La Encíclica de Benedicto XVI sobre el desarrollo humano Integral
« El desarrollo económico se manifiesta ficticio y dañino, cuando se apoya en los "prodigios" de las finanzas para sostener un crecimiento artificial atado a un consumo excesivo ».
por Alain Pilote
El 7 de Julio de 2009, el Vaticano hizo publica la tercera carta encíclica de Benedicto XVI, titulada Caritas in veritate (La Caridad en la verdad, según las primeras palabras en Latín de la encíclica), refiriéndose sobre « el desarrollo humano integral en la caridad y la verdad » y publicada con ocasión del 40o aniversario de la encíclica Populorum progressio del papa Pablo VI, sobre el desarrollo de los pueblos. El día siguiente, el 8 de julio de 2009, en la audiencia del miércoles en la Plaza de San Pedro, Benedicto XVI ofrecía un resumen de su nueva encíclica, recordando que la Iglesia no ofrecía soluciones técnicas, sino principios en los cuales todo sistema económico y financiero debe estar basado para estar verdaderamente al servicio de la persona humana :
« El Papa aseguró que "un futuro mejor para todos es posible, si se funda en el descubrimiento de los valores éticos fundamentales. Es necesario por tanto un nuevo programa económico, basándose en el fundamento ético de la responsabilidad ante Dios y ante el ser humano como criatura de Dios". »
« La encíclica ciertamente no mira a ofrecer soluciones técnicas a las grandes problemáticas sociales del mundo actual --no es la competencia del magisterio de la Iglesia (Cf. n. 9)--. Ésta recuerda sin embargo los grandes principios que se revelan indispensables para construir el desarrollo humano en los próximos años. Entre éstos, en primer lugar, la atención a la vida del hombre, considerada como centro de todo verdadero progreso. »
La Iglesia deja a los fieles el cuidado de implementar el sistema que aplicaría mejor los principios de su doctrina social. Entonces, a nuestro conocimiento, ninguna otra solución aplicaría tan perfectamente la doctrina social de la Iglesia como las proposiciones financieras del Crédito Social del ingeniero escocés Clifford Hugh Douglas, tales como han sido explicadas por Luis Even desde hace ya 70 años. (Una comisión de nueve teólogos autorizados por los obispos de Quebec en 1939 concluyó por otra parte que el Crédito Social no estaba impregnado ni de socialismo ni de comunismo, y que todo católico era libre de adherirse a esto y de propagarlo.)
En Caritas en Veritate, Benedicto XVI recuerda el mensaje central de la encíclica Populorum Progressio de Pablo VI, es decir, que para ser autentico, el desarrollo « debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre ». « El Evangelio », Benedicto XVI dijo en su audiencia del Miércoles, « nos recuerda que no sólo de pan vive el hombre: no sólo con bienes materiales se puede satisfacer la profunda sed de su corazón. El horizonte del hombre es indudablemente más alto y más vasto; por esto todo programa de desarrollo debe tener presente, junto a lo material, el crecimiento espiritual de la persona humana, que está dotada de alma y cuerpo. Este es el desarrollo integral, al que constantemente se refiere la doctrina social de la Iglesia. »
Para ser verdadero, el progreso no debe ser sólo económico y tecnológico, sino también moral. El hombre, ya que tiene un cuerpo y un alma, tiene necesidades materiales y espirituales.
Numerosos artículos en números precedentes de San Miguel mostraron cómo la filosofía del Crédito Social daría cumplimiento maravillosamente a las enseñanzas de los Papas. La nueva encíclica de Benedicto XVI no es una excepción, esta también contiene varios principios que, a nuestro conocimiento, pueden ser aplicados sólo por el Crédito Social, como podremos verlo en los párrafos siguientes.
Redefinir el fin de la economía
En el párrafo 32 de la nueva encíclica podemos leer: « el aumento masivo de la pobreza relativa, no sólo tiende a erosionar la cohesión social y, de este modo, poner en peligro la democracia, sino que tiene también un impacto negativo en el plano económico por el progresivo desgaste del « capital social », es decir, del conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son indispensables en toda convivencia civil. (...) Esto exige « una nueva y más profunda reflexión sobre el sentido de la economía y de sus fines »
Aquellos que hemos leído el libro de Louis Even, "En esta era de abundancia", o el "Cursillo de la aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia en economía", sabemos que es importante no confundir los fines y los medios. El objetivo, el fin de la economía, es garantizar que los productos lleguen a los que los necesitan, es decir, no sólo para producir lo necesario de la vida, sino también para asegurar que estas cosas realmente lleguen a las personas que lo necesitan, y que los productos no estén sólo en las vitrinas, y la gente se muera de hambre. Por lo tanto, el fin de la economía, no es acerca de la producción, ni de la distribución. Hoy en día, lo que abunda es la producción, es la distribución de la que se carece.
Cuando el Santo Padre habla de « capital social », del « conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son indispensables en toda convivencia civil », esto nos recuerda las palabras de Geoffrey Dobbs mencionadas en la lección 1 del libro Cursillo de Doctrina Social de la Iglesia:
« La palabra'crédito'es sinónimo de fe o de confianza (...) el crédito social, es pues la confianza que mantiene unida a cualquier sociedad. ¿Como podemos vivir con alguna paz o comodidad si no podemos confiar en nuestros vecinos? ¿Como podemos usar los caminos si no confiamos en que otros van a respetar las normas de transito? ¿Y que pasa cuando el concepto Cristiano del matrimonio, y la familia y educación Cristianas, son abandonados? »
El fin de la economía, no es proporcionar empleos, ni obtener ganancias, o el crecimiento a toda costa (así como ha dicho Benedicto XVI en el párrafo 68: « el desarrollo económico se manifiesta ficticio y dañino, cuando se apoya en los "prodigios" de las finanzas para sostener un crecimiento artificial atado a un consumo excesivo »; todo esto son sólo unos medios: el fin, es la satisfacción de las necesidades humanas, respetando la dignidad y la libertad de la persona humana. Si los productos pueden ser producidos con menos trabajo humano, por las máquinas, esto es una buena cosa, porque esto les da más tiempo libre a los seres humanos para dedicarse a otras actividades (como ocuparse de su familia), actividades de su elección. (Pero esto, a condición de recibir una renta para reemplazar el salario perdido con la introducción de la máquina; es lo que haría el dividendo del Crédito Social.)
La ganancia no es el fin último, es un medio. El fin, el objetivo, es la satisfacción de las necesidades humanas. Benedicto XVI lo afirma en el numeral 21: « La ganancia es útil si, como medio, se orienta a un fin que le dé un sentido, tanto en el modo de adquirirla como de utilizarla. El objetivo exclusivo del beneficio, cuando es obtenido mal y sin el bien común como fin último, corre el riesgo de destruir riqueza y crear pobreza. »
Las finanzas también son un medio, un instrumento, y no un fin : su fin es financiar la producción y la distribución. Las finanzas también deben estar sometidas a las reglas morales: « se requiere que las finanzas mismas, que han de renovar necesariamente sus estructuras y modos de funcionamiento tras su mala utilización y que tuvo consecuencias nefastas sobre la economía real, vuelva a ser un instrumento encaminado a la mejor producción de riquezas y desarrollo. Toda la economía y todas las finanzas, y no solo algunos de sus sectores, en cuanto instrumentos, deben ser utilizados de manera ética con el fin de crear las condiciones favorables para el desarrollo del hombre y de los pueblos. » (Caritas in veritate, n. 65.)
Juan Pablo II hablaba de sistemas erigidos en « estructuras de pecado » (« el deseo exclusivo de ganancias y la sed de poder con el fin de imponerles a otros su propia voluntad », Cf. encíclica Sollicitudo rei socialis, n.37), pero estos sistemas son administrados por seres humanos, que tienen también sus responsabilidades. Benedicto XVI añade, en Caritas in veritate, que « El desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y agentes políticos que sientan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común. Cuando predomina la absolutización de la técnica se produce una confusión entre los fines y los medios: el empresario considera como único criterio de acción el máximo beneficio en la producción; el político, la consolidación del poder; el científico, el resultado de sus descubrimientos. » (n. 71.)
Los problemas actuales
El Papa continúa, describiendo los problemas actuales de la economía y de la sociedad: « Las fuerzas técnicas empleadas, los intercambios planetarios, los efectos perniciosos sobre la economía real de una actividad financiera mal utilizada y, lo que es más, especulativa, los imponentes flujos migratorios frecuentemente provocados y después administrados de modo inapropiado, o la explotación anárquica de los recursos de la tierra, nos conducen hoy a reflexionar sobre las medidas necesarias para solucionar problemas que no sólo son nuevos respecto a los afrontados por el Papa Pablo VI, sino también, y sobre todo, que tienen un impacto decisivo para el bien presente y futuro de la humanidad. (...) La crisis nos obliga a revisar nuestro camino, a darnos nuevas reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso, a apoyarnos en las experiencias positivas y a rechazar las negativas. (n.21)
« Se sigue produciendo el escándalo de las disparidades hirientes. Lamentablemente, hay corrupción e ilegalidad tanto en el comportamiento de sujetos económicos y políticos de los países ricos, nuevos y antiguos, como en los países pobres. (...)(n. 22.) El mercado, al hacerse global, ha estimulado, sobre todo en países ricos, la búsqueda de áreas en las que emplazar la producción a bajo coste con el fin de reducir los precios de muchos bienes... Consiguientemente, el mercado ha estimulado nuevas formas de competencia entre los estados con el fin de atraer centros productivos de empresas extranjeras, adoptando diversas medidas... las políticas de equilibrio presupuestario, con los recortes al gasto social, con frecuencia promovidos por las instituciones financieras internacionales, pueden dejar a los ciudadanos impotentes ante riesgos antiguos y nuevos. » (n. 25.)
Nos peleamos entre naciones para atraer los famosos empleos, con riesgo de pagar subvenciones extravagantes : para tomar sólo un ejemplo muy reciente: ha sido calculado que la ayuda de los gobiernos Canadiense (federal) y de Ontario (provincial) durante el último junio para salvar a General Motors equivale a un millón cuatrocientos mil (1 400 000) dólares por empleado... así se hace caro un puesto de trabajo, pero esto es lo que sucede cuando el medio (el empleo) es más importante que el fin (la satisfacción de las necesidades humanas).
Dar de comer al hambriento
« En muchos países pobres persiste, y amenaza con acentuarse, la extrema inseguridad de vida a causa de la falta de alimentación: el hambre causa todavía muchas víctimas entre tantos Lázaros a los que no se les consiente sentarse a la mesa del rico epulón, como en cambio Pablo VI deseaba[64]. Dar de comer a los hambrientos (Cf. Mt 25,35.37.42) es un imperativo ético para la Iglesia universal, que responde a las enseñanzas de su Fundador, el Señor Jesús...(n.27.)
Eliminar el hambre en el mundo se ha convertido también en una meta que se ha de lograr para salvaguardar la paz y la estabilidad del planeta. El hambre no depende tanto de la escasez material, cuanto de la insuficiencia de recursos sociales, el más importante de los cuales es de tipo institucional. Es decir, falta un sistema de instituciones económicas capaces, tanto de asegurar que se tenga acceso al agua y a la comida de manera regular y adecuada desde el punto de vista nutricional, como de afrontar las exigencias relacionadas con las necesidades primarias y con las emergencias de crisis alimentarias reales, provocadas por causas naturales o por la irresponsabilidad política nacional e internacional. (n.27.)
El problema de la inseguridad alimentaria debe ser afrontado en una perspectiva a largo plazo, eliminando las causas estructurales que lo provocan y promoviendo el desarrollo agrícola de los países más pobres mediante inversiones en infraestructuras rurales, sistemas de riego, transportes, organización de los mercados, formación y difusión de técnicas agrícolas apropiadas, capaces de utilizar del mejor modo los recursos humanos, naturales y socio-económicos, que se puedan obtener preferiblemente en el propio lugar, para asegurar así también su sostenibilidad a largo plazo. » (n. 27.)
Justicia distributiva
Así como ha señalado el Papa, no es la producción la que falta (« no hay carencia de recursos materiales ») sino que lo que falla es la distribución, hay pues que recurrir a la « justicia distributiva », a la distribución por un dividendo:
« La doctrina social de la Iglesia nunca dejó de poner en evidencia la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social para la economía de mercado... (n. 35.) La vida económica tiene sin duda alguna necesidad del contrato (los salarios a cambio del trabajo proporcionado) para reglamentar las relaciones de intercambio entre valores equivalentes. Pero necesita igualmente leyes justas y formas de redistribución guiadas por la política, además de obras caracterizadas por el espíritu del don. » (n. 37.)
Los que han estudiado el Crédito Social saben que los salarios no bastan para comprar toda la producción y, además, que no es todo el mundo quien esta empleado en la producción (entre otros, gracias a las máquinas que reemplazan el trabajo humano). Es la razón por la cual el Crédito Social propone un dividendo a cada ser humano (además de los salarios a los que trabajan), ya que cada ser humano es verdaderamente copropietario, coheredero de los dos factores más grandes de la producción : las riquezas naturales (el sol, el agua, la lluvia, el viento, los minerales, dones de Dios para todos los hombres), y el progreso, la herencia de las invenciones de las generaciones pasadas.
En Caritas in veritate, Benedicto XVI insiste mucho en la economía del don, la economía de gratuidad, tanto a nivel de las personas como instituciones. Todo no puede ser calculado en salarios, mucho se puede hacer a través del voluntariado. En un sistema de Crédito Social, los ciudadanos tendrían la seguridad económica garantizada por el dividendo, la ayuda mutua y el voluntariado crecerían del todo, naturalmente. Dios mismo nos colma de gratuidades con los recursos naturales y el alimento que nos da en abundancia: el dividendo sería el reflejo de esta generosidad, estas gratuidades de Dios.
Karl Marx argumento que el trabajo creaba toda la riqueza. Adam Smith decía que el capital (el que invierte dinero en una empresa) tenía también su parte. Pero ambos ignoran lo que Douglas llama "la herencia cultural", esta herencia famosa de los recursos naturales y de las invenciones, responsable de más del 90 % de la producción del país. Juan Pablo II escribía en 1981 en su encíclica Laborem exercens, sobre el trabajo humano lo siguiente (n. 13):
« El hombre, trabajando en cualquier puesto de trabajo, ya sea éste relativamente primitivo o bien ultramoderno, puede darse cuenta fácilmente de que con su trabajo entra en un doble patrimonio: es decir, en el patrimonio de lo que ha sido dado a todos los hombres con los recursos de la naturaleza y de lo que los demás ya han elaborado anteriormente sobre la base de estos recursos, ante todo desarrollando la técnica, es decir, formando un conjunto de instrumentos de trabajo, cada vez más perfectos: el hombre, trabajando, al mismo tiempo reemplaza en el trabajo a los demás »
Benedicto XVI habla así de la técnica en su nueva encíclica (n. 69) : « La técnica permite dominar la materia, reducir los riesgos, ahorrar esfuerzos y mejorar las condiciones de vida... La técnica, por lo tanto, se inserta en el mandato de cultivar y custodiar la tierra (Cf. Gn 2, 15) que Dios ha confiado al hombre, y se orienta a reforzar esa alianza entre ser humano y medio ambiente que debe reflejar el amor creador de Dios. »
El Sumo pontífice añade que, como toda actividad humana, la técnica debe estar sometida a la moral, sobre todo en el dominio de la biotecnología (la fecundación in vitro, la investigación con embriones, la posibilidad de la clonación humana) donde el peligro de manipulación de la vida humana es omnipresente, « donde se plantea con una fuerza dramática la cuestión fundamental de saber si el hombre es un producto de sí mismo o si depende de Dios » (n. 74).
El saqueo de los recursos
En el párrafo 49 de Caritas in veritate, Benedicto XVI habla de « el acaparamiento por parte de algunos estados, grupos de poder y empresas de recursos energéticos no renovables, es un grave obstáculo para el desarrollo de los países pobres. Éstos no tienen medios económicos ni para acceder a las fuentes energéticas no renovables ya existentes ni para financiar la búsqueda de fuentes nuevas y alternativas. El acaparamiento de los recursos naturales que, en muchos casos, se encuentran precisamente en los países pobres, causa explotación y conflictos frecuentes entre las naciones y en su interior. Dichos conflictos se producen con frecuencia precisamente en el territorio de esos países, con graves consecuencias de muertes, destrucción y mayor degradación aún. La comunidad internacional tiene el deber imprescindible de encontrar los modos institucionales para ordenar el aprovechamiento de los recursos no renovables, con la participación también de los países pobres, y planificar así conjuntamente el futuro. »
Un ejemplo que viene en seguida a la mente es el de la República democrática del Congo (RDC, o antiguo Zaire). África es el continente mártir del mundo moderno, y RDC es el corazón sangriento. Cada mes, 45 000 Congolés mueren por la guerra. La Misión de las Naciones Unidas (20 000 empleados y 1 mil millones de dólares de presupuesto al año) observa y cuenta a los muertos, sin intervenir (lo que hace a los obispos del RDC manifestar « no necesitamos a la ONU para contar a nuestros muertos », sobre todo si esto cuesta mil millones de dólares).
Estas guerras en la República democrática del Congo, que han dado ya más de 10 millones de muertos desde 1994, lanzadas por rebeldes con el sostén de los vecinos de Ruanda, de Uganda y de Burundi, esconden el saqueo de los minerales (coltan, metal mágico de la telefonía celular, diamante, cobalto, o cobre) y otros recursos en provecho de las empresas multinacionales. Las exportaciones mineras congolesas giran alrededor de 3 mil millones de dólares al año, pero los minerales saqueados valen por lo menos el doble, mientras que el 75 % de los Congoleses viven bajo el umbral de pobreza, con menos de un dólar al día.
El Papa añade « que es posible mejorar hoy la productividad energética y que es posible, al mismo tiempo, hacer progresar la búsqueda de energías alternativas. » Por ejemplo, en el documental'Home'del fotógrafo y cineasta Yann Arthus-Bertrand, presentado en más de 130 países en el día mundial del medio ambiente, el 5 de junio de 2009, explica allí, entre otras cosas que:
« El sol es la primera fuente de energía de la tierra; ¿Acaso, lo qué hace el vegetal capturando su energía (por la fotosíntesis), los hombres no pueden hacerlo? En una hora, el sol da a la tierra la Energía consumida por toda la humanidad en un año. Mientras la tierra exista, la energía del sol es inagotable. Basta con dejar de cavar en el suelo (para extraer de allí petróleo y otras fuentes de energía no renovables contaminantes) y de levantar los ojos hacia el cielo » (en el sentido propio como en el sentido figurado, podríamos añadir). Las tecnologías alternativas existen, a costes irrisorios (como el sol, que ninguna multinacional puede controlar), pero son las fuerzas poderosas y financieras que todavía imponen el uso del petróleo.
El verdadero problema: la disminución de la natalidad
Durante muchos años hemos oído de los llamados expertos afirmar que hay demasiadas personas sobre el planeta, que no hay suficientes recursos para que todo el mundo pueda vivir, y que hay que recurrir al aborto, la contracepción (y las guerras, las epidemias y hambres que echan una mano también) para reducir drásticamente a la población. (Varios países desarrollados adjuntan también por otra parte como condición a su ayuda a los países en vías de desarrollo la imposición del aborto y de los medios artificiales de contracepción.) Benedicto XVI destruye este mito maltusiano declarando que el problema verdadero hoy en el mundo, no es la superpoblación, pero la disminución de la natalidad, o lo que algunos llaman "el invierno demográfico" (n. 44):
« Considerar el aumento de población como la primera causa del subdesarrollo, incluso desde el punto de vista económico, es incorrecto: baste pensar, por un lado, en la notable disminución de la mortalidad infantil y el aumento de la edad media que se produce en los países económicamente desarrollados y, por otra, en los signos de crisis que se perciben en la sociedades en las que se constata una preocupante disminución de la natalidad (...)
« La apertura moralmente responsable a la vida es una riqueza social y económica. Grandes naciones han podido salir de la miseria gracias también al gran número y a la capacidad de sus habitantes. Al contrario, naciones en un tiempo florecientes pasan ahora por una fase de incertidumbre, y en algún caso de decadencia, precisamente a causa del bajo índice de natalidad, un problema crucial para las sociedades de mayor bienestar. La disminución de los nacimientos, a veces por debajo del llamado « índice de reemplazo generacional », pone en crisis incluso a los sistemas de asistencia social, aumenta los costes, merma la reserva del ahorro y, consiguientemente, los recursos financieros necesarios para las inversiones, reduce la disponibilidad de trabajadores cualificados y disminuye la reserva de « cerebros » a los que recurrir para las necesidades de la nación. (...)
« Son situaciones que presentan síntomas de escasa confianza en el futuro y de fatiga moral. Por eso, se convierte en una necesidad social, e incluso económica, seguir proponiendo a las nuevas generaciones la hermosura de la familia y del matrimonio, su sintonía con las exigencias más profundas del corazón y de la dignidad de la persona. En esta perspectiva, los estados están llamados a establecer políticas que promuevan la centralidad y la integridad de la familia, fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, célula primordial y vital de la sociedad, haciéndose cargo también de sus problemas económicos y fiscales, en el respeto de su naturaleza relacional. »
Añadiremos que bajo un sistema de Crédito Social, la llegada de un nuevo niño en la familia no sería una carga financiera, ya que este recién nacido recibiría también su dividendo, como nuevo accionista de las riquezas del país, aumentando así los ingresos familiares.
El medio ambiente
Otra preocupación cada vez más actual, es el medio ambiente, el equilibrio ecológico del planeta que es amenazado por la polución y el despilfarro de los recursos o problemas que, como lo saben los estudiantes asiduos del Crédito Social, son directamente causados por el actual sistema financiero que, conduce entre otras cosas, a la creación de necesidades inútiles, para crear empleos que no son necesarios verdaderamente. Douglas señalo correctamente que una vez que las necesidades básicas de la gente estén aseguradas, la mayoría se contentarían con un estilo de vida mucho más simple, lo que reduciría en mucho la destrucción del medio ambiente. Desde luego, el Papa Benedicto XVI no se olvida de la cuestión del medio ambiente en su nueva encíclica (n. 48) :
« El tema del desarrollo está también muy unido hoy a los deberes que nacen de la relación del hombre con el ambiente natural. Éste es un don de Dios para todos, y su uso representa para nosotros una responsabilidad para con los pobres, las generaciones futuras y toda la humanidad. Cuando se considera la naturaleza, y en primer lugar al ser humano, fruto del azar o del determinismo evolutivo, disminuye el sentido de la responsabilidad en las conciencias. El creyente reconoce en la naturaleza el maravilloso resultado de la intervención creadora de Dios, que el hombre puede utilizar responsablemente para satisfacer sus legítimas necesidades materiales e inmateriales respetando el equilibrio inherente a la creación misma. Si se desvanece esta visión, se acaba por considerar la naturaleza como un tabú intocable o, al contrario, por abusar de ella. Ambas posturas no son conformes con la visión cristiana de la naturaleza, fruto de la creación de Dios... La naturaleza está a nuestra disposición no como un « montón de desechos esparcidos al azar », sino como un don del Creador que ha diseñado sus estructuras intrínsecas para que el hombre descubra las orientaciones que se deben seguir para « guardarla y cultivarla » (Cf. Gn 2,15).
« En nuestra tierra hay lugar para todos: en ella toda la familia humana debe encontrar los recursos necesarios para vivir dignamente, gracias a la naturaleza misma, don de Dios a sus hijos, por el esfuerzo de su trabajo y de su creatividad. Debemos sin embargo ser conscientes del deber grave que tenemos de dejar la tierra a las nuevas generaciones en un estado en el que ellas también puedan habitarla dignamente y seguir cultivándola. » (n.50)
Salvar la naturaleza, los animales, los bebés focas, está bien, pero salvar a los seres humanos, es todavía más importante. Benedicto XVI explica : « Considerar la naturaleza como más importante que la persona humana misma es contrario al verdadero desarrollo. Esta posición conduce a actitudes neopaganas (hacer de la tierra una diosa, Gaia la madre-tierra)… Por otra parte, también es necesario rechazar la posición contraria, que mira a su completa tecnificación, porque el ambiente natural no es solo material disponible a nuestro gusto, sino obra admirable del Creador, y que lleva en sí una "gramática" que indica una finalidad y criterios para que sea utilizado con sabiduría y no explotado de manera arbitraria. » (n.48)
Sobre este tema, Juan Pablo II escribía en su encíclica Centesimus annus (n. 38): « Además de la destrucción irracional del ambiente natural hay que recordar aquí la más grave aún del ambiente humano, al que, sin embargo, se está lejos de prestar la necesaria atención. Mientras nos preocupamos justamente, aunque mucho menos de lo necesario, de preservar los « hábitat » naturales de las diversas especies animales amenazadas de extinción, porque nos damos cuenta de que cada una de ellas aporta su propia contribución al equilibrio general de la tierra, nos esforzamos muy poco por salvaguardar las condiciones morales de una auténtica « ecología humana ».
Si existen unas leyes que hay que respetar para conservar el equilibrio de la naturaleza, existen también leyes que hay que respetar (que también han sido dadas por Dios) para conservar el equilibrio del medio ambiente humano, comenzando con el respeto por la familia, fundada sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer. Benedicto XVI desarrolla sobre este punto en su encíclica (n. 51) :
« Si no se respeta el derecho a la vida y a la muerte natural, si se hace artificial la concepción, la gestación y el nacimiento del hombre, si se sacrifican embriones humanos a la investigación, la conciencia común acaba perdiendo el concepto de ecología humana y con ello de la ecología ambiental. Es una contradicción pedir a las nuevas generaciones el respeto al ambiente natural, cuando la educación y las leyes no las ayudan a respetarse a sí mismas. El libro de la naturaleza es uno e indivisible, tanto en lo que concierne a la vida, la sexualidad, el matrimonio, la familia, las relaciones sociales, en una palabra, el desarrollo humano integral. Los deberes que tenemos con el ambiente están relacionados con los que tenemos para con la persona considerada en sí misma y en su relación con los otros. »
Deber de solidaridad
En su primera encíclica, Deus caritas es (Dios es amor, n. 25-26), Benedicto XVI escribía: « La Iglesia es la familia de Dios en el mundo. En esta familia no debe haber nadie que sufra por falta de lo necesario. el objetivo de un orden social justo es garantizar a cada uno, respetando el principio de subsidiaridad, su parte del bien común. »
Benedicto XVI concluye que para poder cambiar el mundo y hacerlo conforme con la voluntad de Dios, para poner fin al escándalo de la pobreza y del hambre en el mundo, debemos darnos cuenta que somos todos hijos de Dios, hijos del mismo Padre, que el amor de Dios debe estar acompañado necesariamente del amor al prójimo (n. 78) :
« Sin Dios el hombre no sabe adonde ir ni tampoco logra entender quién es. Ante los grandes problemas del desarrollo de los pueblos, que nos impulsan casi al desasosiego y al abatimiento, viene en nuestro auxilio la palabra de Jesucristo, que nos hace saber: « Sin mí no podéis hacer nada » (Jn 15,5). Y nos anima: « Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final del mundo » (Mt 28,20). La conciencia del amor indestructible de Dios es la que nos sostiene en el duro y apasionante compromiso por la justicia, por el desarrollo de los pueblos, entre éxitos y fracasos, y en la tarea constante de dar un recto ordenamiento a las realidades humanas. »
Concluyamos este artículo con las siguientes palabras de Pablo VI, tomadas de su encíclica Populorum Progressio (no. 75 y 86):
« Más que nadie, el que está animado de una verdadera caridad es ingenioso para descubrir las causas de la miseria, para encontrar los medios de combatirla, para vencerla con intrepidez. El amigo de la paz, proseguirá su camino irradiando alegría y derramando luz y gracia en el corazón de los hombres en toda la faz de la tierra, haciéndoles descubrir, por encima de todas las fronteras, el rostro de los hermanos, el rostro de los amigos... Vosotros todos los que habéis oído la llamada de los pueblos que sufren, vosotros los que trabajáis para darles una respuesta, vosotros sois los apóstoles del desarrollo auténtico y verdadero que no consiste en la riqueza egoísta y deseada por sí misma, sino en la economía al servicio del hombre, el pan de cada día distribuido a todos, como fuente de fraternidad y signo de la Providencia.»