Querido lector, en su viaje evangelizador a través de los continentes, la revista SAN MIGUEL sigue siendo aceptada en más hogares, y desea poder llegar a grupos más extensos que necesitan de esta publicación. Alguien podría considerar superfluos los temas tratados en esta revista, cuando en nuestros días los gustos han cambiado; cuando la valoración que se tiene de la vida real está cargada de un falso positivismo e incluso la reflexión con frecuencia pasa de un coloquio individual a una investigación de grupo. Sin embargo esta edición, con la ayuda de la Gracia de Dios, intenta ser luz de la tierra en medio de tantas tinieblas y cegueras.
Muchos de los retos que enfrenta el católico en un mundo cada vez más hostil al Evangelio se deban quizá a la presentación que se hacen de las realidades desde una "Teología positivista" donde se teme hablar de la verdad en perjuicio de una falsa caridad. Y haciendo mías las palabras del Padre Dolindo Routolo, exegeta del siglo diecinueve, adaptadas a nuestros días, continuo. "Incluso en nuestros días se nos presentan doctrinas desde un punto de vista sólo místico o trascendente, sin atraer la atención sobre la razón de su valor divinamente real, incluso para la vida temporal; se muestra como meta de heroísmo lo que es también meta de lógica y de orden, y se hace creer que ciertas normas son buenas para quien adopta una vida de ocioso ascetismo, casi identificado con el faquirismo hindú, y no para quien está en el torbellino de la realidad de la vida. Es necesario desacreditar tales prejuicios y mostrar, a la luz de la misma lógica y de la psicología humana, que la Doctrina de Jesucristo es divinamente verdadera, precisamente cuando se la mira con relación a la objetiva y dura realidad de la vida, de la vida mirada tal como es, no mutilada en sus ganglios vitales".
De hecho, prosigue el Padre Routolo, "otro error gravísimo en la valoración de la vida real es la de mutilarla antes, y luego tener la presunción de adaptar las doctrinas a tal mutilación. Se entiende que para los mutilados del pie derecho existen tan sólo zapatos izquierdos, y que una zapatería que todavía venda zapatos en par parecería obsoleta. Se comprende que para quienes les falta un ojo, el cristal del lente es un anacronismo para el cuenco vacío, donde tan sólo hace falta un piadoso cristal negro que lo oculte. Se entiende que todos los alimentos exquisitos son inútiles para quien tiene el estómago ulcerado o atrofiado. Ahora bien, juzgar las realidades y doctrinas de la vida aplicándolas a los mutilados o a los muertos, y pretender que sea obsoleta la teoría muscular sólo porque es inaplicable a los huesos secos de un cementerio, es una tontería tal que suscita una profunda compasión.
La generación moderna cree que es diferente de las de antaño porque considera que es grandeza de vida real, sus mutilaciones, o funciones normales de la vida, sus enfermedades. Esa es una de las ilusiones más diabólicas. En la sección de enfermos de cólera de un hospital es función normal de todos vomitar o defecar, pero es función de la vida enferma; en la sección de enfermos de hígado es normal el color amarillo, pero éste no es el color de la salud".
Los vértigos de la vida moderna y sus falsas realidades que cambian de acuerdo a quien lo mire, no son vida, son síntomas de profundas enfermedades. Negarlo o tildar de pesimistas o negativos a quienes miran estas enfermedades y las denuncian sólo agrava al enfermo y a la enfermedad.