Queridos hermanos:

En no pocos países del mundo, advertimos situaciones que a muchos nos obligan a reflexionar, pues en nombre de supuestos Derechos Humanos se violentan auténticos, genuinos y naturales derechos.

Pareciera que la Modernidad agonizante y la postmodernidad incierta, han abierto una Caja de Pandora que ha propiciado no una lucha del bien que queremos contra el mal que no deseamos, que antaño distinguía dos campos bien definidos: Con Cristo o contra Él.

Hoy más bien reina la indiferencia que convierte el derecho a creer en Dios y conducirnos conforme a sus mandatos, por un ateísmo militante que propone la actualidad del Dios Muerto de Nietzsche que se traduce en un indiferentismo religioso por el que hasta se tolera ser católico…y todo se proclama en nombre del derecho.

El viejo agnosticismo, el relativismo, la duda sistemática y las varias ideologías, aparecen muchas veces en la vida personal, social y política que campea en diversas latitudes para construir una realidad ahistórica; desde su mente, el hombre se construye mapas mentales que si no coinciden con la realidad, peor para la realidad pues es ella la que tiene que cambiar, no yo! ¿Dónde queda el derecho a la verdad, a aprehenderla, profesarla, divulgarla y defenderla?

Dentro del plano sensitivo de la persona, se da muchas veces rienda suelta a las pasiones desenfrenadas, como un derecho. Así, hay que aceptar en nuestros días el derecho a la homosexualidad, a los matrimonios entre parejas del mismo sexo, a la interrupción del embarazo o a proponer una "muerte digna". 

Y no digamos que ya se alega la despenalización de las drogas y el derecho al suicidio, este último para no enfrentar las enfermedades o por una impotencia sobre todo en los jóvenes para vivir en un mundo tecnotrónico.

¿Que ya se ha legitimado que algunos parlamentos, por mayoría democrática conviertan en lícito crímenes nefandos como el aborto o conductas contra natura en sus múltiples facetas y así fabriquen leyes que por su positivismo jurídico carezcan de bien, verdad, justicia y otros valores que ahora se derogan, siempre que cuenten con el beneplácito parlamentario?

¡¡¡Lo grave es que para hacerlo se alegan derechos humanos…!!!

Es de pensarse que los transbordos culturales inadvertidos, a los que los Medios de Comunicación no son ajenos, nos inducen a creer que el mal ya es bien, la corrupción, pobreza, marginación, etc. también lo son.

No se diga del autoritarismo, corrupción y las tantas veces defectuosa procuración de administración de justicia, que negando la independencia de poderes en ocasiones es tan obsequiosa del Poder Ejecutivo en turno.

Estamos por el retorno del mundo a Dios y el homenaje a Su Providencia, que en Cristo Rey nos cure de aquellos males que a grandes rasgos hemos esbozado. Un camino seguro y cierto, es indiscutiblemente la Doctrina Social Cristiana, que al tiempo ha conformado un corpus que es fuente riquísima de principios rectores de la vida de las personas y pueblos, que política y jurídicamente organizados pueden arribar a formas más perfectas de Estado y de Gobierno.

Por eso afirmamos desde ahora, que los Derechos Humanos no se fundamentan en las ideologías por más de moda que se presenten y que en su momento el Magisterio proponía como afán de novedades siempre actualizado, sino en la persona humana que como creatura de Dios, lleva en su naturaleza social aquellos derechos que son humanos por cuanto que en la integridad de su ser, brillan en libertad, conformando lo que se llama una auténtica dignidad.