El sistema financiero debe existir para distribuir bienes
Editado por Paola Santamaria
Perversion
Si usted estuviera en un campo de batalla hoy en día, no se sorprendería al ver tanques derribando a seres humanos. Sería horrible de presenciar, pero tendría que admitir que estas máquinas están sirviendo al propósito para lo cuál fueron creadas. El tanque de guerra se hizo para lanzar proyectiles, no para llevar a la gente a la Iglesia.
Sin embargo, si usted ve, en una calle de su ciudad, algunos coches dirigiéndose directamente a los peatones, incluso persiguiéndolos en las aceras para atropellarlos, usted encontraría este espectáculo aún más repugnante que el tanques tadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano" (Evangelii Gaudium 55).
El amor al dinero conduce a cometer graves injusticias cuyas víctimas son siempre los más débiles. El dinero es necesario, ciertamente, pero el apego a él, el convertirlo en ídolo, destruye.
Ahora bien, si deseamos cultivar un campo, es con la finalidad de que nos aporte dinero. Pero, si el campo solo produce trigo que no se vende, lo dejamos de hacer. En su lugar fabricamos zapatos, que es mejor negocio. Pero si tampoco hubiera dinero para que los clientes compren zapatos, pues dejaríamos de producir, aunque aún haya personas descalzas. Por el contrario, si el negocio de zapatos funciona adecuadamente, y nos aporta dinero suficiente, entonces seguimos produciendo zapatos, incluso si ya todos tienen un par en su casa.
Las mismas manos, los mismos cerebros, los mismos empresarios cambian de una producción a otra, de un negocio a otro, si el primero no es rentable, y el segundo si lo es. Hoy tractores, mañana armas de fuego; desde alimentos sanos, hasta el alcohol, cigarros o cualquier droga que se pueda vender, todo depende de que tan rentable es el negocio.
El trabajador, al igual que su jefe, se somete al servicio de este mismo dios tiránico. Él va donde hay un salario, ya sea en la construcción de viviendas o en las industrias de guerra o perversión.
Van hacia donde haya un salario, ya sea construyendo una casa o en una fábrica de municiones para la guerra. Buscan tener un salario para cubrir sus necesidades. Él debe buscar su sustento para mantener a su esposa y sus hijos. Incluso en ocasiones sin importar el tipo de trabajo que se le pide hacer – trabajar por la vida o por la muerte, ya sea de la persona o de su alma.
¿Puede realmente el trabajador preocuparse por eso, cuando la mayor parte del tiempo, ni siquiera sabe el uso que se hará de los productos de su trabajo? El leñador en el bosque, el químico o trabajador de la fábrica de papel, trabajan allí por el dinero que se les paga, si el papel producido se utiliza para la impresión de las cartas pastorales o de pornografía, ellos no pueden influir de ninguna manera. La responsabilidad del trabajador no va más allá de su cheque de pago.
No podemos culpar al trabajador. Él no es más que un esclavo condenado a servir a la producción de dinero, de lo contrario, moriría de hambre, junto con su familia.
Dinero tirano
Este dios no sólo reclama la supremacía en las decisiones económicas. Como Moloch de los amonitas y el Minotauro de los griegos, necesita víctimas humanas. No podemos contar sus víctimas. Su comportamiento puede detener toda actividad productiva, paralizar la distribución de productos, lanzar a millones de seres humanos a la inanición y privaciones de todo tipo a pesar de la abundancia de productos. Este dios malicioso parece tomar su mayor placer acumulando grandes existencias de productos frente a las familias con las necesidades más apremiantes, pero que carecen de los medios necesarios. Los millones de personas sin empleo en el mundo, y los millones más, llamados" trabajadores pobres" saben de lo que aquí hablamos.
El poder del dinero puede obstaculizar los mejores esfuerzos, incluso nuestra tarea evangelizadora como apóstoles del evangelio. "Entre nuestras tareas, como testigos del amor de Cristo, está la de dar voz al clamor de los pobres". (Papa Francisco, Discurso al arzobispo de Canterbury, 14 de junio de 2013)
El dios-dinero puede llegar a tener un poder aterrador, convirtiéndose en un dios de discordia, de divisiones, de conflictos. Enfrenta el uno contra el otro: al empleador con el empleado, al vendedor con el comprador, al propietario con el inquilino. ¿Acaso nunca hemos visto parejas pelear por cuestiones de dinero, hogares destrozados porque la casa es muy pequeña o se encuentra en un barrio bajo, familias enteras disputarse las herencias…? ¿Cuál es el objeto de cuatro quintas partes de los procesos judiciales? El dinero.
Ya nos lo dice el Papa Francisco: "Hay que cuidarse de ceder a la tentación de idolatrar el dinero. Esto significaría debilitar nuestra fe y correr así el riesgo de habituarse al engaño de deseos insensatos y perjudiciales, tales que lleven al hombre al punto de ahogarse en la ruina y en la perdición.
"Hay algo en la actitud de amor desmesurado hacia el dinero que nos aleja de Dios. Y citando la primera carta de san Pablo a Timoteo (6, 2-12), « Los que quieren enriquecerse sucumben a la tentación del engaño de muchos deseos absurdos y nocivos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición"
"El dinero corrompe. No hay vía de escape. Si eliges este camino del amor al dinero al final serás un corrupto. El dinero tiene esta seducción de llevarte, de hacerte deslizar lentamente en tu perdición" (Papa Francisco, 20 de septiembre de 2013.)
Es este dios tiránico, este control sobre nuestras vidas, tanto en el ámbito privado como en el ámbito público que se debe derrocar.
No queremos suprimir el sistema de dinero (el sistema monetario), sino más bien devolverle su papel, su función propia, que es la de servir y no la de oprimir.
El dinero para las guerras
Como todo ídolo, este poderoso dios es una creación artificial, un dios hecho por el hombre. Su naturaleza artificial fue demostrada ante todo el universo, en septiembre de 1939. Tan pronto como se declaró la Segunda Guerra Mundial, la gente vio el dinero de repente aparecer de la nada por millones, por cientos de millones, después de diez años de escasez de dinero a nivel universal.
Después de diez años de crisis económica, donde el dinero faltaba en todos los hogares, donde el gobierno simplemente decía "no hay dinero", de pronto sucede lo inesperado, en 1939 la economía volvió a remontar. El dinero ahora surge en cientos de millones de dólares y, ¿gracias a qué debemos este milagro? El estallido de la segunda guerra mundial logró mágicamente que hubiese dinero para poder financiarla, la guerra fue lo que realmente procuró al país un regreso a la prosperidad.
Y ni una sola vez, durante los seis años de la guerra, a ningún gobierno se le escuchó declarar: "La guerra tendrá que ser detenida, ya que hay falta de dinero". Esto nunca sucedió. Sólo los recursos en hombres y materiales eran importantes.
De la noche a la mañana, las personas desempleadas que habían sido dejadas padecer en sus dificultades, buscaron ávidamente ahora convertirse en soldados o productores de municiones. Los millones, miles de millones de dólares para pagar, llegarían más rápido que la multitud de soldados y la capacidad de producir armas para esta masacre a nivel mundial.
Después de esto hablar acerca de un problema de dinero, cuando no hay problema de la producción, es una mentira que debe ser desenmascarada por todos nosotros.
Si el dinero pudo venir tan rápidamente para el gobierno como consumidor en tiempos de guerra, puede venir igualmente de rápido para las personas como consumidores en tiempos de paz. No hay dificultades técnicas para ello. Es una cuestión de decisión.
Es necesario pedir a todos los ciudadanos de la tierra a levantarse en contra de esta tiranía. Nos negamos a aceptar las crisis artificiales que producen masivamente gente pobre, y rechazamos las guerras que producen víctimas en masa. Esta es una de las misiones de Los Peregrinos de San Miguel, desenmascarar el actual sistema financiero que oprime al mundo.
"No nos acostumbremos a la realidad de la guerra". Un concepto que el Papa Francisco ha reiterado desde el inicio del conflicto entre Rusia y Ucrania.
"Que se dejen de hacer demostraciones de fuerza mientras la gente sufre. Por favor, por favor, no nos acostumbremos a la guerra, comprometámonos todos a pedir la paz con voz potente, desde los balcones y en las calles. ¡Paz! Que los responsables de las naciones escuchen el grito de paz de la gente" Mensaje Urbi et Orbi del Papa Francisco, Pascua 2022
El dinero debe ser regulado por la capacidad para producir, en lugar de la capacidad de producir estar limitada por el dinero.
Es absurdo ver ciudades o provincias obligadas a renunciar a desarrollos necesarios y físicamente viables bajo el pretexto de la falta de fondos. Es absurdo que los organismos públicos, conduzcan a su población a una deuda que será imposible pagar.
Al servicio de la distribución
El sistema financiero debe existir para distribuir bienes. Esto consiste en poner los precios a las mercancías, después distribuir el poder de compra a los individuos, que elegirán entre los bienes aquellos que correspondan a sus necesidades. Los precios y el poder adquisitivo deben ser equilibrados, de lo contrario la distribución será imperfecta.
Como todo el mundo tiene necesidades, cada uno debe tener cierto poder adquisitivo. Las necesidades están unidas a la persona humana; de modo que el derecho a utilizar los bienes también se debe adjuntar a la persona humana, desde la cuna hasta la tumba. De lo contrario, los productos ya no están al servicio de las necesidades. La Democracia Económica se encarga de esto a través de un dividendo determinado periódicamente para todos, desde el nacimiento hasta la muerte.
En el presente, la forma de distribuir el poder adquisitivo no puede garantizar a todos una participación en los bienes terrenos, ya que vincula el derecho a los bienes casi exclusivamente al empleo. No todo el mundo está empleado. La automatización tiende a disminuir el empleo, mientras que al mismo tiempo aumenta la producción.
Uno no se alimenta de puestos de trabajo, sino de la comida. No se viste con los puestos de trabajo, sino con la ropa. Por consiguiente, los derechos sobre los bienes deben ser regulados de acuerdo con la presencia de productos que se ofrecen para satisfacer las necesidades humanas, y no de acuerdo con la presencia de las personas en el proceso de producción.
Si un producto puede ser elaborado sin la presencia de mano de obra humana, el crédito exigible a su producto también debe venir sin la necesidad de estar empleado.
El mantener la necesidad de estar empleados con el fin de tener el derecho a vivir, cuando las invenciones, las máquinas, las mejoras en el proceso de fabricación, tienen precisamente como objetivo ahorrar o reducir el trabajo, es el hacer que el progreso en la sociedad sea un castigo en lugar de una liberación.
Los diversos programas sociales reconocen por su propia existencia, que la distribución de los derechos sobre los productos está mal organizada, pero no se corrige esta distribución ineficaz. Más bien permiten que continúe, mientras que al mismo tiempo tratan de paliar sus efectos.
Corregiría este defecto en la distribución. Distribuiría un poder adquisitivo nacional correspondiente a la producción nacional; y, a través de un dividendo para todos, aseguraría a cada persona una participación al menos lo suficiente para obtener lo esencial.
La Democracia Económica, corrige la causa del desorden económico, en lugar de tratar inútilmente de parcharlo.