¿Cómo debería ser nuestro comportamiento en medio del mundo?

Primeramente debemos meditar sobre nuestro fin. No estamos en este mundo sino para amar a Dios, para honrarlo, y para alcanzar nuestra salvación. Debemos examinar con atención esta verdad; he ahí en lo que deberíamos trabajar humildemente este año y durante toda nuestra vida; todos nuestros otros proyectos son inútiles, peligrosos e incluso criminales. Ya decía San Bernardo: ¿Hasta ahora has empleado tu vida en buscar, honrar y amar a Dios? Examínate, humíllate, corrígete. Busquemos a Dios sincera y únicamente. El alma racional está creada a imagen de Dios: todas las criaturas pueden ocupar nuestra alma, pero Dios solo es capaz de llenarla.

Todas las criaturas son medios que Dios nos ha dado para alcanzar nuestro fin último. Las ha creado para que nos sirvan, como nos ha creado a nosotros para que amemos: sin embargo, deberíamos preguntarnos con frecuencia, si consideramos a esas criaturas como nuestro último fin. ¿Acaso no pensamos que el dinero, los placeres y los honores son los que deben darnos felicidad? Abandonando a Dios por las criaturas, nos servimos de sus dones para ofenderlo y los medios que El nos ha proporcionado para llegar a El, de El nos alejan.

Debo, pues, en adelante amar lo que me puede conducir a mi último fin. La meditación y observancia de los mandamientos de Dios y la práctica heroica de las virtudes son los medios por los cuales podremos alcanzar a Dios. El pecado y el mal uso de las criaturas sólo lograrán alejarme de El.

Dicho esto y luego de una reflexión personal sobre mi vida, comparto la opinión de una gran sacerdote, el Rev. Padre José María Iraburu de que uno de los mayores pecados de esta generación es la infidelidad a Dios. Es decir no creer en Dios, y aún es peor la apostasía. Y paso a citar lo que el afirma en su blog de Infocatólica: "Cuando al comienzo de la carta a los Romanos describe San Pablo los pecados de la humanidad pagana de su tiempo, dice:

« Desde la creación del mundo, lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, son conocidos mediante las criaturas. De manera que son inexcusables, por cuanto conociendo a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias… Alardeando de sabios se hicieron necios… Por esto los entregó Dios a los deseos de su corazón… pues trocaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar de al Creador, que es bendito por los siglos. Por eso los entregó Dios a las pasiones vergonzosas », etc. Y enumera más de veinte pecados-consecuencias del pecado-principal, la negación de Dios (Romanos 1, extractos).

Y aún más grave pecado es la apostasía, por la que el creyente abandona la fe. La apostasía es la forma extrema y absoluta de la infidelidad (STh 12,1 ad3m). No hay para un cristiano un mal mayor que abandonar la fe católica, apagar la luz y volver a las tinieblas, donde reina el diablo. Así lo entendió la Iglesia desde el principio, como lo afirman San Pedro y San Juan:

« Si una vez retirados de las corrupciones del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, de nuevo se enredan en ellas y se dejan vencer, sus finales se hacen peores que sus principios. Mejor les fuera no haber conocido el camino de la justicia, que después de conocerlo, abandonar los santos preceptos que les fueron dados. En ellos se realiza aquel proverbio verdadero: "se volvió el perro a su vómito, y la cerda, lavada, vuelve a revolcarse en el barro" » (2Pe 2,20-22). De los renegados, herejes y apóstatas, dice San Juan: « muchos se han hecho anticristos… De nosotros han salido, pero no eran de los nuestros » (1Jn 2,18-19).

Sabiendo esto, deberemos asumir una responsabilidad cristiana de vivir con radicalidad el Evangelio y creo necesario seguir en mayor o menor grado, lo siguiente:

Llevar una vida de formación, de oración y una "vida de Sagrario" profunda; lectura asidua de los Evangelios; tener la sana costumbre de leer e imitar la vida de los Santos; conseguir con la gracia de Dios un buen director espiritual; mantener prudencia y restringir nuestro apetito de curiosidad en las redes e Internet y en los diversos medios de comunicación impresos. Estoy seguro de que para poder realizar esto con la excelencia del caso debemos sacar de nuestras vidas al que se ha convertido en el "Jefe de Familia" de muchos hogares… La Televisión: formadora de mentes y espíritus, que bien la podríamos considerar en la mayoría de los casos como la "Antesala del Infierno".