"Los bienes materiales han sido creados por Dios para satisfacer las necesidades de los hombres, y deben estar a la disposición de todos ellos tal y como lo requiere la justicia y la caridad".
Antes de crear a Adán y Eva, Dios puso sobre la tierra recursos abundantes para que ellos y sus sucesores, pudieran encontrar todo lo que necesario para vivir. Todos estos recursos durarían mientras exista vida en la tierra, pues sería impensable de parte del Creador, quien es la verdadera sabiduría y la Providencia Real, que no otorgase lo necesario para vivir.
Impensable también es la idea de que Dios haya creado recursos naturales para el beneficio solamente de una porción de la humanidad.
Igualmente es inaceptable que estos regalos del Creador puedan ser monopolizados por algunos poderosos individuos o naciones, mientras que la existencia de estos recursos naturales no depende del trabajo de algún hombre ni del más poderoso ni de ningún otro. Los recursos naturales son una creación de Dios, y Dios, el Padre de todos, creó estos recursos para todos.
La explotación de estos recursos naturales y las cosas útiles que provienen de ellos, pueden ciertamente traer ventajas especiales a aquellos que trabajan para producirlas, pero debemos recordar que sin la existencia inicial de materia prima, el hombre no sería capaz de producir algo. Las habilidades de algunos o las circunstancias favorables que ellos tengan para acceder a estos bienes que originalmente vienen de la voluntad y del poder creativo de Dios, no debe privar a otros de sus derechos a compartir de los bienes creados por Dios, pues son necesarios para la existencia de cada hombre. El practicar o el aprobar estas exclusiones es ir en contra del plan de Dios. La justicia distributiva debe aspirar a facilitar, en primera instancia, el acceso de cada individuo al menos de las necesidades primarias de la vida, y después a una larga porción cuando sea físicamente posible sin aceptar el obstáculo de condiciones artificiales.
Un derecho fundamental
"Efectivamente, cada hombre como ser de raciocinio, tiene por naturaleza el derecho fundamental de hacer uso de los bienes materiales de la tierra, a pesar de que esté reservado a la voluntad humana y a las formas jurídicas de los pueblos, regular detalladamente la realización práctica de ese derecho."
Este párrafo debe ser aprendido de corazón y retenido en la mente de cada legislador, de cada hombre de gobierno, de cada sociólogo y moralista, debe ser aprendido por trabajadores en el área social, y también por aquellos entusiastas que tienen en su mente el obsesivo concepto de una economía de empleo total. Esto con el fin de que puedan abrir sus pensamientos.
¡Un derecho fundamental no puede ser ganado mediante el trabajo u otros métodos, pues ya existe implícitamente! No debe ser condicionado de ninguna manera porque pertenece a la misma naturaleza del hombre: Cada individuo lo tiene desde su nacimiento, por el simple hecho de ser un ser humano.
Un derecho fundamental no puede ser cuestionado: lo que debe buscarse son los mejores medios para facilitar la realización práctica del mismo, tal como lo dijo el Papa.
¿Quién es el responsable del establecimiento de estos medios? Leamos lo que el Papa Pío XII decía: « La voluntad humana y las formas jurídicas de los pueblos. » La voluntad humana en otras palabras, es el conocimiento de este derecho por las naciones y sus gobiernos, luego entonces existen las formas jurídicas, como las leyes y regulaciones, que han sido designadas para este propósito.
"De los pueblos" (el plural es de Pío XII). Así que no debemos esperar el establecimiento de un indeseable gobierno mundial. Llevar a escala internacional un problema que puede arreglarse nacionalmente, solamente nos llevaría a hacer este problema más complicado y a retrasar su solución. Si se encontrase una solución en el ámbito Internacional, será, en la mayoría de los casos, malamente aplicada de manera local.
Cada gobierno nacional legítimo es capaz de establecer entre su población una forma satisfactoria de distribución de los productos ofrecidos en su territorio, ya sea que venga de su producción doméstica o importada en intercambio por productos domésticos exportados.
Esto no significa que un país que pueda proveer fácilmente un estándar satisfactorio de vida para todos los ciudadanos, no deba proporcionar ninguna consideración a la situación de las poblaciones en países menos favorecidos. No, y ya hemos dicho anteriormente que la justicia distributiva es un derecho fundamental que tiene cada ser humano con respecto al uso de los bienes de la tierra.
Ahora bien, debemos considerar cómo puede ser aplicado este derecho al uso de los bienes materiales. En principio de cuentas, a través de la observación de los buenos resultados del orden establecido correctamente en una primera nación. Como consecuencia tendremos que otras naciones se motivarán para seguir iguales estándares. Luego podrá observarse que en las naciones que disfruten de este orden, los pobladores, quienes estarán ya económicamente seguros con la garantía de su participación personal en la producción de su propio país, estarán felices de ayudar gratuitamente con sus bienes o con su conocimiento, a aquellas personas menos desarrolladas, para que puedan mejorar su situación. Por lo tanto, esto será también justicia distributiva de vida, pero coronada con caridad personal. Justicia y caridad: estas dos palabras están asociadas en el primer párrafo de la alocución de Pío XII en la radio.
Un derecho individual inalienable
"Tal derecho individual no puede por ningún motivo, ser suprimido, siquiera mediante el ejercicio de otros derechos incuestionables y reconocidos sobre los bienes naturales".
Solamente Pío XII pudo expresar tan enérgicamente y en pocas palabras, un derecho fundamental de tanta importancia. Es un derecho igual para cada individuo, un derecho que es imprescriptible, inalienable e indestructible, atado a la persona por el resto de su vida. El negar este derecho, ignorarlo, prohibirlo u obstruir su ejercicio, no lo elimina. Incluso los ciudadanos que han sido destituidos de la sociedad continúan teniendo el derecho de usar las cosas creadas por Dios. Incluso si es mantenido en condiciones donde no tiene acceso a ninguna clase de bienes.
Notemos también lo que el Papa dijo: "Ni siquiera la existencia y el ejercicio de otros legítimos y reconocidos derechos, eliminan el derecho individual. De esta manera no hay necesidad de eliminar la empresa privada, ni el derecho a la propiedad, ni la necesidad de nacionalizar las vías de producción para facilitar a cada individuo el ejercicio de sus derechos para una adecuada participación en las necesidades de la vida".
Adicionalmente en este estudio, se sacarán interesantes conclusiones de esta coexistencia de derechos legítimos que son posibles en una estructura económica organizada profundamente en conformidad con su fin.
El objetivo de una estructura económica
"Una economía nacional, que es el fruto de las actividades de los hombres que combinan su trabajo en la comunidad nacional, tiende a no hacer nada más que asegurar sin interrupción, las condiciones materiales en las cuales la vida individual de los ciudadanos estaría en capacidad de desarrollarse plenamente".
Pío XII dio una definición clara de esta expresión: "Economía nacional", dijo, "Es el resultado de actividades económicas realizadas por una nación, sean estas desarrolladas por individuos o por asociaciones diversas, cooperativas, compañías, federaciones u otras".
Es la suma de todas estas actividades la que provee los bienes necesarios a los consumidores en un país, y así mismo, la que provee del excedente que se exporta para pagar las importaciones de bienes extranjeros que ofrecerán una gran variedad de artículos para el consumo doméstico.
¿Qué es, o cuáles deben ser los frutos de esta economía nacional? Su finalidad no es otra que la de crear las condiciones materiales necesarias que respondan a las necesidades de la población del país, permitiendo el crecimiento de su vida individual. Y notemos una vez que se recalca este término: « vida individual".
El reflejo de la prosperidad real de una nación no se debe buscar en la gran producción ilimitada, ni en estadísticas comerciales o industriales. Para apreciar esta prosperidad, uno debe examinar el estándar de vida de cada familia, de cada individuo. ¿Existen suficientes bienes materiales a la disposición de todos? ¿Los bienes están llegando regularmente, sin interrupción, y no en períodos sucesivos de abundancia y/o de escasez sin alguna relación con las posibilidades reales, siendo alternativas indicativas de una interrupción artificial que viola el objetivo de una estructura económica bien organizada?
Entonces los productos ofrecidos tienen que ser suficientes, de buena calidad, y permanentes. Pero la justicia distributiva debe tomar el derecho fundamental de cada individuo en consideración. Respecto de la prosperidad real de la gente, el Papa Pío XII dijo:
"Donde se logre esto y se haga de tal manera que perdure, la persona estaría estructuralmente hablando en un estado de riqueza porque el bienestar material general y en consecuencia, los derechos personales de todos para hacer uso de los bienes terrenales, se realizarían de esta manera de acuerdo a la voluntad del Creador".
La riqueza económica de una nación no consiste propiamente en la abundancia de los bienes juzgados sobre su valor por un mero material de computación, sino que consiste en lo que tal abundancia en realidad significa y proporciona como una fase de material suficiente para el desarrollo personal justo de sus miembros.
Si tal distribución justa de bienes no se efectuase o simplemente se hiciera de una manera imperfecta, no se lograría el verdadero fin de la economía nacional (a pesar de que la abundancia de bienes disponibles sea próspera), pues la gente no sería rica, sino pobre, ya que no se le invitaría a compartir de esa abundancia.
Al lograr, por el contrario, que esta distribución justa sea realizada de manera eficiente sobre una base duradera, usted verá a la gente -aunque con menos bienes considerables a su disposición-, convertidas en personas económicamente sólidas.
Frutos de la paz
La gente hoy en día está inclinada a evaluar la riqueza o la pobreza de las personas con escalas que van de acuerdo a un criterio cuantitativo, como son el espacio y la abundancia de bienes.
"En cambio, si el fin de la economía nacional se aprecia de acuerdo a su valor exacto, este fin se convertiría en una luz guía para los esfuerzos de los hombres de estado y de la población, les aclararía a ellos cómo ingresar a un camino que no requiere de sacrificios continuos en bienes y sangre, y que daría frutos de paz y bienestar material general".
Los extractos del programa radial del Papa Pío XII que hemos reproducido, nos dan una definición con suficiente autoridad acerca del fin que se debe conseguir a nivel nacional, por una estructura económica que sea genuinamente humana. Si el objetivo se cumple, la estructura económica es buena. Si a la estructura económica no le interesa desarrollar este objetivo, se concluye que es una estructura mala. Si se logra este objetivo, continuamente se tendría que recurrir a medidas gubernamentales para paliar momentáneamente y muy insuficientemente las necesidades de primer momento, y la estructura económica estaría acortada. Si la distribución de productos es hecha pobremente, el gobierno tendría que imponer impuestos continuamente sobre la gente para ayudar a los que no han recibido nada. Eso significaría que la justicia distributiva no existió desde el principio.
Además, en los países que tienen producciones abundantes y potenciales, es falso decir que la riqueza de algunos es la causa de la pobreza de otros. Los ricos no comen todo el pan, ellos no usan toda la ropa, no se apropian de todos los materiales para la construcción que estos países pueden producir. No significa que la otra parte de la población no reciba los bienes básicos porque los ricos estén bien alimentados, bien vestidos, tengan buenas viviendas. El tomar algo del plato de Pedro para ponerlo sobre el plato vacío de Pablo, no tiene sentido cuando las tiendas están al reventar. Leamos las páginas de publicidad en los periódicos de estos países y preguntémonos: ¿Quiénes están en demanda, los productores o los consumidores?
El Papa Pío XII solamente recordó los principios que cada estructura económica sólida debe tomar en consideración: el destino de los bienes de la tierra, de acuerdo a la voluntad del Creador, y las normas que permitan juzgar el éxito o el fracaso del sistema, su rectitud o su perversión.
Pero el Papa de ninguna manera nos indicó qué métodos deberían de usarse, o cómo deberían ser organizadas la producción o la distribución de los bienes de la tierra. Pío XII manifestó firmemente que los bienes de la tierra han sido creados por Dios para todos los hombres. Pero añadió también que Dios ha dejado a la voluntad de los hombres y de los legisladores de las naciones, la tarea de regular en detalle la realización práctica de los derechos fundamentales de cada hombre, para que puedan hacer uso de estos bienes.
Entonces, esta responsabilidad pertenece a las instituciones civiles. La Iglesia declara y recuerda los principios. Ella también puede denunciar fuertemente legislaciones o instituciones que violan estos principios o que ignoran las injusticias en la distribución de los bienes materiales que le corresponden a individuos y familias. Pero la Iglesia no ocupa el lugar de los líderes civiles al escoger las fórmulas y al elaborar las leyes y regulaciones.
Seguramente existen defectos que corregir en el presente sistema capitalista, especialmente en lo que concierne a la concentración de riqueza y a sus deficiencias para lograr la distribución justa de la producción abundante; sin embargo, esto no justifica que deba ser sustituido con fórmulas políticas y económicas de regímenes comunistas de donde sus crímenes sobrepasan las montañas del Himalaya: Uno debe estar sumamente ciego para no verlos o tener tan mala fe para excusarlos.
Por otro lado, ¡También es equivocado pretender que no existe otra alternativa que el socialismo a las deficiencias del capitalismo actual cómo si no existiese otra alternativa! Existe una tercera opción que se nos ofrece, desconocida y boicoteada por parte de los poderes financieros que dominan el capitalismo y los hambrientos poderes demoníacos Fabianistas, el socialismo marxista y el comunismo que quieren gobernar el mundo.
Introduciremos un vistazo a esa tercera opción en nuestro próximo artículo, acerca de el Crédito Social.