El Santo Padre Francisco consagró el Estado de la Ciudad del Vaticano a San Miguel Arcángel y a San José, con motivo de la inauguración del nuevo monumento a San Miguel Arcángel, del artista Giuseppe Antonio Lomuscio.
Entre los presentes se encontraba el Papa emérito Benedicto XVI, invitado especialmente por el Papa Francisco, para esta importante consagración.
"En los jardines del Vaticano --indicó Francisco--, hay varias obras de arte; ésta, que se ha añadido hoy, sin embargo, asume una posición de especial importancia, tanto en la disposición, como en el significado que expresa. No es solo una obra de celebración, sino una invitación a la reflexión y a la oración, que encaja muy bien en el Año de la Fe.
Miguel, qué significa: ¿Quién es como Dios?, es la muestra del primado de Dios, de su trascendencia y poder. Miguel lucha para restaurar la justicia divina; defiende al pueblo de Dios de sus enemigos, y sobre todo del enemigo por excelencia, el diablo. Y san Miguel vence porque en él es Dios quien actúa.
Esta escultura nos recuerda entonces que el mal ha sido vencido... En el camino y en las pruebas de la vida no estamos solos, estamos acompañados y apoyados por los ángeles de Dios, que ofrecen, por así decirlo, sus alas para ayudarnos a superar muchos peligros, para ser capaces de volar alto en comparación con aquellas realidades que pueden hacer que nuestra vida sea pesada o que nos arrastren hacia abajo. En la consagración del Estado de la Ciudad del Vaticano pedimos a san Miguel Arcángel que nos defienda del mal y lo heche afuera".
"Consagramos también el Estado de la Ciudad del Vaticano a san José, el custodio de Jesús y de la Sagrada Familia. Su presencia nos vuelva aún más fuertes y corajosos para darle espacio a Dios en nuestra vida, para vencer siempre el mal con el bien".
"Bajo tu mirada benévola y sabia ponemos hoy con renovada confianza, a los obispos y sacerdotes, a las personas consagradas y a los fieles laicos que trabajan y viven en el Vaticano: cuida su vocación y enriquécela de todas las virtudes necesarias".
A San Miguel, el Santo Padre le pidió: "Vela por esta Ciudad y por la Sede Apostólica, corazón y centro de la catolicidad, para que viva en la fidelidad al evangelio y en el ejercicio de la caridad heroica".
Y le imploró también: "Desenmascara las insidias del demonio y del espíritu del mundo. Vuélvenos victoriosos contra las tentaciones del poder, de la riqueza y de la sensualidad".
Luego rezó: "Se tú el baluarte contra todo tipo de maquinación que amenaza la serenidad de la Iglesia; se tú el centinela de nuestros pensamientos, que libra del asedio de la mentalidad mundana; sé tu nuestro paladín espiritual".