La abundancia de bienes en el mundo, desde que el hombre descubrió los medios de transformar la energía y someter las fuerzas de la naturaleza a su servicio, deberían reflejarse en la seguridad económica para todos – lo que significaría, al menos, una modesta comodidad material en cada hogar, en una era de relaciones sociales de bien, alegría y paz entre los individuos y las naciones.
Desafortunadamente, con lo que se topa nuestra vista en todos los países civilizados del mundo es algo completamente diferente.
Frente a la abundancia de bienes que se amontonan, excepto cuando son destruidos en tiempo de guerra, la destitución toma su lugar.
Las bodegas y almacenes están llenos de mercancías abarrotando sus escaparates. Los diarios, la radio, la televisión y el Internet anuncian a todas horas una gran variedad de productos, mientras que millones de seres humanos tienen que vivir sin comida y otros muchos siguen utilizando sus andrajos y muebles viejos más de lo necesario.
"¿Qué porcentaje de nuestra población se encuentra meramente subsistiendo en lugar de disfrutar del uso de las riquezas disponibles, suficientes para vivir razonablemente con comodidad? Más de tres cuartas partes de nuestra población.
Pero las citas resultan innecesarias. La mayoría de los lectores tienen únicamente que examinar su situación personal y la de sus vecinos. ¿A quién se le asegura, actualmente, su estabilidad para el día de mañana?
Nadie duda que en el futuro nuestros países puedan continuar proveyendo todo lo necesario en términos de alimento, ropa y refugio. Pero ¿Cuántas personas y sus familias tienen asegurada su parte correspondiente, no solamente para el día de mañana sino para el futuro inmediato y no tan inmediato?
El creciente número de desempleados debería, lógicamente, mostrar una sobreabundancia de bienes y que el consumo ha alcanzado su punto de saturación. Pero en realidad estos números significan, por encima de todo, sufrimiento, destitución y desesperación.
Los productos se encuentran justo frente a las necesidades humanas. ¿Por qué entonces no satisfacen todas estas necesidades? ¿Qué impide que la economía alcance su fin último?
¿A qué se debe que los consumidores, que tienen tantas necesidades insatisfechas, no puedan acceder a los bienes necesarios, producidos para ellos?
La existencia de la pobreza extrema frente a tanta producción y frente a la capacidad de producción que no es usada, es una terrible acusación contra el sistema de distribución.
Nunca la oferta había sido tan grande. Y frente a esta producción ¿no existe acaso demanda alguna?
La demanda existe. Pero el derecho sobre esta demanda, el derecho a acceder a estos productos y servicios, es lo que hace falta; este derecho lo constituye el dinero.
Demanda real, demanda efectiva
Debemos distinguir entre demanda real y demanda efectiva. La demanda real proviene de necesidades reales. Mientras haya gente hambrienta, existe una demanda real de alimentos. Mientras haya gente sin hogar, existe una demanda real de vivienda. Mientras haya gente enferma, hay una demanda real de medicamentos y atención médica.
Pero esta demanda real se vuelve efectiva únicamente si existe lo que le da el derecho sobre la producción: es decir el dinero
La demanda efectiva existe únicamente cuando el dinero se une a las necesidades.
Bajo el sistema económico actual, se observa una gran cantidad de demandas reales sin que los individuos tengan los derechos que harían dichas demandas efectivas. Los productores, obligados a recuperar sus gastos, buscan lugares donde puedan encontrar algo de dinero y hacen todo lo posible para crear demanda. Esto causa que tengan que vender bajo presión, lo que deja de responder a las necesidades de los consumidores para responder a las necesidades de los productores.
Esto es el reverso de un orden económico confiable. Los consumidores se convierten en víctimas explotadas y dejan de ser los amos a quienes se les debería servir.
La solución lógica sería colocar el dinero allí, donde se presentan las necesidades, haciendo así la demanda real efectiva y no creando necesidades artificiales donde no existe una demanda real.
El Mayor Douglas creador de la Filosofía de la Democracia Económica subraya que para conciliar la demanda real y la capacidad de pago, el deseo de poder debe ser vencido para anteponer el deseo a la libertad por lo que esta conciliación involucra la modificación del sistema de distribución.
Añade además una sólida concepción del fin último de la economía:
"Si todavía existe algo sano en el mundo, debería resultar obvio que la demanda real es el objetivo propio de la producción al cual debe accederse en sentido ascendente, esto es, debe existir primero una producción de los bienes necesarios suficientes para cubrir los requerimientos universales; y segundo, debe idearse un sistema económico que asegure la práctica automática y universal de la distribución; si se logra esto, se podrá continuar hasta cualquier punto que pruebe ser deseoso para la fabricación de artículos que tengan un rango de utilidad más limitado. Todas las cuestiones financieras son ajenas a este punto; si las finanzas simplemente no logran alcanzar esta propuesta básica entonces están fallando y deberán ser reemplazadas."
Dado que la producción existe para satisfacer las necesidades de los consumidores, y, dado que, de acuerdo a las regulaciones generalmente aceptadas, el consumidor debe presentar su dinero para acceder a los bienes de producción, el dinero en las manos de los consumidores debe estar de acuerdo con sus necesidades, combinado con la capacidad productiva del país. Si no sucede así, el dinero trabaja entonces en contra de los consumidores y por ende, del hombre mismo. En este caso un cambio se hace esencial.
Es debido a que el actual sistema monetario no satisface las necesidades de los consumidores, que un grupo de gente propone la abolición del dinero. Según ellos, el Estado debe apropiarse de toda la producción que no es consumida y distribuirla a todos los miembros de la comunidad.
Esta es la solución comunista que no queremos en nuestros países. Sin embargo, uno no puede aprobar la inmovilización de los bienes y de la producción frente a las necesidades urgentes.
Tampoco consideraríamos siquiera la solución dictatorial en la que los consumidores ni siquiera expresan sus necesidades: un superhombre dicta a todos, lo que se debería tener y a la producción lo que se debe hacer. En tal sistema, las armas se producen a expensas del pan.
Existe otra solución – una solución que, al poner el dinero en manos de los consumidores, de TODOS los consumidores, les da a TODOS el derecho a elegir los productos. Entonces los consumidores realmente orientan la producción. Esta es la solución del sistema de Democracia Económica sobre la cual el sociólogo Rev. Georges – Henri Levesque, O.P. escribió:
"Y si no desean ni el Socialismo ni el Comunismo, entonces adopten la Democracia Económica para contrarrestarlos. Con ello tienen en sus manos una poderosísima arma para luchar contra estos dos enemigos."
Pero uno debe antes que nada, estudiar esta cuestión del dinero para comprender los defectos del sistema monetario y cómo hacerlo trabajar para cumplir con su objetivo.
El símbolo y el objeto
Mejor que ninguna otra, la escuela de la Democracia Económica sabe distinguir entre riqueza y dinero. Si en sus estudios, se le da mucha importancia al dinero, es porque éste es actualmente necesario para tener acceso a la riqueza.
En tiempos ordinarios, cuando la guerra no introduce la destrucción masiva, el mundo civilizado abunda en riqueza. Los mayoristas nunca se quejan de no poder encontrar lo necesario para abastecerse de productos. Las bodegas obviamente, se encuentran llenas. Las manos de trabajadores hábiles son más numerosamente ofrecidas que las que realmente pueden ser empleadas.
Los países civilizados tienen tantos productos que buscan en el extranjero dónde poder ofrecerlos. De esta forma, favorecen la exportación impidiendo la importación para evitar llenarse de productos que no necesitan.
Tal es la situación en Canadá y en muchos países, donde sobre abunda la riqueza y son capaces de producir todavía más.
Pero, ¿de qué sirve decir a los canadienses, tanto hombres como mujeres, que su país es muy rico, que exporta gran cantidad de diversos productos, que ocupa uno de los primeros lugares en cuanto a niveles de exportación si lo que sale del país no regresa como utilidad a sus hogares, si lo que aparece en los escaparates no aparece en sus mesas?
Una madre no alimenta ni viste a sus hijos llevándolos a ver dichos escaparates, ni leyendo la publicidad que de los diferentes artículos encuentra en los periódicos, ni de lo que oye o mira en la radio o en la televisión. Lo que hace falta es el medio para adquirir tales artículos. Uno no puede robarlos. Para obtenerlos debemos pagar por ellos; requerimos de dinero.
Existen muchísimas cosas buenas en Canadá, pero cuando falta lo necesario para adquirirlas, cuando la gente no tiene dinero, ¿cuál es el propósito de desplegar toda esta riqueza?
Esto no significa que el dinero por sí mismo sea riqueza. El dinero no es un bien terreno capaz de satisfacer por sí mismo las necesidades temporales.
No podemos mantenernos vivos comiendo dinero. No podemos vestirnos zurciendo billetes sobre nuestro cuerpo. No podemos descansar acostándonos sobre monedas. No podemos curar ninguna enfermedad consumiendo dinero como tampoco obtenemos una educación coronándonos de dinero.
No, el dinero por sí mismo no es una riqueza. La riqueza real la representan las cosas útiles que satisfacen las necesidades del hombre. El pan, la carne, el pescado, el algodón, la madera, el carbón, un buen auto en una carretera, la visita del médico a los enfermos, la ciencia de los profesores – esto es la verdadera riqueza.
Pero en nuestro mundo moderno, cada individuo no produce lo que necesita. La gente debe comprar a otros. El dinero es el símbolo que uno obtiene a cambio de algo tangible o intangible (servicio); es el símbolo que debe estar presente para obtener algo ofrecido por otro.
El símbolo debe reflejar al objeto
La riqueza es el objeto mismo; el dinero es el símbolo que representa a dicho objeto. Lógicamente, el símbolo debe reflejar al objeto. Si un país cuenta con una gran cantidad de cosas para vender, debe haber entonces una gran cantidad de dinero para poder obtenerlas. A mayor gente y bienes, mayor la cantidad de dinero requerido en circulación, de otro modo, todo se detiene.
Es precisamente este balance el que hace falta. Por lo regular tenemos a nuestra disposición una gran variedad de productos, a veces más de los que pudiéramos desear, gracias a las ciencias aplicadas, a los nuevos descubrimientos y al perfeccionamiento de la maquinaria. Incluso contamos con una enorme cantidad de trabajadores obligados al desempleo quienes representan una fuente potencial de bienes. Tenemos una gran cantidad de ocupaciones inútiles y hasta peligrosas que incluyen una gran cantidad de actividades cuyo fin único es la destrucción.
El dinero fue creado con el propósito de mantener los bienes en circulación, para la venta de los mismos. ¿Por qué entonces no siempre llegan a las manos de los consumidores en la misma proporción en que salen de las fábricas o de los negocios?
¿Por qué? Porque los bienes proceden de una fuente y el dinero de otra. La primera fuente – producción – trabaja bien, pero la última – el dinero- no funciona adecuadamente.
Una fuente de los bienes son los recursos naturales con que la Providencia ha favorecido al planeta. Otras fuentes son la ciencia aplicada y el trabajo de los productores. En conjunto proveen productos en abundancia.
La fuente del dinero es otra. El dinero no proviene de la Providencia, ni de la ciencia, ni de las granjas, ni de las redes de los pescadores, ni del hacha de los leñadores, ni de las habilidades de los trabajadores.
Y la fuente del dinero no marcha paralelamente a la fuente de los productos. Los bienes surgen a través de la producción y desaparecen mediante el consumo. Igualmente, el dinero viene y desaparece, siendo abundante en ocasiones y escaso en otras. El dinero nace y muere. ¿Pero dónde?... Continuará