Los mensajes que la Stma. Virgen María ha dado al Padre Stéfano Gobbi (Q.E.P.D.), responden a exigencias profundamente advertidas por las almas y a las necesidades reales de la vida eclesial de hoy. De la lectura de los mensajes, se comprende que en los mismos se describan los signos de los tiempos que estamos viviendo. Ante todo se delinea claramente la profunda crisis de fe; la continua difusión de los errores, en todas partes de la Iglesia Católica, lleva a la convicción de que estamos viviendo el tiempo de la gran apostasía y de confusión.
de poco conocimiento el hecho de que hoy el ateísmo teórico y práctico, extendido a nivel mundial, ha construido una nueva civilización atea y materialista, llevando a una justificación general del pecado, que ya no es considerado como un mal moral, sino que incluso se exalta por los medios de comunicación social como un valor y un bien. Es también de escaso conocimiento el hecho del gran silencio de muchos clérigos en la Iglesia que por más de cincuenta años han callado sobre el pecado y sus consecuencias. Así se difunde la costumbre de vivir en pecado, de no confesarlo más, de reducir el compromiso cristiano al plano comunitario y social, olvidando el deber personal de vivir en gracia de Dios y de caminar por la senda de la santidad.
Releo, a veces el libro del Apocalipsis, y constato que en estos momentos se manifiestan muchos signos de este fin de los tiempos. ¿Estamos próximos al fin? Esto no lo sabemos. Es necesario que estemos siempre preparados. Lo que me llama la atención, cuando considero nuestro mundo católico, es que, dentro del catolicismo predomina un pensamiento protestante y que en muchos lugares este, está siendo dominante. Pero como diría S.S. Pablo VI, « éste no representará nunca el pensamiento de la Verdadera Iglesia. Es necesario que subsista una pequeña grey por pequeña que sea. »
Se comprenderá ahora, que coloque los siguientes dos textos de mensajes de la Stma. Virgen María por su relevancia actual.
Una herida interior
Entráis en el período de tiempo más difícil y decisivo. Vivís los últimos años de este siglo, en el que ya se ha desarrollado gran parte de la batalla entre vuestra Celeste Capitana y su Adversario.
Ahora estáis viviendo la fase conclusiva. Por esto os preparo cada día a vivir las horas más dolorosas en la confianza y en la oración.
Con el ansia y la preocupación de una Madre, que ve cuán grande es el peligro que corréis, os invito una vez más a volver a Dios, que a todos os espera para otorgaros su perdón y su amor de Padre.
Mirad con cuántos signos acompaño esta angustiada petición mía. Con los mensajes y las apariciones que realizo en muchas partes del mundo, con mis numerosas lacrimaciones, incluso de sangre, quiero haceros comprender que la hora es grave, que la copa de la Justicia divina está ya colmada.
Mi Corazón de Madre padece interiormente una herida, causada al ver que ni se cree, ni se tienen en cuenta estos signos extraordinarios.
¿Qué otra cosa puedo hacer por vosotros, mis pobres hijos, tan amenazados y expuestos al peligro?
En una extrema tentativa de salvación, os doy el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado. De todas las partes del mundo os llamo con esta Obra mía, a entrar en el refugio con vuestra consagración.
Y tú, pequeño mío, conducido y llevado por Mí, ve a todas las partes del mundo a llevar a todos mi materna llamada.
Mi hora ha llegado
Elevad al Padre un fuerte grito de imploración y de reparación.
Del Corazón divino del Hijo pueden descender ríos de misericordia sobre el mundo, que será renovado enteramente por la potente acción del Espíritu Santo, para que pueda resplandecer en él la gloria de Dios Padre." » (Buenos Aires, Argentina, 13 de octubre de 1981.
Mi Corazón Inmaculado, el más seguro refugio
« Hoy Celebráis con alegría la fiesta de mi divina Maternidad y me miráis, con filial confianza, invocando el gran don de la paz para la Iglesia y para toda la humanidad.
Yo soy la Reina de la Paz
He sido escogida por el Padre Celeste para ser la Madre de su Hijo Unigénito, nacido para traer a toda la humanidad el bien precioso de la paz.
Mi divino Niño, que nace en la humildad de una pobre gruta y es depositado en un pesebre, es Él mismo la Paz.
Paz entre Dios y la humanidad, por Él redimida y conducida a una nueva comunión de amor y de vida con su Señor.
Paz entre los hombres, hechos todos hermanos, porque son hijos de Dios, partícipes de sus dones y miembros de una misma familia.
Mi hijo Jesús ha querido que sea también Madre vuestra.
Así he llegado a ser Madre de la humanidad, por él redimida y salvada.
Mi misión es la de seguir como Madre, durante el curso de la historia, las vicisitudes de todos mis hijos.
De manera particular soy Madre de los que, por medio del sacramento del Bautismo y el don de la fe y de la Gracia son injertados íntimamente en la misma vida de Jesús, componen su Cuerpo Místico y forman parte de su Iglesia.
Soy Madre de la Iglesia
Mi misión materna es la de seguir todas las vicisitudes terrenas de la Iglesia, durante el curso de su historia.
Y, en cada circunstancia de su doloroso camino, Yo he ofrecido siempre a la Iglesia, el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado.
Mi Corazón Inmaculado encierra todo mi amor virginal y materno por vosotros.
Mi Corazón Inmaculado se abre para daros ayuda, consuelo y protección.
Mi Corazón Inmaculado es, para cada uno de vosotros, el más seguro refugio y el camino que os lleva al Dios de la salvación y de la paz.
Al inicio de este nuevo año, lleno de acontecimientos significativos y dolorosos para esta pobre humanidad, que está ahora bajo el dominio de las fuerzas del mal que se han desencadenado, os invito un vez más a todos a entrar en el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado.
En mi seguro refugio entran todos lo que están llamados a dar un cruento testimonio al Señor.
Desde el primer mártir Esteban, que recogí entre mis brazos maternos después de su muerte, a aquellos que todavía hoy entregan su propia vida, el gran ejército de los mártires entra en el refugio de mi Corazón Inmaculado, para recibir nueva fuerza y valor, en la hora de su inmolación.
En mi seguro refugio se recoge el innumerable ejército de confesores de la fe, para obtener luz y Espíritu de Sabiduría que les conduce a comprender, a vivir y a anunciar a todos el Evangelio.
En mi seguro refugio se forma la cándida falange de los consagrados a la virginidad, para aprender de mi virginal maternidad, a vivir sólo para Jesús, elegido como único esposo de la propia vida y revestidos de su Luz inmaculada, siguen al Cordero a donde quiera que vaya.
En mi seguro refugio buscan amparo y protección aquellos que son llamados a ofrecerse al Señor, siguiéndolo por el camino de los consejos evangélicos. Yo misma cultivo estas flores perfumadas y preciosas crecidas en el jardín de mi Corazón Inmaculado.
En mi seguro refugio cultivo con cuidado y diligencia, a todos los Sacerdotes que me han sido confiados por Jesús y que amo con particularísimo amor. Aquí son consolados, animados y formados por Mí para seguir, imitar y revivir a Jesús hasta su plenitud.
En mi seguro refugio se refugian las familias cristianas, para ser defendidas de tantos peligros y protegidas de los terribles males que las amenazan.
A mi seguro refugio llamo a los niños, para que respiren la atmósfera de la pureza y de la gracia; a los jóvenes, para que sean ayudados a crecer en la gracia, en el amor y en la santidad; a los pecadores para que encuentren misericordia y perdón; a los enfermos para que recobren la salud; a los moribundos para que puedan pasar de la tierra al Paraíso, a través de la puerta celestial de mi Corazón Inmaculado.
En mi seguro refugio sobre todo debéis entrar todos vosotros, mis hijos, para ser defendidos y protegidos por Mí, ahora que entráis en el período conclusivo de la purificación y de la gran tribulación.
Ahora los acontecimientos se sucederán de forma rápida, hacia su completo desenlace.
Mis secretos os serán desvelados por los mismos acontecimientos que estáis llamados a vivir.
Por esto, viendo con materna preocupación todo lo que ahora os espera, una vez más invito a la Iglesia y a toda la humanidad a entrar en el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado.
Solo aquí seréis protegidos y consolados por Mí misma.
Solo aquí encontraréis la paz y cruzaréis con alegría los umbrales luminosos de la esperanza.
Porque en el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado que la Santísima Trinidad os ofrece como arca de salvación, en estos últimos tiempos, esperaréis en la confianza y en la oración el retorno de Jesús en gloria, que traerá su Reino al mundo y hará nuevas todas las cosas.
En espera de que se cumpla la feliz esperanza y de la venida gloriosa de mi Hijo Jesús, al comienzo de este nuevo año os bendigo a todos en el Nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. » (Milán, 1 de enero de 1996)