La Santísima Virgen María mantiene vivo el espíritu que combate la crisis económica y la falta de valores en el mundo, manifestó el Cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga, Arzobispo de Tegucigalpa, Honduras y director de Caritas Internationalis.
Reproducimos a continuación parte de la Homilía del cardenal Madariaga en la Misa que celebró junto a 20 Obispos y 360 sacerdotes. Cientos de miles de fieles lo acompañaron en el Santuario de Nuestra Señora de Fátima en Portugal el 13 de mayo de este año, cuando la Iglesia conmemoró el 92 aniversario de las apariciones.
El trece de mayo bajó de los cielos la Virgen María… Con cuanto gozo y alegría Fátima y todo el mundo se alegra desde hace 92 años por este gran regalo inmerecido de la presencia amorosa de Nuestra Señora.
Agradezco el honor que me brinda el Señor Obispo Mons. Antonio Augusto Dos Santos Marto, para presidir esta solemne celebración y quiero en primer lugar traerles los saludos y el amor del pueblo de Dios que peregrina en Honduras mi patria de origen, un país pequeño de solamente 112.000 Kilómetros cuadrados y 7 millones de habitantes pero en donde se ama también intensamente a la Virgen María bajo la advocación de Nuestra Señora de Suyapa, precisamente porque María camina con nuestros pueblos.
En la vida de la Iglesia se destaca la figura de la Virgen María, venerada como Madre de Jesús y Madre de la Iglesia. Desde el comienzo de la evangelización, son incontables las comunidades que han encontrado en ella la inspiración más cercana para aprender cómo ser discípulos y misioneros de Jesús.
Con gozo constatamos que se ha hecho parte del caminar de cada uno de nuestros pueblos, entrando profundamente en el tejido de su historia y recibiendo los rasgos más nobles y significativos de su gente. Las diversas advocaciones y los santuarios esparcidos a lo largo y ancho de todo el mundo, testimonian la presencia cercana de María a la gente y, al mismo tiempo, manifiestan la fe y la confianza que los devotos sentimos por ella.
La Virgen nos pertenece y la sentimos como madre y hermana. La historia de la mayoría de los santuarios marianos de todas partes, testimonian el cariño especial de María por los pequeños e insignificantes de este mundo. La devoción mariana con su multitud de expresiones culturales, nos dice que el Evangelio se ha inculturado en las facciones blancas, indias, criollas, negras y mestizas con las que se presenta a la Virgen, revelando en ello el rostro compasivo y materno de Dios hacia su pueblo.
Juan Pablo II la llamó "Madre y Evangelizadora del mundo, estrella de la Nueva Evangelización e invitó a implorar de ella "la fuerza para anunciar con valentía la Palabra en la tarea de la nueva evangelización, para corroborar la esperanza en el mundo".
En la primera aparición de Nuestra Señora de Fátima, parecía que estaba perdida toda esperanza. Amenazas terribles se cernían sobre el mundo. Ella vino a traernos la esperanza que brota de la Divina Providencia de un Dios que es amor y que no abandona la obra de sus manos. La esperanza de la que nos ha hablado tanto el Papa Benedicto XVI en su segunda Encíclica Spe Salvi, con las siguientes palabras: "La vida humana es un camino. ¿Hacia qué meta? ¿Cómo encontramos el rumbo? La vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía. Y ¿quién mejor que María podría ser para nosotros estrella de esperanza, Ella que con su « sí » abrió la puerta de nuestro mundo a Dios mismo; Ella que se convirtió en el Arca viviente de la Alianza, en la que Dios se hizo carne, se hizo uno de nosotros, plantó su tienda entre nosotros (cf. Jn 1,14)?" (SS 49).
También ahora nuestro mundo se encuentra sumido en profundas crisis de Fe, de ética, de humanidad y parece haber perdido la orientación moral. Ya no sabe dónde está la frontera entre el bien y el mal. Puede que tenga una próspera bolsa de valores, pero sin valores.
La crisis financiera que estamos viviendo es simplemente un signo de esto. La mano invisible que supuestamente tendría que guiar el mercado, se volvió una mano ladrona y llena de codicia.
Hoy también, con el ejemplo y el auxilio de la Virgen, las comunidades cristianas continúan la misión de conducir al encuentro con Cristo y, por eso, la invocamos nuevamente como Estrella de la nueva evangelización.