En los últimos días del mes de noviembre, los católicos de España, han vivido con profundo dolor la profanación pública de la Sagrada Eucaristía en una Sala de exposiciones del Ayuntamiento de Pamplona. El autor de dicha profanación ha manifestado en los medios de comunicación social, que él mismo ha participado en 248 Misas en las que, simulando que recibía la Sagrada Comunión, la ha robado y guardado para usar las Hostias consagradas en su obra. Las Sagradas Formas han sido mostradas al público tiradas en el suelo formando la palabra « pederastia ».
El Arzobispado de Pamplona-Tudela en un comunicado del día 24 de noviembre ha manifestado:
« Su enérgica condena de estos dolorosos hechos, que constituyen un atentado contra la Fe de la citada comunidad católica, de los fieles de esta Archidiócesis y de todos los católicos.
Un católico que cometiera un hecho semejante incurriría en excomunión inmediata reservada a la Sede Apostólica, según lo indica el Código de Derecho Canónico, en el c. 1367, que establece que: « quien arroja las especies consagradas, o las lleva o retiene con una finalidad sacrílega, incurre en excomunión latae sentenciae, reservada a la Sede Apostólica ».
Y se ha hecho un llamado en Alcalá de Henares a 248 horas (más de diez días) de adoración eucarística y reparación por la profanación cometida por Abel Azcona, al usar Hostias consagradas para una exposición en Pamplona.
En un caso opuesto y como para evitar estas profanaciones y sacrilegios, el Obispo de la Diócesis de Oruro, Bolivia, Monseñor Cristóbal Bialasik, en su habitual celebración dominical del Santo Sacrificio de la Misa, en el mes de agosto, ha expresado que en la Iglesia diocesana a él confiada no se continuará administrando el Cuerpo del Señor - la Hostia Consagrada - en la mano a los fieles (es decir a quienes no son sacerdotes).
El Prelado con justa razón desautoriza la administración de la Eucaristía de esa forma, ya que como él mismo señaló, se ha notado últimamente que hay personas que no consumen la Sagrada Forma al momento de recibirla, y se la quieren llevar fuera del templo con fines desconocidos.
Los sacerdotes celosos, de antaño, querían tener la seguridad de que quien recibiera la Hostia, fuera un feligrés conocido, a fin de evitar irreverencias, ya que habían personas y miembros de grupos e ideologías contrarias a la fe católica, que concurrían a las Misas para recibir el Cuerpo de Jesús, para luego profanarlo, arrojándolo al piso, escupiéndolo y pisoteándolo.
Como nos lo recuerda Mons. Athanasius Schneider, la práctica que hoy conocemos de la comunión en la mano, que representa una grave amenaza para una fácil profanación, nació en el siglo XVII entre los calvinistas, que no creían en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía.
Santo Tomás de Aquino, en su gran Summa Teológica, así lo confirma y explica:
« La administración del Cuerpo de Cristo corresponde al sacerdote por tres razones.
Primera, porque él consagra en la persona de Cristo. Pero como Cristo consagró Su Cuerpo en la (Última) Cena, así también Él lo dio a otros para ser compartido con ellos. En consecuencia, como la consagración del Cuerpo de Cristo corresponde al sacerdote, igualmente su distribución corresponde a él.
Segunda, porque el sacerdote es el intermediario designado entre Dios y el pueblo, por lo tanto corresponde a él ofrecer los dones del pueblo a Dios. Así, corresponde a él distribuir al pueblo los dones consagrados.
Tercera, porque por reverencia a este Sacramento, nada lo toca sino lo que está consagrado, ya que el corporal y el cáliz están consagrados, e igualmente las manos del sacerdote para tocar este Sacramento. Por lo tanto, no es lícito para nadie más tocarlo, excepto por necesidad, por ejemplo si hubiera caído en tierra o también en algún otro caso de urgencia ». (AQUINO, TOMÁS, Summa Teológica, "Tertia Pars, Cuestión 82, Articulo 3")
A causa de la pérdida del sentido de pecado, advertida por varios Papas, hoy en día muchos fieles han perdido la fe en la Eucaristía, en la que Jesús se hace presente con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, así, de la manera en que los comulgantes reciben la Santa Comunión y asisten a la Misa, se ve claramente cuál es el grado de fe en la Presencia Verdadera. "Lex orandi; Lex credendi, Lex vivendi" (Cómo oras; es como crees y es cómo vives.)
Las profanaciones más graves se dan por la administración o recepción de los Sacramentos, o en el caso de la Santa Eucaristía, por la celebración indigna, es decir en pecado mortal, de ahí que la irreverencia deliberada y notable hacia la Santísima Eucaristía es el peor de los sacrilegios.
El olvido de Jesús presente en el Sagrario por parte de los fieles y de incluso muchos consagrados es casi total.
El Príncipe de la Teología afirma: « La Comunión la reciben los buenos y los malos pero con suerte muy desigual: de vida o muerte.
Es muerte para los que la reciben sacrílegamente, es vida para los que dignamente la reciban »