Extractos tomados del libro titulado "Europe Today and Tomorrow" del Cardenal Joseph Ratzinger (Papa Benedicto XVI). Reimpreso con los debidos permisos.
Hoy nos encontramos en el medio de una Segunda Iluminación, que no solo ha dejado atrás el lema Deus Sive Natura si no que también ha desenmascarado como irracional la ideología de la esperanza marxista. En su lugar a propuesto un objetivo racional para el futuro, titulado El Nuevo Orden Mundial y que se supone será en su turno la norma ética esencial. Éste continua participando con el Marxismo de la idea evolutiva de un universo que apareció luego de un evento irracional y que fue formado por sus reglas intrínsecas, las cuáles sin embargo – distintas de las provisiones de las ideas ancestrales de la naturaleza – no pueden contener en su interior ninguna dirección ética.
El intento de deducir desde las reglas de juego evolutivo también las reglas de juego de la vida humana, y de ésta forma desarrollar una nueva ética, es en realidad muy difundido, pero no muy convincente. Existen cada vez más y más filósofos como Singer, Rorty, y Sloterdijk diciéndonos que el hombre tiene ahora el derecho y el deber de construir un nuevo mundo sobre bases racionales. El Nuevo orden mundial, una necesidad que no puede ser puesta en duda, dicen ellos, tiene que ser un orden mundial de racionalidad.
Hasta aquí todos ellos están de acuerdo. ¿Pero qué es racional? El criterio de la racionalidad ha sido trazado exclusivamente desde experiencias de producción tecnológicas sobre fundamentos científicos. Este tipo de racionalidad existe en sentido de funcionalidad, eficiencia, incremento en la calidad de vida. La explotación de la naturaleza que ésta conectada con ella, cada vez más se hace un problema, debido a peligros ambientales que se están volviendo dramáticos.
Mientras tanto, la manipulación del hombre por el hombre procede aceleradamente incluso con aún mayor desvergüenza. Las visiones de Huxley están definitivamente haciéndose una realidad: el ser humano no deber ser nunca más creado irracionalmente sino producido racionalmente.
Pero el hombre, como un producto, está a la disposición del hombre. Los especímenes imperfectos son desechados, hasta desarrollar al hombre perfecto vía planificación y producción. El sufrimiento debe desaparecer; la vida no puede ser sino placentera.
Semejantes visiones radicales son todavía instancias aisladas, en su mayoría atenuadas en muchas formas, pero cada vez más su principio de conducta es afirmado, el cuál dice, que es permisible al hombre el hacer todo lo que es capaz de hacer.
Tal posibilidad se hace un criterio que es suficiente para sí mismo. En un mundo que es entendido en una forma evolutiva, es también en sí mismo evidente, que no puede haber ningunos valores absolutos, cosas que son siempre malas o cosas que son siempre buenas; en cambio, la ponderación de los bienes es la única vía para discernir las normas morales.
Esto, sin embargo significa, que altos propósitos como por ejemplo, presuntos resultados experimentales para la cura de las enfermedades, justifiquen incluso la explotación del hombre, con tal que el bien anticipado aparezca suficientemente grande.
Pero de esta manera, nacen nuevas formas de opresión y surge una nueva clase dominante. Por ultimo, el destino de otros hombres es decidido por aquellos que tienen el poder científico a su disposición y por aquellos que manejan las finanzas. Se hace una obligación el no permanecer atrasado en investigaciones de donde no hay escapatoria y que estas mismas determinan la dirección a seguir. ¿Que consejo puede darse a Europa y al mundo ante esta situación?
Hoy en día, una característica, específicamente Europea parece ser, la separación de todas las tradiciones éticas y de la exclusiva dependencia en razonamientos tecnológicos y sus posibilidades. ¿Pero no llegara a ser un orden mundial con estas fundaciones en la realidad una utopía horrible? ¿Acaso Europa no necesita tal vez, o acaso el mundo quizá no necesita precisamente algunos elementos correctivos derivados de su gran tradición y de la gran tradición ética de la humanidad? La inviolable naturaleza de la dignidad humana tiene que ser el pilar fundamental e intocable de las regulaciones éticas. Solamente si el hombre reconoce que él es un fin (y no un medio), solamente si el ser humano es sagrado e inviolable, podremos tener confianza entre nosotros y podremos vivir en paz. No hay ponderación de los bienes que pueda justificar el tratar al hombre como un material experimental para fines superiores.
Solamente si vemos aquí algo absoluto, situado sobre todos los intentos de ponderar los bienes, actuaremos en una verdadera forma ética y no por medio de cálculos. La inviolabilidad de la dignidad humana significa también que ésta dignidad es válida para todos, a aquellos que tienen un rostro humano y pertenecen biológicamente a la raza humana. El criterio de la funcionalidad no puede tener aquí ninguna validez. Incluso el ser humano que sufre, que está incapacitado o incluso que todavía no ha nacido, es un ser humano. Me gustaría añadir que esto debe unirse también a respetar el origen del ser humano, de la comunión de un hombre y una mujer.
El ser humano no puede llegar a ser un producto. Él, no puede ser un producto; él solo puede ser engendrado. Y por esta razón deben estar enumeradas entre las éticas constantes de toda sociedad humana, la protección especial de la dignidad de la comunión entre un hombre y una mujer, sobre quienes está basado el futuro de la humanidad.
Pero todo esto es posible solamente si nosotros adquirimos un nuevo sentido de la dignidad del sufrimiento. Aprender a vivir también significa aprender a sufrir. Por consiguiente se demanda también aquí, el respeto por lo sagrado. Fe en el Dios creador es la garantía segura de la dignidad del hombre. No puede ser impuesta sobre nadie; pero, ya que es un gran beneficio para la comunidad, se puede demandar el respeto de parte de los no creyentes.
Es verdad: la racionalidad es un esencial contraste de la cultura Europea. Con este contraste, desde alguna perspectiva, ha conquistado el mundo, ya que la forma de racionalidad desarrollada primeramente en toda Europa delata la vida de todos los continentes hoy en día. Aún esta racionalidad puede llegar a ser devastadora si se separa de sus raíces y exalta a la posibilidad tecnológica como el único carácter distintivo. Es necesario el lazo entre las dos fuentes del conocimiento: la naturaleza y la historia. Estas dos áreas no solamente hablan de ellas mismas, si no que las dos juntas pueden proveer alguna indicación del camino a seguir.
La explotación de la naturaleza que se rebela en contra de su uso indiscriminado, nos ha sugerido nuevas reflexiones sobre los hitos provistos por la misma naturaleza. El hecho de tener el dominio sobre la naturaleza, en el sentido bíblico de la creación, no significa el uso violento sobre la naturaleza y la naturaleza al servicio del hombre. El mismo origen del hombre es un proceso que es natural y humano: en la relación entre un hombre y una mujer tanto el elemento natural y el espiritual están unidos en lo que es específicamente humano, lo que no puede ser despreciado sin causar daño. Entonces también las experiencias del hombre, que se reflejan en las grandes religiones son fuentes permanentes de conocimiento, de direcciones provistas por la razón, lo que son de interés incluso para alguien que no puede identificarse con ninguna de estas tradiciones. El deliberar, mientras se las pone en paréntesis, y el vivir sin tomarlas en consideración sería una presunción que finalmente dejaría al hombre desorientado y vacío. Todo esto no nos da la respuesta a la pregunta hecha sobre los fundamentos de Europa. Simplemente hemos querido bosquejar los contornos de la tarea que nos espera. Es urgente que nos pongamos a trabajar.
Papa Benedicto XVI
A la luz de las reflexiones hechas por el Cardenal Ratzinger (Papa Benedicto XVI) sobre el Nuevo Orden Mundial y la urgencia de su llamado a que "nos pongamos a trabajar", nosotros, los Peregrinos de San Miguel creemos al igual que muchos de nuestros lectores regulares que este Nuevo Orden Mundial impuesto sobre la humanidad sería una horrible utopía. Sobre este tema hemos escrito varios artículos de importancia. A través de los trabajos y escritos de nuestro fundador Louis Even y de la mano de la Doctrina de la Iglesia, promovemos una solución positiva basada en las enseñanzas sociales de la Iglesia que es el Crédito Social o Cristianismo aplicado. Este sistema de crédito social pondría al sistema financiero y a la sociedad al servicio de la verdad plena del hombre, de todo ser humano desde su concepción hasta su muerte natural, reconociendo con esto la santidad de la vida. Emprendamos este camino que el santo Padre nos señala, cambiemos el curso de la historia y coloquémonos al servicio de la Reina de los cielos y Madre nuestra. ¡Ella nos ha asegurado ya la victoria!