Reflexiones importantes

Es importante distinguir entre los dos términos. La laicidad significa que el Estado no tiene religión oficial, pero no prohíbe o no combate contra las religiones. Un estado laico, deja que las personas vivan su fe y hablen libremente. El laicismo, sin embargo, es hostil a cualquier forma de religión, y prohíbe todas las formas de expresión o manifestación de la religión en las escuelas públicas, etc.

Cuando se habla de la separación de Iglesia y estado, se trata de sana distinción entre el ámbito político y religioso, que no siempre ha sido fácil vivir en la historia.

En Francia, por ejemplo, la Revolución de 1789 había prohibido toda influencia de la religión católica: fue el terror, incluso se obligó a los sacerdotes bajo pena de muerte, a prestar juramento de obediencia al Estado en lugar de al Papa de Roma. Unos años más tarde, el emperador Bonaparte, señalando que la religión aún era necesaria para la estabilidad del estado, restablece los lazos con la Iglesia de Roma, con el Concordato de 1801. Aun así, un espíritu anticlerical continuaba reinando en gran parte de la clase política francesa, y el Parlamento votó, en 1905, la Ley de la separación de iglesia y estado.

En 2005, con motivo del centenario de esta ley, el Papa Juan Pablo II escribió una carta a los obispos de Francia. El cardenal Jean-Pierre Ricard, entonces presidente de la Conferencia de Obispos de Francia, resumió la carta del Papa:

"Juan Pablo II distingue el laicismo y la laicidad. Esta última es una actitud hostil a toda religión, que él ve como la humillación de la razón y el origen de la violencia y la intolerancia... En contraste al laicismo, es importante aclarar la verdadera concepción del principio de laicidad ", que pertenece también, dijo el Santo Padre, a la Doctrina Social de la Iglesia". Expresa el estado no confesional y la justa autonomía del Estado y la Iglesia. El estado no interfiere en la vida interna de la Iglesia y recíprocamente la Iglesia no suele intervenir en el funcionamiento del Estado y de gobierno, excepto cuando el respeto a los principios fundamentales de nuestra vida social están en juego. Esta autonomía no significa ignorancia mutua, sino diálogo ".

En su exhortación apostólica sobre la Iglesia en el Oriente Medio, (14 de septiembre de 2012, n. 29) el Papa Benedicto XVI escribió:

"La sana laicidad […], significa liberar la religión del peso de la política y enriquecer la política con las aportaciones de la religión, manteniendo la distancia necesaria, la clara distinción y la colaboración indispensable entre las dos."