Aquí presentamos un fragmento de los mensajes del Señor Jesús, trasmitidos en los años del comunismo a una monja de la Obra de la Adoración Eucarística.

Jesús en la Eucaristía

« Me quedé con vosotros en el misterio del amor y en la Santa Misa, en la Sagrada Comunión y en todos los tabernáculos del mundo. Me quedé como rehén para daros mi vida en abundancia y enseñaros a adorarme a Mí, y a través de Mí, al Padre.

¡Mira! Estoy presente en el tabernáculo. Anhelo transformar a cada ser humano en un Sagrario viviente.

Deseo, como sacerdote eterno, que se celebre Mi adoración aquí, en la tierra, mediante la fe y el amor prodigioso de la gente. Quiero perfeccionar ese amor suyo, y a continuación, transformarlo en una capacidad para ver las cosas de tal forma que inspire felicidad en el cielo.

Quiero hacer de todo vuestro ser y de toda vuestra vida una adoración perpetua. Que esta adoración no se quede en meras palabras que se desvanezcan, o en un impulso superficial.

Toda la personalidad del ser humano debería participar de la adoración. Anhelo fieles que sepan adorar, y no solamente unas horas o con actos de adoración aislados. Que todo lo que seas, todo lo que tengas, todo lo que hagas y todo lo que te ocurra se mantenga en contacto ininterrumpido Conmigo, mientras Yo glorifico al Padre en la Eucaristía.

Entonces serás algo más que un mero Tabernáculo que custodia la Hostia eucarística: tú mismo te conviertes en hostia viva, pan de ofrenda dotado de conciencia en el que Yo mismo vivo, pienso, trabajo, sufro, me sacrifico y triunfo. Ésa es la meta de la adoración (y sobre todo de la Obra de la Adoración Eucarística): que, unida a Mí, lleves una vida como la Mía, consistente en glorificar a Dios, darle gracias y mostrarle agradecimiento; en amar a Dios y a los demás para que tu vida sea una ofrenda de expiación por los pecados del mundo, una vida llena de oración para que los planes de Dios se realicen; para que Yo funde tanto en ti como en cada alma, en la Iglesia y en la humanidad de todos los tiempos, el reino eterno de la Santísima Trinidad. Para que lleves una vida de contemplación y ofrendas, llena de amor y de paz. Porque la adoración no es una forma de religiosidad externa que uno adopta ante el tabernáculo para luego desembarazarse de ella al salir a la calle, ir a trabajar todos los días, volver a casa, estar en el teatro, en el cine, visitando a los amigos, en el círculo familiar, en el claustro o cumpliendo con las obligaciones que exige la vida en sociedad; ¡La verdadera adoración es el Espíritu y la Verdad!

Es la fuerza interna de Dios que envolverá todo tu ser, toda tu vida y hará que la tuya sea más parecida a la Mía.

Gracias al Espíritu Santo que te envío en la Eucaristía, la adoración hará que tus pensamientos y tu corazón, tu voluntad, tu sensibilidad y todos tus gestos adquieran –siempre y en todas partes– un valor prodigioso. La adoración es Mi vida en vosotros y la vuestra en Mí. Es la confianza divina Conmigo, el Amado eucarístico y amigo de la humanidad en todas las circunstancias de la vida [...]. Haz tu hora de la adoración tal y como siempre le he enseñado a la Iglesia y a las almas de los santos.

Que sus ejes centrales sean: glorificar a Dios, darle gracias, el amor, la oración de expiación y las preces. Os estoy dando esta hora de adoración para que tanto tú como todos los que asisten a la Eucaristía la adoptéis como algo propio, como Mi actitud. Para que podáis uniros a Mí y para que toda vuestra vida se convierta en una adoración perpetua [...].

La hora de la adoración es una llama que arde en vosotros, y vosotros, ofreciéndoos, me glorificáis a Mí, al Solitario de los Altares, de quien el siglo XX renegó, ofendiéndome. Podéis alabarme siempre, en todas partes y en toda circunstancia. No solamente en la parroquia, sino sobre todo de forma individual, pues estoy presente en todas partes: el mismo Dios.

Vosotros, pequeñas almas, corazones entregados a Mí que estáis ante Mi presencia, vosotros mismos sois la hora de la adoración. Necesito vuestra presencia ante el Santísimo Sacramento.

¡Venid a Mí! ¡Os estoy dando el amor!

¡Glorificadme, pues estoy con vosotros hasta el fin de los tiempos! »

Redacción: Katarzyna Czarnecka.