El más allá

Después de la muerte nadie puede merecer o desmerecer

EL QUE PECA MORTALMENTE Y MUERE SIN ARREPENTIRSE DE SUS PECADOS MORTALES SE VA AL INFIERNO.

«  Vive siempre como quien ha de morir  », pues es certísimo que, antes o después, todos moriremos.

En la puerta de entrada al cementerio de El Puerto de Santa María se lee: Hodie mihi, cras tibi   que significa: «  Hoy me ha tocado a mí, mañana te tocará a ti  ». Esto es evidente. 

Aunque no sabemos cómo, ni cuándo, ni dónde; pero quien se equivoca en este trance no podrá rectificar en toda la eternidad. 

Por eso tiene tanta importancia el morir en gracia de Dios. Y como la vida, así será la muerte: vida mala, muerte mala; vida buena, muerte buena. 

Aunque a veces se dan conversiones a última hora, éstas son pocas; y no siempre ofrecen garantías. Lo normal es que cada cual muera conforme ha vivido. 

Aunque es posible que a última hora Dios ilumine al alma de un modo especial en orden a su salvación eterna, quien se apoyara en esta esperanza «  para seguir quebrantando tranquilamente los mandamientos de Dios cometería una temeridad indecible y se expondría, casi con toda seguridad, a la condenación eterna  ». Es impresionante la muerte de Voltaire (Francisco Mª Arouet). Murió la noche  del 30 al 31 de mayo de 1778, a los ochenta y cuatro años de edad. Fue un hombre impío y blasfemo. 

«  Vinculado a la masonería, tenía por lema: "Destruid a la Infame", es decir, a la Iglesia. Dijo: "Jesucristo necesitó doce apóstoles para propagar el cristianismo. Yo voy a demostrar que basta uno sólo para destruirlo"  ».

Pero se fue a la tumba sin conseguirlo. En la hora de la muerte pidió un sacerdote, pero sus amigos se lo impidieron. Murió con horribles manifestaciones de desesperación, bebiéndose sus propios excrementos, como cuenta la marquesa de Villete, en cuya casa murió. Es frecuente que ateos y anticlericales pidan un sacerdote en la hora de la muerte.

Azaña, que siendo Presidente de la República Española, tanto persiguió a la Iglesia, antes de morir se confesó con el obispo de Montauban, en Francia, Mons. Theas, quien afirmó que confesó y dio la extremaunción, que recibió con plena lucidez, y por petición suya, a Manuel Azaña en el Hotel du Midi, de Montauban, donde murió diciendo: «  Dios mío, misericordia  ».

François Mitterrant, Presidente de Francia, encarnizado anticlerical, agnóstico puro y duro, quiso morir con los sacramentos de la Iglesia.

También Picaso, que vivió tantos años apartado de la Iglesia, quiso morir en el seno de la Iglesia Católica. Así lo afirma su biógrafo Juan Maldonado en su obra Picaso, único.

«  Con la muerte termina para el hombre el estado de viajero, y se llega al término que permanecerá inmutable por toda la eternidad.  »Más allá de la muerte no hay posibilidad de cambiar el destino que el hombre mereció al morir. 

  »Después de la muerte nadie puede merecer o desmerecer.  »Ha terminado para el alma el estado de vía y ha entrado para siempre en el estado de término  ».

Hay personas que se acomodan en esta vida como si ésta fuera para siempre y definitiva. Esto es una equivocación. Debemos vivir en esta vida orientados a la otra, a la eterna, que es realmente la definitiva. Por lo tanto debemos aprovechar esta vida lo más posible para hacer el bien.

En la muerte se separa el alma del cuerpo. El cuerpo va a la sepultura y allí se convierte en polvo. El alma, en cambio, constitutivo esencial de la persona, sigue viviendo.

En el mismo instante de la muerte Dios nos juzga. A la muerte sigue inmediatamente el juicio particular. Dice la Biblia: «  Está establecido que los hombres mueran una sola vez, y después haya un juicio  ».

«  El Nuevo Testamento habla de la retribución inmediata después de la muerte de cada uno  ».

Es dogma de fe  que inmediatamente después de la muerte los que mueren en pecado mortal actual se van al infierno; y al cielo -después de sufrir la purificación, los que la necesiten-  las almas de todos los santos. «  Cada cual dará a Dios cuenta de sí  »  ; «  Dios dará  a cada uno según sus obras  »  . Dice San Pablo: «  Todos hemos de comparecer ante el tribunal de Cristo  para recibir el pago de lo que hicimos en la vida presente  »  .

Si hemos muerto en paz con Dios, sin pecado mortal, el alma es destinada a ser eternamente feliz en el cielo; pero si hemos muerto en pecado mortal, es destinada a ser eternamente desgraciada en el infierno. Dice San Juan: «  Los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida; y los que hayan hecho el mal, para la condenación  »  .

La retribución inmediata después de la muerte se deduce de las palabras de Cristo al buen ladrón  : «  Hoy estarás conmigo en el paraíso  ».

«  De la misma manera que el cielo comienza ya para las almas justas (si no tienen nada de qué purificarse previamente) inmediatamente después de la muerte, también el infierno empieza para el alma del impío al morir  ».

El hombre materialista es vencido por la muerte. Sólo Dios nos da la vida eterna. La fe y la fidelidad a Dios es el supremo modo de vivir en esta vida, y de esperar con ilusión la eternidad.

EL INFIERNO ES EL TORMENTO ETERNO DE LOS QUE MUEREN SIN ARREPENTIRSE DE SUS PECADOS MORTALES.

El infierno es el conjunto de todos los males sin mezcla de bien alguno. La existencia del infierno eterno es dogma de fe. Está definido en el Concilio lV de Letrán. «  Siguiendo las enseñanzas de Cristo, la Iglesia advierte a los fieles de la triste y lamentable realidad de la muerte eterna, llamada también infierno  ».

«  Dios quiere que todos los hombres se salven  ». Pero el hombre puede decir «  no  » al plan salvador de Dios, y elegir el infierno viviendo de espaldas a Él. El pecado es obra del hombre, y el infierno es fruto del pecado. El infierno es la consecuencia de que un pecador ha muerto sin pedir perdón de sus pecados.

Lo mismo que el suspenso de una asignatura es la consecuencia de que el estudiante no sabe.  Jesucristo habla en el Evangelio quince veces del infierno, y catorce veces dice que en el infierno hay fuego. Y en el Nuevo Testamento se dice veintitrés veces que hay fuego. 

Aunque este fuego es de características distintas del de la Tierra, pues atormenta los espíritus, Jesucristo no ha encontrado otra palabra que exprese mejor ese tormento del infierno, y por eso la repite. 

La Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe dijo, el 17 de mayo de 1979, que «  aunque la palabra "fuego" es sólo una "imagen", debe ser tratada con todo respeto  ».

En el infierno hay otro tormento que «  es el más terrible de todas las penas del infierno  ». Según San Juan Crisóstomo, es mil veces peor que el fuego. San Agustín dice que no conocemos un tormento que se le pueda comparar. Los teólogos lo llaman «  pena de daño  ».

Es una angustia terrible, una especie de desesperación suprema que tortura al condenado, al ver que por su culpa perdió el cielo, no gozará de Dios y se ha condenado para siempre. Ahora, como no entendemos bien ni el cielo ni el infierno, no comprendemos esta pena, pero entonces veremos todo su horror.

La Biblia pone en boca del condenado un grito terrible: «  Me he equivocado  ». Como el que va volando sobre el Atlántico en un «  Jumbo  » 747, y al ver en la pantalla la ruta del viaje, se da cuenta de que se ha equivocado de avión, pues su deseo es ir a Australia.

Y en el viaje a la eternidad no es posible rectificar: no hay retorno. No hay que confundir el infierno con los «  infiernos  » a los que fue Cristo después de morir. Rezamos en el credo de los Apóstoles: «  Descendió a los infiernos  ». 

Aquí los «  infiernos  » se refiere al lugar de los muertos, como se dice en el Canon IV de la Misa. Se trata de los justos que esperaban la redención del Mesías prometido.

 Allí fue Cristo a anunciarles la Redención. A la morada de los muertos también la llamamos «  el limbo de los justos  ». Si un condenado, después de haber probado el infierno, pudiera volver a la Tierra para hacer méritos y así librarse del infierno, ¿qué haría? ¿Cómo atesoraría méritos? 

Pues nosotros podemos todavía hacerlo, sin haber probado el infierno. Los Testigos de Jehová niegan la existencia del infierno basados en que Cristo, a veces, empleó la palabra sheol que significa tumba. Pero la palabra sheol significa infierno en el sentido teológico, pues si las almas de los justos son librados por Dios del sheol, éste no podemos considerarlo como domicilio común de todos los muertos. 

«  Al ser libradas del sheol las almas de los justos, y llevadas con Dios, el sheol  que antes abarcaba a todos los muertos, se convierte en destino para sólo los impíos, es decir, se convierte en infierno  »  . «  "Sheol"  es la morada de los malvados  »  después de la muerte.

Pero la doctrina católica sobre la existencia del infierno no se basa en palabras metafóricas que Cristo pudo emplear en alguna ocasión, sino en la doctrina que desarrolló repetidas veces en sus enseñanzas, tal como se contiene en el Evangelio.

Como dice acertadamente Arístides R. Vilanova: «  el infierno está lleno de personas que no creían en él  ». «  El infierno es la negación del amor y el fracaso de nuestra libertad  ». El infierno es la condenación eterna. Es el fracaso definitivo del hombre. 

«  Aquel que, con plena conciencia de lo que hace, rechaza la palabra de Cristo y la salvación que le ofrece; o quien, luego de aceptarla, se comporta obstinadamente en contra de su ley; o aquel que vive en oposición con su conciencia: éstos tales no llegarán a su destino de bienaventuranza y quedarán, por desgracia suya, alejados de Dios para siempre  ».

A algunos, que no han estudiado a fondo la Religión, les parece que siendo Dios misericordioso no va a mandarnos a un castigo eterno. Sin embargo, que el infierno es eterno es dogma de fe. Pero hemos de tener en cuenta que Dios no nos manda al infierno; somos nosotros los que libremente lo elegimos. 

Él ve con pena que nosotros le rechazamos a Él por el pecado; pero nos ha hecho libres y no quiere privarnos de la libertad que es consecuencia de la inteligencia que nos ha dado. 

Por el pecado he renunciado a Dios y he elegido a Satanás. Dice San Juan que el que peca se hace hijo del diablo. Dios lo acepta con pena, pero me respeta. Como los padres apenados por el hijo que se ha ido de casa. Jesucristo nos enseñó clarísimamente la gran misericordia de Dios. Pero también nos dice que el infierno es eterno. 

Cristo afirmó la existencia de una pena eterna: «  ... DONDE EL GUSANO NO MUERE  Y EL FUEGO NO SE APAGA  »  . «  Dirá a los de la izquierda: apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo  ». Y después añade que los malos «  irán al suplicio eterno y los justos a la vida eterna  ».

«  Es preciso subrayar que la verdad más veces enunciada en el mensaje moral del Nuevo Testamento es la existencia de un "castigo eterno" para quienes no obran correctamente. (...) Negar que la conducta humana merece "premio" o "castigo" no sólo se opone a la fe, sino que es carecer de un mínimo de rigor intelectual en la lectura e interpretación del Nuevo Testamento  ».

El infierno eterno es una pena tremenda. Pero hay que caer en la cuenta que es para ofensas graves y deliberadas (no con atenuantes) al SER SUPREMO = DIOS.

Es dogma de fe que existe un infierno eterno para los pecadores que mueran sin arrepentirse. Aunque Dios es misericordioso, también es justo. 

Dice la Sagrada Escritura: «  Tan grande como ha sido mi misericordia, será también mi justicia  ». Y su misericordia no puede oponerse a su justicia. Aunque la justicia de Dios no es inexorable, sino que está dulcificada por su misericordia, y siempre inclinada a tener en cuenta todos los atenuantes.

Como Dios es misericordioso, perdona siempre al que se arrepiente de su pecado; pero como es justo, no puede perdonar al que no se arrepiente. «  Dios no nos perdona si no estamos arrepentidos  ». La justicia exige reparación del orden violado. Por lo tanto, el que libre y voluntariamente pecó y muere sin arrepentirse de su pecado, merece un castigo. 

Y este castigo ha de durar mientras no se repare la falta por el arrepentimiento; pues las faltas morales no se pueden reparar sin arrepentimiento. Sería una monstruosidad perdonar al que no quiere arrepentirse. 

Dice Santo Tomás que Dios no puede perdonar al pecador sin que éste se arrepienta previamente. El mismo Jesucristo pone el arrepentimiento como condición previa al perdón. Ahora bien, como la muerte pone fin a la vida, el arrepentimiento se hace ya imposible  , porque después de la muerte ya no habrá posibilidad de arrepentirse. Después de la muerte no se puede rectificar. La muerte fija irrevocablemente a las almas  .

Después de la muerte no se puede merecer nada: con la muerte se acaba el tiempo de merecer. «  La muerte aparece como punto final del estado durante el cual el hombre puede hacer opciones en las que se abra o cierre a Dios  »  .

La falta del pecador que murió sin arrepentirse queda irreparada para siempre, luego para siempre ha de durar también el castigo. En el infierno no es posible el arrepentimiento, lo mismo que en el cielo no es posible pecar  . Los bienaventurados del cielo se sienten tan atraídos por el amor de Dios, que el atractivo del pecado les deja indiferentes  . 

«  El hombre que disfruta de la visión del Creador, ya no puede dejarse arrastrar por un bien creado  ». Dios es infinitamente justo y no puede quedar indiferente ante las maldades que se hacen en este mundo. 

¿Cómo van a estar lo mismo en la otra vida, el asesino, el ladrón, el egoísta y el vicioso, que el honrado y caritativo con todo el mundo?  Evidentemente tiene que haber un castigo para tanta injusticia, tanto crimen y tanta maldad como queda en este mundo sin castigo. El temor al infierno no es el mejor motivo para servir a Dios. Es mucho mejor servirle por amor, como a un Padre nuestro que es. 

Pero somos tan miserables que a veces no nos bastará el amor de Dios, y conviene que tengamos en cuenta el castigo eterno, porque es una realidad. Cristo nos lo avisa para que nos libremos de él. Se oye decir de labios irresponsables: «  Hoy a la juventud no le interesa la religión del miedo o de las seguridades  ». 

Depende: tener miedo a cosas irreales es de idiotas; pero cerrar los ojos a los peligros reales es de imbéciles. Lo mismo: buscar seguridades ficticias es de idiotas; pero despreciar seguridades reales y preferir inseguridades, es de imbéciles.

El concepto de eternidad se opone al concepto de tiempo, que supone un antes y un después. La eternidad supone una duración ilimitada, una permanencia interminable  . 

Una imagen que puede ayudar a entender la eternidad es un reloj pintado a las nueve en punto. Por mucho que esperemos, nunca señalará las nueve y cinco.

... continua en nuestra próxima edición


« La doctrina sobre el infierno podríamos sintetizarla así:

a) El Nuevo Testamento afirma que el destino de los justos y el destino de los impíos, en el estado escatológico, son diversos.

b) El elemento más característico del estado escatológico de los justos es "estar con Cristo". De modo paralelo, la nota más esencial del estado escatológico que corresponde al impío es el rechazo del Señor.

c) La situación de condenación se describe como un estado de sufrimiento.

d) Se insiste en la eternidad del sufrimiento del condenado ».