Es más que sabido que la fe hay que cultivarla y que no podemos mantenernos en una que lo sea infantil. Si el cuerpo humano crece y se desarrolla, también lo ha de hacer nuestra creencia y el contenido de la misma. Formarse, pues, es esencial (por lo básico) y elemental (por lo necesario).
Y la formación, como se adquiere sino acercándose lo más posible a los conocimientos que expresan aquellos que los tienen; por ejemplo, cuando se nos dice que "nuestra alma viene directamente de Él en el momento de la concepción; de ahí nuestra gran dignidad" y se refiere, aquí, a Dios, de Quien parte toda vida. Además sólo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del Espíritu Santo.
La Iglesia siente la urgente llamada que le hace su Señor a realizar la Nueva Evangelización de un mundo que vive una profunda quiebra de humanidad porque ha desterrado a Dios de su vida. Como el hijo pródigo, muchos de nuestros contemporáneos mueren de "hambre" lejos de la casa del Padre, ignorando que sólo en Dios pueden encontrar su descanso y felicidad. Sólo en Dios manifestado en su Hijo Jesucristo hay esperanza para la humanidad. Esta evangelización exige nuestra entrega plena a Cristo por medio de María. Exige la santidad (Cf NMI 29). Y esta sólo puede encontrar su fundamento en una verdadera experiencia de Dios, que alimentada por la oración en oración y la Eucaristía, bebiendo de la Palabra de Dios, invite a cada cristiano a una verdadera conversión a Cristo, dejándoos poseer cada vez más por Él.
Lo que verdaderamente importa es que la vida brote del interior en contacto con Dios mismo. Así esta superará y anegará las fuerzas corrosivas. Lo que quiso nuestro Señor Jesucristo: « Que tengan vida, y la tengan en abundancia" (Jn 10,10). Jesucristo mismo es la fuente. El hijo de Dios, en persona, se ha dado y entregado enteramente a su Madre para que ella lo haga hombre. Nos invita a abandonamos en nuestra Madre. (En su Fiat) Comprometida en el admirable intercambio que se produce en la encarnación, donde Dios asume todo lo humano para hacernos partícipes de su vida divina, María tiene un papel en la consecución de este proyecto, según la misión de madre de los discípulos que Jesús le encomendó a los pies de la cruz. Esto es lo que comprendió muy bien Juan Pablo II, cuya divisa, tomada de san Luis María Grignion de Montfort, fue Totus Tuus (Todo tuyo), bajo el monograma de María. El programa en nuestro itinerario de la Fe es la santidad. Jesús nos llama a la dirección espiritual para escapar de la desviación que predomina hoy.
Los frutos que esperamos obtener son profundos y discretos: una fuente de evangelización y de vocación que evoque la máxima: « El ruido no hace bien. El bien no hace ruido ». Ni ruido, ni publicidad. Este camino, esta forma de vivir la fe, debe extenderse de boca en boca. Fundamentado en la fe.
« Debemos todo a Dios. Él nos lo ha dado todo. Nosotros debemos dárselo todo ». Es pues una llamada al radicalismo de nuestra fe.
« Si alguna vez te ha sucedido que alguien a quien amabas mucho perdiera la confianza en ti, sabes lo doloroso que es. ¿Infligirías este dolor al amor infinito de Dios?
Debemos aceptar la invitación que nos hace nuestro Dios de vivir nuestra experiencia cristiana del « ciento por uno », prometido en la tierra por Jesús a quienes le entregan todo. Jesús hace un llamamiento al radicalismo de la fe según la máxima evangélica: « Quien quiera salvar su vida la perderá y quien acepte perderla por el Señor, la encontrará » (Mt 10,35). En ningún caso se trata de una mística descabellada. Es una llamada a la santidad en la vida cotidiana.
Es una invitación en particular a los hombres de este tiempo, que han abandonado su papel trascendente eWn el vivir diario de su Fe; a tomar conciencia de lo que la fe hace en nosotros y a contemplar lo que Dios con amor espera de nosotros.