OSVALDO JOSÉ CIRNIGLIARO ECONOMISTA Y ESTADISTA
A propósito del ataque que recibe S.S. Benedicto XVI y otros Papas en relación a la Doctrina Social de la Iglesia; Osvaldo Cirnigliaro habla con SAN MIGUEL con su autorizado punto de vista.
Recientemente Su Santidad Benedicto XVI resaltó a los participantes en la sesión plenaria de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, que "sin intervención pública y criterios morales el mercado no puede auto regularse". En su mensaje destacó que "el colapso financiero en todo el mundo, como sabemos, ha demostrado la fragilidad del sistema económico actual y de las instituciones relacionadas con él"
Destacados economistas del mundo global criticaron lo que ellos denominan una visión parcial de la Iglesia Católica, tendiente a imputar a las fallas del mercado, los colapsos financieros producidos en el mundo. Así, el economista Vicente Boceta de España en un artículo en el periódico ALBA, sostiene que una doctrina social de la Iglesia de tendencia socialista lleva a la Iglesia a enfocar equivocadamente los problemas económicos. Desde la Rerum Novarum afirma, se ha ido evolucionando, para culminar en una encíclica abiertamente socialista (en muchos puntos rayada en el marxismo) de la Populorum Progressio de Pablo VI.
¿Podría usted darnos luz sobre este aspecto que sin dudas preocupa a varios sectores de la Iglesia?
En primer lugar, se debe tener en claro dos cosas: que la crisis financiera desatada en el mundo no se origina en el análisis de la Iglesia. Y, además, que la crisis es la culminación de un proceso de distorsiones introducidas en el funcionamiento de los mercados, que hace eclosión cuando los mercados no soportan los abusos que se cometen en su seno.
En segundo lugar, las interpretaciones basadas en un enfoque dicotómico de liberalismo y socialismo constituyen un maniqueísmo anacrónico, toda vez que resulta comprobable que ambas corrientes ideológicas son dos ramas del mismo árbol, porque el socialismo surge como una reacción al liberalismo, pero ambos poseen una base común: un neto afán de dominación y explotación. Difieren únicamente en la naturaleza y funcionamiento de los mecanismos alternativos que utilizan para vincular recursos escasos con necesidades.
Mientras el capitalismo liberal se sirve de un dispositivo impersonal, denominado sistema de precios para intermediar entre recursos y bienes, en las economías dirigidas esta función se halla a cargo de una autoridad central que planifica la producción de bienes y servicios.
Ambas propuestas, como poseedoras de una base filosófica común crudamente materialista, no persiguen solucionar los problemas económicos de la sociedad humana. La sociedad liberal-capitalista se fundamenta en la maximización de las ganancias, en un proceso que margina, excluye y empobrece a millones de personas. La sociedad comunista propicia otra forma de explotación basada en la esclavitud. Por ello ambas se sostienen en la fuerza de sus arsenales nucleares y no en la razón, lo que las identifica. En una palabra, la mano derecha golpea el clavo, mientras la izquierda sostiene la tabla.
En cambio, la doctrina social de la Iglesia, nacida a la luz de las preocupaciones sociales del papado de León XIII en 1891, no representa ninguna rama de la misma planta, sino que constituye un árbol diferente, basado en la concertación social permanente de todos los sectores, que persigue como objetivo fundante la Justicia.
¿La crisis ha puesto en entredicho al sistema capitalista?
La crisis financiera es el resultado de una acción combinada de los organismos internacionales de crédito y de los especuladores, que cuentan a su favor con una clase política permisiva que, incapaz de defender los derechos de sus representados, abusa de su poder en beneficio propio.
El sistema capitalista no está en peligro. Históricamente las crisis de este sistema se resuelven a partir del momento en que se decide quién debe pagar los platos rotos. Definido el pagador, empieza a generarse la próxima crisis, mientras se registra en el medio una fenomenal transferencia de ingresos desde los sectores castigados políticamente hacia los que se beneficiarán injustamente con un proceso de concentración capitalista, que no tiene nada que ver con una mayor eficiencia en la asignación de recursos ni con los análisis de riesgos y/o con los criterios de racionalidad de los operadores. Son ganancias extraordinarias producto de asociaciones ilícitas que nada tienen que ver con los mercados.
La crisis actual fue tan fuerte que provocó una redistribución de la riqueza mundial significativa y hasta un nuevo reordenamiento geopolítico global.
Vicente Boceta ataca las encíclicas Rerum Novarum, Centesimus Annus y Caritas in Veritate en el sentido de que la visión socialista de la Iglesia les impide enfocar correctamente los problemas económicos. ¿Usted comparte esta afirmación?
No. Al contrario, estimo que el juicio de Boceta resulta temerario y su crítica me parece tan injusta como arbitraria. Las encíclicas constituyen un pronunciamiento avalado por siglos de experiencias de la Iglesia de Cristo que es madre y maestra de humanidades. Resulta imprudente pues, juzgarlas a partir de la lectura de algunos libros de texto que permiten alcanzar un título universitario.
"Al mismo tiempo se debe considerar que la Iglesia propone un afán antropocéntrico complejo, basado en un hombre con necesidades materiales y espirituales, mientras el liberalismo propone un hombre estrictamente instrumental".
Las preocupaciones evidenciadas en las encíclicas difieren absolutamente de la concepción de un hombre netamente utilitario como propone el liberalismo, en consecuencia, los enfoques del problema económico son diferentes. Para la Iglesia la economía es un medio y no un fin, pues acepta que la misma sirva para hacer felices y dignos a los hombres, pero no para despertar la avaricia y la codicia de los seres humanos. Ningún gobierno puede intentar competir, abaratando su producción a costa del hambre y el sacrificio de sus obreros. El factor humano es la fuente natural de la riqueza de las naciones.
No se puede tildar a la Iglesia de socialista como hace Boceta irresponsablemente, porque ella posea una visión humana e integral de los problemas que afectan al hombre. Cuando se le niega a la Iglesia el derecho a pronunciarse sobre temas sociales y políticos, existe un inconfesable propósito de negarle autoridad para hablar de los temas que interesan al hombre, a su historia, a su evolución y a su desarrollo.
¿Cuál es su opinión entonces sobre la encíclica Rerum Novarum?
La "Rerum Novarum" precisamente excluye el socialismo como remedio a los males sociales y al precisar su visión sobre el trabajo, el derecho de propiedad, y el principio de colaboración contrapuesto a la lucha de clases como medio fundamental para el cambio social, entre otros, instaura la necesidad de un orden social justo. El hombre debe dejar de ser un objeto para convertirse en un sujeto de derechos y obligaciones. La "Rerum Novarum" se ha convertido en el documento inspirador de un ordenamiento socio político que concilie los valores individuales con los colectivos, partiendo de la idea que el hombre no es un elemento aislado, sino un ser que vive y se desarrolla plenamente en comunidad, y que por sobre el pedestal de los valores materiales que contribuyen a su realización, se levanta la vertical de sus objetivos espirituales. Así el hombre adquiere la estatura trascendente que Dios le ha asignado en el concierto universal y de este modo pueda sentir el optimismo de su eternidad.
¿Usted cree como Boceta que la encíclica Caritas In Veritate supone una regresión a los postulados de Pablo VI en línea con la teología de la liberación?
Soy economista de profesión y político por vocación. No soy ni filósofo ni pensador cristiano, pero aún así, me animo a decir que el rasgo distintivo de esta encíclica es que le otorga a la Caridad una importancia capital en las relaciones humanas, en la medida en que la Verdad pueda ser vivida auténticamente por medio de ella. La Caridad dice "da verdadera sustancia a la relación personal con Dios y con el prójimo"
Este es el punto central de este documento que orienta hacia una libertad responsable contrapuesta al liberalismo de Boceta, puesto que si la vida social, económica y política se dejan a merced de los intereses privados asentados en bases materialistas, que actúan conforme a las lógicas de acumular bienes y poder, se producirá inexorablemente la descomposición y disgregación de una sociedad capaz de promover un desarrollo deshumanizado.
La Justicia y el Bien Común, propuestos en este documento como criterios orientadores de la acción moral para el desarrollo de una sociedad en vías de globalización, se contraponen al liberalismo y al marxismo, cuyas dinámicas se han negado a reconocer los legítimos derechos de las personas y de los Pueblos. La búsqueda del Bien Común es el rostro institucional y político de la Caridad.
Muchos sostienen que la Doctrina Social de la Iglesia es un capitalismo con rostro humano. ¿Usted qué opina al respecto?
La doctrina social de la Iglesia, al fin y al cabo, emerge del encuentro de la realidad y necesidades del hombre con la palabra de Dios. Entonces se trata de la formulación de un conjunto de principios morales en referencia al desarrollo de la vida social de pueblos y naciones. La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso, pero que debe iluminar a todos con la perspectiva divina. Esto quiere decir que la Iglesia, con su doctrina social, no entra en cuestiones técnicas y no instituye ni propone sistemas o modelos de organización social.
Además el Capitalismo no tiene rostro, es un sistema despersonalizado sin proyección espiritual. Sin embargo, resulta inadmisible organizar la vida social sin Dios negando el derecho del hombre a su propia trascendencia. Pero además, de la evaluación del desempeño de los sistemas económicos imperantes en el mundo, se desprende que, no obstante tantos esfuerzos creativos, desarrollados y propulsados a través de la historia, el hombre y la sociedad se enfrentan hoy con la más profunda crisis de valores que registra su evolución. Víctima de un profundo relativismo de su escala de valores, el hombre transita lleno de angustia y desencanto una vida que se halla obligado a vivir. En ella no vive, dura; en ella no encuentra paz por lo que vive angustiado; no encuentra libertad pues vive esclavo; no reconoce a sus semejantes y por ello vive aislado; no le llaman la atención ni la belleza ni la armonía, de ahí que destruye; sus instintos se desarrollan y exacerban como un centauro embravecido; y la paz y la realización que no encuentra en sus afectos, en su trabajo y en su familia, la recibe en pequeñas dosis letales de la droga que lo adormece y tranquiliza de a ratos. Sentimental y desesperado buscador de sensaciones, vaga confundido en un estado de profunda degradación. No lo calma ni el sexo desenfrenado ni la lujuria potenciada. Ni siquiera el dolor que provoca su actitud. Transita desorientado, deambulando entre las muertes que provoca, que le van señalando el camino de su propia muerte. Ha perdido irremediablemente el sentido de su inmortalidad. Ya no quiere vivir, de ninguna manera.
El hombre actual esclavizado, desorientado y excluido de un sistema económico cruelmente competitivo, necesita incorporarse a la vida social, integrarse con su comunidad y restaurar sus vínculos sociales. Para ello es menester una decidida acción del Estado, pero no del Estado depredador actual existente en los países latinoamericanos, o el Estado confiscatorio del mundo desarrollado, sino del Estado organizador y promotor de la vida social, económica y política de un Pueblo, en necesidad de restaurar su existencia.
¿Finalmente como ve usted a la Doctrina Social de la Iglesia frente al liberalismo y al marxismo?
La Doctrina Social de la Iglesia tiene una concepción diferente de ambas corrientes ideológicas, que siendo ramas del mismo árbol de raíces materialistas, conservan más coincidencias que discrepancias. El hombre vive en un estado de crisis permanente, y para salir de ella necesita generar un desarrollo integral humano como el propuesto por Benedicto XVI, o sea llevar a la práctica y defender con la debida perseverancia tesis fundamentales que le devuelvan todo su esplendor. El liberalismo y el marxismo solamente lograron elaborar pequeñas tesis que aumentaron el desconcierto humano.
E hombre debe concebirse como un ser de cuatro fronteras, relacionado hacia arriba con Dios en una acción de Religación, que significa la apertura del hombre a la vida eterna celeste en el despliegue de una obra auto perfeccionante, que alcanza su plenitud a través del culto; hacia abajo el hombre se conecta al mundo de las cosas, con la naturaleza que el Creador ha puesto bajo su dominio, en un marco de un obligado Respeto; hacia su costado se vincula con los otros hombres en una acción de Integración que es el origen y fundamento de una Comunidad Organizada; y por último se relaciona con su propia intimidad, lo que supone un vínculo de Aceptación de sí mismo.
La ruptura de estas cuatro relaciones de religación, respeto, integración y aceptación es lo que genera una crisis social que desordena al hombre y a su comunidad, tendiendo a la fragmentación y descomposición social que le somete y destruye. En este contexto las pequeñas tesis que le acercan como el consumismo, el relativismo de valores, la inobjeción de conciencias, propuestas por el liberalismo y el marxismo no alcanzan a reparar todas sus fronteras, entonces la crisis deviene en permanente. Sólo la Justicia y el desarrollo integral basado en la caridad y la verdad, que propone la Doctrina Social de la Iglesia mantiene un visión global capaz de restaurar todos los costados dolientes del hombre como creatura humana de Dios, y le ofrece una solución integral y totalizadora que es salvífica, pues le levanta sobre sus ruinas hasta devolverle las alturas de su excelsa dignidad humana. Para ello es necesario propiciar una comunidad organizada o sea una sociedad integrada desde abajo hacia arriba, que partiendo del núcleo primario que es la familia, armonice con un criterio de justicia las relaciones individuales y de grupos sociales, brindando las condiciones necesarias para que su accionar sea equilibrado y posibilite la concreción del bien común, transformando a los habitantes de un territorio en personas integrantes de un pueblo trascendente.
CIRNIGLIARO EN CLAVE DE FE
Los principios de la economía liberal son o no coherentes con el mensaje evangélico?
No puedo coincidir con el señor Boceta, que al parecer pretende demostrar que liberalismo y cristianismo no sólo son compatibles sino que los principios de la economía liberal son los más coherentes con el mensaje evangélico.
El más grave error que cometen a menudo los gobiernos reside en interpretar que el problema consiste en arreglar la economía solamente. La doctrina social de la Iglesia sostiene una concepción de jerarquía superior. Concibe que los problemas sociales, económicos o políticos no constituyen compartimentos estancos que precisan soluciones aisladas, sino que como todas las cosas de la vida son inconvenientes complejos, que se vinculan estrechamente unos con otros y no pueden ser ni analizados ni resueltos separadamente.
CIRNIGLIARO REFERENTE DOCTRINARIO DE CORAJE
El singular mecanismo del Crédito Social propuesto por los Peregrinos de San Miguel, que no se contrapone a los que pensamos que el desarrollo integral del hombre debe ser el centro de nuestras preocupaciones, lo comentaremos en la segunda parte de esta entrevista.
Que responderá a preguntas como: ¿por qué todos los países tienen abundancia de pobres e indigentes, con independencia de su dotación de recursos naturales? ¿Cuál es la razón? ¿Existe ineficiencia en la aplicación y uso de esos recursos? ¿Existen problemas técnicos que el hombre no sepa resolver? ¿O tal vez un sistema político, económico o social injusto que causa que más de la mitad de los habitantes del planeta no pueda satisfacer sus necesidades mínimas de supervivencia?