¿Quién de nosotros no nos hemos preguntado – a pesar de todo lo que nos dificulta el concentrarnos – algo como lo que sigue : ¿Cómo es posible que con todo el progreso en todos los campos de la producción – agricultura, industria textil, construcción, salud, transportación, almacenamiento, etc. – nos sigamos preocupando por el futuro e incluso, por el día de hoy ?

Las preocupaciones y una vida febril

Démonos cuenta que las preocupaciones en cuestión no son originadas por ninguna guerra o desastre natural. Estos eventos, por el contrario, reducen las preocupaciones concernientes a encontrar los medios necesarios para llevar el pan diario a nuestras mesas. Es una cuestión de preocupaciones en tiempos de paz, cuando los silos de granos están atiborrados de trigo, cuando los escaparates despliegan todos los productos que tienen a la venta, cuando los anuncios nos invitan a comprar la abundancia de bienes que solamente están esperando a ser vendidos.

¿Cómo es posible que con la invención de tantas máquinas tan sofisticadas a su servicio, el hombre se vea obligado a sentarse ociosamente muriéndose de hambre, o a trabajar frenéticamente en fábricas o minas, día y noche, incluso los domingos, dejando su casa muy temprano por la mañana o muy tarde por la noche para estar en el trabajo ; dejar la fábrica o l oficina agotado, exhausto, malhumorado por las continuas quejas y gritos de sus jefes quienes se han vuelto presa de actividades febriles y calculadoras ?

La ciencia que castiga

¿Qué utilidad tiene la ciencia, los inventos, las máquinas, la electricidad, la química, si todo esto únicamente le sirve al hombre para llevarlo al matadero, para dejarlo en la miseria a medida que la destrucción a gran escala de los seres humanos está teniendo lugar ?

La ciencia se ha convertido en un agente de sufrimiento y muerte dado que sus beneficios no le llegan al consumidor, a la masa de consumidores.

La ciencia multiplica los productos mientras reduce el número de trabajadores ; sin embargo, aún no se han dado los medios para distribuir los productos de la ciencia a quienes no tienen ni sueldos ni salarios. De ahí la miseria y el desorden crecientes en medio de naciones donde brillan las aplicaciones de la ciencia. Para mantener las actividades de producción, cada país busca impulsar su producción acumulada hacia otros países en donde tampoco quieren comprarle nada ; de aquí se generan las fricciones que desencadenan en guerras comerciales entre las naciones.

Esto ocasionó que el Profesor Frederick Soddy (Premio Nóbel de Química en 1921), uno de los más grandes científicos de nuestro tiempo, dijera el 2 de octubre de 1942, en la cúspide de la guerra : "La ciencia sin el Crédito Social es flagrante suicidio."

La ciencia con el Crédito Social

¿Por qué dijo esto el Profesor Soddy ? – la ciencia sin el Crédito Social-. Porque con el Crédito Social, los productos de la ciencia – la producción agrícola y los bienes extraídos de la naturaleza y la industria que responden a las necesidades de los consumidores – irían a estos últimos, aunque los sueldos y salarios les fueran quitados por las máquinas.

Nosotros somos de la opinión, que es mejor dedicarse a traer un poco más de tranquilidad a la tierra, aún en tiempos de paz, aun cuando se detuviera la movilización de los hombres y de las máquinas para cavar tumbas.

La novedad que pide el Crédito Social es que la ciencia se aplique al servicio y no al castigo. El Crédito Social hace algo muy simple, reconoce que la ciencia es un bien común y que a mayor ciencia que ingrese en la producción, mayores serán las partes de la misma que deberán ir a todos y cada uno de los miembros de la sociedad.

Ejemplo : la corriente eléctrica

Para entenderlo mejor, pasemos cinco minutos frente a una lámpara. Todos saben lo que es una lámpara, aún quienes no tienen electricidad en sus casas.

Oprimo un botón : la lámpara enciende e ilumina la habitación. ¿Por qué ? Porque al apretar el botón provoqué la unión de dos cables y la corriente eléctrica inmediatamente llegó a los filamentos del bulbo, lo que provocó su incandescencia.

Pero, ¿de dónde viene esta corriente eléctrica ? ¿De dónde procede está corriente tan conveniente para iluminar, calentar, encender motores, ante la simple opresión del botón ? Esta corriente que viaja a través de los cables a la velocidad de la luz, ¿de qué está hecha ?

Esta corriente puede venir de una cascada. En algún lugar del bosque, en la falda de una montaña o en la profundidad de la misma, un río sigue su cauce hacia el mar, una masa de agua cae a 20, 40, 60 metros.

Nuestros ancestros vieron estas caídas de agua : eran hermosas ante sus ojos de pœtas, pero muy inconvenientes para los remeros quienes tenían que llegar a puerto. Nuestros ancestros no sacaron provecho de estas caídas, salvo en ocasiones para hacer girar las aspas de un molino. Ellos no utilizaron la fuerza del agua para generar electricidad, calor o energía transportable a grandes distancias. ¿Por qué ? Porque carecían de la ciencia, que, acumulada y transmitida de generación en generación, algunas veces lentamente, otras, con mayor rapidez, llegó a Ampere y a Faraday para que hicieran sus hermosos descubrimientos. Y, actualmente, la caída de agua es un tesoro.

Se construyen presas, se instalan turbinas, cables y las caídas de agua proporcionan electricidad, sin cansarse, sin pedir días libres, a distancias de cientos, miles de kilometros.

De aquí viene la corriente que hace que mi bujía sea incandescente y luminosa.

Una caída de agua – ciencia – material – trabajo- y tenemos la corriente eléctrica.

Los propietarios

¿A quién le pertenecen las caídas de agua ? ¿Quién bombea el agua del mar para llevarla en forma de lluvia a las cimas y faldas de las montañas ? ¿No es el trabajo del sol, sin una sola onza de labor humana ? ¿Quién moldeó las montañas, las faldas, los declives de tierra que hacen que el agua se precipite hacia las cataratas ? ¿Quién sino las fuerzas de la naturaleza – levantamientos, hundimientos, volcanes, erosión ?

Por tanto, ¿quién puede autonombrarse dueño absoluto de esta cascada ? Esta caída de agua es un bien común. Por ejemplo : en la Provincia de Quebec, le pertenece a la provincia, por tanto, a todos sus habitantes, no más a unos que a otros, sino a todos en el mismo grado.

¿Qué con respecto a la ciencia ? La acumulación de inventos que permite la producción de la corriente eléctrica – ¿a quién le pertenece ? ¿A quién sino a toda la humanidad, a todo el género humano sin excepción ? Al recién nacido, al anciano que no puede trabajar más al enfermo y a quien goza de buena salud, a todos y cada uno sin excepción y en mismo grado.

En cuanto al material para la presa – fue comprado y pagado. El trabajo para su construcción fue pagado en forma de sueldos y salarios.

La propiedad privada se reconoce y se paga como tal. Pero, de lo que constituye la propiedad común, ¿se les ha dado algún ingreso a todos y cada uno dado que todos y cada uno son copropietarios de la misma ?

Preguntémosle al ciudadano común, al agricultor, a quien no es capaz de electrificar su granja, al pobre trabajador que utiliza una lámpara de parafina ya que no cuenta con nada más para alumbrarse- preguntémosles si han recibido su parte de la producción, o su equivalente en la forma de otros productos a cambio de su parte como copropietarios.

Vayamos más lejos todavía. No es nada más la catarata la que es propiedad común. No es únicamente la ciencia la que es propiedad común. Es la organización social, sin la cual nada de esto sería posible. La organización social que multiplica las posibilidades de producción, es también un bien común.

Derechos de nacimiento

Todo esto significa que todos y cada uno – por el simple hecho de su entrada a una sociedad organizada, por haber nacido en un país con recursos naturales y en un mundo de ciencia aplicada – tiene derecho a recibir su parte, como copropietario de muchos y grandes bienes comunes. No solamente en el campo de la electricidad, sino en todos los campos de la producción moderna, que cada vez más y más pide prestados los frutos de la ciencia aplicada y cada vez menos de la labor humana.

Dejemos ahora la lámpara y acerquémonos a la cuna de un recién nacido, a la cama de un hombre enfermo, al ama de casa que lleva a cabo su tarea, al pionero que tala árboles y jala los leños para construir con gran dificultad y miseria, una pequeña propiedad en una nueva tierra y preguntémosles si no les vendría bien un ingreso anual o mensual como su parte del capital común y si no lo utilizarían para su beneficio.

Bien, este es el capital común que reconoce el Crédito Social que cree en la propiedad privada y la respeta. Cree en la recompensa a su trabajo y la apoya. Pero también cree en la propiedad común y afirma que es precisamente debido a que a cada persona se le niega el derecho a su parte de la misma, que los bienes son desperdiciados, son destruidos, bajo los mismos ojos de las multitudes que están necesitándolos.

El dividendo nacional

Un capitalista toma dividendos cuando su capital produce, aunque no sea él quien realice el trabajo. Del mismo modo, cada ciudadano, desde la cuna hasta la tumba, siendo un capitalista, un copropietario del capital común, debe obtener un dividendo de este capital cuando su capital común produce. Debe recibir su dividendo en base a su papel de capitalista, no como un trabajador. Cuando él trabaja recibe una compensación o salario ; pero – independientemente a esta compensación o salario si trabajó, aunque sí con ésta si no lo hizo– debería retirar su dividendo sobre el capital que le pertenece. Este capital le pertenece al igual que a todos sus conciudadanos ; y es por esto que todos y cada uno tiene derecho al mismo dividendo de acuerdo a su capital común que se hizo productivo.

¿Entiende ahora por qué los que promovemos el sistema de Crédito Social, bregan por el dividendo nacional ?

Y los hechos prueban que tienen razón, tanta razón que, para mantener la producción actual, uno debe absolutamente poner mucho de ella en todas partes. Muchas veces se bombardea a los enemigos en tiempos de guerra, en forma de bombas y granadas. Se les tira a los ríos, se echa al fuego, al mar, a las alcantarillas, en forma de mercancías destruidas y de desempleo despreciable. En el primer caso, uno mata a sus hermanos de otra nación. En el segundo caso, uno debilita y mata a sus hermanos en su propia casa.

La ciencia sin el Crédito Social es un suicidio para la humanidad. Con el Crédito Social, la ciencia aplicada llevaría abundancia, gozo y paz a los hogares y a las naciones.