¿Cómo hablar a las mujeres? Los hombres no saben hacerse entender por ellas, ni las otras mujeres lo saben. El corazón de la mujer es un vaso cerrado. Nadie puede penetrarlo hasta el fondo, sino Dios mismo.
Las modas femeninas, están encaminadas hacia la destrucción de la sensibilidad por la feminidad natural de la mujer. ¿Cuándo se volvió la feminidad una característica indeseable?
El hecho de que la mujer ya no sepa cómo sonrojarse, es un indicador de que la sociedad se encuentra al borde de un colapso moral.
María es el tesoro sellado del cual el Espíritu Santo posee el secreto; podemos decir eso quizá de todas las mujeres. Cada una guarda en lo más íntimo de su ser un secreto reservado a Dios, que ningún otro puede descubrir. Me parece que es porque solo Dios puede hablar al corazón de las mujeres hasta conmoverlo con bastante profundidad para que se transforme en un corazón nuevo.
Es el Dios Amor quién hace los corazones. Y este Dios Amor conoce el sufrimiento. Es un Dios crucificado. Las mujeres también conocen el sufrimiento, ellas también son crucificadas. El Verbo de Dios doliente es la sola Palabra que las mujeres escuchan porque reconocen en ellas mismas el padecimiento. Así pues, es sólo El Crucificado quién puede vencer a las hijas de Eva: la ambiciosa, la orgullosa, la celosa del mismo Dios.
Sobre el Calvario, además de Juan, sólo había mujeres. En el Vía Crucis, estuvo Verónica, una mujer, la cual se había arrastrado entre los soldados ebrios y brutales, se había escabullido atrevidamente para llegar hasta el rostro de Jesús a fin de enjugar con ternura la sangre, los sudores, las lágrimas. Al pie de la cruz, María Cleofás y María Salomé, dos madres de seis apóstoles, las cuales dieron vida a seis de los once evangelizadores del mundo entero. De rodillas en el polvo del calvario, regando el suelo con sus lágrimas, estaba Magdalena, la gran amiga con corazón de fuego quien acababa de convertirse a la vista del Amor infinito sobre la cruz. Y, a los pies del Hijo de Dios asesinado por los hombres, de pie, animosa y fuerte como todas las madres frente a los malhechores, y el corazón lleno de misericordia, estaba María, otra mujer, La Inmaculada, bellísima, quien, con dolores infinitos paría a la vida eterna a todos sus hijos.
¿Por qué, pues, eran mujeres quienes se quedaban al lado del Verbo doliente y moribundo? Porque las mujeres entienden el lenguaje del padecimiento. Las mujeres no entienden las palabras y las frases. Entienden las lágrimas de los débiles. Son madres, y para ellas todos son niños, sobre todo los pequeños, los perseguidos, los enfermos, los que necesitan ser amados.
Eva y María
« ¡Oh, mujeres cristianas, su misión es grande! « Ahora bien, el porvenir está entre sus manos y no en las de los tecnócratas, ministros, directores, comisarios, peritos, ingenieros, expertos y jueces, pues son ustedes, primero, quienes forman a esos hombres. Todos fueron niños, y de su educación - a no ser que hubiere gracias extraordinarias - dependerá su actitud en los cargos que tendrán que cumplir, y el porvenir de la sociedad entera »
Mujeres, su misión es grande, porque son ustedes quienes hacen a los hombres. Los hacen primero, en su corazón, luego los lanzan a la vida. La vida del mañana para todos será lo que ustedes hagan de ella hoy, por los hombres que serán formados por ustedes.
Mujeres, para formar hombres, hacen falta muchas virtudes. Ustedes tienen un modelo que seguir, el modelo de las mujeres. La que es llamada Porta Coeli, Puerta del Cielo, Puerta de Dios. Los hombres que ustedes forman son destinados a Dios. Las mujeres tienen que hacer hombres para Dios. La misión de todas las mujeres es ser las puertas del Cielo, puertas de Dios. Son las mujeres quienes abren la vida, la vida terrestre y la vida celestial a la humanidad.
El pecado de Eva es desencaminar a Adán del pensamiento de Dios, de la voluntad de Dios. Atrae sobre ella la atención de Adán. Aprovechándose de su influencia sobre Adán, hace prevalecer su propia voluntad contra la de Dios.
Hoy en día, para saber si seguimos a María, su verdadero modelo, o a Eva el modelo quebrantado, basta preguntarse si nuestras mujeres cristianas llevan los hombres hacia Dios. ¡Ay! Pronto se halla la contestación negativa. Con sus vestidos inmorales, indecentes, horrorosos, confeccionados por los enemigos de Dios, muchas mujeres hoy, resultan escandalosas y abren para la muchedumbre, no las puertas del Cielo sino las del infierno.
Un poco de historia
Se sabe que en los tiempos antiguos la sociedad guardaba escondidas a las mujeres. Las religiones, hasta las paganas, aislaban a sus mujeres. Les cubrían enteramente hasta la cabeza y las encerraban en cuartos especiales reservados para ellas solas.
Es el cristianismo el que permitió a las mujeres vivir en medio de los hombres, porque los sacramentos y la oración trajeron a las mujeres la pureza y la humildad, y a los hombres la pureza y la fuerza moral. El cristianismo consagró a la mujer, y la confirió, como a María, la índole sagrada de madre inspirando el respeto y llevando a los hombres a la felicidad, la misma prometida por el cristianismo, la felicidad de la abnegación del cuerpo para la glorificación del alma.
El cristianismo purificó el corazón de las mujeres. Despidió el demonio de la vanidad, de la coquetería, los demonios de la aventura galante, de los celos, de la seducción, los demonios del egoísmo, del odio. El cristianismo hizo dilatar la pureza en el corazón de las mujeres, la humildad, la modestia, el pudor. Resultó entonces, que la sociedad pudo dejar a los hombres y a las mujeres encontrarse porque se habían vuelto capaces de vivir como hermanos.
El modelo de las mujeres cristianas, es María Santísima quien vivió en medio de los apóstoles, después de la muerte de su Hijo. María, la Inmaculada, que brilla como el sol, bella como las estrellas y tierna como la luna. Con sus virtud, la Virgen María dio la libertad a las mujeres. Es desde su paso sobre la tierra que data la liberación social de las mujeres. Y si las mujeres quieren guardar sus libertades, continuar siendo cristianas, deben imitar a la Virgen María.
Si las mujeres se visten tan inmoralmente, son objetos de escándalo que llevan a nuestra sociedad hacia su decadencia pues no siguen a María Santísima y por ello resultarán responsables de la pérdida de nuestras libertades. Cuando los hombres se hayan vuelto salvajes a causa de nosotras, nos devorarán con su bestialidad o nos esconderán bajo velos detrás de tabiques opacos.
Mujeres en fábricas para ganarse la vida con sueldos miserables a pesar de la abundancia de la producción moderna, ¿No son ya mujeres golpeadas, azotadas rudamente, por nuestro siglo materialista?
¡Mujeres llevando armas, en campos militares como en China, Cuba, son mujeres devoradas por la herejía comunista enemiga del cristianismo!
Mujeres presas en las minas de Siberia y de África, horadando peñones con perforadoras brutales en un ruido infernal con el aire envenenado, ¿Es qué eso no es ya esclavitud de la mujer?
¿No es eso más penoso aún que la vida de las mujeres sacrificadas por sus hijos en sus casas? Es la moda del mundo libre que, primero desnuda a las mujeres y luego las hace "públicas". Luego, aquellas mujeres resultan listas para los trabajos de la esclavitud de los países que aún viven con ideologías socialistas y comunistas. Se les considera ya como hombres.
Nuestras costumbres del siglo 20 aceptaron que los niños fueran arrancados de sus madres desde la cuna y educados por el Estado, nuestras costumbres se callaban acerca de los raptos de masas cometidos por los gobiernos. Y hoy, la mayoría de las mujeres de nuestros países democráticos trabajan libremente y confían sus niños a guarderías del Estado o a la televisión. Comprobamos, entonces, que las mujeres han perdido su felicidad y las libertades que el cristianismo les conquistó.
La sal de la tierra
Nuestra sociedad es el resultado de lo que hicieron las mujeres. Los hombres son lo que las mujeres han hecho de ellos. Mujeres cristianas, comprendan que no se reformará la sociedad sin ustedes. No se reformará con leyes, sino por su virtud. Las leyes vendrán después.
Mujeres cristianas, al igual que los sacerdotes, pues, también recibieron un sacerdocio: ustedes son la sal de la tierra. « ¿Si la sal se desazona, con qué la salaremos? »
Existe la necesidad de que la mujer aporte aquella riqueza de virtudes, enfoques y claridades que le pertenecen en exclusiva, actuando directamente en todas las esferas de la actividad humana.
VESTIRSE CON DIGNIDAD
La doctora Alice von Hilderbrand dice que el hecho de que la mujer ya no sepa cómo sonrojarse, es un indicador de que la sociedad se encuentra al borde de un colapso moral. También dice que nosotras las mujeres tenemos una gran cantidad de culpa por la pérdida de respeto por la pureza en nuestra sociedad. Si nosotras mismas no nos tratamos con respeto, vistiéndonos con modestia, cómo podemos esperar que otros lo hagan. ¡Vistiéndonos inmodestamente traicionamos a nuestra misión y vocación femenina, de guardianas de la pureza que nos ha sido dada por el Mismo Dios!