EL NECESARIO DIÁLOGO ENTRE ÉTICA Y ECONOMÍA

No le pidamos a la economía alcanzar un bien moral, ni a la moral alcanzar un bien económico. Esto sería tan descabellado como intentar ir de Montreal a Vancouver en el trasatlántico o de Nueva York a Francia en ferrocarril. 

Un hombre que esté muriendo de hambre no calmará su hambre recitando el Rosario sino tomando alimento. Esto conlleva un orden. Es el Creador mismo quien lo dispuso de esta forma y vuelve a ello únicamente siguiendo el orden correcto, a través de un milagro. Sólo El tiene derecho a romper este orden. Para saciar el hambre del hombre, es la economía la que debe intervenir y no la moral.

Algunos opinan y es opinión bastante extendida, que la llamada cuestión social es solamente económica, siendo, por el contrario, totalmente cierto que la cuestión social es principalmente moral y religiosa. Y por esta razón debe solucionarse de acuerdo con las leyes de la moral y de la religión. León XIII, Rerum novarum.

Los escritos de Juan Pablo II nos interpelan; "! Como sociedad democrática, vean cuidadosamente todo lo que está pasando en este poderoso mundo del dinero! El mundo de las finanzas es también un mundo humano, nuestro mundo, sometido a la conciencia de todos nosotros, de ahí la necesidad de la existencia de principios éticos. Por tanto vean especialmente el que puedan contribuir a la paz mundial con su economía y con sus bancos y no contribuir –quizás de manera indirecta- a la guerra y a la injusticia". Suiza 14 de junio de 1984.

¿Es posible el diálogo entre la ética y la economía? Debemos plantearnos esta interrogante, ya que para muchos es únicamente una cuestión para ser analizada en los altos ámbitos académicos. Para otros, en cambio, para quienes la persona humana es el centro de la preocupación, se trata de una de las exigencias vitales, que el mundo nos está planteando. Este diálogo es de suma urgencia y deberá darse con una apertura incondicional a la verdad. Por que recordemos que:

"La verdad que no se proclama no sirve a su propósito. La verdad es el arma contra todos los compromisos y la injusticia. La verdad es lo que saca a la luz al mal de la cubierta de la oscuridad. Los corazones que tiene miedo de la verdad, miedo de proclamarla, ya están comprometidos. Los corazones que niegan la verdad están en liga con Satanás mismo. Siempre permitid que la verdad sea vuestro pectoral de armadura, pues, cuando vosotros erigís por la verdad, todo el Cielo está de vuestro lado. Comprended que es el orgullo el que permite que la verdad sea comprometida. El orgullo hace que el compromiso aparezca como razonable. La humildad es la verdad. La verdad ve todas las cosas tal como ellas están paradas ante Dios. Nunca tengáis miedo de revelar la luz de la verdad en su integridad, pues este esfuerzo da a luz buen fruto"

Estas enseñanzas nos deben comprometer a ser testigos de la verdad por vocación y exigencia radical.

La angustia de la crisis financiera universal nos deberá a todos cuestionar si estamos siendo coherentes con nuestra fe. S.S. Juan Pablo II nos exhortaba a cambiar el corazón del hombre a través de una "Nueva Evangelización" para así colaborar en cambiar "las estructuras de pecado".

Ahora bien "es acertado nos dice Juan Pablo II, que hoy se preste atención a la dimensión social del pecado. Pero sería peligroso que el concepto de'pecado colectivo'llegara a ofuscar la responsabilidad moral, propia y personal de cada uno de nosotros". El pecado es un acto personal. Pero nosotros tenemos una responsabilidad en los pecados cometidos por otros cuando cooperamos a ellos: participamos directa y voluntariamente, ordenándolos, aconsejándolos, alabándolos, o aprobándolos, no revelándolos o no impidiéndolos cuando se tiene obligación de hacerlo o protegiendo a los que hacen el mal.

Así el pecado convierte a los hombres en cómplices unos de otros, hace reinar entre ellos la concupiscencia, la violencia y la injusticia. Los pecados provocan situaciones sociales e instituciones contrarias a la bondad divina. Las'estructuras de pecado'son expresión y efecto de los pecados personales. Inducen a sus víctimas a cometer a su vez el mal. En un sentido analógico constituyen un pecado social, nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en sus numerales: 1846-1869

Es necesario, por tanto, entablar un diálogo que permita hacer entrar en el análisis económico la consideración ética en esta era de abundancia, donde millones de nuestros hermanos mueren literalmente de hambre. Hoy como nos decía Juan Pablo II en Centesimus annus, es la situación de millones y millones de pobres cuya suerte no es mucho mejor que la de los proletarios de 1891, sujetos a un yugo servil.

¿Como no pensar también en al violencia contra la vida de millones de seres humanos, especialmente niños, forzados a la miseria, a la desnutrición, y al hambre, a causa de una inicua distribución de las riquezas entre los pueblos y las clases sociales?

La Doctrina Social de la Iglesia ha querido ser un diálogo con el mundo, llamando a "los fieles laicos y a todo hombre de buena voluntad, a quienes pertenece por propia vocación buscar el reino de Dios, tratando y ordenando según Dios, los asuntos temporales, a cumplir su propio cometido. Viviendo en el siglo, es decir en todas y cada una de las actividades y profesiones y aplicar las enseñanzas de la Iglesia.