"Nunca en la historia del hombre tanto dependió, como entonces, del consentimiento de la criatura humana"
Fiat. Hágase. Sin duda es el momento más hermoso de toda la historia de la humanidad, el momento en el que Dios espera el Sí de un ser humano para poder venir al mundo en carne y hueso, para salvarnos a todos, es por eso que este tema da entrada a una serie que trataremos sobre el Fiat de María, editado de varias fuentes. Entendiendo bien este tema lograremos vivir de una forma muy santa y muy cristiana.
El Fiat de María es el momento clave en la historia, es un acontecimiento único e irrepetible, en el que ella se entrega totalmente a Dios, para ser participe de la Salvación humana, siendo así la nueva madre de todos los hombres y a su vez, la madre de Dios, pues con su Fiat el Espíritu Santo la llenó con su sombra y gracias a esto dio a luz al Verbo encarnado, el Verbo Dios, Cristo Nuestro Señor.
Como Abraham, a María se le pide decir sí a algo que nunca antes había ocurrido. Sara es la primera en la lista de las mujeres estériles de la Biblia que concibe por el poder de Dios, así como Isabel sería la última. Gabriel habla de Isabel para asegurar a María: "Conoce esto también: tu prima Isabel, a su edad avanzada, ha concebido un hijo". (Lc 1:36).
Como Abraham, María debe caminar a través de una oscuridad, en la que sólo deberá confiar en Quien la llamó. Aún su pregunta, "¿Cómo será esto?", sugiere que María está lista para decir sí, a pesar de sus temores e incertidumbres. María no pregunta si la promesa será posible, sino sólo cómo será cumplida. No sorprende, además, cuando finalmente pronuncia su Fiat: "He aquí la sierva del Señor. Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1:38). Con estas palabras, María se muestra como la auténtica hija de Abraham, y se convierte en la Madre de Cristo y la Madre de todos los creyentes.
Dios creó al hombre "a su imagen y semejanza" (Gn 1, 26), y le dio el don de la libertad. Lo hizo capaz de responder'sí'o'no'a su voz. Y el hombre pecó, se dejó engañar por la serpiente y le volvió la espalda a su Dios. Entonces, de nuevo movido por el amor, Dios emprendió la obra de una nueva creación, una segunda creación: decidió salvar al hombre del pecado. "Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único" (Jn 3, 16).
El Fiat de María, que fue la segunda creación, la obra redentora del hombre, provoca en nosotros un asombro aún mayor que la primera. Porque ahora Dios no quiso actuar por sí solo, aunque podía hacerlo. Prefirió contar con la colaboración de sus creaturas. Y entre ellas, la primera de la que quiso necesitar fue María. ¡Atrevimiento sublime de Dios que quiso depender de la voluntad de una creatura! El Omnipotente pidió ayuda a su humilde sierva. Al'sí'de Dios, siguió el'sí'de María. Nuestra salvación dependió en este sentido de la respuesta de María.
San Lucas, en el capítulo 1 de su Evangelio, traza algunas características del asentimiento de la Virgen. Un Fiat progresivo, en el que el primer paso es la escucha de la palabra. El ángel encontró a María en la disposición necesaria para comunicar su mensaje. En la casa de Nazaret reinaban la paz, el silencio, el trabajo, el amor, en medio de las ocupaciones cotidianas. Después, la palabra es acogida: María la interioriza, la hace suya, la guarda en su corazón. Esa palabra, aceptada en lo profundo, se hace vida. Es una donación constante, que no se limita al momento de la Anunciación. Todas las páginas de su vida, las claras y las oscuras, las conocidas y las ocultas, serán un homenaje de amor a Dios: un'sí'pronunciado en Nazaret y sostenido hasta el Calvario. El Fiat de María es generoso. No sólo porque lo sostuvo durante toda su vida, sino también por la intensidad de cada momento, por la disponibilidad para hacer lo que Dios le pedía a cada instante.
Como Dios quiso necesitar de María, ha querido contar con la ayuda que nosotros podemos prestarle. Como Dios anhelaba escuchar de sus labios purísimos "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38), Dios quiere que de nuestra boca y de nuestro corazón brote también un'sí'generoso. Del Fiat de María dependía la salvación de todos los hombres. Del nuestro, ciertamente no. Pero es verdad que la salvación de muchas almas, la felicidad de muchos hombres está íntimamente ligada a nuestra generosidad.
Cada día es una oportunidad para que nosotros también pronunciemos un Fiat lleno de amor a Dios, en las pequeñas y grandes cosas. Siempre decirle que sí, siempre agradarle. El ejemplo de María nos ilumina y nos guía. Nos da la certeza de que aunque a veces sea difícil aceptar la voluntad de Dios, nos llena de felicidad y de paz.
Cuando Dios nos pida algo, no pensemos si nos cuesta o no. Consideremos la dicha de que el Señor nos visita y nos habla. Recordemos que con esta sencilla palabra: Fiat, sí, dicha con amor, Dios puede hacer maravillas a través de nosotros, como lo hizo en María.