"Ya que la economía social logrará un verdadero equilibrio y alcanzará sus fines sólo cuando a todos y a cada uno les fueren dados todos los bienes que las riquezas y los medios naturales, la técnica y la organización pueden aportar a la economía social; bienes que deben bastar no sólo para cubrir las necesidades y un honesto bienestar, sino también para llevar a los hombres a una feliz condición de vida, que, con tal de que se lleven prudentemente las cosas, no sólo no se opone a la virtud, sino que la favorece notablemente." Quadragesimo anno, no. 75
El Crédito Social es una doctrina, una serie de principios expresados por primera vez por el Ingeniero y Mayor C. H. Douglas en 1918. La implementación de estos principios haría que el organismo social y económico alcanzara efectivamente su fin, que es la satisfacción de las necesidades humanas.
El Crédito Social no crearía los bienes, ni las necesidades, pero eliminaría cualquier obstáculo artificial entre ellos, entre la producción y el consumo, entre el trigo en las bodegas y el pan en las mesas. El obstáculo hoy en día – al menos en los países desarrollados – es meramente de carácter financiero, un obstáculo monetario. Ahora bien, el sistema financiero no proviene de Dios o de la naturaleza. Establecido por los hombres, puede ser orientado a servirles, y no a causarles problemas.
Para este fin, el Crédito Social presenta propuestas concretas. Aunque son muy simples, estas propuestas implican una revolución. El Crédito Social trae la visión de una nueva civilización, si por ello se entiende la relación del hombre con sus congéneres, y las condiciones de vida que faciliten el florecimiento de la personalidad de cada cual.
Bajo un sistema de Crédito Social, no tendríamos que luchar con problemas que son estrictamente financieros, que constantemente plagan las administraciones públicas, las instituciones, familias, y que envenenan las relaciones entre los individuos. Las finanzas serían nada más que un sistema de contabilidad, expresando en cifras los valores de los bienes y servicios, facilitando la movilización y coordinación de las energías requeridas para los diferentes niveles de producción hacia la obtención del producto final, y distribuyendo a todos los consumidores los medios para la escoger libre e individualmente lo que les parezca apropiado entre los bienes ofrecidos o accesibles inmediatamente.
Por primera vez en la historia, la seguridad económica absoluta, sin condiciones restrictivas, sería garantizada a todos y cada uno. La pobreza material sería algo del pasado. La ansiedad material por tener lo necesario para el mañana desaparecería. Se aseguraría el pan para todos, siempre y cuando haya suficiente trigo para hacerlo. En forma similar con todos los demás bienes que son necesarios para vivir.
A cada ciudadano se le entregaría esta seguridad económica como un derecho de nacimiento, como miembro de la comunidad, usufructuario durante su vida de un inmenso capital social, que se ha convertido en un factor dominante de la producción moderna. Este capital está constituido, entre otras cosas, por los recursos naturales, que son un bien colectivo; la vida en sociedad, con el bienestar de ella derivado; la suma de los descubrimientos, invenciones, progreso tecnológico, que son una herencia siempre en aumento de generación en generación.
Este capital social, que es tan productivo, le daría a cada uno de sus copropietarios, a cada ciudadano, un dividendo periódico, desde que nazca hasta que muera. Y viendo el volumen de producción derivado del capital social, el dividendo para cada uno debería ser al menos suficiente para cubrir las necesidades básicas de la vida. Este dividendo se entregaría adicionalmente a quienes hagan parte de la producción, sin perjuicio de salarios, sueldos u otras formas de remuneración.
Por lo tanto, se otorga un ingreso permanente al individuo, que no depende de estar empleado como ahora, y evita que sea explotado por otros seres humanos. Con la cobertura de necesidades básicas garantizada, una persona puede resistir mejor las presiones y escoger la profesión que más le agrade.
Liberadas de las más urgentes preocupaciones materiales, las personas podrían dedicarse a actividades libres, más creativas que el trabajo bajo órdenes, y orientarse hacia su propio desarrollo viviendo en función de lo humano, superando largamente al vivir en función de lo económico. Obtener el sustento diario ya no sería la ocupación más absorbente de sus vidas.