El mismo título de este artículo es probable que cause división, pero debe ser considerado eso como bueno y no como una mala consecuencia. Parafraseando a G. K. Chesterton, lo maravilloso de entrar en el agua caliente es que te mantiene muy, pero muy limpio. Tal vez algunos quedaran perplejos, quizá enojados, de que me atreva a especular, incluso a preguntar, sobre el futuro de la Iglesia Católica Apostólica y Romana; otros que están tan convencidos de que el catolicismo no tiene ningún futuro me van a regañar por sumergir unos cuantos dedos de los pies en las aguas que ellos asumen contaminadas.
Para los primeros, podemos cuestionar el futuro sin conformarnos con el tema. Para los últimos – volviendo a la referencia higiénica chestertoniana - nunca es bueno presumir de tener los pies sucios. Si están sucios, hay que lavarlos. El punto es, sin embargo, que mientras que la propia Iglesia no puede y no cambia en sus fundamentos, el mundo a su alrededor, y algunos de sus miembros pretenden cambiarla. Lo que los católicos necesitamos hacer y tenemos que hacer es explicar que la Iglesia tiene sus raíces en la verdad permanente y el por qué no se puede cambiar - y también muy audazmente - donde la Iglesia está en efecto, en necesidad de reforma hacerlo (entendiendo como reforma el sacar de la Iglesia todo lo que no es Cristo y de Cristo) el por qué este es el caso, y la forma en que se lo puede lograr.
Chesterton, un gran pensador, quien se convirtió al Catolicismo y entro en la Iglesia en 1922, tenía unos análisis proféticos profundos. Predijo por ejemplo que la deriva de la mentalidad nihilista moderna evolucionaría hacia lo ridículo en una gran guerra contra lo objetivo. Nos invitaba a prepararnos para la batalla en defensa del sentido común.
Dicho esto, recordamos también lo que nos decía el Cardenal Burke: "Estamos en un momento de crisis en la Iglesia, un momento crítico en el que tendremos que darlo todo para salvaguardar tanto la verdad de la fe, no sólo para nuestra propia salvación, sino para la salvación de nuestro mundo y para las generaciones por venir."
Mi propia experiencia confirma el sentimiento del cardenal Burke de que la Iglesia se enfrenta a una grave crisis. Estoy oyendo hablar y leyendo acerca de católicos que se enferman, desilusionados o conducidos a medidas desesperadas por el caos causado por quienes en autoridad tienen el deber de conducir a las ovejas del rebaño y confirmarnos en la fe y no lo hacen.
Se podría presumir que las constantes noticias de cardenales, obispos y sacerdotes juzgados por delitos de homosexualidad contra jóvenes adultos y niños; cuestionando, incluso o descaradamente contradiciendo, doctrinas de la fe; ha dado lugar a que muchas dudas emerjan en el interior de miles de fieles, acerca de lo que podríamos llamar el futuro del catolicismo.
Todo esto y más lo debemos reflexionar bien ya que se están tergiversando doctrinas que afectan a la esencia de la fe y, si se modificasen, la Iglesia podría estar negando gravemente lo más sagrado: la Revelación divina, la enseñanza del mismo Señor. La Iglesia corre el peligro de traicionar a su Dios y Señor con una « gravedad inaudita », como lo refiere el Padre Santiago Martín.
Y como manifiesta el Rev. Padre José María Iraburú:
Si usted está entre aquellos, ‑ católicos algo raros ‑, que realmente cree lo que enseña la Iglesia, no se desanime. Es necesario insistir, afirmar a los hermanos en la fe católica y reprobar los errores contrarios, "combatiendo los buenos combates de la fe" (1 Tim 6, 12).
La única manera eficaz, temporalmente, de combatir contra los males en la Iglesia hoy en día es exponerlos con claridad y objetividad. Es precisamente en la oscuridad y en la sombra que el demonio hace su trabajo en silencio y con eficacia. « el combate crítico de los errores todavía es más martirial. Eso es lo que suscita más graves persecuciones, incluso dentro de ciertos ambientes de la Iglesia. Al que diga al poderoso « no te es lícito tener la mujer de tu hermano » (Mc 6,18) muy probablemente le cortarán la cabeza. Nada es actualmente tan peligroso como afirmar la verdad de Cristo, sobre todo en los países de antigua filiación cristiana, hoy apóstatas. »
Puede haber personas –sean clérigos o laicos que no quieren que los males que afectan a la Iglesia sean descubiertos, ya que estarían expuestos a las enfermedades espirituales que están extendiendo alrededor de la Iglesia. Así que pueden ocultarse detrás de la excusa de que la exposición de la verdadera naturaleza de su mal es detracción y por lo tanto poco caritativo.