Presentamos extractos de una conferencia pronunciada en el marco del XII Encuentro de Formación Católica de Bs. As. "Educación para tiempos difíciles –resistir edificando en la Verdad-", de la Lcda. Silvina María de Alonso. Ella es Psicopedagoga y Licenciada en Ciencias Psicopedagógicas por la Universidad Católica Argentina (UCA), sede Mendoza. Se desempeña como psicopedagoga y coordinadora del Departamento de Orientación y Tutoría del Colegio "Catherina" de FASTA. En dicha Institución, además, es profesora titular de Psicología de la Educación.
Si en la segunda mitad del siglo XIX el ateísmo militante era una amenaza a la formación cristiana de la juventud, en los tiempos actuales el ateísmo práctico, se ha instalado con la fuerza y la velocidad de la globalización. Este ateísmo es una "atmósfera cultural" que se caracteriza por la indiferencia respecto de la verdad, el bien y la belleza. Quede claro que sin relativismo no habría ateísmo. Si todo vale, si tu verdad es la tuya y la mía no tiene derecho a ser impuesta a nadie, luego, nadie tiene la verdad y peor aún, no hay verdad que tenga derecho a reclamar lealtad o servicio alguno. Así, la indiferencia, el no diferenciar entre la verdad y el error, el bien y el mal, la belleza y la fealdad, no es un problema debido a la ignorancia. De hecho, veíamos que precisamente son los más "instruidos" los que hacen del laicismo y del ateísmo su práctica de vida. La indiferencia no distingue porque no quiere distinguir, porque nada importante le interesa. Todo vale lo mismo porque nada vale y todo da igual. Y hoy constatamos que en todas partes pero especialmente en los ambientes educativos se promueve y cultiva la indiferencia.
En el año 2005 el Consejo Pontificio para la Cultura publicó en forma de Documento Final una Encuesta llevada a cabo entre múltiples personas y grupos de diversa condición social y cultural. Una investigación a escala mundial. "Las preguntas de los Pastores de la Iglesia expresan uno de los desafíos más preocupantes de ´nuestra época, a la vez dramática y fascinante´ – como dice la "Redemptoris Missio" – el desafío de una cultura de la increencia y de la indiferencia religiosa que, desde un Occidente secularizado, se extiende a través de las megápolis de todos los continentes". El Documento del Pontifico Consejo para la Cultura se titula "¿Dónde está tu Dios? La fe cristiana ante la increencia religiosa. Sin pretensión de exhaustividad, me gustaría espigar algunas de las respuestas a dicha Encuesta, recogidas en el Documento Pontificio. "El ateísmo y la increencia, que se presentaban hasta hace poco como fenómenos más bien masculinos y urbanos, especialmente entre personas de un cierto nivel cultural superior a la media, han cambiado de aspecto. Hoy, el fenómeno parece más bien vinculado a un cierto estilo de vida, en el que la distinción entre hombres y mujeres no es significativa. De hecho, entre las mujeres que trabajan fuera de casa, la increencia aumenta y alcanza niveles prácticamente iguales a los de sus colegas masculinos" (…). Otra conclusión importante es la siguiente: "la indiferencia religiosa o ateísmo práctico está en pleno auge, y el agnosticismo se mantiene. Una parte importante de las sociedades secularizadas vive de hecho sin referencia a los valores y las instancias religiosas. Para el "homo indifferens" puede que Dios no exista, pero carece de importancia, y, en cualquier caso, no sentimos su ausencia (…)". De allí que el Cardenal Poupard describiera también con certeza la influencia actual del ateísmo práctico en los siguientes términos: "rechazar a Dios ya no es un privilegio aristocrático, como en el pasado, sino un derecho democrático, reivindicado por las masas".
Como lo ha señalado el Dr. Alberto Caturelli en "El hombre y la Historia": "No se necesita ser creyente para comprobar que el mundo del hombre moderno no tiene sentido, por la sencilla razón que este mundo no está ya referido a nada; no se mueve hacia nada." Si Dios no existe, todo carece de sentido. Tarde o temprano, el ateísmo conduce a contemplar la propia existencia y la de los demás como un absurdo.
Son innumerables las consecuencias del pensar y vivir como si Dios no existiera. Pero una afecta sobre todo a la escuela y a nuestros jóvenes: la pérdida de sentido desemboca irremediablemente en la desintegración del saber. En el ámbito educativo, el conocimiento fragmentado y diverso ha sido promovido por la mentalidad laicista, el cual impide a los estudiantes descubrir el sentido unitario de la realidad.
La desintegración del saber es una de las mejores formas de desintegrar la cultura y también de impedir saber para qué se sabe; de allí a no saber para qué se vive no hay sino un pequeño paso muy fácil de dar. Cuando los conocimientos son presentados como algo disperso, sin conexión, en lugar de ayudar al desarrollo de la vida interior de los alumnos, colaboran a su división y desintegración interior. La verdadera educación no se hace por yuxtaposición. Por ello, la escuela católica no puede reducirse al cometido de agregar a su plan de estudios unas horas de clase de religión o de ética, sino que debe buscar su integración en la unidad, en la síntesis entre fe y razón; entre fe y vida. Volveremos sobre el tema de la integración del saber más adelante.
Este diagnóstico profundo, aunque general, de los males que aquejan la naturaleza y los fines de la educación en nuestra Patria tiene sus correlatos graves y aleccionadores. Dichos correlatos no son sino las medidas y las políticas provenientes de las oficinas y laboratorios ministeriales, decididos a imponer en las almas de nuestros hijos, a "sangre y fuego", los males apenas descriptos.
Todas las reformas pensadas a lo largo de estos años tienden a desescolarizar cada vez más a la escuela. Repasemos algunas:
II – Algunos casos o ejemplos aleccionadores de la educación argentina actual
2.1. Lineamientos o sugerencias sobre la lectura en la escuela.
Las prácticas de lectura
El año pasado llegaron a nuestros Colegios católicos unos folletos del Ministerio de Educación de la Nación con sugerencias para la lectura en voz alta. Y como ya nos advirtiera Mons Aguer: "No se trata de aquella práctica curricular de la lectura como era usual, cuando éramos niños: pasábamos al frente y se nos enseñaba a leer en voz alta, con indicaciones bien precisas y con las correcciones que hubiera menester, cómo había que entonar las puntuaciones, los signos de admiración o de interrogación". "No se trata de eso, sino "de una experiencia educativa" de la que participan no sólo maestros o profesores y alumnos sino también "todos quienes integran el equipo escolar y que deseen hacerlo: porteros, auxiliares, cocineros, directivos, secretarios, etc.". "Además, tendrán "que sumarse padres, familiares, vecinos, artistas locales, periodistas, deportistas"… es algo así como espectáculo público de lectura.
De manera que, desde el Ministerio, se nos pide que incentivemos la lectura, pero cuidándonos de no utilizar obras enteras, tampoco leamos mucho y algo muy importante no utilizar escritos con moralejas o contenidos religiosos. También en este punto nos "adoctrina" el Ministerio sobre los textos a emplear en la lectura: "los textos elegidos no deben tener moralejas ni contenidos religiosos, teniendo en cuenta el carácter laico de la educación" (Educación laica se entiende como educación atea) los escritos deben respetar los gustos de los alumnos, las modas culturales diversas; los derechos humanos, la tolerancia, y la defensa del espíritu democrático pero… ni moralejas ni religión.
Entonces nos preguntamos ¡es posible leer en la escuela? ¡cómo hacer que nuestros alumnos lean, si nuestros docentes no leen? ¿Cómo lograr que adquieran gusto por la lectura, si nadie les transmite el placer y el gozo por la lectura? ¿cómo adquirir el placer por la lectura si los privamos de la oportunidad de reencontrarse con los grandes escritos, si sólo les proporcionamos trozos, recortes inconexos, carentes de sentido, de unidad, de armonía, de belleza. "Hay que aceptar las sugerencias de lectura de los jóvenes, como letras de canciones, textos de circulación barrial, lecturas de graffitis, leyendas de remeras, argumentos de algunos videojuegos, nick de msn. Siempre que respeten lo anterior, es decir sin moraleja y sin religión". ¿Estrategias o demagogia? ¿Tan lejanos de lo mejor de la cultura se considera a nuestros jóvenes?"
En lenguaje llano y para que todos entendamos se está imponiendo una educación atea, llamada laica, y una educación sin moral, excluyendo toda moraleja. Según el Ministro de Educación no se pueden leer ni las fábulas de Esopo, ni las de Lafontaine, ni las de Iriarte o Samaniego, ni las "Camperas" de Castellani.