La homilía está datada en 2002, pero sus verdades son perfectamente aplicables hoy. Entonces arreciaban las cifras a la diócesis de Boston por los abusos sexuales. El padre Landry, párroco del Espíritu Santo en Fall River (Massachsetts, EEUU), agarró el toro por los cuernos y afrontó la realidad. "A veces los elegidos de Dios le traicionan", lamentó recordando el beso traicionero de Judas.

Por supuesto, no ha sido el único caso en la larga historia de la Iglesia. Hay dentro de nuestra historia hombres pecadores. Los sacerdotes alemanes de la época de Lutero vivían abiertamente relaciones con mujeres y comercializaban con los bienes espirituales. El escándalo llevo a Lutero a plantear una Reforma equivocada.

La historia se repite hoy. "Este escándalo es como un perchero enorme donde algunos tratarán de colgar su justificación para no practicar la fe", señalo en 2002 Landry.

Porque la primera Iglesia se hubiera hundido si se hubiera fijado en Judas. "La primera Iglesia no se centró en quién traicionó a Jesús, sino en los otros once, gracias a cuya labor, predicación, milagros y amor, estamos nosotros aquí", dijo el párroco del Espíritu Santo. La respuesta correcta fue la ofrecida por San Francisco de Sales. "Aquellos que cometen ese tipo de escándalos son culpables del equivalente espiritual a un asesinato". Pero al mismo tiempo, el santo advertía: "Yo estoy aquí para evitarles un mal peor: los que permiten que los escándalos destruyan su fe son culpables de suicidio espiritual". Un suicidio que se produce por "cortar de cuajo su vida con Cristo, abandonando la fuente de la vida en los sacramentos", explico el párroco de Fall River.

San Francisco de Sales plantea una trascendental verdad: los sacramentos superan la santidad o no del sacerdote. "Es Cristo mismo quien actúa en los sacramentos a través de ministro; sin importar si es o no pecador en lo personal, perdonará los pecados del penitente".

Lo mismo ocurre en la Eucaristía: "Ya sea que el Papa Juan Pablo II celebre la misa o que un sacerdote condenado a muerte por un crimen celebre la misa, en ambos casos es Cristo mismo quien actúa y nos da Su cuerpo y Su sangre".  El párroco de Fall River concluye con ironía, pero con realismo: "Si tuviéramos que depender de la santidad de los sacerdotes, tendríamos graves problemas; son tentados como cualquier ser humano y caen en la tentación como cualquier ser humano".

"No podrá destruir la Iglesia; ¡ni siquiera nosotros hemos podido!. Fue la respuesta del cardenal Consalvi a Napoleón cuando le amenazaba con destruir la Iglesia. Y es que -como explica el párroco- "la Iglesia está hecha a prueba de sacerdotes". Y más: Jesús nos prometió que las puertas del infierno no prevalecerán".

La solución pasa por responder a la llamada a la santidad de todos: sacerdotes, religiosos y laicos. "Cuando la Iglesia llegó a su punto más bajo, Dios elevó a tremendos santos que llevaran a la Iglesia de regreso a su verdadera misión. Es casi como si en aquellos momentos de oscuridad, la Luz de Cristo brillara más intensamente", dijo a sus fieles Landry.

La santidad de san Francisco de Sales fue la respuesta a la Reforma luterana y a la corrupción de la Iglesia de la época. San Francisco de Asís fue la respuesta a la inmoralidad de la Iglesia italiana del siglo XIII. "Los sacerdotes daban ejemplos espantosos", reconoce el párroco del Espíritu Santo.

Pero la respuesta al interrogante de la corrupción debe ser siempre la misma. Una vez le preguntaron al santo de Asís qué haría si supiera que el sacerdote que celebra la misa tiene tres concubinas. "Cuando llegara la hora de la Sagrada Comunión, iría a recibir el Sagrado Cuerpo de mi Señor de las manos ungidas del sacerdote", fue su respuesta.