Así, pues, la unión del hombre y la mujer, causa de la generación, constituye el bien natural del matrimonio. Pero usa mal de este bien quien usa de él como las bestias, de modo que su intención se encuentra en la voluntad de la pasión y no en la voluntad de la procreación.
Aunque en algunos animales privados de razón -por ejemplo, en la mayor parte de los pájaros - también se observa como un cierto pacto conyugal; así, el ingenio de construir los nidos, el tiempo dividido en turnos para incubar los huevos y los trabajos sucesivos de alimentar los polluelos hacen ver que al juntarse se preocupan más por asegurar la especie que de saciar el placer. De estas dos cosas, la primera hace al animal semejante al hombre; la segunda, al hombre semejante al animal.
San Agustín