Sí al capitalismo, y no al comunismo, publicado en este número de la revista (ver página 39), fue escrito por Louis Even en 1971. Afirma que el fallo es del sistema financiero, no del capitalismo en sí ; que todos los ciudadanos serían auténticos capitalistas, es decir, propietarios de capital, en virtud de un Dividendo Social concedido a cada persona. ¿Qué enseña la Iglesia, en su doctrina social, sobre los dos sistemas, el capitalismo y el comunismo ?
El Papa San Juan Pablo II escribió en 1987, en su carta encíclica Sollicitudo Rei Socialis "La tensión entre Oriente y Occidente es una oposición... entre dos concepciones del desarrollo de las personas y de los pueblos, siendo ambas imperfectas y necesitadas de una corrección radical... Esta es una de las razones por las que la doctrina social de la Iglesia adopta una actitud crítica tanto hacia el capitalismo liberal como hacia el colectivismo marxista".
Podemos apreciar por qué la Iglesia condena el colectivismo marxista. Como escribió el Papa Pío XI, el comunismo es anticristiano e "intrínsecamente maligno" con sus objetivos declarados de eliminar la propiedad privada y destruir la familia y la religión. Pero, ¿por qué iba la Iglesia a condenar el capitalismo ? ¿No es éste el mejor sistema ?
En su carta encíclica Centesimus Annus (n. 34), Juan Pablo II reconoció los méritos de la libre empresa, la iniciativa privada y el beneficio :
" Da la impresión de que, tanto a nivel de naciones, como de relaciones internacionales, el libre mercado es el instrumento más eficaz para colocar los recursos y responder eficazmente a las necesidades. Sin embargo, esto vale solo para aquellas necesidades que son « solventables », con poder adquisitivo, y para aquellos recursos que son « vendibles », esto es, capaces de alcanzar un precio conveniente. Pero existen numerosas necesidades humanas que no tienen salida en el mercado. Es un estricto deber de justicia y de verdad impedir que queden sin satisfacer las necesidades humanas fundamentales y que perezcan los hombres oprimidos por ellas".
Tras la caída del comunismo en todo el mundo, seguían existiendo millones de pobres y la injusticia era generalizada. Juan Pablo II escribió :
"La solución marxista ha fracasado, pero permanecen en el mundo fenómenos de marginación y explotación, especialmente en el Tercer Mundo, así como fenómenos de alienación humana, especialmente en los países más avanzados ; contra tales fenómenos se alza con firmeza la voz de la Iglesia. Ingentes muchedumbres viven aún en condiciones de gran miseria material y moral. El fracaso del sistema comunista en tantos países elimina ciertamente un obstáculo a la hora de afrontar de manera adecuada y realista estos problemas ; pero eso no basta para resolverlos. Es más, existe el riesgo de que se difunda una ideología radical de tipo capitalista, que rechaza incluso el tomarlos en consideración, porque a priori considera condenado al fracaso todo intento de afrontarlos y, de forma fideísta, confía su solución al libre desarrollo de las fuerzas de mercado." (Centesimus Annus, 42).
El defecto que la Iglesia encuentra en el capitalismo no se refiere a la propiedad privada ni a la libre empresa. Lejos de desear el fin de la propiedad privada, la Iglesia la respalda, queriendo que todas las personas sean propietarios y verdaderos capitalistas. El Papa Juan XXIII escribió en 1961 en su carta encíclica Mater et Magistra (no. 114-115)
" la dignidad de la persona humana « exige necesariamente, como fundamento natural para vivir, el derecho al uso de los bienes de la tierra, al cual corresponde la obligación fundamental de otorgar una propiedad privada, en cuanto sea posible, a todos »... Hoy, más que nunca, hay que defender la necesidad de difundir la propiedad privada, porque, en nuestros tiempos, como ya hemos recordado, los sistemas económicos de un creciente número de países están experimentando un rápido desarrollo.
Por lo cual, con el uso prudente de los recursos técnicos, que la experiencia aconseje, no resultará difícil realizar una política económica y social, que facilite y amplíe lo más posible el acceso a la propiedad privada de los siguientes bienes : bienes de consumo duradero ; vivienda ; pequeña propiedad agraria ; utillaje necesario para la empresa artesana y para la empresa agrícola familiar ; acciones de empresas grandes o medianas."
El capitalismo ha sido viciado por el sistema financiero
La Iglesia identificó que el fallo del sistema capitalista es que todos y cada uno de los seres humanos que viven en el planeta no tienen acceso a un mínimo de bienes materiales y, por tanto, no disfrutan de un nivel de vida decente a pesar de la abundante provisión de Dios. Incluso en los países más avanzados hay muchas personas que no tienen lo que les corresponde. El principio de que los bienes deben tener un destino universal no se cumple. Esencialmente, hay mucha producción, pero la distribución es defectuosa.
En el sistema actual, el dinero es necesario para que la gente obtenga bienes y servicios. Como explicó el Sr. Even, es el sistema monetario, o podríamos decir el sistema financiero, el que no funciona en el capitalismo.
El sistema financiero domina en lugar de servir, perjudicando así al capitalismo. El Papa Pío XI escribió en Quadragesimo Anno en 1931 : "El capitalismo en sí mismo no es condenable. Y seguramente no es vicioso por su propia naturaleza, pero ha sido viciado".
El defecto del sistema : El dinero es creado por los bancos como una deuda
El sistema financiero no cumple su objetivo de garantizar que los bienes satisfagan las necesidades de la población. El dinero no debería ser más que un instrumento para garantizar que los bienes se distribuyan a quienes los necesitan. Es un símbolo, como un billete de reclamo, para los bienes. El sistema monetario puede y debe actuar con una simple capacidad de contabilidad : el dinero debe equivaler a los bienes.
Desde este punto de vista, el dinero es un servidor, pero los financieros, al apropiarse del control de su creación, lo han convertido en un instrumento de dominación. Dado que la sociedad no puede manejarse sin dinero, los gobiernos, las empresas y los individuos deben someterse a las condiciones impuestas por los financistas para obtener el "billete de reclamo" sobre los bienes y servicios, que representa el derecho básico a vivir en la sociedad actual. Esto establece una dictadura sobre la vida económica y así los financistas se han convertido en los dueños de nuestras vidas. El Papa Pío XI tenía mucha razón cuando dijo en Quadragesimo Anno (n. 105-106) :
" Salta a los ojos de todos, en primer lugar, que en nuestros tiempos no solo se acumulan riquezas, sino que también se acumula una descomunal y tiránica potencia económica en manos de unos pocos, que la mayor parte de las veces no son dueños, sino sólo custodios y administradores de una riqueza en depósito, que ellos manejan a su voluntad y arbitrio.
Dominio ejercido de la manera más tiránica por aquellos que, teniendo en sus manos el dinero y dominando sobre él, se apoderan también de las finanzas y señorean sobre el crédito, y por esta razón administran, diríase, la sangre de que vive toda la economía y tienen en sus manos, así como el alma de la misma, de tal modo que nadie puede ni aun respirar contra su voluntad."
Es imposible para una nación escapar de la deuda en el sistema actual. Todo el dinero se crea como una deuda : literalmente, todo el dinero que existe entró en circulación sólo después de ser prestado por un banco a un cliente, con cargos de interés, por supuesto. Cuando se devuelve el préstamo al banco, el dinero se retira de la circulación y deja de existir. En otras palabras, se crea nuevo dinero cada vez que los bancos hacen un préstamo y este mismo dinero se destruye cada vez que se devuelven los préstamos.
El problema fundamental de este sistema es que cuando los bancos crean nuevo dinero en forma de préstamos, el prestatario debe devolver más dinero del que se creó. Esto se debe a que los bancos crean el principal, pero no los intereses. El prestatario también debe pedir prestada la cantidad para pagar los intereses. Como es imposible devolver un dinero que no existe, las deudas se acumulan y es imposible liberarse de ellas.
La Iglesia dice sí al capitalismo, pero a un capitalismo en el que se arregle el sistema financiero defectuoso. Solo con este remedio los bienes y servicios llegarían a quienes los necesitan. Cada persona sería un capitalista real, un propietario de un capital común. Se calcula que más del 90% de la productividad de una nación se debe a dos factores, los recursos naturales y los inventos de las generaciones anteriores. De ahí la justificación de un Dividendo Social, no financiado por los impuestos, sino por dinero creado por la sociedad.
El Dividendo del Crédito Social reconoce que todo ser humano es un capitalista, un coheredero de los recursos naturales que Dios ha distribuido en la tierra y que tiene el mismo derecho al progreso derivado de las invenciones e innovaciones tecnológicas generadas a lo largo de los siglos.
¿Por qué preocuparse por el dinero ?
Algunos lectores dirán : "No necesito saber todas estas cosas sobre la economía y, de todos modos, el dinero tiene que ver con lo material. Me interesa más el aspecto espiritual". Es cierto que la preocupación última del ser humano es llegar al cielo y vivir en unión con Dios por la eternidad. También es cierto que, mientras estemos en la tierra, tenemos un cuerpo y un alma y tenemos necesidades materiales y espirituales que deben ser satisfechas. Debemos tener comida, ropa y cobijo.
Nuestro Señor dijo, en el capítulo 25 del Evangelio según San Mateo, que seremos juzgados por lo que hayamos hecho por el más pequeño de nuestros hermanos. « Tuve hambre y no me disteis de comer ». Por tanto, nuestra salvación eterna depende también de lo que hagamos para que todos puedan satisfacer sus necesidades básicas.
Santo Tomás de Aquino nos recuerda que se requiere un mínimo de bienes temporales para fomentar la práctica de la virtud. Es válida la expresión "las palabras se desperdician en un hombre hambriento". Los hombres necesitan un mínimo de bienes materiales para cumplir su corta peregrinación en la tierra y para salvar sus almas inmortales. Los misioneros en los países pobres saben que primero deben alimentar a los hambrientos antes de predicar el Evangelio.
En el sistema actual, no se pueden obtener los bienes y servicios esenciales sin dinero. Sin dinero, la muerte es una posibilidad real. Los que no tienen ingresos se ven a menudo obligados a mendigar o a delinquir para obtener los recursos necesarios para la supervivencia. En los países desarrollados, como Canadá, hay servicios sociales que garantizan que nadie se quede sin dinero, pero siguen existiendo muchos casos de pobreza. En otras zonas del mundo, la red de seguridad social no existe en absoluto y la pobreza abyecta es el destino de las personas sin trabajo y sin ingresos.
Situaciones inhumanas
Las personas necesitamos un mínimo de bienes materiales para completar nuestro breve peregrinaje en la tierra y la escasez de dinero crea condiciones inhumanas y catástrofes.
Los periódicos informaron recientemente de que, en una gran ciudad como Montreal, uno de cada tres niños llega a la escuela sin haber desayunado. A nivel mundial, más de 1.700.000.000 de seres humanos rebuscan en la basura para alimentarse. Más de 100 millones de niños en el mundo viven en la calle, sin hogar, abandonados por padres que ya no pueden mantenerlos. Sólo en Brasil, hay más de 7 millones de niños en esta situación. En tres años, 4.600 de estos niños en Brasil fueron asesinados por agentes de policía (supuestamente contratados por comerciantes que alegaban que los niños molestaban a los transeúntes y afectaban a sus negocios).
Según el sociólogo suizo Jean Ziegler, Relator Especial de la ONU sobre el Derecho a la Alimentación, entre 2000 y 2008, 100.000 personas murieron de hambre cada día en el mundo ; 37.000 eran niños menores de diez años. En la actualidad, un niño muere de hambre cada cinco segundos. Según el Informe Mundial sobre la Alimentación de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), en 2008 la producción agrícola mundial podía alimentar a 12.000 millones de personas. La población en ese momento era de 6.300 millones. Hay suficiente comida para todos, pero miles de niños y adultos mueren de hambre. Ziegler concluyó : "Los niños que mueren de hambre son asesinados. Es el escándalo del siglo".
Si estos niños se mueren de hambre cuando hay comida, es porque las familias no tienen el dinero, el poder adquisitivo, para obtener esa comida. El sistema financiero corrupto es el asesino, y es este sistema el que pretendemos ayudar a corregir.
Como escribió el Sr. Even, "Si los sistemas de producción o distribución no funcionan, no es por falta de los productores o por incapacidad de los distribuidores. La culpa es del sistema monetario". Las tiendas están llenas, lo que falta es el poder adquisitivo en manos de los consumidores.
Se podría seguir enumerando las situaciones trágicas provocadas por la falta de dinero. Son estas situaciones las que llevaron al Papa Benedicto XV a escribir, en una carta al obispo de Bérgamo, Italia, en marzo de 1920 "Es precisamente en el campo de la economía donde peligra la salvación eterna de las almas". Su sucesor, el Papa Pío XI, afirmó en su carta encíclica Quadragesimo Anno " puede afirmarse sin temeridad que son tales en la actualidad las condiciones de la vida social y económica, que crean a muchos hombres las mayores dificultades para preocuparse de lo único necesario, esto es, de la salvación eterna".
Otros han insistido en este punto, añadiendo que sin una reforma financiera y monetaria no se puede resolver ningún otro problema. Por ejemplo, Juan Pablo II escribió en 1985 : "Una reforma estructural del sistema financiero mundial es, sin duda, una de las iniciativas que parecen más urgentes y necesarias" mensaje a la VI Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, Ginebra, 26 de septiembre de 1985.
En su libro, titulado ¿Qué es el crédito social ? Geoffrey Dobbs, del Reino Unido, escribió : "El Crédito Social es un intento de aplicar el cristianismo en los asuntos sociales ; pero si el dinero se interpone en el camino, entonces nosotros, y cada cristiano debemos preocuparnos por la naturaleza del dinero, y por qué se interpone en el camino, como seguramente lo hace.
Hay una necesidad imperiosa de que más personas estudien a fondo el funcionamiento de nuestro sistema monetario, aunque no es tarea de todos. Pero cuando las consecuencias son tan desesperantes, todo el mundo puede al menos captar el esquema de lo que está mal, y que podría corregirse, lo que le permitirá actuar en consecuencia."