Si usted está entre aquellos, ‑católicos algo raros‑, que realmente cree lo que enseña la Iglesia, no se desanime. Es necesario insistir, afirmar a los hermanos en la fe católica y reprobar los errores contrarios, "combatiendo los buenos combates de la fe" (1 Tim 6, 12).
La única manera eficaz, temporalmente, de combatir contra los males en la Iglesia hoy en día es exponerlos con claridad y objetividad. Es precisamente en la oscuridad y en la sombra que el demonio hace su trabajo en silencio y con eficacia.
Y como manifiesta el Rev. Padre José María Iraburú « el combate crítico de los errores todavía es más martirial. Eso es lo que suscita más graves persecuciones, incluso dentro de ciertos ambientes de la Iglesia. Al que diga al poderoso « no te es lícito tener la mujer de tu hermano » (Mc 6,18) muy probablemente le cortarán la cabeza. Nada es actualmente tan peligroso como afirmar la verdad de Cristo, sobre todo en los países de antigua filiación cristiana, hoy apóstatas. »
Puede haber personas –sean clérigos o laicos- que no quieren que los males que afectan a la Iglesia sean descubiertos, ya que estarían expuestos a las enfermedades espirituales que están extendiendo alrededor de la Iglesia.
Así que pueden ocultarse detrás de la excusa de que la exposición de la verdadera naturaleza de su mal es detracción y por lo tanto poco caritativo.
Aclaremos algunos términos. La detracción es el daño injusto del buen nombre o reputación del prójimo por la revelación de un delito del que la otra persona es culpable. El detalle está en si la cuestión de la revelación es justa o injusta.
Si sé que mi vecino toma demasiado y se emborracha mucho, y yo divulgo esa información sobre el barrio y hago daño a su buen nombre, eso es detracción.
Sin embargo, cuando se trata de una cuestión de justicia, todo el asunto gira en torno a la definición de justicia, que según el diccionario de la Real Academia es el dar a cada uno según le corresponde.
Por ejemplo: no es detracción informar a las personas de una estafa de la cuál son víctimas por algún desaprensivo empresario o estafador. ¿Y por qué es eso? Es bastante obvio. Las personas que están siendo engañadas tienen derecho a saberlo.
El delincuente pierde el derecho a su buen nombre al actuar de tal manera que prive a otros de sus derechos a la paz, seguridad y protección. Si aplicamos ese principio en lo temporal, ¿cuánto más se aplica donde alguien está siendo víctima con respecto a su vida eterna? De hecho, hay un deber por parte de los que deben corregir las injusticias espirituales. Este deber recae primero sobre las autoridades competentes en la Iglesia: los obispos y su clero.
Pero, ¿qué sucede cuando el clero no hace su trabajo y no protege a los fieles de los lobos? Y aún peor, ¿qué pasa cuando los lobos son en realidad miembros del mismo clero, que están destruyendo la fe entre las ovejas?
¿No existe acaso el deber correspondiente de revelar lo que está oculto a fin de proteger a los más vulnerables?
Esto está sucediendo hoy en día en los asuntos espirituales. Especialmente aprovechándose de la confusión generada en el Sínodo de las Familias, varios clérigos están mintiendo, distorsionando la verdad, dando un ejemplo escandaloso horrible, desfigurando a la Iglesia, estropeando la gloria de la fe, y preparando el escenario para que muchos caigan en el infierno.
Todo esto debe ser expuesto, hablado y entendido ya que la eternidad está en juego; muchas almas penden de un hilo.
Y como no se quiere hablar de la verdad de Cristo, el discurso público es traslado a temas como la Misericordia y la Compasión. Sin embargo, éstos se presentan falsamente, con falsas filosofías y falsa teología, volviendo falsas a la misericordia y a la compasión, todo esto al servicio de una religión falsa.
El adulterio, la fornicación y la sodomía son ignorados porque por décadas se ha dejado de hablar de pecado y una religión falsa e ilusoria está llegando a su cenit.
La verdadera batalla aquí es contra Cristo y Su Iglesia. La agenda homosexualista es poco más que un arma -aunque muy poderosa- del arsenal de Satanás, a causa de los daños colaterales que causa.
El estallido de esta explosión despeja el camino para la instauración de la falsa Iglesia. Debe ser completamente opuesta en cualquier circunstancia en que nos encontremos.
!Quién como Dios!