Benedicto XVI, manifestó que « el progreso técnico sólo será auténticamente eficaz si encuentra su lugar en una perspectiva más amplia, en la que el hombre ocupa el centro, con la preocupación de tener en cuenta al conjunto de sus necesidades y aspiraciones, pues, como dice la Escritura, "no sólo de pan vive el hombre." »
H emos venido escuchando mucho en los últimos meses sobre el medio ambiente y la ecología, la necesidad de prevenir la destrucción de la naturaleza mediante la contaminación y el mal uso de los recursos naturales. Si es cierto que no podemos atentar indefinidamente contra las leyes de la naturaleza en lo concerniente al desarrollo, algunos ambientalistas han llegado al extremo de decir que se deben imponer medidas drásticas para proteger el medio ambiente y, dado que los gobiernos no han tenido el coraje para hacerlo, se requiere de una autoridad supranacional para imponer sus decisiones – lo que va totalmente de la mano con las líneas de los financieros internacionales y de su deseo de un gobierno mundial.
Esta gente no duda en exagerar la seriedad de los problemas ambientales para así imponer un mayor control sobre la población. Nos basta con pensar en el llamado agujero de la capa de ozono, o la creencia de que los recursos naturales del planeta no son ya suficientes para soportar a la humanidad en su totalidad, obligándonos así, a recurrir al uso de drásticas medidas para el control de la natalidad y así reducir la población mediante el amplio y difundido recurso del aborto y de los métodos artificiales de prevención natal, ampliamente apoyados por las Naciones Unidas y grandemente atacados por la Iglesia Católica a través de los Papas. Hay suficientes alimentos y suficientes recursos en nuestro planeta para sustentar a toda la población; si todos estos no llegan a toda la gente que los necesita es debido a que el sistema económico -el sistema distributivo- no funciona adecuadamente.
Si uno examina el problema de cerca, es fácil darse cuenta que son las reglas del sistema financiero actual las que causan tan inútil degradación de los recursos del globo – especialmente la regla que ata la distribución del poder adquisitivo al empleo, creando situaciones como la siguiente: los grupos ecologistas quisieran que una determinada fábrica fuera obligada a dejar de contaminar, pero el gobierno replica que esto le costaría a la empresa mucho dinero obligándola incluso, a cerrar, por lo que es preferible conservar los valiosísimos empleos aún a expensas del ambiente.
La realidad - el ambiente – es sacrificado por el dinero. ¿Y qué sucede con todas las necesidades artificiales creadas con el único propósito de mantener a la gente empleada? ¿Qué con todo el papeleo y la inversión que requiere el tener a un montón de gente encerrada en las oficinas gubernamentales, muchas veces desarrollando un trabajo inútil? ¿Qué hay de los productos fabricados para durar lo menos posible con el propósito de vender más y más de ellos? Todo esto no conduce más que al desperdicio inútil y a la destrucción del medio ambiente.
La contaminación de las almas
Y se podría decir aún más sobre otro tipo de contaminación – peor que la primera – causada por el sistema financiero actual: la contaminación de las almas que pone nuestra salvación eterna en riesgo. Nos basta pensar en el Estado que promueve las loterías y el juego para recolectar más dinero; la industria de las drogas y el sexo; la gente que, queriendo ganar más dinero para vivir, es obligada a aceptar trabajos que van contra sus conciencias, contra los Mandamientos de la Ley de Dios; niños que son forzados a robar, a prostituirse, etc. Al respecto, el Papa San Juan Pablo II escribió en su Carta Encíclica Centesimus Annus 38:
"Además de la destrucción irracional del ambiente natural, debemos mencionar también la destrucción más seria del ambiente humano, algo que no está recibiendo la atención que se merece. Aunque la gente está justificadamente preocupada – quizá menos de lo que debiera - en cuanto a la conservación del hábitat natural de varias especies de animales en amenaza de extinción, dado que se dan cuenta que cada una de estas especies contribuye particularmente al balance de la naturaleza en general, un insignificante esfuerzo se está haciendo para salvaguardar las condiciones morales en lo que respecta a una auténtica "ecología humana".
En otras palabras, si el hombre persiste obstinadamente en actuar contra el orden querido por Dios – trátese de las leyes de la naturaleza o de las leyes morales- no puede más que volverse contra él mismo. Si una sociedad no tiene principios morales, aunque contara con la fuerza armada o policíaca necesaria, no sería suficiente para restablecer el orden ni el sentido común.
El Papa añade:
"La estructura primera y fundamental para la "ecología humana" es la familia, en dónde el hombre recibe sus primeras ideas formativas sobre la verdad y el bien, aprende lo que significa amar y ser amado y lo que realmente significa ser persona. Aquí nos referimos a la familia fundada sobre el matrimonio, en donde la mutua donación de uno mismo, de esposo y esposa, crea un ambiente en donde los niños pueden nacer y desarrollar sus potencialidades, tomar conciencia de su dignidad y prepararse a enfrentar su único e individual destino."
Recorte del poder adquisitivo
La causa básica de la contaminación del ambiente, del desperdicio de los recursos del globo, es el recorte crónico del poder adquisitivo inherente al sistema financiero actual. Una causa del recorte del dinero, es desde luego, el interés de los préstamos bancarios. Todo el dinero en circulación es creado por los bancos en forma de deuda. Todo el dinero en circulación es un préstamo que debe ser regresado al banco incrementado por el interés. El banquero le exige al prestatario que le pague, además de la base que le prestó, el interés que no creó y que nadie ha creado. Dado que es imposible regresar un dinero que no existe, debe pedirse otro préstamo nuevamente y es así como van apilándose las deudas. Esto sucede en todos los países del mundo.
Una falla inherente al sistema
Aún si los bancos no cargaran interés, en ningún momento la cantidad de dinero disponible sería suficiente para pagar el total de la producción del país pues el poder de compra de la comunidad no sería suficiente para hacerlo.
Varios economistas sostienen que la producción automáticamente financia el consumo; esto significa que los sueldos y salarios distribuidos a los consumidores son suficientes para comprar todos los bienes y servicios disponibles. Pero los hechos prueban exactamente lo contrario. El ingeniero escocés Clifford Hugh Douglas fue el primero en demostrar este recorte crónico del poder de compra y lo explicó de esta forma: « El productor debe incluir todos los costos de producción en el precio de su producto. Los salarios distribuidos a los empleados (los que pueden ser etiquetados por cuestiones de conveniencia como pagos "A") son únicamente una parte del costo del precio del producto. El productor tiene otros costos además de los salarios (etiquetados como pagos "B") que no son distribuidos en forma de sueldos y salarios, tales como pagos de materia prima, impuestos, cargos bancarios, cargos por depreciación, etc.
El precio al por menor debe incluir todos los costos: salarios (A) y otros pagos (B); por lo que el precio al por menor debe ser, por lo menos, la suma de A y B. Entonces, es obvio que los salarios (A) no pueden comprar la suma de todos los costos (A+B), lo que demuestra que hay un recorte crónico del poder de compra en el sistema actual. Si uno trata de incrementar los sueldos y salarios, dichos incrementos se verán inmediatamente reflejados en los precios y esto no arreglará nada. Para poder comprar toda la producción, se requiere de un ingreso adicional proveniente de otra fuente que no sean sueldos y salarios, un ingreso equivalente por lo menos a B. Este es el Dividendo. »
Lo que ha permitido que el sistema persista
Sin esta otra fuente de ingreso (el Dividendo), debería existir, al menos en teoría, una creciente montaña de bienes no vendidos. Pero si todos los bienes se venden, se debe a que, en su lugar, tenemos una creciente montaña de deuda. Dado que la gente no tiene suficiente dinero, los vendedores deben motivar las compras a crédito para poder vender sus productos. Pero esto no es suficiente para salvar la brecha en el poder de compra.
Así que también existe una creciente tensión con respecto a la necesidad de trabajos para distribuir los salarios sin incrementar la cantidad de los bienes disponibles para la venta, tales como los trabajos públicos (construcción de puentes o caminos), industrias de guerra (submarinos, tanques, etc.) Pero tampoco así hay suficiente. Por lo que cada país hará lo posible para lograr una "balanza comercial favorable", esto es, exportar a otros países más bienes de los que recibe para obtener de ellos el dinero que escasea en los hogares de la población para poder comprar sus propios productos. Sin embargo, es imposible para todas las naciones tener una "balanza comercial favorable". Si algunos países logran exportar más bienes de los que importan, debe haber, necesariamente, otros que reciben más bienes de los que exportan. Pero ningún país desea estar en esa posición, por lo que se originan conflictos comerciales entre las naciones que pueden degenerar en conflictos armados.
Implicaciones ambientales
A partir de aquí, es fácil imaginarse las implicaciones que todas estas absurdas políticas económicas tienen respecto al ambiente. Los siguientes párrafos resumen dichas implicaciones muy bien. La imagen que surge del entendimiento del impacto del sistema financiero es el de una economía manejada durante largo tiempo por los imperativos financieros más que por la demanda de la producción de bienes tangibles por parte de los consumidores y, consecuentemente, la proliferación de productos no deseados. Las presiones económicas tendientes a hacer de la producción una meta por sí misma, constituye un poderoso incentivo para sobre utilizar y desperdiciar recursos meramente en aras de un ingreso distributivo, que nos lleva, compulsivamente, a desgastar los recursos de la tierra.
Los efectos de esta actividad económica compulsiva sobre el ambiente son tremendos. Miles de perniciosas intrusiones en la naturaleza son justificadas bajo el pretexto de poner un ingreso en los bolsillos de la gente. Ostentaciones vulgares de calidad y una obsolescencia prefabricada son promovidas porque garantizan un rápido reemplazo de los bienes y generan negocios altamente rentables. Las estructuras financieras motivan a las compañías a hacer recortes y a utilizar tecnologías contaminantes y de ínfima calidad en lugar de métodos productivos modernos y limpios. La producción es ajustada favorablemente en las estadísticas gubernamentales sin considerar si degrada o debilita a la gente, sin pensar si es funcional o si satisface siquiera las necesidades de los consumidores. Una endémica dirección errada de los esfuerzos subvierte la moralidad ecológica. El sentido del lugar que la humanidad tiene en la naturaleza está debilitado.
La alteración de esta posición así como la degradación ambiental, son claros síntomas de que la raíz del problema se centra en la persistencia del recorte del poder adquisitivo.
Los ambientalistas rutinariamente denuncian el crecimiento económico exponencial como una insensatez. Desafortunadamente, al no lograr entender lo que hace tal crecimiento imperativo, ellos no pueden realmente sugerir nada práctico en cuanto a una buena alternativa se refiere.
El falso dios del empleo total
El empleo total, uno de los conceptos más tontos que han sido desarrollados, está obviamente ligado al caos general... El propósito de la actividad económica es el de hacer la vida más agradable y no menos congenial. En la mayoría de los casos, el concepto del empleo total es fundamentalmente absurdo y degradante.
¿Por qué el silencio de los ambientalistas respecto a la insensatez de la política del empleo total? En parte, porque mantener a la gente empleada es altamente costoso y como se hace meramente como un tortuoso medio para la distribución de ingresos, no constituye más que basura. Por tanto, tenemos una economía que lucha por mantener a sus ciudadanos trabajando básicamente por las ganancias netas en productividad. Grandes complejos de oficinas son construidos y conservados para albergar a los empleados, montañas de provisiones deben fabricarse para que ellos puedan trabajar, deben instalarse sistemas para moverlos de un lugar a otro, grandes cantidades de combustible deben extraerse, refinarse, transportarse y consumirse para llevarlos y regresarlos al trabajo y mantenerlos calientes una vez que están ahí.
La fijación que tenemos respecto al deseo de crear y crear empleos, resultado de años de lavado de cerebro y lograda tanto por los medios de comunicación como por las lecciones objetivas en forma de depresiones económicas y recesiones, nos ha cegado en lo referente al hecho de que, el estar deliberadamente en plena persecución del empleo, nos puede llevar únicamente a la ineficiencia... El empleo total es adecuado para funcionarios aburridos e indolentes más no para criaturas que llevan el sello de la divinidad.
Para corregir el problema
Verdaderamente, la única forma de tratar el problema de la contaminación y rapiña es quitar el incentivo del abuso. El motor principal del desperdicio económico es el énfasis en la producción como un fin en sí mismo para tratar con el defecto inherente en el sistema de distribución del ingreso. La corrección de este defecto sería quitar la presión de la gente para construir un capital redundante y que nadie quiere por sí mismo. Esto permitiría un logro racional y balanceado concerniente a nuestra situación ambiental y abriría el mayor rango posible de opciones para contender con ellas.
El primer paso hacia una regeneración económica y ambiental es el incrementar el flujo de ingreso a los consumidores. Desde luego, por ingreso queremos decir real poder adquisitivo – no deuda reciclada por la que la gente ya es responsable en su papel de consumidores y contribuyentes. Los bancos crean diariamente billones de dólares contra la riqueza real producida por la población y el resultado es que el país se está revolcando en deuda. Estas mismas instituciones podrían ser instruidas para que crearan un crédito sobre una base libre de deuda y para equilibrar los costos de los flujos de producción y la habilidad para liquidarlos, mediante la distribución de dividendos pagaderos a todos los ciudadanos.
En otras palabras, de manera responsable y científica, hagámonos a nosotros mismos financieramente ricos. No podemos ser más ricos financieramente de lo que somos en términos reales, pero sí podemos ser equitativamente ricos.
Contra los deseos que, virtualmente, cada persona consciente tiene, nuestro hermoso planeta está siendo intensamente devastado y contaminado y, a manera de una maniobra del Reichstag, individuos hambrientos de poder están utilizando estos problemas ambientales para auto-servir sus fines políticos. Cuando investigamos las causas de la situación presente desde sus orígenes, nos encontramos con un sistema financiero defectuoso. No necesitamos destruir el sistema económico, el hacerlo sería un grave error pero es crucial que lo reformemos para que se convierta en el sirviente y no en el amo de nuestras aspiraciones.
Todos aquellos que se preocupan por el ambiente y consecuentemente por el futuro de la humanidad sobre la tierra, todos aquellos que "quieren salvar al planeta" deberían, por tanto, estudiar y difundir el Crédito Social, el único sistema que pondría al dinero al servicio de la persona humana poniéndole fin al desperdicio de recursos.