El Reino de Dios como realidad transformadora
“Trabajar por el Reino de Dios significa reconocer y favorecer el dinamismo que está presente en la historia humana y la transforma, buscando la liberación del mal en todas sus formas y consecuencias” San Juan Pablo II
Dicho esto, podemos decir que el Reino de Dios no es sólo un concepto teológico, es una experiencia de vida; no es sólo una institución, es un pueblo que camina; un pueblo que camina con todas sus luchas, avances, retrocesos, triunfos, derrotas, sigue avanzando con un rostro de esperanza.
Construir el Reino de Dios significa caminar junto a aquel que tiene el rostro del niñito Jesús en el pesebre, sonriente, pero con frío, cálido en los brazos de su madre, pero abandonado por todo un pueblo; significa caminar junto al hermano que tiene el rostro desfigurado por el hambre y las injusticias de la vida, acompañando a Jesús hasta el Calvario.
Construir el Reino de Dios significa abrazar y luchar hombro a hombro con nuestros hermanos y hermanas con el rostro de Jesús despojado de sus ropas delante de los tribunales por denunciar las injusticias. Es mirar a los ojos a aquellos y aquellas que han perdido la dignidad prostituyéndose sin juzgarlos, haciéndoles una invitación a dejarse abrazar por el amor misericordioso de Jesús que nos perdona ante nuestras debilidades humanas.
Y es que cuando Jesús nos habló del Reino de Dios, no habló de fundar una ciudad o una iglesia, la Iglesia como la conocemos hoy, nace solamente después de la Pascua, después de su triunfante resurrección. Jesús nos habló de un mundo donde todos éramos considerados hermanos, un mundo de paz, de amor, de justicia, un amor donde la verdad reinará y sólo un Dios es adorado.
Esta es una invitación a reflexionar sobre nuestras acciones. Debemos interrogarnos con sinceridad, ¿mis actos son verdaderamente cristianos?
₁ Gulerme Dupain M. J. (2018) El Reino de Dios como proyecto de liberación del ser humano.
¿Qué haría Jesús en mi lugar? Y es que en muchas ocasiones nos convertimos en católicos de apariencia, cumplimos con ir a misa los domingos y saliendo de la Iglesia ya estamos juzgando nuevamente al vecino, vamos por la vida anunciando que somos catequistas, agentes de pastoral y que llevamos una vida de oración muy completa, pero, cuando nos hablan de llevar pan al hambriento, damos un rotundo NO, queriendo justificar nuestros actos diciendo que son pobres porque son flojos. Debemos discernir nuestra realidad personal, local, comunitaria, global, pero desde la mirada de Jesús, y es que Jesús no se predicó a sí mismo, Jesús predico la Buena Nueva, el Reino de Dios fue el tema central de su predicación.
Este Reino es a la vez promesa y realidad, sólo en la medida en que se producen hechos concretos de liberación –ciegos que recuperen la vista, paralíticos que vuelven a caminar, leprosos que son curados, endemoniados que son liberados, hambrientos que son alimentados. No son sólo milagros, son ante todo salvación, realidades benéficas y realidades liberadoras en presencia de la opresión. Esa promesa se hace realidad en Jesús que es la realidad más evidente del Reino de Dios, y que en la actualidad continúa siendo buena noticia para muchos que en las diferentes periferias de las ciudades siguen clamando liberación. ₁
Entonces a manera de conclusión podemos decir que: Construir el Reino de Dios es una invitación que, si sigue vigente y que Jesús nos hace a cada uno de sus hijas e hijos, no sólo a la monjita o al padrecito. Es una invitación a realizar hechos concretos de liberación, en medio de mi familia, de mi comunidad, de mi trabajo, de mi escuela.
En los siguientes números de la revista intentaremos seguir profundizando poco a poco sobre el Reino de Dios desde las Santas Escrituras y el Magisterio de la Iglesia.