Quien cohabita no ha de ser padrino y está en pecado mortal

El arzobispo de Santa FE, Michael J. Sheehan habla claro a sus 90 parroquias. Escribe una carta pastoral didáctica contra la cohabitación, las bodas pomposas y los padrinos en pecado, y hace que se lea en toda su diócesis.

No solo no se arredra, sino que si hace falta, insiste. En 1999 el arzobispo de Santa Fe (Nuevo México, EEUU, hoy con unos 250.000 católicos en 90 parroquias) ya escribió una carta pastoral sobre la cohabitación y el matrimonio, bastante llena de citas bíblicas ("los fornicadores no heredarán el Reino de los Cielos", Corintios 1, 6-9). No se limitó a publicarla: la hizo leer en todas sus parroquias. Han pasado 12 años, y como el problema continua, el arzobispo vuelve a la carga: una nueva carta, clara y rotunda, con fecha del 3 de abril y orden a todos los párrocos de leerla en misa. Esta vez no hay citas bíblicas sino directrices prácticas y directas. 

El arzobispo no es que esté especialmente obsesionado por el tema. Trata otros: por ejemplo, recientemente criticaba en una carta (y en persona) a la gobernadora de Nuevo México, Susana Martínez, por haber expresado el deseo de reintroducir la pena de muerte en el Estado. "Una mala idea", escribió el arzobispo. "Sería una marcha atrás". Pero la cohabitación es un caso de pecado público que la cultura norteamericana asume con facilidad y por eso el arzobispo ha querido insistir en este tema con ideas claras:

- Ni vivir juntos sin casarse (excepto aquellos que por ya tener hijos lo hacen sin relaciones sexuales, "como hermano y hermana, pero que deben regular su situación"). 

- Ni dar la comunión a los que cohabitan.

- Ni permitir que los que cohabitan repartan la comunión o que sean padrinos de bautismo o confirmación.

- Ni alejarlos de la parroquia: misa y servicios, sí; sacramentos y comunión, no

- Ni convertir el sacramento en un espectáculo lujoso y caro.

Por su claridad, y por ser un tema que los obispos en lengua española no suelen tratar en sus cartas pastorales, traducimos y publicamos íntegramente esta carta pastoral. 

CUIDADO PASTORAL DE PAREJAS QUE COHABITAN

Queridos hermanos en Cristo:

Todos somos dolorosamente conscientes de que hay muchos católicos hoy que viven juntos, en cohabitación. La Iglesia debe dejar claro a los fieles que estas uniones no están de acuerdo con el Evangelio y ha de ayudar a los católicos que se encuentran en esta situación a hacer lo que deben para que sus vidas sean agradables a Dios.

En primer lugar, debemos enraizarnos con firmeza en la enseñanza del Evangelio que, en lo que se refiere a la unión sexual, muestra solo dos estilos de vida que Jesucristo acepta para sus discípulos: una vida de castidad en soltería, o la unión de un hombre y una mujer en el Sacramento del Matrimonio. Para un cristiano, no hay una "tercera vía" posible. La Biblia y la Iglesia enseñan que el matrimonio es entre un hombre y una mujer y se opone a las uniones del mismo sexo.

Tenemos tres grupos de gente que viven contra la enseñanza del Evangelio sobre el matrimonio: los que cohabitan, los que tienen sólo una unión civil sin matrimonio previo y los que viven en unión civil que se casaron con anterioridad. Esta gente vive objetivamente en un estado de pecado mortal y no pueden recibir la Santa Comunión. Están en gran peligro espiritual. En el mejor de los casos, y tristemente así suele ser, ignoran el plan de Dios para el hombre y la mujer. En el peor, desprecian los mandamientos de Dios y sus sacramentos. 

De estos tres grupos, los dos primeros no tienen realmente una excusa. Deberían casarse por la Iglesia o separarse. A menudo aseguran que "no podemos permitirnos una boda por la Iglesia" (es decir, los ropajes externos) o que "¿y en qué cambia el tener un pedazo de papel?", ¡como si la alianza sacramental fuese nada más que una pedazo de papel! Estas afirmaciones muestran ignorancia religiosa o una falta de fe y de conciencia en la maldad del pecado. 

El tercer grupo, los que antes estuvieron casados y se han casado otra vez fuera de la Iglesia, pueden buscar una nulidad matrimonial y hacer que su matrimonio quede bendecido por la Iglesia. 

Por favor, recordad que el divorcio no es causa para abstenerse de la Santa Comunión siempre que no se haya entrado en otro matrimonio o en una relación pecaminosa. Muchos católicos se confunden en este detalle. 

Cristo Nuestro Señor ama a todas estas personas y desea salvarlas, no ignorando su pecado ni llamando bueno a lo que es malo, sino mediante el arrepentimiento y ayudándoles a cambiar sus vidas de acuerdo con su enseñanza. Nosotros, como su Iglesia, debemos hacer lo mismo. Por eso, os recordaría lo siguiente:

1. Las personas que están en las tres situaciones mencionadas no pueden recibir los sacramentos, con la importante excepción de los que viven castamente ("como hermano y hermana") hasta que su situación se regularice. Por supuesto, los que estén en peligro de muerte se supone que se arrepienten.

2. Estas personas no pueden ser elegidas como ministros extraordinarios de la Santa Comunión, no solo por el escándalo, sino más aún, porque se comete pecado de sacrilegio al administrar un sacramento en estado de pecado mortal.

3. Ni deben estas personas ser admitidas como padrinos de bautismo o confirmación, como explica claramente el Documento Archidiocesano sobre Padrinos. Es importantísimo que el padrino sea un católico practicante. ¿Y puede llamarse seriamente católico practicante a quien no es capaz de recibir los sacramentos porque vive en pecado?

4. En lo que se refiere a otros ministerios parroquiales y otras organizaciones, creo que es mejor dejar que discierna el pastor. Se necesita prudencia y evitar toda posibilidad de escándalo. Debemos ver la participación de estas personas en la parroquia como una oportunidad para trabajar con urgencia con ellas para acercarlas al arrepentimiento y la regularización de su estilo de vida. 

5. Muchos de estos pecados se cometen por ignorancia. Pido a nuestros pastores que prediquen sobre la gravedad del pecado y sus malignas consecuencias, sobre el 6º y 9º mandamiento de Dios y sobre la naturaleza sacramental y el significado del matrimonio cristiano. Nuestros programas catequéticos parroquiales, para niños, jóvenes y adultos, deben enseñar estas verdades de forma clara y repetida. 

Una boda por la Iglesia no requiere espectáculos y entretenimientos que cuesten grandes sumas de dinero. De hecho, ¡cuántas veces hemos visto las bodas más costosas acabar en divorcio al cabo de unos meses o pocos años! Si bien la belleza y el gozo deben rodear una boda cristiana, hay que recordar a todos que es un sacramento, no un espectáculo.

6. A aquellos que se casan fuera de la Iglesia debido a una unión previa les urgimos a buscar una nulidad mediante nuestro tribunal matrimonial. Si se muestra que el primer matrimonio carecía de alguna cualidad esencial para un matrimonio válido, el tribunal puede conceder la nulidad. Tu pastor te puede ayudar a empezar la causa matrimonial con este propósito. Es importante que estas parejas sigan rezando y acudiendo a misa aunque no puedan recibir la comunión hasta que su matrimonio sea bendecido por la Iglesia.

Nuestra cultura popular americana a menudo está en conflicto con las enseñanzas de Jesús y su Iglesia. Animo especialmente a los jóvenes a no cohabitar, que es pecaminoso, sino a casarse por la Iglesia y prepararse bien para ello. 

Felicito y doy las gracias a los miles de matrimonios católicos que son un modelo del sacramento del matrimonio según las enseñanzas de Jesús y su Iglesia.

Sinceramente vuestro en el Señor Resucitado,

Reverendísimo Michael J. Sheehan, arzobispo de Santa Fe


Volver los ojos a Dios

Juan Pablo II decía que "cuando un hombre pierde de vista la unidad interior de su ser, corre el peligro de perderse a sí mismo." Estar desunificado es como estar roto por dentro y por las grietas del alma se van colando esas enfermedades tan frecuentes en nuestros días: nos invade la relajación de las costumbres y aceptamos personas o relaciones pecaminosas, nos ataca el estrés y a reglón seguido se cae en la depresión. Desaparece todo rastro de paz y quedamos sumidos en un desasosiego permanente. Es un proceso gradual por el que vamos perdiendo el eje en nuestra vida personal y de pareja. De la crisis de identidad pasamos a la frustración y de ahí al desamor y a la dispersión total de la personalidad. ESTE MAL, que a todos nos acecha en un momento u otro de nuestras vidas, tiene su explicación en la pérdida de la visión de Dios y de nuestro objetivo en la vida eterna. El laicismo moderno busca estrangular nuestra fe y nuestra conciencia, y el maligno quiere robarnos el alma, sobornándola, engañándonos o violentándola con sus "estilos de vida moderna".