María Simma nació el 2 de febrero de 1915 en Sonntag, Austria. Fue la segunda de ocho hijos. Sus padres eran pobres y la familia vivió una vida muy precaria. Eran humildes campesinos católicos que poseían una fe simple pero muy devota en Dios. Alrededor de los 7 años, María comenzó a sentir un fuerte llamado a ayudar a otros, ya sea a través de la oración y el sacrificio en la vida religiosa como monja, o como misionera laica. Con esto en mente, en esta época, le dijo a su madre que nunca se casaría. Su madre respondió: "Bueno, veremos cuando tengas 20 años". Y a esto María respondió: "Es firme dentro de mí, o entraré en el convento o trabajaré en otro lugar del mundo donde pueda ayudar a otros".

Las visitas de las almas del Purgatorio iniciaron en 1940 cuando ella tenía 25 años de edad. 

Se debe aclarar que María nunca buscó las visitas de las almas del Purgatorio, nunca les llamaba de ninguna manera. Ellas siempre venían repentinamente. Es más, las mismas almas le decían que, era Dios en Su Infinita Misericordia, Quien les daba permiso para que se presenten a ella para obtener sacrificios y oraciones para que su tiempo en el Purgatorio se acorte. 

Las almas benditas repetidamente le decían que la mayor ayuda que pueden obtener de los que están aquí en la tierra es la ofrenda de la Santa Misa. Que junto a la Misa, el Santo Rosario y las estaciones de la cruz son muy beneficiosos para ellas. Cualquier sacrificio que hagamos, incluso los más pequeños, ofrecido específicamente para ellos, tienen un gran valor a los ojos de Dios, y disminuye considerablemente sus sufrimientos y el tiempo en el purgatorio. Las pobres almas le han dicho que incluso la oración o el sacrificio más pequeño es como dar un vaso de agua fría a un peregrino que viaja en el desierto más seco.

El siguiente extracto es del libro "Sáquennos de aquí":

"— ¿Han dicho algo de los ministros extraordinarios de la Eucaristía?

— Sí. En condiciones normales, solamente las manos consagradas de los sacerdotes pueden distribuir la Comunión. La ley de la Iglesia dice que debe hacerse así salvo que haya "circunstancias extraordinarias", como que el sacerdote estuviera enfermo en cama. "Extraordinarias" no se refiere a que los fieles deban esperar dos minutos en lugar de diez para recibir la Comunión. Siempre debemos prepararnos en oración para recibir a Jesús, y las personas que insisten en hacer todo lo más rápido posible no saben el privilegio enorme y la fuente de gracias y de protección que obtenemos al recibir a Jesús.

Si alguien necesita pruebas de que a Dios no le gusta el modo atolondrado en que hoy en día se hacen uso de los ministros extraordinarios de la Eucaristía, puedo contar la siguiente historia sobre algo que ocurrió muy cerca de aquí hace poco tiempo.

No hace mucho falleció una mujer que solía repartir la Comunión y que había inducido a muchas otras mujeres a que obraran igual. Yo no la conocía muy bien, pero había oído hablar mucho de ella. Antes del funeral, el ataúd estaba abierto para que la familia y los amigos pudieran despedirse. En el momento previsto, se cerró el ataúd. Pero antes de que hubiera transcurrido una hora, un pariente cercano llegó tarde y le pidió al sacerdote que por favor lo abriera brevemente para poder despedirse de la difunta al igual que el resto. El sacerdote accedió y, con una o dos personas presentes, levantó la tapa y miró dentro. Fueron testigos de algo que no era lo que habían visto un rato antes. Las manos de la mujer se habían vuelto de color negro. Este signo, para mí, como para el resto, fue una confirmación de Dios de que las manos no consagradas no pueden distribuir a Jesús durante la Comunión.

Por otro lado, el llamado "altar del pueblo " también es algo que deleita a Satanás. Jesús presente en el tabernáculo debería estar siempre en el centro de la Iglesia. Al darse la vuelta al altar sucedieron varias cosas. Para empezar, la concentración de los fieles en Jesús se disipó por tener ahora la cara del sacerdote entre medias, y la cara, como todo el mundo sabe, es el punto de comunicación más fuerte entre las personas. Solamente durante la homilía deberían concentrarse los fieles en el párroco, en su palabra y en su rostro. Al darse el sacerdote la vuelta al altar se dejó a Jesús en un lugar secundario, lo que dio como resultado el que se lo dejara en un costado y luego, por último, como sucede hoy en día en muchas Iglesias, totalmente separado, en un ala distinta o hasta en una habitación totalmente separada. Precisamente esto es lo que Satanás tenía en mente desde el principio, ¡deshacerse de Jesús!

— ¿Hay otros casos de revelaciones privadas en los que también se han expresado quejas sobre estos asuntos, similares a lo que las almas le han dicho?

— Así es. Una aparición mariana que me comentó alguien de confianza confirma ciertamente lo que las almas dicen. Esta aparición tuvo lugar durante el transcurso de una Misa, algunos minutos después de la Consagración. Nuestra Madre se le apareció a la vidente que se encontraba allí como lo hace habitualmente. Sin embargo, en esta oportunidad no rezó ni habló con la vidente y desapareció segundos después de bendecir al pequeño grupo. Cuando las demás personas presentes le preguntaron por qué había ocurrido todo tan rápido, su respuesta (con un movimiento de la mano) fue: "Porque Jesús estaba parado allí". Entonces, si Nuestra Madre no cree que sea apropiado comunicarse con alguien mientras Nuestro Señor está presente en cuerpo y sangre, ¡¿cómo se atreve alguien a interrumpir nuestra comunicación con Él?!

Y recientemente se ha publicado que distribuir la comunión en la mano era la cuarta advertencia dada a la religiosa que vio a Nuestra Madre en Akita, Japón. Escuchar esto me puso muy contenta. [1]

— ¿En su opinión, cada cuánto deberíamos asistir a misa?

— Todos los días. ¿Se sorprende?; no se sorprenda. Para acercarnos más a Dios debemos, primero, buscar tiempo para él con un poco de disciplina. ¿No nos regaló Él la vida y el tiempo? Entonces, ¿tanto nos cuesta devolverle una parte de cada día a cambio? Sé que la sociedad actual nos tiene a todos programados para correr de un lado a otro con innumerables excusas para negar lo que necesita el tercio de nuestro ser que consiste en lo espiritual. El hombre necesita alimento tanto para su cuerpo como para su mente y para su vida espiritual. Si se ignora alguna de estas tres dimensiones, nunca podremos alcanzar el equilibrio y la plenitud, y por lo tanto, permanecemos incompletos. Dios nunca quiere que alguien se retrase. Le aseguro, de corazón, que una vez que le damos este tiempo a Jesús, nos sorprenderemos pronto de poder haber vivido antes de otra forma. Dios nos trae tanta paz, tanta fuerza y felicidad… Jesús no es una más de las ayudas psicológicas, es Dios, y, por lo tanto, nuestro verdadero y único mejor amigo.

El mencionar la misa diaria me recuerda a una señora del purgatorio que se me apareció. Cuando le hice la pregunta acostumbrada, respondió: "Vaya y dígale a mis hijos que seré liberada cuando ellos ofrezcan setenta y cinco misas de diario por mí. Me encuentro en el purgatorio porque no les enseñé el valor de la misa de diario". Entonces me comuniqué con esta familia y les dije lo que su madre me había dicho. No era una familia pobre, y uno de los hijos comentó: "Bien, pediremos que se celebren setenta y cinco misas, y ya está". "No", les dije firmemente, "eso no sirve, porque la razón por la que todavía está en el purgatorio es por no haberos enseñado el valor de asistir a misa los días laborables. Debéis asistir juntos a setenta y cinco misas y llevar a vuestra madre en el corazón como única intención. Eso es lo que quiere de vosotros". Después de vaguear un poco, aceptaron. Verá, Dios tenía un plan aún más grande para ellos. Desde que les di esta noticia puedo decir, con seguridad, que han continuado asistiendo a misa casi diariamente; y de esta forma, lo que recibieron fue diez veces más que simplemente saber que su madre se encontraba en el Cielo. Quizás hasta ahorraron dinero (risas).

— María, ¿y la Misa es lo que mejor llena esta necesidad, más que cualquier otra cosa?

— ¡Sin duda! La misa es la forma más poderosa que tenemos de alcanzar a Dios; es la oración más poderosa que nos ha dado Dios. Su amor por nosotros, todo su sacrificio por nosotros, se hace vivo a través de la misa, en formas que no podemos imaginar."


[1] Cf. Instrucción Memoriale Domini, de la Sagrada Congregación para el Culto Divino del 29 de mayo de 1969. En esta Instrucción se dice lo siguiente (extractos): "1277.- Este modo de distribuir la Santa Comunión (en la boca), considerado el estado actual de la Iglesia en su conjunto, debe ser conservado no solamente porque se apoya en un uso transmitido por una tradición de muchos siglos, sino principalmente porque significa la reverencia de los fieles cristianos hacia la Eucaristía. Este uso no quita nada a la dignidad personal de los que se acercan a tan gran sacramento (…)". "1278.- Con esta manera tradicional, se asegura más eficazmente que la Sagrada Comunión sea distribuida con la reverencia, el decoro y la dignidad que le son debidas".