Los cónyuges que temen tener hijos, demuestran poca confianza en Dios, o excesivo apego a su comodidad. Allí donde hay fe y espíritu generoso, no caben tales temores, sino el deseo de transmitir el bien de la vida y con ella, la fe y los demás valores humanos y sobrenaturales.

Cuando asistí a la inauguración de la Conferencia del Año de la Fe este pasado otoño, uno de los conferenciantes nos recordó a San Lorenzo de la Roma del siglo tercero. Este era el hombre, que el prefecto de Roma después de darse cuenta que Lorenzo poseía el Santo Cáliz en el cual los apóstoles bebieron durante la Ultima Cena, se le pidió que regresara las "Joyas de la Iglesia".

Lorenzo pidió permiso por tres días para recoger sus posesiones. Se le concedió su petición y luego fue y repartió cuantas posesiones de la Iglesia pudo a los pobres y regresó a la prefectura con las manos vacías. Cuando le preguntaron nuevamente por las "Joyas de la Iglesia", se dirigió hacia afuera, regresó nuevamente, pero esta vez lo hizo con todos los pobres de la ciudad. Los presentó al consejo diciendo: "Esta gente son las joyas de la Iglesia". Por supuesto, fue juzgado como un provocador y fue quemado vivo, pero no sin un poco de buen humor, diciéndole a los soldados que lo viraran cuando ya esté "cocido" de un lado.

Al escuchar la historia de este valiente santo, yo pensé: "Si me pidiesen presentar a las "Joyas de la Iglesia, que presentaría?". En ese momento vi la magnitud de mi propia vocación...valorizando mi pasión y finalmente apreciando donde están todos mis talentos...me di cuenta que mi selección de "joyas" serían los niños. Dios me ha permitido reconocer que todos y cada uno de los niños contienen a Cristo mismo. De repente sentí el honor de que se me concedió el regalo de verlo a Él en ellos, y llegué a la realización de que esta semilla ha sido hermosa y meticulosamente sembrada en las pequeñas cosas de Dios que me han pasado durante las experiencias de mi vida. Esta increíble pasión por los niños ha crecido inmensamente desde que comencé mi jornada de homeschooling (educación en casa) con mi propia familia, mientras beneficiaba a otros creando el Grupo de Santa Lucía -Escuela en la Casa, (St. Lucy's Homeschool Adventure Group) el cual ha sido bendecido exitosamente bajo las indicaciones y guía de Nuestro Señor.

Hace casi cuatro años atrás, mi esposo Jae y yo fuimos desafiados por el Espíritu Santo a mantener a nuestros hijos más tiempo en la casa, en lugar de la edad típica de hasta los 5 años. Me sentía que no era el tipo de persona o madre  que hiciera estudio en la casa con sus hijos, pero nuestra hija mayor Piper, nos daba señales de que no estaba lista para salir de la casa. La decisión de educarla en la casa no fue fácil. Me faltaban dos años para graduarme de enfermería y mi esposo quien es carpintero con su propio negocio, estaba trabajando muy fuerte para poder yo ir a la escuela de noche mientras el trabajaba de día. Sentíamos que, como "buenos proveedores americanos", estábamos haciendo lo que se suponía, pero Dios tenía otros planes...

Regresando unos cuantos años atrás...Jae y yo vivíamos un sueño...o algo así, mucha diversión, sol y más diversión. Vivíamos en una zona muy hermosa de California donde gradualmente nos estábamos alejando de Nuestro Padre Celestial y su amor infinito por nosotros.. Jae estaba enredado en su mundo profesional de snowboarder (El Snowboarding o "tabla sobre nieve" es un deporte extremo de invierno). Trabajé mucho hasta ascender en el mundo de los negocios como Terapeuta de Masajes a la edad de 22 años. Me ofrecieron la oportunidad de toda una vida: asumir el cargo de la compañía en la que trabajaba. Vivíamos en el mundo, y estábamos absorbidos en él. Dios, sin embargo, tenía un plan para llevarnos de nuevo hacia Él, a pesar de todas las decisiones egoístas que ahora nos damos cuenta, estábamos tomando. Él nos dio a Piper y todo empezó a cambiar. Piper nació en este mundo en silencio y era fuerte, y por su personalidad especial, estamos aquí ahora agradeciendo a Dios por cada salida y puesta del sol...

Honrando las oraciones de mi buena madre, Dios puso la urgencia en nuestros corazones de mudarnos a la Costa Este, y por los próximos siete años tuvimos prueba tras prueba, y caímos de rodillas. En la cima de nuestro re-inicio espiritual, Piper, a la edad de dos años y medio, terminó en el hospital, tocando la puerta de la muerte, con una ruptura del apéndice de cinco días, que creíamos era una gripe. Los médicos no detectaron la ruptura del apéndice ya que su cuerpo tan pequeño no daba muestra alguna de los síntomas, no tenía fiebre alta, característica de una infección tan peligrosa. Por cinco días, Piper sufría en silencio, llorando por el dolor, hasta que finalmente dejo de respirar en mis brazos. Fue admitida en la unidad Pediátrica de Terapia Intensiva y durante los tres días de hospitalización, antes de ser llevada a un hospital regular, tenía los brazos con unos tirantes que le forzaban a tenerlos derechos, y solamente podíamos darle agua con una esponja atada a un palito plástico. Todo esto ocurrió durante la Cuaresma, y fue mi devota madre quien nos indicó cómo la imagen de Piper era similar a la de Cristo en la Cruz. Nuestra hija de dos años y medio, postrada en la cama con tubos por doquier, pulmones colapsados, fluido venenoso inflamando su pequeña barriguita...necesitándome...y yo no era lo suficientemente fuerte en mi fe para implorarle a Dios que la salvara....

San Leonardo de Porto Maurizio, un hermano franciscano, en sus "Alabanzas de Desagravio", nos recuerda hermosamente la increíble misericordia de Nuestro Señor por los pecadores. "Él nos creó para que pudiéramos estar con Él eternamente, no condenarnos al infierno... Dios es tan bueno que cuando ve a un pecador corriendo a su ruina, Él corre hacia él, lo llama, le suplica y lo acompaña.... ¿Qué no hace para convertirle? Él le envía buenas inspiraciones y pensamientos, y si no tiene resultado, ¿Él lo aflige? No... Pero el pecador no se convierte todavía. Dios le envía una enfermedad mortal. ¿Está ciertamente todo perdido para él? No, hermanos, Dios lo sana; el pecador sigue obstinado en el pecado, y Dios en su misericordia busca otros caminos; Él le da otro año, y cuando ese año termina, todavía le otorga otro más..."

Dios sabía lo que hacía....utilizando esta pequeña niña, muchos corazones serían transformados. A través del milagro que iba a suceder, Jae y yo misericordiosamente seríamos vueltos hacia Él, y mirando atrás, reconozco que Dios diseñó a Piper para ese específico rol. Ella era una niña muy dulce y callada, por tener dos años y medio no hablaba mucho. Pero, así tenia que ser...para que otro incidente pudiera ser "efectivo"...Un mes después de que Piper fuera admitida en el hospital, los médicos la enviaron a la casa. Ella tomaba antibióticos que ni sabíamos que existían y todos cruzaban los dedos y oraban. Esa misma noche, la herida de cuatro pulgadas, cuyos puntos habían sido ya removidos, se abrió de adentro para fuera. Se nos dijo que la lleváramos al hospital inmediatamente, a cuarenta y cinco minutos de la casa.

Jae condujo lo más rápido que pudo mientras yo estaba sentada en la parte de atrás con mi pequeña niña. Allí fue, cuando finalmente me di cuenta de lo que le podía pasar a mi primer bebé.

Caía nieve esa noche y mientras íbamos por la avenida, estaba fascinada con los puntos blancos de nieve que golpeaban la ventana del auto. Mientras miraba cada gota sentía algo que sólo lo puedo describir como "sensación celestial". Me penetró todo mi cuerpo; era como si todas las oraciones que se hacían alrededor de la nación por la vida de Piper (convocadas por mi madre) literalmente golpeaban directo al auto en ese momento. Esa sensación era tanta que comencé a llorar, entendiendo que estaba indefensa en esa batalla para salvar la vida de Piper. Ella me vio llorar y me pregunto si estaba triste. Le dije que sí y ella dulcemente me dijo: "¿pues, entonces por qué no oras?". No podía creer lo que había escuchado de los labios de mi hija silenciosa, y sufriente. (tengan en cuenta que yo NO era una persona de oración). Cuando Jae y yo la miramos admirados, y luego el uno al otro, le pregunté a Piper qué debíamos decir. Nuestra hija de dos años y medio nos sugirió que rezáramos el Ave María, oración que ella aparentemente escuchó de su abuela (mi madre). A esta pequeña criatura de tanto aguante, Dios le dio las palabras necesarias que me llevarían de nuevo al Rosario después de 10 años de rechazo diciendo que era una "oración sin sentido".

Este movimiento de rezar por esa niña pequeña y débil, y la comprensión de que todavía no le pedía a Dios que salvara a mi hija me perseguía. Me preguntaba: ¿Cómo había llegado a donde estaba? Mis padres me criaron en la fe de la Iglesia Católica Romana con la devoción al Rosario que rezábamos todas las noches juntos. Ellos literalmente fueron lejos y más allá, en lo que se refería a la enseñanza de sus nueve hijos, de incluir a Nuestro Señor en todo lo que hiciéramos, incluso mudando nuestra familia a cinco horas de la única casa donde vivimos toda la vida para vivir más cerca de esta Comunidad Católica muy fuerte en la fe. Además, mi padre conducía cinco horas desde y hacía su trabajo durante los fines de semana para que mi madre pudiera estar en la casa cuidando los restante siete niños. A través de sus oraciones y amoroso ejemplo, no solo infundieron ellos el mensaje del grande amor de Dios y su infinita misericordia en mí y mis hermanos, sino también en mi futuro esposo quien frecuentaba nuestro hogar tomando parte del trabajo y la oración. Así que, ¿porqué me separé de mi Señor que ni siquiera en las horas más negras de mi vida, fui capaz de invocarle, ni a su Santa Madre?

La única respuesta posible era que voluntariamente me había salido  de esa práctica. Llegué a creer que yo estaba a cargo de mi vida y estaba orgullosa de eso. Relaciones humanas y afectos comenzaron a ser tan importante para mi que hubiera re-escrito el Catecismo Católico en orden de acomodar mi vida y la vida de los que yo "amaba", estaba lista para ello, y lo hice...Yo me convencí de que el Rosario era algo antiguo y sólo para aquellos que no podían pensar en una oración propia. Yo decía: "los que rezan el rosario son aquellos que no tienen una relación con Nuestro Señor, esa no soy yo". Jae y yo seguíamos asintiendo a la Misa e incluso a la confesión, (posiblemente por las oraciones de mi buena madre) y sin duda alguna recibíamos gracias por ello, pero ambos carecíamos de entendimiento.

Cuando Piper salió del hospital, dos meses más tarde y diez libras menos, como la niña que no se suponía sobreviviera, dejó a los médicos rascándose la cabeza por que si, ella sobrevivió, como un cirujano puntualizó: "La niña más enferma que he visto; no sólo sobrevivió, sino que salió CAMINANDO del hospital". Fue entonces cuando finalmente logré entender que Nuestro Señor es el Único que pone las piezas juntas, para mí y mi familia. Su amor por nosotros es ilimitado. Ya hace tres años desde el milagro de Piper- y muchos milagros más- y como la semilla sembrada en nuestros corazones continúa creciendo, Jae y yo nos ponemos más fuertes, no sólo en el conocimiento y la fe en Dios sino, lo que es más importante, en nuestro deseo de conocer, amar y servirle a Él.

Estaba a punto de graduarme como enfermera, para lo que puse mucho esfuerzo, y el ingreso que hubiera recibido iba a ser un beneficio para nuestra familia, pero el Espíritu Santo puso en nuestros corazones la llamada a educar a nuestros hijos en la casa a través del "Homescholling". No entendíamos nada sobre el proceso, no sabíamos NADA sobre la educación en la casa, sólo la idea que fue introducida por un familiar, pero de nuevo, la semilla fue sembrada en nuestros corazones y escogimos humildemente obedecer a Dios. Luego, rápidamente comenzamos a presenciar cómo la responsabilidad de educar a nuestros hijos académicamente y en la Fe creaba en nosotros la necesidad de aprender más y los dos comenzamos a crecer rápidamente en nuestra Fe. Le dimos el SÍ a Dios y rendimos nuestra voluntad a Su voluntad. Ahora podemos ver Su plan en nosotros y, compartiendo esta historia de conversión y de experiencia de educación en el hogar, estamos admirados de lo que Dios ha sido capaz de hacer en nosotros y estamos agradecidos por confiarnos estas "joyas" de la Iglesia.