Ave María

Queridos lectores

Frente a la oleada de escándalos sexuales en la Iglesia, debemos saber que, han existido casos probados que hay que repudiarlos y rechazar con todas nuestras fuerzas ; pero recordar también que el espíritu del mundo los ha exagerado para atacar a la Iglesia de Cristo. 

Con esto y ante la degeneración que el mundo impone como norma irrefutable se nos proponen remedios estratégicos políticos-sociales, o incluso "nuevos" planteamientos pastorales. Se han olvidado de que, como nos lo recuerda el Cardenal Sarah

"Lo que más necesita la Iglesia hoy no es una reforma administrativa, ni un cambio estructural, ni una logística o estrategia de comunicación o un programa suplementario. El programa existe y es el de siempre, el Evangelio y la Tradición Viva". (Card. Robert Sarah)

Desde hace más de 60 años : El misterio de la redención, el precio de nuestra salud, la sangre infinitamente preciosa del Hijo de Dios, con cuya efusión habían sido expiadas nuestras culpas y habíamos adquirido el ser hijos de Dios, se han como borrado de la mente de los hombres. La predicación de la cruz, que era locura y escándalo no sólo a los ojos de los infieles y enemigos de Dios, que luchan en mortal combate contra la Iglesia desde dentro y desde afuera, con las armas de la maldad, el engaño y la violencia, ha pasado a cuestiones de fábulas, si algo… Ahora se nos pretende dar a un Cristo sin Cruz y una Cruz sin Cristo.

Estamos en un tiempo en que, tanto en las cátedras como en los púlpitos, las voces proféticas de antaño, han enmudecido, y no se habla más de la Cruz, del sacrificio y satisfacción, de méritos y culpas. Del premio y del castigo. Donde a aquellos pocos sacerdotes, que lo hacen son acusados de retrógrados y nostálgicos de un pasado y se los confina a lugares recónditos o simplemente se les envía a casas para tratamientos psiquiátricos.

Incluso los hechos, los milagros y misterios de Jesús han sido reemplazados por vanas teorías modernistas "teorías de la revelación" ; donde se nos presenta al Hombre-Dios, como un simple hermano o amigo de los niños, de los hombres, de los pecadores y de los pobres. Su vida ha sido reducida a solo doctrina, su pasión como ejemplo de virtud únicamente, y su muerte como amor vano, ya que para algunos hay la gran posibilidad de que "el infierno esté vacío y todos se salven". 

Se nos ha arrebatado la verdadera enseñanza, dándosenos en cambio Historias Bíblicas donde se duda o se niegan hechos tanto en el Antiguo como del Nuevo Testamento, colocándolos en meras novelas o parábolas ; se disimulan la ausencia del fondo con un lenguaje aniñado, accesible a la inteligencia del pueblo ; donde se quiere erradicar su piedad, sus antiguas oraciones y cánticos ; se ha introducido libros de devoción de ningún valor ni fondo, del mismo modo que se han reemplazado los antiguos breviarios y rituales.

Fácilmente nos inclinamos a mirar esta superficialidad como una situación pasajera, como una tendencia o nuevo "paradigma" de la época ; pero en la presencia de Dios, esta tendencia es la corrupción de la fe y las costumbres que lleva a tantos hermanos en un camino de aceptar toda nueva "enseñanza", sin discernimiento. Es un grave peligro para la salvación de innumerables almas, y desprecio tan vil del amor y la justicia del mismo Dios.

La Iglesia debe convertirse una vez más en signo de contradicción. Levantar su voz profética. Pero para ser nuevamente ese signo, no es suficiente con que la Iglesia mantenga simplemente la integridad y fidelidad a la doctrina. Se necesita algo más : una recuperación universal de la pureza de sus enseñanzas y de la vida tanto de sus Pastores como de los fieles ; necesitamos también recuperar el sentido de certeza sobre las enseñanzas de la Iglesia y la necesidad imperante del uso de los recursos espirituales de la Iglesia. El mundo no se convertirá por medio de una Iglesia que sale a hacer pactos con su degeneración espiritual. Es la Iglesia de siempre, con su vida en la confianza, la fortaleza en la verdad revelada y de su enseñanza ; aquella que predica sobre la gravedad del pecado y la infinita Misericordia de Dios al pecador arrepentido, y solo ella, ha de ser la que será reconocida por el mundo como el signo de contradicción que fue su Esposo mucho tiempo atrás, y que continúa siendo, muy a pesar del mundo.