La DSI (Doctrina Social de la Iglesia) es un conocimiento iluminado por la fe, en diálogo cordial con todos los saberes, que expresa el ministerio docente de la Iglesia a través de un mensaje para los hijos de la Iglesia y la humanidad entera y que, bajo el signo de la continuidad y la renovación, camina hacia una sociedad reconciliada en la justicia y el amor.
En el apartado dedicado a la naturaleza de la DSI, la Instrucción Libertatis Constientia enseña lo siguiente: La enseñanza social de la Iglesia nació del encuentro del mensaje evangélico y de sus exigencias -comprendidas en el Mandamiento supremo del amor a Dios y al prójimo y en la Justicia, con los problemas que surgen en la vida de la sociedad. Se ha constituido en una doctrina, utilizando los recursos del saber y de las ciencias humanas; se proyecta sobre los aspectos éticos de la vida y toma en cuenta los aspectos técnicos de los problemas pero siempre para juzgarlos desde el punto de vista moral. Esta enseñanza, orientada esencialmente a la acción, se desarrolla en función de las circunstancias cambiantes de la historia. Por ello, aunque basándose en principios siempre válidos, comporta también juicios contingentes. Lejos de constituir un sistema cerrado, queda abierto permanentemente a las cuestiones nuevas que no cesan de presentarse; requiere, además, la contribución de todos los carismas, experiencias y competencias.
Continuidad y renovación son las dos notas más propias de la DSI. Y ésta no es una constatación o apreciación sociológica. La DSI no es análisis social, sino que se sirve de éste en tanto que su misión última es evangelizadora (SRS 3, 41).
[…] la evangelización — escribe Pablo VI — no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre. — "Entre evangelización y promoción humana (desarrollo, liberación) existen efectivamente lazos muy fuertes": partiendo de esta convicción, Pablo VI aclaró la relación entre el anuncio de Cristo y la promoción de la persona en la sociedad. El testimonio de la caridad de Cristo mediante obras de justicia, paz y desarrollo forma parte de la evangelización, porque a Jesucristo, que nos ama, le interesa todo el hombre. Sobre estas importantes enseñanzas se funda el aspecto misionero de la Doctrina Social de la Iglesia, como un elemento esencial de evangelización. Es anuncio y testimonio de la fe. Es instrumento y fuente imprescindible para educarse en ella. En un contexto marcado por la confrontación ideológica y las críticas a la DSI desde la teología de la liberación, Pablo VI inicia un proceso de purificación de la DSI desde el Magisterio conciliar que, pasando más tarde por la Instrucción Libertatis Constientia (1986), alcanza el Magisterio de Caritas in Veritate. Populorum Progressio acentúa este pilar de la DSI cuando, con relación al Magisterio del Concilio Vaticano II contenido en Gaudium et Spes y Dignitatis Humanae (1965), subraya que la propuesta de la Iglesia pasa por un humanismo teocéntrico o de la gracia, en expresión del filósofo Jacques Maritain, que adquiere su máxima expresión a la luz
- de la Encarnación de Dios en Jesucristo,
- de la filiación que une a cada hombre con su Creador,
- de la Redención gratuita y universalmente donada por Dios a todos los hombres.
"La criatura sin el Creador desaparece" (GS 36), enseña el Concilio, y es la dimensión trascendente del ser humano expresada en la llamada de Dios al desarrollo pleno y verdadero del hombre y de todos los hombres, en la total integridad de su ser, lo que explica y justifica la DSI.
Éste es el mensaje central de Populorum Progressio, válido hoy y siempre. El desarrollo humano integral en el plano natural, al ser respuesta a una vocación de Dios creador, requiere su autentificación en « un humanismo trascendental, que da [al hombre] su mayor plenitud; ésta es la finalidad suprema del desarrollo personal. Por tanto, la vocación cristiana a dicho desarrollo abarca tanto el plano natural como el sobrenatural; éste es el motivo por el que, cuando Dios queda eclipsado, nuestra capacidad de reconocer el orden natural, la finalidad y el "bien", empieza a disiparse.
Esta verdad esencial del cristianismo padeció como consecuencia de la confusión que afectó a la naturaleza de la DSI durante la década de los setenta. Expresión de este estado de cosas fueron las disquisiciones acerca del empleo de las expresiones Doctrina Social de la Iglesia o Enseñanza social de la Iglesia.
Frente a situaciones tan diversas, nos es difícil pronunciar una palabra única como también proponer una solución con valor universal. No es este nuestro propósito ni tampoco nuestra misión. Incumbe a las comunidades cristianas analizar con objetividad la situación propia de su país, esclarecerla mediante la luz de la palabra inalterable del Evangelio, deducir principios de reflexión, normas de juicio y directrices de acción según las enseñanzas sociales de la Iglesia tal como han sido elaboradas a lo largo de la historia especialmente en esta era industrial, a partir de la fecha histórica del mensaje de León XIII sobre la condición de los obreros, (Rerum novarum).
A estas comunidades cristianas toca discernir, con la ayuda del Espíritu Santo, en comunión con los obispos responsables, en diálogo con los demás hermanos cristianos y todos los hombres y mujeres de buena voluntad, las opciones y los compromisos que conviene asumir para realizar las transformaciones sociales, políticas y económicas que se consideren de urgente necesidad en cada caso.
En este esfuerzo por promover tales transformaciones, los cristianos deberían, en primer lugar, renovar su confianza en la fuerza y en la originalidad de las exigencias evangélicas. El Evangelio no ha quedado superado por el hecho de haber sido anunciado, escrito y vivido en un contexto sociocultural diferente. Su inspiración, enriquecida por la experiencia viviente de la tradición cristiana a lo largo de los siglos, permanece siempre nueva en orden a la conversión de la humanidad y al progreso de la vida en sociedad, sin que por ello se le deba utilizar en provecho de opciones temporales particulares, olvidando su mensaje universal y eterno (OA 4; GS 10).
Durante más de un siglo la Iglesia católica, fiel a su misión evangelizadora, ha ido poniendo en el centro de la vida social la verdad sobre el hombre y sobre las relaciones humanas a la luz de la verdad revelada por Dios en Jesucristo. Ésta es la conmovedora novedad de la revelación bíblica y, por lo tanto, la especificidad que la Iglesia Católica se propone traducir en su Doctrina Social. Al hacerlo así, la Iglesia contribuye "a dar fuerza a la verdad, mostrando su capacidad de autentificar y persuadir en la concreción de la vida social" (Caritas in Veritate, 2).
En el 40º aniversario de la publicación de la encíclica Rerum novarum de León XIII, el 15 de mayo de 1931 salía a la luz otro documento con el mismo peso magisterial escrito por el papa Pío XI y titulado Quadragesimo anno, sobre la restauración del orden social en perfecta conformidad con la ley evangélica; documento en la cuál nos adentraremos en el siguiente artículo.