El sistema de dinero-deuda
El sistema de dinero-deuda introducido por Oliver el banquero, en la Isla de los Náufragos hizo que la pequeña comunidad se hundiera en la deuda financiera a medida que desarrollaba y enriquecía a la isla con su propio trabajo.
Esto es lo que sucede en nuestros países civilizados, ¿no es así? El Canadá de hoy, por ejemplo, es ciertamente más rico, en riqueza real, que hace 50 o 100 años, o que en la era de los pioneros. ¡Pero compare la deuda nacional actual con la suma de todas las deudas públicas de Canadá de hace tres siglos!
Sin embargo, los canadienses mismos produjeron este enriquecimiento con su trabajo y sus conocimientos. Entonces, ¿por qué deberían endeudarse colectivamente con sus propias actividades?
Por ejemplo, considere las escuelas, los acueductos municipales, los puentes, carreteras y otras estructuras de carácter público. ¿Quién construyó todo eso? Constructores del país. ¿Quién proporcionó los materiales necesarios? Fabricantes del país. ¿Y cómo pudieron emplearse estos materiales en esas obras públicas? Porque hay otros tipos de trabajadores que producen alimentos, ropa, zapatos, que suministran todas las cosas y servicios que necesitan los constructores y fabricantes. Así, toda la población de Canadá, con sus diferentes trabajos, produce todos esos bienes. Si necesitamos bienes del exterior, enviamos otros bienes a cambio de ellos.
¿Qué se puede constatar? Que se requieren personas competentes para la construcción de escuelas, hospitales, puentes, carreteras y otras obras públicas. Todos los miembros de la sociedad acuerdan compensar a estos trabajadores por su contribución.
Se paga mucho más del doble
Hasta aquí no hay problema. Sin embargo, la población está obligada a pagar más que el precio de lo que produce. Su propia producción –un verdadero enriquecimiento– se ha convertido para los canadienses en una deuda cargada de intereses. Conforme los años pasan, la suma de los intereses puede igualar o incluso exceder el monto de la deuda impuesta por el sistema.
Sucede que la población paga dos o tres veces el costo de lo que sus miembros producen.
Además de las deudas públicas, hay deudas industriales, también cargadas de intereses. Esto obliga a los fabricantes y contratistas a aumentar sus precios más allá del costo de producción, a fin de pagar el capital y los intereses; de lo contrario quedarían en bancarrota.
Tanto la deuda pública como la industrial, así como sus intereses, son pagadas por la población al sistema financiero. Pagamos impuestos por las deudas públicas y un sobreprecio por las deudas industriales. Los precios suben, mientras el bolsillo se vacía con los impuestos.
Un sistema tiránico
Estos y muchos otros hechos son indicativos de un sistema monetario y financiero que controla, en lugar de ser un servidor; un sistema que domina a la gente como Oliver dominó a los isleños antes de que se rebelasen.
Y si los dueños del dinero se niegan a prestarlo, o sus condiciones son insoportables para los organismos públicos o para los fabricantes, ¿qué sucede? Sucede que los organismos públicos abandonan muchos proyectos, por urgentes que sean; y los fabricantes abandonan los planes de desarrollo o de producción que responderían a las necesidades reales de los canadienses. Esta es una causa de desempleo. Y aquellos que todavía tienen algo, o que ganan un salario, deben pagar impuestos para evitar que el desempleado muera de hambre. (Esta realidad no es diferente a la de México.)
¿Te imaginas un sistema más tiránico, con efectos tan perniciosos en cada persona?
Una barrera para la distribución
Y esto no es todo. No sólo el sistema monetario en- deuda a los productores o paraliza esa misma producción que se niega a financiar, sino que es una herramienta financiera inútil para distribuir los bienes.
Aunque las tiendas, comercios y almacenes estén llenos, y que exista todo para producir aún más, la distribución de los productos esta atrofiada. Solo puedes obtener lo que puedes pagar.
Ante una producción abundante, debe haber una abundancia de poder adquisitivo, de dinero en las billeteras de la gente, pero no es así. La realidad del sistema actual es que el precio total de los productos terminados es siempre mayor que el dinero distribuido como poder adquisitivo en el curso de su producción. Esto es propio de la contabilidad en el actual sistema de finanzas, que no tiene un mecanismo para llenar el vacío.
La capacidad de pago no está hecha para igualar la capacidad de producción. Las finanzas y la realidad no funcionan al mismo ritmo. La realidad que conocemos es una abundancia de bienes que son fáciles de producir. Las finanzas significan escasez de dinero, difícil de obtener.
Para corregir lo malo
Por lo tanto, el sistema monetario actual es verdaderamente opresivo, cuando debería ser un sistema de servicio. Esto no significa que debemos eliminarlo, sino corregirlo y la aplicación de los principios financieros del Crédito Social lo haría magníficamente. (No confunda el Crédito Social con los partidos políticos que usurparon ese nombre con otros fines y una política adversa, o con el crédito social de china que sólo busca controlar a los ciudadanos).
Aplicar los principios del Crédito Social haría del Aplicar los principios del Crédito Social haría del sistema monetario un servidor, no un opresor. Estos principios fueron descubiertos y enunciados por el ingeniero escocés, Clifford Hugh Douglas (fallecido en 1952). Sus primeros escritos sobre este tema fueron publicados en 1918.
El Crédito Social da prioridad a las realidades sobre los símbolos financieros, que no son realidades sino símbolos que simplemente deben representar fielmente las realidades. Es por eso que el Crédito social hace una distinción entre el crédito real (una realidad) y el crédito financiero (una representación o símbolo).
La palabra "crédito" proviene de la palabra latina "credere" y lleva la idea de confianza. Incluso en el lenguaje cotidiano, para darle crédito a alguien, ¿no indica esto que tenemos confianza en él?
El Crédito Social es el crédito real de un país, lo que da confianza de poder vivir allí sin demasiadas dificultades. El crédito real de un país es su capacidad de producción, su posibilidad de producir y repartir los productos según las necesidades.
Y el Crédito Social afirma que el crédito financiero debe ser la representación exacta del crédito real. Por tanto, la capacidad de producción debe determinar el movimiento de las finanzas. Éstas no deben paralizar o limitar la producción.
Por eso el Crédito social exige una oficina de crédito que mantenga una cuenta de crédito nacional (o provincial). Cualquier producción de bienes de consumo y de bienes de capital se registrarían como aumento de la riqueza. Y todos los consumos (o destrucción, o depreciación) como una disminución. El aumento neto de la riqueza sería la producción menos el consumo.
Con pocas excepciones en las que un país viviría a expensas de otro, la producción de un país supera su consumo. El país se vuelve más rico. Es absurdo que se endeude. La deuda pública es un absurdo.
Un dividendo para todos
Y cuando un país se está haciendo más rico, sus ciudadanos ciertamente deben sacar ventaja de esto. Esto es lo que reconoce el Crédito Social cuando se habla de un dividendo para todos. La producción moderna, de hecho, es cada vez más el resultado de la ciencia aplicada, de las invenciones, de las mejoras en las técnicas de producción y de todas estas cosas que constituyen un bien común: una herencia transmitida y aumentada de una generación a la siguiente. La producción moderna es cada vez menos el resultado del trabajo individual.
Esperar distribuir la producción solo a través de la recompensa del trabajo humano es, por lo tanto, contrario a los hechos. Es al mismo tiempo imposible, porque el dinero distribuido como recompensa por el trabajo nunca puede comprar la producción que contiene otros elementos en sus precios.
Buscar aumentos salariales disminuyendo el trabajo, también cambia el significado de la palabra salario.
No se trata de una recompensa o pago por el trabajo, sino de incluir en el salario lo que debería ser un dividendo para todos, fruto del progreso y no del trabajo. Pero si se convierte el aumento en salario, en lugar de seguir siendo un dividendo, estas cantidades adicionales entran en los precios.
El Crédito Social distribuiría el dividendo a todos, directamente, sin cobrarlo a la industria. Realmente aumentaría el poder adquisitivo de todos. Además de reconocer un capital comunitario muy productivo, este dividendo social sería un excelente modo de satisfacer el destino principal de los bienes terrenales. "La tierra y sus riquezas fueron creadas para todos los hombres" (Pío XII). Esto es ignorado por el actual régimen económico en su técnica financiera de distribución.