Para la Doctrina Social, la economía « es sólo un aspecto y una dimensión de la compleja actividad humana. Si es absolutizada, si la producción y el consumo de las mercancías ocupan el centro de la vida social y se convierten en el único valor de la sociedad, no subordinado a ningún otro, la causa hay que buscarla no sólo y no tanto en el sistema económico mismo, cuanto en el hecho de que todo el sistema sociocultural, al ignorar la dimensión ética y religiosa, se ha debilitado, limitándose únicamente a la producción de bienes y servicios ».
La vida del hombre, al igual que la vida social de la colectividad, no puede reducirse a una dimensión materialista, aun cuando los bienes materiales sean muy necesarios tanto para los fines de la supervivencia, cuanto para mejora del tenor de vida: « Acrecentar el sentido de Dios y el conocimiento de sí mismo constituye la base de todo desarrollo completo de la sociedad humana […] La corrupción distorsiona de raíz el papel de las instituciones representativas, porque las usa como terreno de intercambio político entre peticiones clientelistas y prestaciones de los gobernantes. De este modo, las opciones políticas favorecen los objetivos limitados de quienes poseen los medios para influenciarlas e impiden la realización del bien común de todos los ciudadanos.
La corrupción es un tema que preocupa no sólo en el ámbito interno de los Estados; ésta se ha generalizado e instalado en la economía y en el mundo global. Corrupción es aquel proceso de destrucción que comienza cuando una de las partes (órgano) se desentiende del todo (cuerpo humano) y concluye en la destrucción del cuerpo y de las partes.
De igual forma, el concepto más generalizado de corrupción -no ya en referencia al orden físico- remite al ámbito de lo político y económico, entendiendo por corrupción una acción indebida o ilícita a efectos de obtener ganancias o beneficios personales.
En forma más amplia y por analogía, el concepto de corrupción puede ser aplicado al orden moral, social, político y económico, estando presente también en estos órdenes el carácter destructivo que la corrupción comporta. Cuando una cosa se aparta de aquello que es o para lo cual está ordenada, esa cosa o ese orden se ha corrompido y, por consiguiente, se destruye.
La corrupción, entonces, es una perturbación profunda del orden o estado debido de las cosas y, consecuentemente, supone un desorden tanto material como espiritual, y en este último aspecto es un mal moral. Mal moral, en tanto el hombre -inteligente y libre- se desvía de su fin natural e introduce en su obrar un factor de desorden y anarquía, que no sólo repercute en el plano individual, sino también en el plano social, político, cultural, jurídico y económico.
Consecuencia de esta corrupción social y política será una sociedad en la que no existen leyes, normas jurídicas o morales a las cuales deba ajustarse la conducta de los ciudadanos (anomia social). Sociedad en la que tampoco existe conciencia de los deberes sociales y en la que predomina la "ética de la avivada" y del "todo vale" en la búsqueda del poder y del beneficio personal. La corrupción no será, en esta instancia, tan sólo un acto aislado, sino una patología social (cultura corrupta) que incluye tanto a gobernantes como a gobernados.
Precisamente, Juan Pablo II hizo referencia a las dos principales motivaciones de este fenómeno que se manifiestan como "estructuras de pecado" y que atentan contra el desarrollo: " (...) el afán de ganancia exclusiva y la sed de poder, con el propósito de imponer a los demás la propia voluntad. A cada una de estas actitudes podría añadirse, para caracterizarlas aún mejor, la expresión'a cualquier precio'. En otras palabras, nos hallamos ante la absolutización de actitudes humanas, con todas sus posibles consecuencias". Mal moral, sigue diciendo Juan Pablo II, "fruto de muchos pecados que llevan a estructuras de pecado". Juan Pablo II: Sollicitudo rei socialis, 37.
Corrupción de la economía o corrupción económica
El concepto de corrupción así definido puede aplicarse a la Economía en cuanto ciencia y en cuanto realidad humana. Si corrupción es pervertir o alterar el fin de alguna cosa, podemos decir que la economía moderna se ha corrompido por verse alterado y pervertido su fin, generando graves e inevitables consecuencias.
La actividad económica, propia del hombre inteligente y libre, es un aspecto de la actividad humana que abarca aquellos actos realizados en procura de los bienes materiales (útiles y escasos) necesarios para poder satisfacer los múltiples y distintos fines de la vida. La racionalidad con que obra el sujeto económico es lo que permite adecuar, en la forma más conveniente y eficiente, los medios escasos a las múltiples necesidades, de modo que pueda lograrse la máxima satisfacción posible al mínimo costo.
Desde la perspectiva de la Doctrina Social de la Iglesia, el hombre es el sujeto, fundamento y fin de la economía. Fin de la economía, ya que no se trata solamente de generar riqueza, sino de producirla en forma eficiente para el servicio del hombre y de todos los hombres, posibilitando así su mejor desarrollo y perfección.
He aquí la corrupción del acto económico y el mal moral inherente: el pragmatismo economicista que gobierna al mundo globalizado, que todo lo mide a través del análisis "costo-beneficio", ha pervertido el fin del acto económico y de la economía misma, pues todo ha quedado reducido al imperativo de "máxima utilidad individual". Ello configura una perturbación profunda y la destrucción del orden debido, lo que trae aparejadas graves consecuencias económicas, sociales y políticas.
La corrupción económica, que se manifiesta tanto en el ámbito público como privado, supone una acción indebida, un comportamiento o conducta que viola las normas, las reglas y deberes, a efectos de obtener ganancias pecuniarias o beneficios personales de manera inapropiada, aunque no siempre ilegal, usando y abusando de una posición de poder dada. Tales actos llevan siempre consigo una falla ética y un trastocamiento del deber-ser de las cosas.
Ahora bien, no siempre la corrupción es ilegal. Existe la corrupción blanca o legal, es decir aquella que produce beneficios no merecidos producto de normas, reglamentaciones y/o legislaciones irracionales que otorgan impunidad formal (beneficios derivados de una protección especial por parte del Estado, etc.).
La corrupción en el sistema monetario
El fin del dinero o crédito es de todas maneras ser un instrumento social
Digamos que yo soy un granjero. Necesito contratar a un hombre que me ayude en mi trabajo. Si no tengo el dinero para pagarle, podría llegar con él a un arreglo para pagarle de otra forma independientemente del dinero.
Puedo, por ejemplo, acordar con él en darle diez libras de papas, tres de carne, una de mantequilla y un galón de leche por cada día de trabajo, todos estos productos que salen de mi granja.
También puedo estimar el valor de su trabajo en dólares, sin darle ninguno ya que no los tengo. En este caso, por ejemplo, cada día puedo firmarle un boleto que le permita escoger de entre otros productos de mi granja lo que guste y que represente el valor de $5.00 por hora del trabajo que realiza. Nuevamente, le estoy dando el derecho de elegir lo que guste de los productos de mi granja.
Sin embargo, ciertamente, no puedo firmarle boletos que le den derecho a escoger de los productos de otros granjeros ni de los artesanos del pueblo. Solamente tiene derecho de elegir entre lo que estrictamente me pertenece.
Si le pago en dólares – ¡bueno, esto sí que es diferente! El puede elegir entonces de entre todos los bienes y servicios provenientes de cualquier parte del país. Pero para pagarle con dinero, primero necesito tener el dinero.
La diferencia entre un boleto emitido por mí y el dinero, es que mi boleto únicamente le da derecho a elegir de lo que a mí me pertenece, mientras que el dinero le da derecho sobre la producción de los demás.
Puedo emitir boletos para mis productos dado que yo los hago, soy el dueño. Pero no puedo emitir (crear) dinero porque no soy el dueño de los productos de los demás.
Ambos – boletos y dinero – pueden fácilmente ser dos pedazos de papel del mismo tamaño. Ambos pueden llevar los mismos números. Mi boleto puede ser fácilmente etiquetado con un valor de $10.00, justo como un billete de $10.00 emitida por el Banco Central. Pero mi boleto puede únicamente comprar mis productos mientras que los diez dólares de papel moneda pueden comprar cualquier bien o servicio por la cantidad de su valor.
Un instrumento social
Todo esto no es sino otra forma para decir que el dinero es un instrumento social. Y dado que otorga el derecho de tomar los bienes y servicios de cualquiera sin excepción, su emisión mediante un individuo o un grupo de ellos, no puede ser justificada ya que esto significaría darle el derecho a individuos particulares de usar los bienes de otros.
Con todo, el nuevo dinero necesita tener inicio, ser creado en alguna parte. El dinero actualmente en circulación no cae del cielo como el maná, no se crea por generación espontánea. Similarmente, cuando la producción se incrementa, el volumen de dinero en circulación necesariamente se incrementa también. La industria y el comercio actual en Canadá por ejemplo, podrían paralizarse si no hubiera más dinero en el país que el que hubo en tiempos de Champlain a inicios de 1600.
Así que la provisión de dinero se incrementó. Se añadió dinero nuevo. Y a medida que la actividad industrial crece, también lo hace el dinero. Pero, entonces ¿de dónde viene este dinero adicional dado que ningún individuo en particular ni ningún grupo de los mismos tiene el poder de emitir reclamos sobre la propiedad de otros?
El dinero nuevo se incrementa en su provisión y éste no puede provenir de otra fuente que de la misma sociedad a través de la agencia de un organismo establecido para desempeñar esta función a nombre de ésta. Actualmente ¿quién ejerce esta función que es social en su misma esencia? Ciertamente no el Gobierno dado que no tiene dinero para gastar a excepción hecha de lo que obtiene de los impuestos o de los préstamos que paga mediante nuevos impuestos.