Sabemos por la Revelación que el conocimiento, contra lo que pudiera pensarse, es fuente de inquietud y pesadumbre, pues donde hay mucho saber hay mucha molestia, y quien aumenta la ciencia, aumenta el dolor [1]. Por eso conocer la tramoya del mundo puede llegar a enfermarnos. Así como vendar nuestros ojos no nos hará inmunes al aire impuro del siglo actual.

Me pregunto si podrá el conocimiento de ciertos hechos perversos motivar la reacción de al menos un alma; si podrá alguien a estas alturas, en esta hora dramática, despertar de este letargo, salir de la diabólica programación mental con la que nos están aherrojando determinados grupos de psicópatas inhumanos. En este sentido, quizá sea buena idea dedicar algo más de media hora a escuchar las revelaciones del ex banquero holandés Ronald Bernard [2].

Bernard destacó muy joven en el mundo de las finanzas. Sus habilidades e insaciable ambición pronto llamaron la atención de sus colegas, que enseguida realizaron a Bernard una oferta « irrechazable ». De entrada le prometieron ganar muchísimo más dinero del que ya estaba ganando, pero le advirtieron que tendría que dejar su conciencia al margen. Bernard entonces se rió. Con el tiempo, sin embrago, Bernard comprendió que lo estuvieron entrenando para convertirse en un auténtico psicópata. Lo cierto es que en apenas unos pocos años Bernard era un hombre de enorme éxito que manejaba un flujo de información inimaginable y creaba escenarios bursátiles ficticios para seguir incrementando la fortuna de sus amos. Bernard, con todas las piezas del puzzle a su alcance, comprendió que en la inextricable malla financiera operaban gobiernos, organizaciones terroristas e incluso los servicios secretos nacionales, verdaderas tapaderas criminales que en absoluto están al servicio de sus pueblos. Mientras tanto fue invitado a entrar en siniestros círculos. De la noche a la mañana, Bernard se vio envuelto en secretos rituales satánicos, junto con otros miembros de la élite. Al principio, el ex banquero no dio demasiada importancia a esas excéntricas reuniones. Hoy, sin embargo, les da el crédito que merecen:

« Usted podrá decirme que la religión es un cuento de hadas, que Dios no existe, que nada de eso es real. Bueno, para estas personas sí era verdad y real, y servían a un ser inmaterial al que llamaban Lucifer » [3].

Pero la conciencia de Bernard siguió todavía un poco más anulada, apagada, escondida. Siguió yendo a lugares llamados iglesias de Satanás, mientras se oficiaban misas negras con mujeres desnudas, alcohol y drogas. Él simplemente se divertía. No era capaz de arrancarse el velo que cubría sus ojos. Aún no. Para él eso era la buena vida. Hasta que llegó el día en que su conciencia irrumpió. Fue como un trueno que lo despabiló, algo que lo rompió por dentro. Llegó un momento en que fue invitado en el extranjero a participar en sacrificios humanos. Por lo visto, en los círculos donde Bernard se movía, era un hábito el sacrificio de niños. Ahí dijo basta.

Realmente, lo que acaba de hacer público este ex banquero holandés en una entrevista para televisión no es nuevo, ni mucho menos secreto. Los rituales satánicos son antiquísimos, como lo son los sacrificios humanos y el uso de criaturas en estos cultos abominables. La alta finanza está preñada de esta clase de individuos oscuros, malditos, impíos hasta el extremo. La política y el mundo están corrompidos y en manos del maligno. Sabemos que el mundo está poseído por legiones de demonios y que no exageramos lo más mínimo al decirlo, aunque nos tilden de locos. Sabemos que es la hora de las tinieblas, y que las tinieblas, paradójicamente, deslumbran como nunca. Sabemos que hay redes de pedofilia amparadas por los gobiernos. Como sabemos que el mundo es hoy dominado por una criptocracia que va situando títeres al frente de cada gobierno, y los obliga a inclinarse ante Lucifer, asistiendo a cara descubierta por ejemplo a la inauguración del túnel de San Gotardo, que fue un evento donde se invocó abiertamente al Anticristo [4].

Sin duda para estos endriagos, vampiros y bestias humanas —como confiesa el ex banquero en su reciente entrevista—, las personas no somos más que « parásitos inútiles ». Se mofan a diario de nosotros. Y nos manipulan, arruinan y atropellan sin escrúpulos. Odian la creación, odian a la humanidad, odian la vida, pues todas ellas son obras de Dios. Sin embargo ellos, a pesar de sus progresos, corren sin saberlo pendiente abajo por el barranco, como los cerdos de Gerasa, que cayeron en el lago y se ahogaron. Pero mientras tanto la extensión y profundidad de su daño tal vez resulten incalculables. Sabemos, con todo, que no hay nada oculto que no vaya a ser manifestado, ni nada secreto que no haya de ser conocido y salga a la luz [5]; como sabemos que Dios pagará a cada uno según sus obras [6]. Pero eso no significa que dé lo mismo ignorar lo qué sucede en el mundo. Porque si la gente supiera cómo es el mundo realmente, volvería sus ojos a Dios de inmediato.

De hecho, una prueba no menor de la necesidad que tenemos de él la aporta precisamente la guerra frenética que libran los impíos contra Dios y su Ungido, y por extensión contra nosotros mismos, que estamos siendo estrujados y envilecidos para echar a perder nuestra relación con el Eterno e impedirnos que nos incorporemos, al fin, a su Reinado; donde habrá flores y habrá niños, donde habrá alegría y regocijo, donde no existirán ya hombres malvados y todo crimen será pasto del olvido.

Luis Segura, Escritor, entregado a las Artes y las Letras, de corazón cristiano y espíritu humanista, Licenciado en Humanidades y Máster en Humanidades Digitales. En estos momentos cursa estudios de Ciencias Religiosas y se especializa en varias ramas de la Teología. Colabora en Adelante la Fe.


[1] Eclesiastés 1, 18.

[2] https://www.youtube.com/watch?v=94At0VjRocg

[3] Ver entrevista.

[4] http://democracianacional.org/dn/inauguran-el-tunel-de-san-gotardo-con-un-siniestro-ritual/

[5] Lucas 8, 17.

[6] Romanos 2, 6.