Presentamos extractos de una conferencia pronunciada en el marco del XII Encuentro de Formación Católica de Bs.As. "Educación para tiempos difíciles –resistir edificando en la Verdad-", de la Lcda. Silvina Marlia de Alonso. Ella es Psicopedagoga y Licenciada en Ciencias Psicopedagógicas por la Universidad Católica Argentina (UCA), sede Mendoza. Se desempeña como psicopedagoga y coordinadora del Departamento de Orientación y Tutoría del Colegio "Catherina" de FASTA. En dicha Institución, además, es profesora titular de Psicología de la Educación.

Una civilización en decadencia no está en condiciones de educar.

El Papa Benedicto XVI hizo notar que una sociedad en la que prevalece el relativismo, donde se pierde la confianza en la bondad del ser, de la propia vida y de las relaciones que la constituyen, no está en condiciones de educar, entra en "emergencia educativa". 

La crisis de la educación no es una crisis de métodos, ni de sistemas de enseñanza-aprendizaje, ni de la formación de los docentes, ni siquiera de la motivación o desmotivación que padezcan los alumnos. Es una crisis del hombre y de la cultura (civilización). Cuando el hombre y la civilización por él forjada pierden su "sentido", naturalmente entrará en crisis también la educación. Parafraseando al maestro mendocino Francisco Ruiz Sánchez, si perdemos de vista los "fundamentos", si ignoramos los "fines" propios del hombre y de la cultura humana, luego, la educación carecerá de sus pilares substanciales y perderá sentido también ella. En términos ignacianos, sería esto como olvidar el "Principio y Fundamento", esto es, "Yo, ¿para qué nací ?"  

Precisamente esto es lo que está sucediendo con la educación en la Argentina de hoy. Deliberadamente omite el dato de la "naturaleza" del hombre y menosprecia el hecho de que el hombre ha de ser educado para alcanzar sus "fines" propios. Educación constructivista, por una parte, y funcionalista-adaptativa, por la otra. 

A continuación me gustaría glosar algunos párrafos del Discurso que el Papa Benedicto XVI diera a los Obispos Italianos con ocasión de su reunión plenaria en Roma. El tema de dicha reunión era, precisamente, la "emergencia educativa". Dice Benedicto :

"(…) me parece necesario ir hasta las raíces profundas de esta emergencia para encontrar también las respuestas adecuadas a este desafío. Una raíz esencial consiste – me parece – en un falso concepto de autonomía del hombre : el hombre debería desarrollarse solo por sí mismo, sin imposiciones por parte de los demás, los cuales podrían asistir a su autodesarrollo, pero no entrar en este proceso" (Fin de la cita). 

Más adelante agrega el Papa :

"Por ello la llamada educación antiautoritaria no es educación, sino renuncia a la educación (…) Por tanto un primer punto me parece este : superar esta falsa idea de autonomía del hombre, como un "yo" completo en sí mismo, mientras que llega a ser "yo" también en el encuentro colectivo con el "tu" y con el "nosotros". 

Nosotros diríamos que este "tú" al que alude el Santo Padre es el maestro, causa eficiente de la educación en el sentido de que contribuye a "educir" ("educere") la mejor forma del alumno, su mejor estilo, el que desea llevar a esa plenitud dinámica en que ha de consistir siempre la perfección de las potencias humanas superiores. 

El maestro seguro de su misión y llamado a cumplirla con heroísmo debe saber tener una doble visión : ver más allá y ver dentro. El maestro ha de hacer visibles ciertos mundos invisibles. Primero, el mundo de los bienes y de las virtudes que ha de encarnar en la realidad de sus alumnos. Ha de unir aquellas formas celestes con estas realidades humanas concretas. Anticipar el futuro, declarar su visión ideal, recorrer con su imaginación y con su corazón la distancia que media entre la oscura y dura realidad actual y el porvenir áureo en el que admirará en silencio la obra perfecta. Segundo, cultivar y perfilar la forma bella, inexplorada aún, que duerme oculta y escondida en las durezas de la materia individual. Sacar lo que está escondido pero que vale la pena. En ambos casos, el maestro se comporta como un artesano : convierte en vitales las formas ideales. Torna existentes entidades abstractas. Por eso convendrá recordar siempre que la educación es un arte y no una ciencia. 

Nuestros jóvenes, aunque no lo sepan, a veces sin quererlo y sin decirlo, reclaman de sus maestros, no simplemente profesores. Quieren al artesano del espíritu. Reclaman al pedagogo del alma, al conductor del ánimo hacia el reino celeste de los bienes que no se terminan y que, además, deleitan. Arden, con pena y a tientas, por los amores que nosotros debiésemos amar. La ejemplaridad del maestro ha de consistir en la palabra justa, en el gesto eximio, en la compostura toda hecha de humanidad plena. El maestro ejemplar porta a dominios eternos los trémulos ojos adolescentes que no harán otra cosa sino gozar, viendo y, en la vista serena, amar lo contemplado. 

"La otra raíz de la emergencia educativa, nos dice Benedicto XVI,  yo la veo en el escepticismo y en el relativismo o, con palabras más sencillas y claras, en la exclusión de las dos fuentes que orientan el camino humano. La primera fuente debería ser la naturaleza según la Revelación. Pero la naturaleza es considerada hoy como algo puramente mecánico, y por ello de su ser no procede orientación alguna. La Revelación se considera o como un momento del desarrollo histórico, y por tanto relativo, como todo el desarrollo histórico y cultural, o – se dice – quizás hubo revelación, pero no abarca contenidos, sólo motivaciones. 

Y si callan estas dos fuentes, la naturaleza y la Revelación, también la tercera fuente, la historia, deja de hablar, porque también la historia se convierte sólo en un aglomerado de decisiones culturales, ocasionales, arbitrarias, que no valen para el presente y para el futuro. Es fundamental por tanto volver a encontrar un concepto verdadero de la naturaleza como creación de Dios que nos habla ; el Creador, a través del libro de la creación, nos habla y nos muestra los verdaderos valores. Y después también volver a encontrar la Revelación : reconocer que el libro de la creación, en el que Dios nos da las orientaciones fundamentales, está descifrado en la Revelación, está aplicado y hecho propio en la historia cultural y religiosa, no sin errores, pero de una manera sustancialmente válida, que cada vez hay que desarrollar y purificar. Así, en este "concierto" – por así decirlo – entre creación descifrada en la Revelación, concretada en la historia cultural que siempre va adelante y en la que volvemos a encontrar siempre el lenguaje de Dios, se abren también las indicaciones para una educación que no es imposición.

Hace un momento aludíamos a los fundamentos y fines de la educación. La falsa autonomía del hombre y el relativismo pretenden destruir el concepto de naturaleza. Ahora debiéramos identificar las modas  o ideologías que atentan contra los fines de la educación. Hace poco una encuesta sobre "religiosidad privada y laicidad pública", publicada por La Nación, daba cuenta de esta notable relación : "en términos educativos, para el grupo social que sólo cuenta con estudios primarios, la religión es importante en un 69 por ciento de los casos ; disminuye nueve puntos entre los que alcanzaron el nivel secundario, y vuelve a reducirse hasta el 48 por ciento entre quienes cuentan con estudios terciarios o universitarios". ¿Qué significa esto ? 

Significa que cuando la escuela no educa, en el sentido propio del término, sino que "informa", "instruye" o peor aún "adoctrina en alguna de las sectas partisanas" entonces sí, se deteriora y se pierde el sentido cultural y cultual de la escuela. La escuela moderna ha ido separando al hombre, a medida que avanza en el sistema educativa, de los ritos, del misterio y de la verdad profunda. Verdad que es también la Verdad Revelada. 

Esto nos recuerda las coplas del Martín Fierro cuando dice que "hay hombres que de su ciencia tienen la cabeza llena, hay sabios de todas menas, mas digo sin ser muy ducho, es mejor que aprender mucho, el aprender cosas güeñas". El saber cosas güeñas es el saber de salvación que nos enseñaba Jordán Bruno Genta, el saber supremo que consiste en la sabiduría, la ciencia más alta que es la de las causas supremas y los fines últimos. De allí también las palabras certeras de nuestro Padre Castellani : "el buen saber es la clave, quien sabe salvarse sabe y el que no, no sabe nada". Si la escuela moderna pensó y llevó a cabo este proceso de ruptura entre enseñanza y sabiduría, entre enseñanza y culto, entre enseñanza y salvación ; nuestra escuela de hoy no ha hecho sino sacar las últimas consecuencias de aquellas tremendas premisas. Por eso la escuela argentina actual está adoctrinando para un ateísmo práctico. Y este diagnóstico duro no vale solo para las escuelas públicas, también le cabe el sayo a innumerables escuelas católicas. Por eso cabrían bien aquí aquellas palabras de Papini : "A los seis años, interrumpí mi educación para ir a la escuela con todas sus herejías pedagógicas".