El diálogo entre ética y economía encuentra mayor interés cuando el escenario político y económico del mundo se oscurece aún más. Hoy se superponen la ola destructiva del posmodernismo, del capitalismo salvaje y del gangsterismo político de la gente, quienes con métodos inescrupulosos, ávidamente pelean por el poder y el dinero, pero solamente para ellos y no para ninguna nación.

El Estado cada vez se precipita más, y el poder del dinero internacional surge. En consecuencia, el poder es continuamente cedido hacia el Mercado.

Se podría decir que nuestra situación es como un "desarrollo gigantesco de la parábola en la Biblia, del rico que se banqueteaba y Lázaro el hombre pobre. Es tan difundido el fenómeno que nos lleva a cuestionar la ética de los mecanismos financieros, monetarios, productivos y comerciales que, apoyándose en varias políticas, soportan la economía mundial. Estos están probando la incapacidad, ya sea para remediar las situaciones injustas heredadas del pasado o para tratar con urgencia los retos y demandas éticas del presente. "[Rh, no. 16].

¿Es posible el diálogo entre la ética y la economía? Debemos plantearnos este interrogante, ya que para muchos es únicamente una cuestión para ser analizada en los altos ámbitos académicos. Para otros, en cambio, para quienes la persona humana es el centro de la preocupación, se trata de una de las exigencias vitales, que el mundo nos está planteando. Este diálogo es de suma urgencia y deberá darse con una apertura incondicional a la verdad.

Se debe promover el desarrollo de un mundo mejor, para nosotros y nuestros semejantes, por medio de la introducción en la vida pública de principios cristianos, especialmente en el campo económico. El dinero no lo es todo pero, sin embargo, es el problema más urgente que se debe resolver, ya que los otros problemas son causados por el dinero. Ya lo decía el Santo Padre Benedicto XV: "Es en el campo económico que la salvación de las almas está en juego."

Dicho esto, para adentrarnos en este necesario diálogo es importante que conozcamos a través de este artículo algo del intrigante mundo del dinero. 

Un poco de historia

En el otoño de 1935, Canadá estaba pasando por una elección federal. El Gobierno Conservador del Señor Bennett estaba llegando a su quinto año. La Gran Depresión que dio inicio en 1929 seguía rampante.

Esta crisis no se debía únicamente al Partido Conservador. Era una crisis mundial que alcanzó a las naciones occidentales sin importar los regímenes políticos ni los partidos en el poder. En Canadá, comenzó bajo el Gobierno Liberal de Mackensie King, y fue debido a esta crisis que los electores reemplazaron a los Liberales por los Conservadores en las elecciones de 1930. Cuando la gente está descontenta cambia al partido en el poder. 

Sin importar cuáles fueran los ataques de los oradores Liberales contra los Conservadores, Mackensie King sabía perfectamente bien que la Depresión no se debía al partido en el poder. Sabía perfectamente bien que la Depresión había tenido su origen en la restricción del crédito bancario, provocando la escasez del dinero en circulación. Estaba muy consciente del hecho de que un mecanismo adecuado para la emisión del crédito, buscando los intereses de la gente, podría proveer a la población de todo el dinero requerido para responder a sus necesidades.

Más aún, Mackensie King había escrito previamente un libro, Industry and Humanity (Industria y Humanidad), publicado en 1918, un año antes de su elección como líder del Partido Liberal de Canadá. Había escrito en ese libro, entre otras cosas: "El dinero consiste solamente en cifras acuñadas en metal, impresas en papel o escritas en los libros de los bancos." ¿Por qué entonces dejar que toda una nación se sumiera en una depresión por causa del control viciado de dichas cifras?

El poder monetario

El poder legislativo tiene su sede en los Parlamentos, dado que es ahí donde las leyes son discutidas y votadas.

El poder ejecutivo reside en las oficinas ministeriales, dado que son ellos, los Presidentes o Primeros Ministros y sus gabinetes, quienes toman las decisiones a ser ejecutadas por los servidores civiles. 

El poder judicial reside en las cortes, dado que es en ellas donde los jueces ejercen sus obligaciones.

Y ¿dónde reside entonces, el super poder, de quien nadie habla, el poder monetario?

El poder monetario reside en los bancos. Es ahí donde el crédito financiero es creado y cancelado.

Es cuando un banco otorga un préstamo, ya sea a un industrial, ya sea a un comerciante o a un gobierno, que el nuevo crédito financiero es creado. El banquero acredita la cuenta del prestatario con el préstamo otorgado, tal como si el prestatario lo hubiese depositado personalmente en su cuenta. Pero el prestatario no llevó ni realizó ningún depósito de dinero, ya que él llegó al banco para obtener un dinero que no tenía. 

Ahora el prestatario será capaz de emitir cheques de una cuenta que no tenía cuando entró al banco, pero que ahora ya tiene.

Sin embargo, ninguna cuenta de ningún cliente del banco ha sido reducida. Es pues una cuenta más que se añade a las otras cuentas ya existentes. La suma de los créditos en las cuentas totales del banco ha sido incrementada por la cantidad de esta nueva cuenta. 

Hay, por tanto, un incremento en el crédito financiero, dinero reciente que será puesto en circulación mediante los cheques que el prestatario emitirá sobre este nuevo crédito. 

Al contrario, cuando el prestatario viene a pagar el préstamo (crédito que ha sido previamente solicitado) se reduce en concordancia, la cantidad de crédito en circulación. La cantidad total de sangre en la vida económica es así reducida por la misma cantidad. 

Una simple operación contable, hecha con nada más que el trazo de una pluma, ha creado el crédito financiero. Otra simple operación de la misma naturaleza destruye el crédito cuando se paga el préstamo.

Es fácil darse cuenta que si durante un período de tiempo dado, el total de los préstamos exceden el total de los pagos, esto pone más crédito en circulación que cuando es cancelado. Al contrario, si el total de los pagos excede el total de los préstamos, esto causa un período de reducción del crédito en circulación.

Si el período de reducción persiste, el cuerpo económico en su totalidad resulta afectado: a esto se llama una crisis – crisis causada por la restricción del crédito. 

Estos períodos de incremento o reducción en el crédito no se deben a la mera casualidad, sino a la acción de los bancos. Los años de vacas gordas o de vacas flacas no son debido a causas naturales, se deben a la tasa de creación o cancelación del crédito.

Dado que el prestatario debe devolver más de lo que se le prestó a causa del interés, que se le exige, necesita sacar de la circulación más dinero del que ha puesto. Por tal motivo debe retirar de la circulación dinero extra del que ha sido puesto por otros prestatarios. Como todo nuevo crédito procede del banco, bajo la condición de regresar más dinero que el total de los préstamos, otros también deben pedir prestado siguiendo a los primeros prestatarios. Los últimos tendrán aún más dificultades para pagar sus préstamos dado que necesitan encontrar más dinero del crédito que se encuentra actualmente en circulación, que ya ha sido reducido por la cantidad de dinero que el primer prestatario tuvo que pagar en intereses.

Esta cadena continúa de la misma forma para los siguientes prestatarios y, con el tiempo, algunos no podrán pagar los préstamos. Entonces los bancos restringen los préstamos, lo cual reduce la vida económica en su totalidad. Pero los bancos culpan de esta situación a la población, que sufre por ello.

Para tener el flujo de crédito requerido para la vida económica, la cadena de préstamos tiene que comenzar de nuevo, dándole nacimiento a una cadena de endeudamiento cada vez mayor.

Una herramienta del superpoder

El sistema bancario actual es el instrumento utilizado por el superpoder monetario para mantener su supremacía sobre las naciones y sus gobiernos. Los bancos son apoyados en todo esto por la ridícula regla político – financiera que ata la distribución del poder adquisitivo al empleo, en una producción que requiere cada vez de menos y menos empleados para proveer los bienes necesarios para la vida.

Uno no debe concluir de todo esto que su banquero local es parte de esta dictadura. Él es únicamente un subordinado quien ni siquiera está consciente de que cada vez que registra un préstamo en los libros del banco, está creando crédito y que los pagos del mismo están destruyendo o cancelando dichos créditos.

Tampoco es él quien dicta las restricciones de crédito que vuelven anémica la vida económica. El únicamente actúa de acuerdo a las órdenes que recibe, sin pensar o preocuparse siquiera por las consecuencias.

Es posible escuchar a algunos estudiosos negar que el volumen del crédito en circulación dependa de la acción de los bancos. Son estos intelectuales, cuya resistencia es obvia, quienes representan un apoyo invaluable al superpoder a través de su ignorancia – (si es realmente ignorancia de su parte o se trata de intereses que los atan o a través de su confabulación con un poder que puede otorgarles fáciles promociones). Los banqueros de la clase alta, por otro lado, saben muy bien que el crédito financiero, que forma la mayoría del dinero moderno, es creado y cancelado en los libros de los bancos. 

Un distinguido banquero británico, el Honorable Reginald McKenna, una vez canciller británico de Exchequer (el equivalente al Ministro de Finanzas de Canadá o al Secretario de Estado en los Estados Unidos de Norteamérica) y presidente del Banco Midland, uno de los Cinco Grandes (los cinco bancos más grandes de Inglaterra) asistió a una reunión general anual con los accionistas del banco, el 25 de enero de 1924 y dijo (como se registró en su libro, Post – War Banking): "Me temo que al ciudadano ordinario no le gustará saber que los bancos pueden, y que de hecho lo hacen, crear y destruir el dinero. La cantidad del dinero en existencia varía únicamente con la acción de los bancos al incrementar o decrecer los depósitos y las compras bancarias. Nosotros sabemos cómo es que esto se efectúa. Cada préstamo, deuda o compra bancaria crea un depósito y cada pago del préstamo, deuda o venta bancaria destruye un depósito".

Habiendo sido también Ministro de Finanzas, McKenna sabía muy bien en dónde residían los dos más grandes poderes: el poder de los bancos y el de la soberanía del gobierno del país. Y fue lo suficientemente franco para declarar lo siguiente, que es poco usual entre los banqueros de su nivel: "Ellos (los bancos) controlan el crédito de la nación, dirigen las políticas de los gobiernos y tienen en la palma de sus manos los destinos de los pueblos".

Esta es una declaración que está en total concordancia con lo que el Papa Pío XI escribió en su Carta Encíclica Quadragesimo Anno, en 1931, y que no nos cansaremos de repetirla: "Su poderío llega a hacerse despótico como ningún otro, cuando, dueños absolutos del dinero, gobiernan el crédito y lo distribuyen a su gusto; diríase que administran la sangre de la cual vive toda la economía, y que de tal modo tienen en su mano, por decirlo así, el alma misma de la producción, para que nadie se atreva a respirar siquiera contra su voluntad".