El demonio no es una fábula como algunos, para su desgracia, piensan. Su existencia real ha sido siempre enseñada por la Iglesia en su magisterio ordinario. Desmentir la existencia del demonio es negar la revelación divina que nos advierte sobre nuestro enemigo y sus tácticas.
El Concilio Vaticano II, en su Constitución Pastoral Gaudium Et Spes (Los gozos y las esperanzas), sobre la Iglesia en el mundo actual nos dice: "Toda la vida humana, la individual y colectiva, se presenta como una lucha, y por cierto dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas". "A través de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas que, iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice el Señor, hasta el día final". (Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, No. 13 y 37)
Hemos incluido esta sección especial que constituye una guía práctica de formación sobre la influencia de los espíritus malignos en el hombre. El autor espera que la lectura atenta y meditada de las preguntas que preceden, muestren al lector la necesidad principal de su propio progreso espiritual, basado en la confianza en AQUEL que desea, por sobre toda expresión, el amor y la libertad de sus hijos.
¿Qué derechos tienen los espíritus impuros1 sobre el hombre?
Estos Espíritus no tienen ningún derecho sobre el hombre creado a la imagen y semejanza de Dios, y rescatado de la influencia del demonio por la Sangre Preciosa del Salvador derramada en la Cruz. El hombre pertenece a Dios su Creador, su Redentor y su Fin último.
¿Qué poder tienen los espíritus impuros sobe nosotros?
El de una naturaleza angelical muy superior a la naturaleza humana; pero este poder está limitado y sometido a la medida del permiso divino. Si esto no fuese así, nosotros seríamos aplastados y destruidos.
Dios permite a los espíritus impuros tentar a todos los hombres y atormentar a un gran número, de maneras muy particulares.
¿Con qué fin Dios acuerda con los demonios estos permisos?
En su infinita Sabiduría, Dios dispone que con la presencia del mal puede ocurrir un bien mucho mas grande. Es así, que la tentación a la cual el hombre se enfrenta, permite a Dios la oportunidad de manifestarse con su Amor, y de que sus Gracias crezcan; los ataques diabólicos obligan al hombre a contar más con el Señor y a unirse más íntimamente a Él en la Fe, la Esperanza y la Caridad. El pecado mismo nos hace ver nuestra debilidad y nos mantiene en la humildad.
Las tentaciones y asaltos ponen en evidencia la necesidad del combate espiritual para llegar al Cielo.
¿Podemos decir que Dios quiere que los demonios atormenten al hombre?
¡Claro que no! Son los hombres que, por sus pecados, abren las puertas a los espíritus impuros; Dios ha creado a los hombres libres y Él respeta su libertad, incluso cuando la usamos mal.
¿Cuáles son los pecados que abren las puertas a los espíritus impuros?
Los pecados mortales abren las puertas a los espíritus impuros. El pecado mortal es siempre grave, ya que basta con uno para darle a Satanás derecho sobre nuestra alma y sobre nuestra eternidad, si la muerte nos sorprende sin que nos hayamos arrepentido o confesado.
¿A qué se llama un pecado grave?
Se trata de las obras de la carne de las cuales habla San Pablo (Ga 5, 19-21): "La fornicación, la impureza, el libertinaje, la idolatría y superstición, la hechicería, las enemistades, los pleitos, los celos, las iras, las ambiciones, las discordias, las sectas, la envidia, los asesinatos, el alcoholismo y orgías, la gula y otros parecidos".
Dicho de otra forma, todas las acciones por las cuales desobedecemos gravemente a los Mandamientos de Dios y de la Iglesia.
¿Existen pecados más graves que otros?
Ciertamente: aquellos que ofenden a Dios en su honor como la blasfemia, la superstición, el espiritismo, la magia y la adivinación, y que son para Él abominaciones (Dt 18, 9-14) 2. Tan sólo uno (por juego, imprudencia o ignorancia) puede abrir y ofrecer al demonio una brecha fatal.
¿Todos los pecados graves tienen las mismas consecuencias?
¡NO! El pecado mortal accidental del cual uno se arrepiente y se confiesa, no permite al demonio atraparnos, salvo que se trate de faltas señaladas y que son particularmente graves.
Pero los que dan a un demonio el derecho de maltratar al hombre y de introducirse, son sobre todo:
- La insensibilidad en el estado de pecado mortal (sin arrepentimiento, ni Confesión).
- La impotencia para perdonar. San Mateo nos habla del servidor "abandonado al verdugo" (Mt 18), por haberse rehusado a perdonar, cuando su amo le había aplazado toda su deuda. Este verdugo, ¿no es acaso el demonio y sus espíritus impuros llamados: rencor, odio, violencia, maldad, venganza, etc.?
- La Comunión eucarística en estado de pecado grave. Debemos referirnos que al faltar a la Misa dominical, por falta o negligencia, es un pecado mortal que debe ser acusado en Confesión para poder acercarse de nuevo a la SAGRADA COMUNIÓN. Debemos saber bien a lo que nos exponemos al comulgar en estado de pecado mortal (por ejemplo sin confesarse al menos una vez al año). "El que recibe el Cuerpo de Cristo indignamente, come y bebe su propia condenación, al no hacer el respectivo discernimiento del Cuerpo del Señor", dice San Pablo, y agrega: "Es por eso que Él les permite muchas enfermedades y que algunos terminen en la muerte" (1 Co 11,27-30).
¿Pueden abrirse las puertas por los pecados impersonales?
¡Ciertamente!
- a. Si los padres han practicado o practican todavía la magia, si pertenecen o han pertenecido a sectas satánicas como la Francmasonería.
- b. Si han consultado a adivinadores, morabitos (religiosos musulmanes), brujos, gurús o magos; (en el Medio-Oriente, éstos se hacen llamar indignamente jeques, que quiere decir sabios, ya que ellos liberan de cultos mágicos.); o también han estado involucrados con ellos, aceptando sus talismanes, amuletos, etc. Los curanderos que argumentan tener "dones" heredados o no, actúan (tal vez por su ignorancia) como verdaderos brujos que se entregan a la magia.
- c. Si somos víctimas de celos, de rencor o de deseos impuros voluntarios. Notar que todas las maldades pensadas no combatidas (las nuestras también), tienen por ellas mismas terribles consecuencias, pero más aun si son acompañadas de maldiciones, de blasfemias y de brujerías.
- d. Si somos objeto de un maleficio.
¿Hay otras causas que pueden abrir las puertas?
Ciertas circunstancias de la vida tienen origen en heridas, de las cuales el enemigo puede aprovecharse para tratar de infiltrarse. Un gran miedo, una gran pena, una gran depresión. La mayoría de espíritus impuros que han abierto la puerta a otros espíritus impuros han aprovechado los problemas de las relaciones de los niños con sus padres. Es importante proteger a los niños, ya que la fragilidad no inspira ninguna piedad a los demonios. 3
La sugestión diabólic a: el demonio provoca a la persona para entrar, sugiriéndole que debe heredar una enfermedad (por ejemplo el cáncer, la debilidad cardiaca o la depresión, etc.) de sus padres. Se debe rechazar absolutamente esta sugerencia.
¿Qué quiere decir exactamente: "Abrir la puerta a los espíritus impuros"?
Significa, dar uno mismo a los demonios la posibilidad de atormentarnos. Es, en definitiva, aceptar darle lugar, permitirle atraparnos, infiltrarse y finalmente instalarse, para llevar a cabo su obra de destrucción, de pecado y de condenación.
¿Por qué los demonios valoran tanto el atormentar a las criaturas humanas?
A causa del odio que ellos le tienen a Dios y por la imagen divina impresa en nosotros.
A causa de sus celos hacia los hombres que, salvados por la Encarnación Redentora (el plan de Amor de Dios al cual los demonios no quisieron unirse), han sido llamados a ocupar, en el Cielo, el lugar de donde los demonios fueron expulsados.
¿De que tipos de tormentos disponen los espíritus impuros contra el hombre?
Ellos pueden infestar los lugares, las casas, los objetos o los animales.
Ellos nos pueden maltratar, es decir nos atacan en nuestras propias oraciones, en nuestra salud, en nuestras afecciones, en nuestro trabajo, en nuestros recursos.
Ellos pueden obsesionar, es decir suscitar tentaciones interminables o pensamientos insufribles, de los cuales no podemos liberarnos.
Ellos pueden en fin poseer al hombre, es decir habitar en él.
Jesús expulsó los demonios de los poseídos. El término griego "daimonizomai" que la Santa Escritura traduce como "poseído", abarca de hecho todos estos tormentos diabólicos y podría traducirse literalmente por "endemoniado" o "que tiene demonios".
¿Qué parte del hombre puede ocupar el demonio?
Recordamos la doble diferenciación de San Pablo: "El hombre puramente natural "y "el hombre espiritual" (1 Co 2,14-15).
"Todo vuestro ser: el espíritu, el alma y el cuerpo…" (1 Ts 5,23).
Los demonios no tienen acceso directo sobre las facultades superiores del alma (inteligencia y voluntad), gracias a las que el hombre puede unirse a Dios. Pero ellos pueden influir sobre el alma a través de la sensibilidad, perturbando la memoria, la imaginación y sobre todo la afectividad, los que si pueden infiltrar, pervertir e invadir, total o parcialmente. Es decir, los demonios pueden habitar en el cuerpo del hombre.
Si bien, con el tiempo, ellos provocan en los hombres (y sobre su entorno) daños considerables (hostilidad, pleitos, incomprensiones, etc.), y no queda en el cuerpo más que estos espíritus impuros, ellos no tienen ningún derecho sobre los hijos de Dios y no son más que intrusos indeseables.
¿Cómo escapar de sus tormentos?
Se puede escapar de los tormentos diabólicos más graves (incluso de los maleficios destinados a provocar la muerte):
Si se lleva una vida cristiana ferviente basada en: la oración de corazón, la asistencia a la Santa Misa, la recepción frecuente de los Sacramentos (sobre todo la Confesión y la Eucaristía), y el análisis de conciencia.
Si nos protegemos del demonio al tener horror del pecado y de la oportunidad de pecar, si se resiste a la tentación, si se evita el pecado mortal o si logramos un arrepentimiento sincero inmediatamente.
Si se practica el combate espiritual.
¿El hombre entonces debería luchar contra los espíritus?
No tiene elección. Si no tiene vergüenza de "tener espíritus impuros" (nosotros tenemos a todos los espíritus interesados en nosotros), sería una gran imprudencia e inconsciencia acomodarse con ellos.
Para tener firmeza contra las tentaciones, la astucia y maniobras del diablo, el hombre debe combatirlo. El hombre es sometido a un continuo acoso en sus pensamientos, en su voluntad, en sus emociones y a veces en partes de su cuerpo. Nadie puede ignorar este combate frente a frente, salvo que aquí el enemigo es espiritual.
¿La Sagrada Escritura nos habla de la naturaleza de este enemigo?
San Pablo escribe a los Efesios: "Nosotros no debemos luchar contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra las dominaciones de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos repartidos en el aire" (Ef 6,12).
El Santo Padre Pío dice: "Si se vieran los espíritus impuros que están en el aire, la luz del sol sería oscurecida".
¿Están organizados estos espíritus?
Ciertamente, ellos se presentan como un ejército perfectamente estructurado y jerarquizado. Con su estado mayor, sus oficiales, sus batallones, sus fuerzas especiales y sus ejecutores; sin olvidar sus espías, sus agentes secretos, sus especialistas, y hasta demonios particulares (de cada uno de nosotros, de las ciudades, países, etc.). Bajo la autoridad tiránica del "Príncipe de este mundo"(que dispone de sus riquezas para quien le sirve),los poderes infernales constituyen un reino altamente organizado para controlar a toda la humanidad y atormentarla cruelmente.
¿De qué armas dispone el hombre?
San Pablo escribe en su segunda Epístola a los Corintios: "Porque aunque vivimos en la carne, no combatimos según la carne; porque las armas de nuestro combate no son carnales, sino que Dios las hace poderosas para derribar fortalezas" (2 Co 10,3-4).
Se trata entonces de armas espirituales, ya que el enemigo, al igual que el combate, es espiritual. Las armas principales son la oración y el ayuno.
Al escribir a los Efesios (Ef 6, 11-17), San Pablo nos precisa en qué consisten estas armas: "Vístanse, "dice el Apóstol, con la armadura de Dios, tomando:
La Verdad, como cinturón,
La Justicia, como coraza (es decir la santidad);
El Celo por el Evangelio de la paz, como sandalias;
La Fe, como escudo;
El casco de la Salvación (que consiste en guardar cuidadosamente sus pensamientos);
Y la espada del Espíritu, es decir la Palabra de Dios".
¿Por qué la mayor parte de los cristianos no están involucrados en este combate?
Simplemente porque no se les ha enseñado jamás la importancia, ni la forma de llevarlo a cabo. Se les ha repetido que ellos deben ser los testigos de Cristo, pero, ¿cuándo se les ha dicho que ellos deben ser los combatientes frente a un enemigo de astucias múltiples y multiformes? He aquí el por qué Satanás hoy en día tiene un buen juego (con el espiritismo, el ocultismo, las falsas religiones y las sectas), lanzando todas sus fuerzas en el combate, como él nunca lo ha hecho en la historia de los hombres.
¿Sobre qué terreno trabaja el demonio?
Los campos de batalla pueden ser cinco:
La reconquista de sí mismo. Se trata antes que nada de reconocer que los demonios pueden sacar provecho de los pecados o de las circunstancias de nuestra vida, y de esta manera desalojarlos y cerrar las puertas frente a ellos.
La batalla por la familia. Ya es hora de que las familias aprendan a echar al diablo fuera de sus casas. El mejor punto de partida es la consagración personal a los Corazones Unidos de Jesús y María. Cuando toda la familia coopera y se une, el diablo es vencido rápidamente. Para cerrarle la puerta en las narices, basta que en cada hogar nos esforcemos por seguir el plan querido por Dios: modestia de la mujer, amor del marido a su esposa- como el de Cristo por su Iglesia-, obediencia de los hijos.
La batalla por la comunidad local (parroquia), ya que se debe saber muy bien que un príncipe del mal ha sido enviado por Satanás para ocuparse activamente. Es tal vez un espíritu de división, de celos o de orgullo, etc. Debemos unirnos, amarnos, perdonarnos mutuamente y así atar estos espíritus de tinieblas que amenazan nuestras parroquias y comunidades.
Pelear por su país. ¿Qué es lo que nos impide protestar contra los Ángeles malvados encargados de arruinar un país o una región, y, para reducirlos, el invocar a los Arcángeles encargados de proteger estos mismos países?
La batalla por la Iglesia hoy en día atacada por todas partes, es traicionada en el interior por pastores indignos. ¿Quién piensa liberar de los demonios que la asaltan y de sus servidores "que han llevado sus manos impías sobre todo lo que ella tiene de precioso" (León XIII)?
Sobre todos estos terrenos de combate, se debe implorar la intervención de los Santos Ángeles, ya que la batalla es de ellos. Hoy en día, sobre todo, son ellos los protagonistas de este terrible combate en el que nuestras almas están en juego, y para el que contamos con: la Sangre de Jesús y su invencible Nombre, la ternura de María y el dulce afecto de todos los Santos y almas del Purgatorio.
Todos los santos lucharon con valentía contra el demonio pues los sostenía la fe. Sus vidas son modelos que nos demuestran cómo vivir en el poder de Jesucristo la vida nueva.
Jesucristo vence al demonio definitivamente en la Cruz. La actividad del demonio en la tierra sin embargo continuará hasta el fin de los tiempos. La parusía manifestará plenamente la victoria del Señor con el establecimiento de su Reino y el absoluto sometimiento de todos sus enemigos. Mientras tanto Dios permite que vivamos en batalla espiritual en la cual se revela la disposición de los corazones y nos da oportunidad de glorificar a Dios siendo fieles en las pruebas. Ahora debemos decidir a qué reino vamos a pertenecer, al de Cristo o al de Satanás. Si perseveramos fieles a Jesús a través de las pruebas y sufrimientos, el demonio no podrá atraparnos.
La última petición a nuestro Padre está también contenida en la oración de Jesús: "No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno" (Jn 17, 15).
Editado con los debidos permisos del libro de Mons. Tournyol Du Clos. ¿Podemos liberarnos de los espíritus impuros?
Editado por la FUNDACIÓN JESÚS DE LA MISERICORDIA de Quito, Ecuador. Av. Eloy Alfaro y 9 de Octubre.
¿QUÉ ES EL MALEFICIO?
Es el arte de perjudicar a otros con la ayuda del demonio. Con seis fines principales:
Para favorecer o destruir una relación entre dos personas.
Para envenenar psicológicamente a una persona por la aparición y la acumulación de sufrimientos (salud, sentimientos, trabajo, recursos).
Para que 'amarre' o ate (concentración, relación, matrimonio, descendencia, etc.)
Para que sufra o se enferme.
Para que se muera.
Para dominarla, siempre con la intención de desesperarla, hacerle pecar y condenarla eternamente.
1 El Nuevo Testamento hace referencia 56 veces de espíritus malvados; 11 veces de Ángeles malvados; 62 veces de demonios; 20 veces de personas endemoniadas y poseídas; 4 veces del adversario; 7 veces de Beelzebul; 37 veces de la Bestia; 34 veces del diablo o de lo diabólico; 13 veces del Dragón; 19 veces del enemigo: 1 vez del homicidio, 1 vez del padre del engaño; 10 veces del príncipe de los demonios o de este mundo; 14 veces de la serpiente o del tentador; 12 veces del Malvado; 36 veces de Satanás.
2 Catecismo de la Iglesia Católica, No 2111-2116.
3 No sabemos qué heridas pueden ser abiertas en un niño antes de su nacimiento, especialmente si no ha sido deseado o si ha venido al mundo en un contexto de muerte (aborto, fecundación in vitro).