Nos deja después de haber consagrado 53 años de su vida
Réjean Lefebvre, peregrino a tiempo completo en la Obra de San Miguel Arcángel desde 1964 y uno de sus más grandes apóstoles, se fue pacíficamente a su encuentro con el Creador a las 23:05 el jueves 19 de octubre de 2017, a la edad de 69 años, en presencia de su amada hermana, Jacqueline, una enfermera de profesión, que lo acompañó a lo largo de su larga enfermedad.
Creemos que fue directamente al cielo. Estaba bien preparado y recibió la extremaunción.
A lo largo de su vida como peregrino de San Miguel, asistió a la Santa Misa y recibió la Sagrada Comunión todas las mañanas. Participó en todas las oraciones de la comunidad.
Al igual que todos los peregrinos de San Miguel a tiempo completo, él era consagrado como "Esclavo de Jesús a través de María". Totalmente entregados a la Santísima Virgen. Réjean nació el 29 de septiembre de 1948 en una gran familia de 12 miembros, católicos y Creditistas Sociales. Vivía en St. Thérèse de Blainville, al norte de Montreal. Sus padres, Léonidas Lefebvre y Régina Guay, estaban muy involucrados con el trabajo de San Miguel y Vers Demain.
Esto explica por qué de su familia nacieron tres peregrinos de San Miguel a tiempo completo. Habiendo sido criado en ese clima de caridad y donación de sí mismo, Réjean, tan pronto cumplió 15 años, decidió seguir el ejemplo de sus dos hermanos mayores, Marcel y Gérald, y se ofreció totalmente con este hermoso apostolado. Nunca miró atrás, ni tuvo dudas sobre su vocación.
Salía al apostolado con coraje y determinación, sin parar. Fue llamado "el bulldozer" (empuja tierra). Fue uno de los más grandes apóstoles de la cruzada puerta a puerta.
Casi a todos los que conocía les suscribía a la revista. Pasaba un par de días en nuestra sede en Rougemont preparando un nuevo programa, y salía otra vez por otros dos meses a conquistar otra región. Esta forma notable pero agotable de ejercer su apostolado duró más de 48 años.
Desgastado, se instaló en la Casa de San Miguel para continuar su apostolado más de cerca, mientras cumplía muchos otros deberes: hacía trabajos mecánicos, solicitaba comida para los Peregrinos de la casa madre, ya que a nadie se les paga por el trabajo que hacen.
Ardiendo con el fuego de su ideal, continuó su apostolado en el hospital, con otros pacientes, el personal de enfermería y sus médicos. Fue misionero hasta su último aliento. Él no ha muerto. Lo sentimos más vivo que nunca, y sabemos que nos ayudará desde lo alto.