Este Padre de la Iglesia (que es como se designan los santos que, por su doctrina y ejemplo, han nutrido a la Iglesia desde su infancia) se define a sí mismo en estos términos : "Soy a la vez filósofo, retórico, lingüista, dialéctico, experto en hebreo, griego y latín". Esas son las armas de este polémico personaje, cuyo ímpetu le llevará incluso a reprender al obispo de Hipona, san Agustín — diez años menor que él —, como si se dirigiera a un estudiante : "Jovencito, escucha mi consejo. ¡En el campo de las Escrituras, no te atrevas a provocar a un anciano ! Perturbas mi silencio. Te pavoneas con tu ciencia".
San Jerónimo nace hacia el año 345 en Estridón, (actual Hungría). Su padre, Eusebio, es un rico terrateniente. Jerónimo menciona con orgullo : "Nací cristiano de padres cristianos, y llevando en la frente el estandarte de la Cruz". Sin embargo, recibe un nombre pagano : Hieronymus (que significa "cuyo nombre es sagrado"), Jerónimo en español. Conforme a una práctica habitual en la época, el niño no es bautizado, sino simplemente inscrito en el registro de los catecúmenos. Sobre su infancia, Jerónimo dirá : "Recuerdo retozar en las habitaciones de los pequeños esclavos, haber pasado mi día libre jugando y que me arrancaran de los brazos de mi abuela para entregarme cautivo a la furia de un tal Olibrius ". Ese Olibrius era, en efecto, un maestro que aplicaba unos métodos educativos brutales, y el niño lloraba con el golpe de la tabla. Jerónimo es un alumno revoltoso, juguetón, de inteligencia muy despierta, de memoria fiable, y posee un carácter extremadamente sensible, que lo hará susceptible y taciturno, pero también profundamente afectuoso y abierto a las relaciones.
Un coro de santos
Sus padres lo envían a Roma para completar su formación, donde, siguiendo las indicaciones de los mejores profesores, se inicia en los secretos de la retórica (arte de bien hablar) y de la dialéctica (arte de la argumentación). Atesora una biblioteca, que, con mucho esmero y dificultad, ha ido copiando de su puño y letra. Algunas obras de sus autores preferidos : Plauto, Virgilio, Cicerón. No obstante, también está ávido de distracciones, pues su ardiente naturaleza lo lleva a descubrir y, si bien no se entrega al placer con el ardor de un Agustín, sí sacrifica un poco sus nacientes pasiones. Más tarde evocará su descarrío de entonces, en medio de las danzas de las jóvenes romanas. A pesar de ello, su espíritu religioso lo lleva, los domingos, a visitar las catacumbas con sus amigos. Finalmente, tocado por la gracia, se decide en el 366 a recibir el Bautismo. Después se dirige a Treveris, donde se ha instalado el emperador Valentiniano, pues Jerónimo busca un puesto en la administración para corresponder a los deseos de su familia. Pero allí descubre la vida monástica, que le inspira hondos pensamientos. Profundamente tocado por ello, decide renunciar al mundo y empieza a interesarse por la literatura cristiana. Después, animado por esas nuevas disposiciones, regresa a Italia, a Aquilea, donde se integra en un grupo de fervientes cristianos, a los que define como un "coro de santos" reunido alrededor del obispo Valerio. En el año 374, decide de repente partir hacia Oriente, con el propósito de consagrarse a la vida monástica.
Tras un largo y penoso viaje, y agotado por la fiebre, Jerónimo llega a Antioquía de Siria a casa de un amigo con el que había coincidido en Aquilea, el sacerdote Evagrio.
Allí emprende con gozo una vida apacible y estudiosa, si bien no puede decirse que se trate propiamente de una vida monástica. Con motivo de la Cuaresma del año 375, aquejado por la enfermedad, oye en sueños reproches sobre su excesivo apego a las letras profanas : "Imaginaba que mi alma era conducida ante el tribunal del Juez Supremo y que era interrogado sobre mi religión : "Soy cristiano" —respondí. —Mientes —me replica el Juez Supremo— : eres ciceroniano, no cristiano. ¡Donde está tu tesoro, allí está tu corazón !".
Intensamente atormentado por su conciencia, Jerónimo renuncia a los libros profanos. Se retira entonces al desierto de Calcis, al sur de Alepo (Siria), donde practica una dura ascesis, dedicándose seriamente al estudio del griego y del hebreo. La meditación, la soledad y el contacto con la Palabra de Dios despiertan su interés por la lectura de la Biblia. Sin embargo, su frágil salud sufre por las privaciones que él mismo se impone : "Los ayunos habían empalidecido mi rostro, pero los deseos, sin embargo, enardecían mi alma en mi helado cuerpo, y ante el pobre hombre que era yo, carne medio muerta, sólo burbujeaban los malos deseos".
Una dirección iluminada
En aquel tiempo, la Iglesia de Antioquía sufre el desgarro de un cisma. Jerónimo, presionado para tomar partido, apela al Papa, pero la respuesta se hace esperar. Por su parte, los monjes arrianos no esperan, importunándolo con sus discusiones hasta el punto de hacer que el desierto le resulte odioso. Desencantado, Jerónimo regresa en el año 377 a Antioquía, donde el obispo Paulino lo ordena presbítero. En el 379 se dirige a Constantinopla, donde continua sus estudios bíblicos bajo la dirección ilustrada de Gregorio Nacianceno, teólogo y exégeta. Entre ambos se instaura una sincera amistad. En esa misma época descubre a Orígenes, y empieza a desarrollar una exégesis (es decir, un estudio del texto sagrado) a partir de los textos originales en hebreo y en griego.
En el año 382, el obispo Paulino y Epifanio de Salamina lo invitan a acompañarlos a Roma, donde quieren informar al Papa Dámaso sobre los acontecimientos que agitan Oriente. Jerónimo acepta de buena gana. El Santo Padre, que conoce su reputación de ermitaño y su competencia de erudito, lo toma como secretario y le consulta sobre el sentido de pasajes difíciles de las Sagradas Escrituras. También lo anima a emprender una nueva traducción latina de los textos bíblicos.
"Su formación literaria y su amplia erudición permitieron a san Jerónimo revisar y traducir muchos textos bíblicos : un trabajo muy valioso para la Iglesia latina y para la cultura occidental".
Basándose en los textos originales escritos en griego y en hebreo, comparándolos con versiones precedentes, revisó los cuatro Evangelios en latín, luego los Salmos y gran parte del Antiguo Testamento… Jerónimo pudo ofrecer una traducción mejor : constituye la así llamada « Vulgata », el texto oficial de la Iglesia latina, que fue reconocido como tal en el concilio de Trento" y que, después de la reciente revisión (1979), sigue siéndolo en la actualidad (Benedicto XVI, 7 de noviembre de 2007).
Una viuda romana, Marcela, se dirige a Jerónimo en busca de un director espiritual y un maestro que pueda explicarle las Sagradas Escrituras. Muy pronto, en el palacio de Marcela se organiza un círculo de estudios formado por viudas ricas. Están Marcela, la hermana de Ambrosio de Milán, Paula y sus hijas Blesila, Eustochium y Paulina, y otras muchas. Algunas de ellas serán honoradas como santas. Jerónimo imparte a sus solícitas alumnas la flor y nata de sus investigaciones y el beneficio de su dirección espiritual. Es famosa una carta a Estochium , la hija de Paula : "La esposa de Cristo se asemeja al Arca de la Alianza, que era dorada exterior e interiormente. Es la guardiana de la Ley del Señor. En el Arca no había otra cosa que las Tablas de la Ley. Tampoco en vosotras debe haber ningún pensamiento extraño… Nadie debe reteneros : ni madre, ni hermana, ni parienta, ni pariente. El Señor os necesita. Si quieren deteneros, que teman esas plagas de las que nos habla la Sagrada Escritura y que el faraón tuvo que padecer por haber negado al pueblo de Dios la libertad de adorarlo". Como auténtico alegato a favor de la vida monástica y de la virginidad, esa carta conoce una importante difusión, pero choca con la alta sociedad romana. Algunos clérigos se sienten aludidos por ese manifiesto a favor de una vida evangélica, y no perdonan al autor por haberlos atacado con demasiada furia, al señalar ostensiblemente sus defectos. Celosos por la influencia que ejerce, lo tratan de mentiroso y de sacrílego por haber osado introducir modificaciones en los textos bíblicos recibidos hasta entonces. Finalmente, su ira explota en forma de groseras calumnias contra él y sus santas amigas : ¿qué hace ese monje entre esas damas ? ¡Si los hombres me preguntaran sobre la Escritura —responde sutilmente Jerónimo—, hablaría menos a las mujeres ! .
Viaje apasionante
Tras la muerte del Papa Dámaso, el 11 de diciembre de 384, Jerónimo decide cumplir su sueño de siempre y se embarca hacia Oriente Medio en agosto del año 385, con su hermano Pauliniano y algunos monjes resueltos a instalarse con él en Tierra Santa. Cierto tiempo después, Paula y su hija Eustochium se unen a ellos en Antioquía. Organizan una caravana que debe encaminarlos, en pleno invierno, hacia Judea. Jerónimo describirá en una carta el entusiasmo de Paula por visitar los santos lugares. Los peregrinos continúan entonces hacia Egipto y llegan a Alejandría, donde hay una gran escuela bíblica. Los peregrinos aprovechan la estancia para visitar a los monjes de Egipto, los famosos "Padres del desierto".
En el año 386, el pequeño grupo acaba instalándose en Belén, donde, gracias a la generosidad de Paula, se construye pronto un monasterio para los monjes, otro para las monjas, una torre fortificada y un refugio para los peregrinos que llegan a Tierra Santa, "pues recordaban que María y José no habían hallado dónde detenerse ".
Aprovechando la tranquilidad de que ahora goza, Jerónimo retoma con alegría sus trabajos : traducciones y comentarios bíblicos, historia, polémica, hagiografía… Paula dirige el monasterio de las mujeres y Jerónimo el de los hombres, pero también ofrece una adecuada dirección espiritual, a partir de la Sagrada Escritura. La Biblia, que él asimila a Cristo, ocupa un lugar primordial en la vida comunitaria : "Ama las Sagradas Escrituras —dice— y la Sabiduría te amará ; tu lengua sólo debe conocer a Cristo y sólo debe poder decir lo que es santo".
Benedicto XVI puso de relieve el amor del santo doctor por la Palabra de Dios : Dice san Jerónimo : "Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo". Por eso es importante que todo cristiano viva en contacto y en diálogo personal con la Palabra de Dios, que se nos entrega en la Sagrada Escritura. Este diálogo con ella debe tener siempre dos dimensiones : por una parte, debe ser un diálogo realmente personal, porque Dios habla con cada uno de nosotros a través de la Sagrada Escritura y tiene un mensaje para cada uno. No debemos leer la Sagrada Escritura como una palabra del pasado, sino como Palabra de Dios que se dirige también a nosotros, y tratar de entender lo que nos quiere decir el Señor… La Palabra de Dios trasciende los tiempos. Las opiniones humanas vienen y van. Lo que hoy es modernísimo, mañana será viejísimo. La Palabra de Dios, por el contrario, es Palabra de vida eterna, lleva en sí la eternidad, lo que vale para siempre. Por tanto, al llevar en nosotros la Palabra de Dios, llevamos la vida eterna" (7 de noviembre de 2007).
Ámala con ternura
San Jerónimo recomendaba a una de sus hijas espirituales : "Ama la Sagrada Escritura… ámala tiernamente, y te custodiará… Y añadía : Ama la ciencia de la Escritura, y no amarás los vicios de la carne". Para san Jerónimo, un criterio metodológico fundamental en la interpretación de las Escrituras era la sintonía con el magisterio de la Iglesia. Nunca podemos leer nosotros solos la Sagrada Escritura. Encontramos demasiadas puertas cerradas y caemos fácilmente en el error…
Para él, una auténtica interpretación de la Biblia tenía que estar siempre en armonía con la fe de la Iglesia Católica… Por eso exhortaba : "Permanece firmemente adherido a la doctrina de la tradición que te ha sido enseñada, para que puedas exhortar según la sana doctrina y refutar a quienes la contradicen". En particular, dado que Jesucristo fundó su Iglesia sobre Pedro, todo cristiano debe estar en comunión con la Cátedra de san Pedro (Roma). Yo sé que sobre esta piedra está edificada la Iglesia. Por tanto, abiertamente declaraba : "Yo estoy con quien esté unido a la Cátedra de san Pedro" (Audiencia general del 14 de noviembre de 2007).
Muy pronto, sin embargo, las disputas origenistas (ocasionadas por los errores de los discípulos de Orígenes que niegan el carácter definitivo del juicio de Dios), además de la lucha contra el pelagianismo (que pretendía que la iniciativa de la salvación procede del hombre, y que negaba el pecado original), llevan a Jerónimo a defender la fe con vigor, de tal modo que, en algunas ocasiones, su pluma se convierte en una daga afilada. Por otra parte, las invasiones bárbaras, que hacen acudir hasta Tierra Santa a multitud de refugiados, lo obligan a dejar en segundo plano sus queridos estudios y a atender los deberes de la caridad. Pero no por ello deja de perseverar en la santa obra a la que se ha consagrado. Su celda se convierte en una especie de faro para todo el mundo cristiano, al que vuelven su rostro las almas ávidas de perfección.
Como resultado se produce una correspondencia tan abundante como variada con los mejores pensadores de su tiempo. A uno de ellos, que pide consejo, Jerónimo le muestra la importancia que concede a la vida en comunidad : "Preferiría que estuvieras en una santa comunidad, que no aprendieras por ti mismo y que no te adentraras sin maestro en un camino completamente nuevo para ti ". Recomienda moderación en los ayunos corporales : "Una alimentación moderada, aunque razonable, es saludable para el cuerpo y el alma". Recuerda que un compromiso valiente hacia la perfección exige una vigilancia constante, frecuentes mortificaciones, aunque con discreción, un trabajo intelectual o manual asiduo para evitar la ociosidad, y sobre todo la obediencia a Dios : « Nada complace más a Dios que la obediencia, que es la más excelsa y única virtud » (Homilía sobre la obediencia : CCL 78, 552).
¡Adorna este santuario !
El Evangelio —decía Benedicto XVI— debe traducirse en actitudes de auténtica caridad… Por ejemplo, dirigiéndose al presbítero Paulino —que después llegó a ser obispo de Nola y santo—, san Jerónimo le da este consejo : "El verdadero templo de Cristo es el alma del fiel : adorna este santuario, embellécelo, deposita en él tus ofrendas y recibe a Cristo. ¿Qué sentido tiene decorar las paredes con piedras preciosas, si Cristo muere de hambre en la persona de un pobre ?".
San Jerónimo concreta : es necesario "vestir a Cristo en los pobres, visitarlo en los que sufren, darle de comer en los hambrientos, acogerlo en los que no tienen una casa". El amor a Cristo, alimentado con el estudio y la meditación, nos permite superar todas las dificultades : "Si amamos a Jesucristo y buscamos siempre la unión con Él, nos parecerá fácil incluso lo que es difícil" (14 de noviembre de 2007).
El Papa emérito subrayaba también la contribución de san Jerónimo a la pedagogía cristiana. Se propone formar "un alma que tiene que convertirse en templo del Señor", una "joya preciosísima" a los ojos de Dios. Con profunda intuición aconseja preservarla del mal y de las ocasiones de pecado, evitar las amistades equívocas o que disipan. Sobre todo, exhorta a los padres a crear un ambiente de serenidad y alegría entre sus hijos, a estimularlos en el estudio y en el trabajo, también con la alabanza y la emulación (deseo intenso de imitar e incluso superar las acciones ajenas de forma positiva), a animarlos a superar las dificultades, favoreciendo en ellos las buenas costumbres y preservándolos de las malas…
Los padres son los principales educadores de sus hijos, sus primeros maestros de vida. Con mucha claridad, san Jerónimo, dirigiéndose a la madre de una muchacha, advierte : "Que encuentre en ti a su maestra, y que en su inexperta niñez te mire a ti con admiración. Que nunca vea en ti ni en su padre actitudes que la lleven al pecado por imitación. Recordad que podéis educarla más con el ejemplo que con la palabra" … Además, un aspecto bastante descuidado en los tiempos antiguos, pero que san Jerónimo considera vital, es la promoción de la mujer, a la que reconoce el derecho a una formación completa : humana, académica, religiosa y profesional. Y precisamente hoy vemos cómo la educación de la personalidad en su integridad, la educación en la responsabilidad ante Dios y ante los hombres, es la auténtica condición de todo progreso, de toda paz, de toda reconciliación y de toda exclusión de la violencia. Educación ante Dios y ante los hombres :
¡Es la Sagrada Escritura la que nos ofrece la guía de la educación y, por tanto, del auténtico humanismo !" (Ibíd.).
Mendigar el pan antes que perder la fe
En los últimos años de su vida, Jerónimo es asaltado por un cúmulo de tribulaciones. En el año 404, muere santa Paula, su fiel amiga. En el 410, el visigodo Alarico I, invade Italia y saquea Roma. En esa tragedia, Jerónimo percibe el desmoronamiento de un mundo y gime por ello : " Al imperio le han cortado la cabeza. La pura verdad es que en una sola ciudad perece el universo entero". El convento de santa Marcela es asaltado y ella misma es torturada, muriendo poco después. En el año 416, unos monjes favorables a Pelagio (hereje del siglo IV) organizan en Judea una expedición criminal contra los monasterios fundados por Jerónimo. Matan a un diácono e incendian los edificios. Se refugian en la torre fortificada y Jerónimo se libra por poco de la muerte. Sin perder el orgullo, escribe : " Nuestra casa, en lo que se refiere a los recursos materiales, quedó en completa ruina por las persecuciones de los herejes. No obstante, Cristo está con nosotros, pues la morada permanece llena de riquezas espirituales. Más vale mendigar el pan que perder la fe". En el 418, la muerte de improviso de Eustochium, que había sucedido a su madre Paula al frente del monasterio femenino, lo abruma. Ella era el apoyo en sus trabajos. "Esta muerte — escribe — ha cambiado casi las condiciones de nuestra existencia, porque ahora somos incapaces de realizar muchas cosas que querríamos hacer ; el espíritu es ferviente, pero es vencido por la debilidad de la vejez ".
Su última carta irá dirigida a Agustín y a su amigo Alipio : " En lo que a mí respecta — escribe —, me alegra tener alguna ocasión de escribiros, y no dejo escapar ninguna. Dios es testigo de que, si pudiera, me serviría de alas de paloma para satisfacer la prisa que tengo por abrazaros. Es lo que siempre he deseado ardientemente, de tanto caso que hago de vuestra virtud ; pero lo deseo hoy con mayor fuerza que nunca, para alegrarme con vosotros de la victoria que habéis alcanzado sobre la herejía de Celestio (discípulo del hereje Pelagio), a la que habéis sofocado por completo mediante vuestro celo y cuidados… Os conjuro igualmente, santos y venerables padres, para que no me olvidéis, y ruego al Señor que os conserve en santidad" (Carta 143). Sumido en la invalidez y casi ciego, el servidor fiel se duerme apaciblemente en el Señor el 30 de septiembre del año 420 (en el año 2020 se cumplieron dieciséis siglos). Es enterrado cerca de la gruta de la Natividad en Belén. Sus restos, trasladados a Roma en el siglo VIII, reposan en la basílica de Santa María la Mayor, cerca de las reliquias del Santo Pesebre del Señor que Jerónimo había cuidadosamente recogido.
"En la Sagrada Escritura — dice el Concilio Vaticano II — el Padre que está en los cielos se dirige con amor a sus hijos y habla con ellos ; y es tanta la eficacia que radica en la Palabra de Dios, que es, en verdad, apoyo y vigor de la Iglesia, y fortaleza de la fe para sus hijos, alimento del alma, fuente pura y perenne de la vida espiritual " (Constitución Dei Verbum, núm. 21).
Siguiendo el ejemplo de san Jerónimo, reservemos cada día un tiempo para meditar la Palabra de Dios, sea directamente, sea con la ayuda de los comentarios y de los Padres y Doctores de la Iglesia, pues, según él decía, "¿ cómo podríamos vivir sin la ciencia de las Escrituras, a través de las cuales aprendemos a conocer al propio Cristo, que es la vida de los creyentes ? ".