La Iglesia nos da las claves para no dejarnos manipular por esta corriente
El interés por la Nueva Era puede responder a una auténtica búsqueda de espiritualidad. Sin embargo, Nueva Era y cristianismo no son compatibles. A través del documento vaticano "Jesucristo, portador del agua viva", la Iglesia nos alerta y previene sobre los peligros de esta corriente cultural tan extendida en tantas realidades, también eclesiales.
La postura de la Nueva Era frente al cristianismo no es neutral, sino neutralizadora, porque no lo considera una alternativa
La imposición de manos en el catolicismo no tiene nada que ver con el traspaso de energía de la Nueva Era. En la Iglesia la curación se produce por el poder del Espíritu Santo.
COMO HA reconocido Benedicto XVI en tantas ocasiones, la comunidad eclesial se muestra necesitada de purificación y reforma constante. No faltan hoy día pruebas ni sufrimientos a la Iglesia de Cristo. Quizá son precisamente esas imperfecciones en el rostro de la Iglesia las que hacen que muchas personas, con sentido religioso y trascendente, busquen la verdad fuera de ella. Precisamente el Documento vaticano Jesucristo, portador del agua de la vida reconoce este verdadero sentido religioso en las personas influidas por la Nueva Era. La publicación, presentada en el año 2003 por el Consejo Pontificio para el Dialogo Interreligioso, proporciona a los católicos las claves para interpretar la Nueva Era.
Pese a ese anhelo de trascendencia, cada día es más palpable la ausencia de Dios en el corazón y el alma de nuestra sociedad. Una ausencia, en muchos casos promovida por la creciente secularización, y en muchos otros, producida por motivos personales. Es por ello que muchas veces se mira a las sabidurías orientales o a las tradiciones precristianas lejanas (religiosidad cósmica, de rituales y creencias que muchos pensaban que habían sido suplantadas por el cristianismo) para buscar respuestas porque, en lo mas cercano, en nuestra comunidad parroquial, a través de nuestros sacerdotes o catequistas o por la pequeñez de nuestra vida espiritual, no hemos podido hallarlas. Es lo que le sucedió a Clare McGrath-Merkle. Las dificultades de la vida la condujeron a buscar fuera de la fe católica. Esta estadounidense se topó, además, con un diacono que no supo ofrecerle un apoyo certero, al contrario: le proporcionó libros sobre la Nueva Era. McGrath-Merkle estuvo cerca de ocho años perdida en esta corriente alternando su trayectoria en diferentes grupos y prácticas. Y explica por qué la Nueva Era resulta atractiva a muchas personas: « En este movimiento, la gente es muy cariñosa. La Nueva Era predica un evangelio de la paz y del amor que evita todo juicio ».
En el fondo, el ser humano siempre está en camino, en búsqueda de la Verdad, como ha indicado Benedicto XVI en su reciente visita a Santiago de Compostela. La existencia de la Nueva Era, así como su vigencia en nuestra sociedad, dan testimonio de este deseo. La Iglesia no es ajena a esto, como ha dicho el Papa Benedicto XVI en su última visita a España, ya que « participa de ese anhelo profundo del ser humano y ella misma se pone en camino, acompañando al hombre que ansia la plenitud de su propio ser ».
Esa cuestión de la Verdad halla su respuesta en el Evangelio. El documento Jesucristo, portador del agua de la vida ejemplifica esta respuesta con el pasaje del encuentro entre Cristo y la samaritana. La mujer pide un agua que sacie la sed. Un agua definitiva. Muchos otros, al oír el relato de esta mujer, se interesan por la figura de Cristo. Pasan de oír hablar de Jesús a conocerle personalmente. Es sólo entonces cuando comprenden. En nuestra mano está invitarles a conocer a Jesús, el que ofrece « un manantial que brota dando vida eterna ». Dios hará el resto. La de la samaritana es la experiencia de McGrath-Merkle. Para ella, « la mejor protección contra la Nueva Era son los Sacramentos, la lectura de la Sagrada Escritura, y la búsqueda de asesoramiento en nuestra Madre Iglesia. ¡Tenemos tantos regalos en nuestra fe! Si creyéramos en ellos, no estaríamos buscando magia ».
El test de las tres preguntas
El padre Manuel Guerra, uno de los mayores expertos de España en Nueva Era, maneja tres preguntas que permiten distinguir si hablamos con alguien influido o no por esta corriente:
1. ¿Admite el panteísmo, o sea, cree en un dios impersonal?
2. ¿Cree en la reencarnación de las almas?
3. ¿Cree que Jesús de Nazaret fue un hombre, como cualquier otro, hasta que en el Jordán, durante su bautismo, descendió sobre Él la "energía cósmica », transformándolo en el « Cristo » de la Era Piscis o cristiana hasta que sea sustituido por Maitreya (el Cristo de la Era Acuario)?
El padre Manuel Guerra indica que estas tres preguntas reflejan tres creencias básicas de la Nueva Era, por lo cual, quien responde « sí » por lo menos a una de ellas necesita saber que hay incompatibilidad entre la Nueva Era y el Cristianismo.
La Nueva Era es la búsqueda consciente de una alternativa a la cultura occidental y a las raíces judeocristianas. La postura de la Nueva Era frente al cristianismo no es neutral, sino neutralizadora, ya que no considera al cristianismo una alternativa aceptable. Por eso, y tal y como concluye el documento Jesucristo, portador del agua de la vida, desde el punto de vista de la fe cristiana, no es posible aislar algunos elementos de la religiosidad de la Nueva Era como aceptables por parte de los cristianos y rechazar otros.