El siguiente artículo fue escrito por Yves Jacques, Peregrino de San Miguel y responsable de la oficina en Estados Unidos, quien tuvo recientemente una experiencia increíble. Yves Jacques nos comparte su experiencia:
El miércoles 12 de octubre de 2022 comenzó para mí como un hermoso día de vacaciones con mi familia, nos encontrábamos en Roma, Italia. Habíamos planeado visitar varios sitios ese día; como la Basílica de Santa María la Mayor, la Basílica de San Juan de Letrán y la Basílica de San Pablo Extramuros. Pero entonces todo cambió; creo que San José organizó un plan especial para que me encontrara con el Papa Francisco ese día.
Me desperté temprano esa mañana y decidí dar un paseo antes del desayuno y, con suerte, encontrar una misa a la cual asistir. Al salir del hotel, a pocas cuadras del Vaticano, me dirigí a la Plaza de San Pedro y noté una gran multitud reunida cerca de la entrada. Le pregunté a una persona cuál era la razón, y me enteré de que era el día de la audiencia papal semanal (como lo es todos los miércoles). Realmente quería asistir, pero me dijeron que era necesario un boleto y solo se podía obtener a través de Internet, y generalmente solicitándolo con meses de anticipación. En mi cabeza, pensé: "Bueno, ¡eso no va a suceder hoy!"
Continué mi caminata cerca del Vaticano. Miles de peregrinos se encontraban ahí reunidos, incluidos muchos sacerdotes, religiosos y religiosas. Un sacerdote llamó mi atención; de pie, solo entre la multitud. Pensé que tal vez podría ayudarme para encontrar un lugar donde poder asistir a misa. Me acerqué a él y le pregunté si sabía dónde podía encontrar una misa cerca. Sonrió y dijo que no sabía dónde, pero confiaba en que encontraría una, "después de todo, ¡es Roma!", dijo.
Me presenté, le dije que era padre de una familia numerosa, evangelizador laico con los "Peregrinos de San Miguel", y que tenía un programa semanal en televisión por satélite en los Estados Unidos llamado "Corazones de la Sagrada Familia". Luego se presentó diciéndome que era de la República Democrática del Congo. Me emocioné, ya que yo conocía a varios obispos de ese país que habían asistido a nuestra sesión anual de estudio en la Casa de San Miguel en Rougemont, Canadá. Nombré algunos que él conocía. También le expliqué que los Peregrinos de san Miguel trabajan por un mundo mejor a través de la promoción de la Democracia Económica y una mejor comprensión de la enseñanza social católica (la Doctrina Social de la Iglesia) para santificar tanto la economía como a la familia.
Mi intención esa mañana era sólo caminar por Roma, y sólo tenía unas pocas imágenes de San José en mi bolsillo. Me gusta repartir estas imágenes a todos los que conozco, es por así decirlo, mi tarjeta de presentación. En el reverso de la imagen hay una antigua oración a San José. Le di una al sacerdote congoleño. Tomó la imagen, me miró y dijo: "Cuando usted se me acercó, acababa de terminar de hablar por teléfono con un amigo mío que trabaja en el Banco Mundial. Nos íbamos a encontrar hoy, aquí. Habíamos planeado asistir juntos a la audiencia papal. Me llamó para informarme que tenía que cancelar esta reunión e inmediatamente regresar a Washington, DC, para una reunión de emergencia. ¡Aquí tengo su boleto y creo que Dios me dice que es para ti!"
Totalmente sorprendido, acepté el boleto. Pero luego pensé en mi esposa, Anne Marie me estaba esperando para desayunar juntos. La llamé y le dije que un sacerdote congoleño que también estaba de visita en Roma me había dado un boleto para la audiencia papal, y le pregunté a mi esposa ¿qué debía hacer? Ella respondió: "Por supuesto que tienes que ir, y nos llamaremos más tarde".
Me uní a la fila de personas en la entrada de la Plaza de San Pedro y presenté el boleto que me habían dado. Un sacerdote que estaba frente a mí vio el boleto y me dijo: "Estás en la fila equivocada. ¡Tu boleto te da derecho a estar adelante, muy cerca de donde hablará el Papa!" Uno de los guardias suizos, al ver mi boleto, me acompañó a otra entrada, me condujo hacia la plataforma donde hablaría el Santo Padre y me indico mi lugar en la segunda fila, entre obispos y cardenales.
El Papa Francisco pronto llegó en su papamóvil. Estaba muy emocionado y le envié fotos a mi esposa a través del teléfono celular. Todavía no podía creer que estaba tan cerca del Papa Francisco. Habló de discernir la Voluntad de Dios en nuestras vidas, ¡fue muy hermoso! Al final de la audiencia, los obispos y cardenales comenzaron a formar una fila para reunirse con el Papa. Justo cuando yo pensé que era hora de irme y reunirme con mi familia, un guardia se acercó y nos indicó que nos uniéramos a la fila de dignatarios para saludar al Papa.
¡Realmente no esperaba eso! No me sentía preparado, con ropa para caminar, vestido de manera informal. Busqué en mis bolsillos y encontré mi rosario y las imágenes de San José con la oración en el reverso. Me tomé una selfie rápida con el Papa Francisco en el fondo, se la envié a mi esposa y le dije muy emocionado: ¡Voy a saludar al Papa!
Cuando me iba acercando al Papa, comencé a orar al Espíritu Santo para que me iluminara sobre lo que debía decir al Santo Padre. Tomé la imagen de San José en mis manos y leí el texto de la antigua oración milagrosa en el reverso. Cuando fue mi turno de saludar al Santo Padre, le entregué la imagen de San José y simplemente le dije: "Santo Padre, soy amigo de San José". Me miró, luego miró cuidadosamente la imagen de San José, sonrió y me dijo: "Por favor, pide a San José por mí".
Estas palabras del Santo Padre penetraron en mi mente. Era como si Dios mismo me hablara al corazón, dándome la misión de orar a San José por el Papa Francisco. Pero no solo por el Papa Francisco, sino por el papado, por todo el Ministerio Petrino. Había salido de nuestro lugar de descanso esa mañana con la única intención de disfrutar de un paseo, rezar el rosario y buscar una misa a la que asistir porque mi familia tenía una agenda muy ocupada para el día. Pero San José tenía otro plan, y me envió a encontrarme con el Papa Francisco esa mañana. El Papa Francisco a menudo dice: "Nuestro Dios es un Dios de sorpresas". San José ciertamente tenía una agradable sorpresa reservada para mí ese día.
Cabe señalar que el 12 de octubre, día en que tuve mi encuentro especial con el Santo Padre, es también el día de la fiesta del nuevo beato, Carlo Acutis (ver páginas 3-9). El joven Carlo dijo en su lecho de muerte: "Ofrezco al Señor todos los sufrimientos que tendré que soportar, por el Papa y la Iglesia, para poder ir directamente al Cielo sin pasar por el Purgatorio".
San José tiene un gran papel que desempeñar en la Iglesia. Hoy, más que nunca, la Iglesia está en peligro. El enemigo no sólo está en la puerta, sino que también hay enemigos, por desgracia, dentro de la misma Iglesia. San José salvó a Nuestro Señor Jesús del peligro cuando era niño, cuando lo protegió del malvado rey Herodes. Él protegió a la Sagrada Familia durante todos estos años del peligro y de los ídolos en Egipto. Dios Padre eligió a San José para proteger a la Sagrada Familia y por esto se le llama el Terror de los Demonios. Por lo tanto, la Iglesia naturalmente se dirige a él en busca de protección.
El Beato Papa Pío IX proclamó a San José "Patrono de la Iglesia Universal" el 8 de diciembre de 1870. El Papa es la cabeza visible de la Santa Iglesia Católica en la tierra, por consiguiente, debemos pedirle a San José que proteja al Papa en su función como Cabeza de la Iglesia. San José, como Patrono de la Iglesia Universal, es el patrón de todos nosotros, incluido el Papa. Dios Padre eligió a San José para proteger a la Iglesia, y en particular al Papa y al Papado. La Iglesia Católica es esposa de Cristo, y Jesús prometió que las puertas del infierno no prevalecerían contra ella. Por lo tanto, unámonos para orar y difundir esta oración especial a San José por el Papa y por la Iglesia. Para mí está muy claro que Dios lo quiere así. ¡San José, terror de los demonios, protege al papado!
Oración a San José
Oh, san José, cuya protección es tan grande, tan fuerte e inmediata ante el trono de Dios, a tí confío todas mis intenciones y deseos.
Ayúdame, san José, con tu poderosa intercesión, a obtener todas las bendiciones espirituales por intercesión de tu Hijo adoptivo, Nuestro Señor Jesucristo, de modo que, al confiarme, aquí en la tierra, a tu poder celestial, te tribute mi agradecimiento y homenaje.
Oh, san José, yo nunca me canso de contemplarte con Jesús durmiendo entre tus brazos. No me atrevo a acercarme cuando Él descansa junto a tu corazón. Abrázale en mi nombre, besa por mí su delicado rostro y pídele que me devuelva ese beso cuando yo exhale mi último suspiro.
¡San José, patrono de las almas del purgatorio, ruega por mí! Amén.
Protect the Papacy!