantidad hoy potencialmente puede proporcionar las necesidades de la vida de todos —, depende de "la organización social de los asuntos económicos".
En el mundo actual, la distribución se realiza a través de ventas y compras. Con el fin de que todos tengan acceso a los bienes suficientes para cubrir las necesidades de la vida, todos deben obtener suficiente poder adquisitivo para comprar estos bienes. Esta es una cuestión financiera.
Así, al igual que León XIII hizo antes que él, Pío XI pidió, para las clases trabajadoras, salarios suficientes. Reconoció que no siempre es fácil determinar el salario adecuado: Si esta tasa es demasiado baja, los trabajadores y sus familias sufren dificultades; si es demasiado alta, puede poner en peligro la existencia de la empresa y crear desempleo.
Todo el mundo sabe también que los aumentos salariales pronto provocan aumentos de precios. Pero hay más: el problema no se limita a una justa proporción entre la cuota debido al capital y la correspondiente a la mano de obra: la suma de las dos partes no es igual a la suma total de los precios, aunque los economistas dicen sí.
Mientras se nieguen a aplicar las propuestas financieras del Crédito Social, por ignorancia o por mala voluntad, el problema sólo empeorará, debido a la inflación resultante de una carrera sin fin entre los salarios y los precios. Y debido a los avances tecnológicos, al aumento de la automatización de la producción, lo que hace que más bienes se produzcan con menos mano de obra humana.
Las propuestas del Crédito Social de Douglas ofrecen todo lo necesario para adaptar el sistema financiero a todas las condiciones que puedan existir en la producción. Pero las autoridades se niegan al Crédito Social, y prefieren caminar penosamente a través de recetas a medias, soluciones que suprimen las libertades, degradan la dignidad de aquellos que se supone deben ayudar, arruinan a la familia y a las pequeñas empresas sobrecargándolas con impuestos, y colocando burócratas en todas partes, lo que lleva al socialismo del Estado.
El Estado ya no se mantiene en su rol subsidiario; toma funciones que no son de su competencia: la producción, el comercio, seguros, educación, etc., siempre bajo el pretexto de que las familias, asociaciones o entidades públicas menores son financieramente incapaces de cumplirlas. Si son incapaces financieramente, es porque el sistema financiero, que sólo el Estado puede modificar, no está haciendo bien su trabajo.
Y el gobierno, en lugar de hacer su trabajo — corrigiendo el sistema financiero- persiste en asumir más y más funciones que son responsabilidad de las personas y de las familias — quienes podrían llevarlas muy bien a cabo, si el gobierno cumpliera con su propia función, que es corregir la sistema financiero.
El Papa dijo que la vuelta sincera a la doctrina del Evangelio daría lugar a una renovación social, a la colaboración entre las clases, en vez de la lucha entre ellas. Y aquellos que se sienten oprimidos hoy, ya no se desviarían hacia el socialismo, sistema que mata cualquier forma de libertad.
Veintitrés años después de la Rerum Novarum, las naciones europeas se involucraron en la Primera Guerra Mundial. Ocho años después de Quadragesimo Anno, sucedió una nueva masacre mundial, incluso con medios más poderosos de destrucción. Esto no fue, por supuesto, por estas dos encíclicas sino debido a la muy poca atención que se les prestó. ¿Cómo podrían las autoridades hacerlo cuando consideraron el monopolio del crédito como algo sagrado e intocable, cuando toda la vida económica fue sometida a la dictadura del dinero, cuando el dinero era el primer y último objetivo de cualquier empresa?
No dudamos en decir: la negativa al Crédito Social — que es la negativa a una filosofía humana de distribución, que corresponde perfectamente a los principios recordados por los Papas, — ha perpetuado inmerecidos trastornos y agitaciones. Este rechazo es aún más criminal de parte de las autoridades en los países como en Canadá, que no pueden pretender no saber acerca de las propuestas del Crédito Social.
Las consecuencias de este rechazo son incalculables, incluso en cuanto al orden en valores espirituales. No porque el Crédito Social sea un sacramento, sino porque eliminaría los obstáculos; porque suministraría a todos y a cada uno no sólo lo suficiente "para cubrir las necesidades y un honesto bienestar, sino también para llevar a los hombres a una feliz condición de vida, que, con tal de que se lleven prudentemente las cosas, no sólo no se pone a la virtud, sino que la favorece notablemente". (RN 75)