UN SISTEMA ECONÓMICO QUE DEBE SER REEMPLAZADO

"Uno olvida y no ve, uno no quiere ver que hay personas con viviendas misérrimas, que están mal alimentadas, que ganan sueldos míseros, y lo que es más, que hay países enteros que están sufriendo hambruna. No es de Cristianos decir, y mucho menos pensar, que ellos son los culpables...

"Durante mucho tiempo, los Cristianos eran reconocidos por su modo de amar y de ayudar a los pobres, viendo en ellos a Jesucristo, el hombre pobre por excelencia, aquel quien no tenía donde reclinar su cabeza.

"Es deber ineludible de todo Cristiano combatir y cambiar ese sistema económico que masifica la producción de personas pobres, hambrientas y sin hogar.

"Una vez más, no debemos engañarnos: los Cristianos que desean cumplir con su deber son contradichos por otros Cristianos que no entienden, que no aceptan la doctrina del Evangelio y de los Santos Padres, así como por muchos ateos conservadores que viven para el orden establecido." 1¿Dios o el Becerro de Oro?

Entre los males sociales, la economía y la política son obvios y amenazantes; debe descubrirse su verdadera causalidad mediante un diagnóstico preciso, antes de poder remediarlos… 

¿Cuál es el propósito de la organización industrial y económica de la sociedad? ¿Proporcionar empleo –trabajo- para todos? ¿O producir y proporcionar bienes y servicios con la menor cantidad posible de trabajo (empleo)? 

El proceso de incrementar la eficiencia productiva del trabajo de las personas y gradualmente disminuir la cantidad requerida, y complementándolo con maquinaria que ahorra trabajo, durante los últimos 150 años, ha llegado a un punto de que esta sociedad tan organizada, pueda ofrecer de modo amplio y suficiente los materiales necesarios para la vida para todos, con una constante disminución del trabajo humano.

Pero esta organización ha estado trabajando tan defectuosamente, de modo tan deplorable —que sólo ha podido entregar apenas una pequeña fracción de la riqueza para la que está equipada para producir— por eso:

El público aún no se da cuenta de la enorme capacidad productiva que tiene el sistema industrial, y todavía cree que únicamente se puede producir una cantidad suficiente de riqueza, teniendo a toda la población trabajando largas y arduas horas, como se hacía antes de la invención de las máquinas-ahorradoras-de-trabajo. 

Por lo tanto, se ha culpado a las máquinas, como si fuesen una maldición, en vez de buscar y descubrir las razones por las cuáles, cada vez, dichas máquinas están más y más tiempo paradas, evitando la producción y disfrute de sus productos.

De modo general, la gente está empezando a darse cuenta de que el mundo, bajo este régimen económico capitalista e industrializado, ha llegado a una época de potencial sobreabundancia.  Escuchan que se están destruyendo millones de toneladas de trigo, leche, carne, café, y un sinnúmero de otros productos, que las cosechas se reducen a propósito; oyen que la riqueza en una gran variedad de formas, está siendo destruida en vez de ser distribuida para su consumo; ven que se mantiene desocupadas a personas que están dispuestas a trabajar y que en todos los países las fábricas y las máquinas funcionan a medio tiempo, mientras que de manera simultánea millones de personas, en el mundo entero, son destituidas, privándolas del derecho natural a formar una familia, porque el sistema no cumple con su papel de distribuir la creciente riqueza que podría producir, si se le permitiera.

Sin embargo, mientras claman con derecho pidiendo un cambio de sistema, en su mayoría las personas ignoran las verdaderas causales, e incurren en errores, por lo que esbozan esquemas de reforma ilegales y fútiles.

Estos esquemas son el Comunismo y el Socialismo. Ilegales, porque niegan los derechos naturales de las personas, y fútil, porque diagnostican de manera equivocada y en consecuencia el remedio aplicado no cura los males económicos que adolece y sufre la sociedad. Los Pontífices los han condenado, y eso debe ser suficiente para los católicos.

El Propósito de un Sistema Económico

Para encontrar el remedio apropiado, primero debemos diagnosticar con acierto la enfermedad. El propósito obvio y natural de todas las sociedades económicas e industriales es la provisión de bienes materiales y servicios, para el uso y consumo. 

Para servir este propósito hay dos procesos:

  1. Lo anterior se está haciendo más y más eficiente; por lo tanto el defecto está en la última parte, en la ruptura de la distribución.
  2. Hoy por hoy el medio de distribución es el dinero. El sistema monetario no está cumpliendo su función natural: por ejemplo, no está entregando los bienes.

Un Sistema Monetario Defectuoso

El dinero, básicamente es un sistema de intercambio de boletos, cuyo valor o validez está basado en la credibilidad de las personas (crédito) en la capacidad de producción de riqueza de la comunidad que los utilizan. Su única función es facilitar que los bienes producidos por la comunidad sean continuamente intercambiados y utilizados por los consumidores.

Es deber del Estado controlar que el sistema de emisión de dinero para la producción y generación de riqueza sea empleado en el consumo de esa riqueza producida, velando que el sistema efectivamente cumpla con esa función. Pero todos los gobiernos modernos han descuidado este deber, al entregar todo el sistema monetario a un deshonesto control de ciudadanos privados, quienes han ignorado el propósito esencial del sistema monetario, haciendo que sirva a un propósito antisocial y opuesto, que no es otra cosa sino que tener en sus manos el monopolio y la consolidación de todo el poder económico y político, para así ejercer su dominio sobre la sociedad.

Su Santidad el Papa Pío XI, en su carta encíclica Quadragesimo Anno, de modo explícito ha evidenciado este monopolio internacional y mundial de las finanzas, señalando algunas de sus desastrosas consecuencias.

Quienes controlan el sistema financiero o bancario, emiten el dinero comunitario "boletos" (para la producción y distribución de riqueza) como una deuda con ellos (con intereses) y lo recuperan y cancelan  (a través de los precios, por una porción de la riqueza producida) antes de que la totalidad de la riqueza producida sea intercambiada  y usada por los consumidores, provocando un abismo cada vez mayor entre la capacidad de compra de los consumidores y el total acumulado de los precios (esto es el total de dinero adeudado al sistema bancario) por la riqueza producida por la comunidad.

De ahí las exportaciones forzadas y la lucha competitiva de las naciones para conseguir mercados extranjeros; por eso la acumulación de deudas internacionales, por eso se dan los conflictos económicos que conducen a las guerras; por eso las hipotecas continuas y progresivas de plantas industriales, de capitales y de fuentes de riqueza de la sociedad al monopolio mundial de la banca que ejerce el control sobre toda la humanidad.

El Estado se Convierte en Esclavo

Otra de las desastrosas consecuencias, que señala el Pontífice, es la auténtica esclavitud del Estado (e. g. todos los gobiernos actuales y las organizaciones políticas del mundo moderno), a una plutocracia de un súper-estado, en el cual el poder político supremo es usurpado y ejercido por controladores monopólicos de la sangre misma de la economía y la industria, que son las finanzas.

Ahora, esta total perversión del derecho constituido por la organización industrial y económica, y la autoridad de esta última (en su dominio temporal) debería ser suprema. Esta autoridad es un derecho que deriva de Dios, y no de ningún poder o  gremio de aquellos que han usurpado el dominio económico y que se han inclinado ante el poder y la codicia.

Sin embargo, como consecuencia de este creciente empobrecimiento  financiero de las masas y de las progresivas hipotecas de las plantas productivas de la comunidad, así como del capital y de las fuentes de riqueza a los financistas que las controlan, el Estado se ha visto forzado a asumir y administrar muchas de las instancias económicas dentro del mismo Estado.

El Papa Pío XI, en su encíclica Quadragesimo Anno, manifestó que  algunas de esas organizaciones cooperativas —gremios o corporaciones— productoras de riqueza, tendrían el sólo propósito de asegurar una mejor planeada y eficiente producción de riqueza.

Pero solamente podrían cumplir este fin, si es que podían lograr que el Estado subordine el sistema monetario a la industria, encaminando legalmente este sistema monetario a retener los productos de la industria comunitaria (como productores) distribuidos para que sean utilizados por la comunidad (como consumidores). 

Es el deber de aquellos quienes han sido comisionados para enseñar y dirigir, sea dentro de la Iglesia como en el Estado, no sólo proporcionar principios sólidos para la guía en las relaciones sociales, políticas y económicas, sino también el estudiar las condiciones actuales que prevalecen en esas relaciones, para poder así, correctamente, aplicar los principios a los hechos, para eliminar los abusos y el mejoramiento de dichas condiciones.


1 Su Eminencia, Cardenal Saliege, Arzobispo de Toulouse (Francia), en su mensaje de Cuaresma, en 1954,  acerca del deber de los Cristianos en nuestra sociedad.